Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

1989- Ciclo C

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24,46-53
Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto". Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios.

SERMÓN

Todos conocen la serie científica televisiva "Cosmos" -de la cual hay también un libro- del científico y divulgador Carl Sagan -o Sagán, como dicen algunos-. Menos conocida, pero que también se ha dado con su correspondiente posterior publicación -aunque no traducida al castellano-, es la de la BBC, autor Jacob Bronowski, "The ascent of man", "El ascenso o la ascensión del hombre", en donde, a partir de la evolución cósmica, biológica, cultural, describe la historia del universo como una continua ascensión que, apuntando al hombre, a través de éste y el progreso de las culturas y de la ciencia, ha ido y seguirá adelante escalando alturas cada vez mayores.

Por supuesto que su pensamiento no tiene nada de original excepto su amena exposición. Ya desde Voltaire, pasando por Herder, Fichte, Hegel y Marx y llegando a Comte, la historia del hombre ha sido entendida por muchos como una línea ascensional . Y, justamente, las teorías de Darwin y los descubrimientos de la astrofísica, a la vez que apoyaron esa concepción ascendente y evolutiva de la historia, permitieron encuadrarla en una evolución o ascenso cósmico. Porque, lejos el hombre de transcurrir su vida y su historia en el panorama acabado de un universo estable y definitivo -como se pensaba hasta el pasado siglo- enlazaba con un gran movimiento de la materia, también en continuo ascenso, desde sus lejanos orígenes en el Big Bang y, luego, a partir de las primeras moléculas bióticas hasta el evolucionar de las especies.

Auguste Comte

Pero quien creyera que esta visión de un mundo y una humanidad en progreso, en ascenso, se la debemos originalmente a estos pensadores modernos, estaría totalmente equivocado.

Es verdad que la antigüedad en general no tuvo sentido de la historia. Tanto para las grandes civilizaciones mesopotámicas, chinas, hindúes o egipcias, como para las europeas -Grecia, Roma- la historia, en un mundo inmutable que, de vez en cuando, estallaba y volvía a construirse, era, cuanto mucho, una repetición indefinida de ciclos, siempre los mismos. La doctrina del "eterno retorno", en la cual no hay verdadero principio ni fin. Todo vuelve a repetirse tarde o temprano; una y otra vez. El símbolo de la serpiente que se muerde la cola: el principio es igual que el fin.

Ouroboros

Quien, por primera vez, tuvo concepto de historia y de que las cosas habían tenido un comienzo, un desarrollo, y se encaminaban hacia un fin, mediante hechos irreversibles y existencias humanas únicas e irrepetibles, fue el Antiguo Testamento, perfeccionado por el cristianismo. Verdaderos inventores de la historia; porque la entendieron no como una pura sucesión de hechos similares en un escenario inmutable -periódicamente renovado, pero siempre igual- sino como un acontecer encaminado a un fin, a un objetivo, a una plenitud, a un tiempo final.

Las teorías evolutivas de la modernidad sorprendieron a muchos europeos porque la ciencia -durante muchos siglos prescindiendo de la revelación judeo-cristiana- habían adoptado, para su visión del mundo, las categorías estáticas del pensamiento aristotélico y platónico que compartían la visión del mundo inmutable de la antigüedad pre-cristiana. Si entre cristianos no católicos surgió alguna oposición a las teorías científicas de la evolución no fue a causa de la Revelación sino de esas doctrinas científicas perimidas.

Hegel mismo, el padre de la 'filosofía de la historia' moderna, no hace sino 'profanizar' la concepción cristiana de la historia que, como buen estudiante de teología que había sido, conocía perfectamente.

Para él, toda la historia es un avanzar dialéctico en el camino de una cada vez mayor adquisición de libertad, que se corona cuando, por la inteligencia, el hombre, independizado de los condicionamientos materiales y culturales, descubre su identificación con lo divino. Y en esto -afirma Hegel- el cristianismo ha cumplido un gran papel puesto que Cristo ha sido el primer verdadero hombre libre, porque primero en darse cuenta de que era dios. Claro que ya no el Dios trascendente, más allá del universo; sino el que se confunde, inmanente, con la naturaleza, de la cual el hombre resulta ser la divina conciencia. ¡Menesteroso dios!

A pesar de su crítica a Hegel, Marx también admite que el hombre no es sino la punta de lanza de la materia que crece hacia la autoconciencia y la libertad, que se alcanzará, finalmente, mediante el trabajo que libera de la materia, y la abolición de las alienaciones de ese trabajo, producidas por esa especie de 'pecado original' que, para Marx, es la propiedad privada. Hacia allí asciende la humanidad.

Hay otras teorías modernas de la historia no tan optimistas. Como la de Spengler o las del mismo Toynbee que vuelven a postular teorías catastróficas y de retornos cíclicos. Pero aún las optimistas y progresistas -tipo marxistas o positivistas o neopositivistas o liberales- hay que decir que en su mismo fondo terminan en una gran negatividad respecto del individuo, de la persona. Porque el mentado progreso es el de 'la Historia', el de 'la Humanidad', el del Hombre con mayúsculas. Para cada uno, en cambio, para Alberto, Susana, Carlos., el fin es la nada, la muerte.

Por otra parte, en última instancia, porque la ciencia moderna obliga a todos a admitir un final del universo con estrellas apagadas y evaporadas o haciéndose añicos en el Big Crunch. Para escapar a este desastre no hay más remedio que volver -y así finalmente lo hace, por ejemplo, Sagan- a reeditar la doctrina del 'eterno retorno', de un universo en eterna contracción-expansión en donde, sin sentido final alguno, la vida y la historia vuelve siempre a recomenzar. Y por eso este mismo Sagan simpatiza con el budismo que sustenta esta absurda doctrina.

Pues bien, mejor volver a lo nuestro, a las verdades luminosas, progresistas y auténticamente optimistas de nuestra fe. Sin duda que hay un 'ascenso' del hombre, como lo ha habido de la materia y de la vida y de la historia. Un lento prepararse del ser humano y de su cultura, por medio de la historia de Israel, a la plenitud de la manifestación de Dios en Cristo Jesús. Y la misma vida de Cristo es presentada por los evangelistas como un progreso, como una subida, como un ascenso, como una ascensión.

Si leemos el evangelio de Lucas -que es el autor de los dos relatos que hemos leído hoy, el de Hechos y el del Evangelio- vemos que concibe toda la vida de Cristo como 'una subida', como una ascensión. La frase se repite continuamente: "mirad que subimos a Jerusalén", o "marchaba por delante subiendo a Jerusalén", "se acercaba la pascua y Jesús subió a Jerusalén."

Y la 'subida' de hoy no es sino el objetivo final de toda esta subida, ascensión que fue, desde el comienzo, la vida humana de Jesús.

Toda la historia del mundo y de Israel fue una 'subida' hacia Cristo; y la historia de Cristo una 'subida' hacia Jerusalén, hacia la exaltación.

Y vean que ésta es la única salida posible de los límites implacables de la biología y del cosmos. El hombre podrá y debe progresar en muchas cosas de la cultura, de la ciencia, de la técnica, de la política, pero, si ese progreso mira solamente a lo puramente humano, no hay más remedio que caer en el 'eterno retorno', en la muerte, en el Big Crunch, en el huevo cósmico que vuelve a renacer, siempre encerrado en el tiempo, sin salida.

Pero, existe una 'salida' -nos dice Cristo-, existe un verdadero y definitivo progreso, existe una verdadera posibilidad de 'ascensión'. Es el de -siguiendo las huellas de Jesús- subir también nosotros hacia Jerusalén, progresando en fe, en esperanza y en caridad, en la verdadera libertad, creciendo en santidad y rompiendo a través de la puerta de la muerte asumida, el encierro de la nada o del eterno retorno. Ascender con Él, en la promoción definitiva y plena de nuestra propia resurrección y ascensión.


Ascensión de Dalí

 

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