Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 105
SEPTIEMBRE, 2004

VigÉsimo Aniversario de la creaciÓn de nuestra Parroquia

En medio de las dificultades de esta vida, incluso en circunstancias objetivamente graves, el cristiano sabe guardar en su corazón la alegría que le da la Esperanza. Y, por ella, regocijarse en las cosas realmente importantes, aquellas que son de algún modo anticipo de la eternidad.

Así, este mes de septiembre adquiere para nosotros, los feligreses de Madre Admirable, carácter festivo, pues en él fue erigida esta parroquia, un día 15 -la fiesta de la Madre Dolorosa-, allá por 1984.

Por ello, es bueno que repasemos qué cosa es una parroquia, a fin de comprender acabadamente por qué el aniversario de su creación como tal, es para nosotros un motivo de auténtica alegría cristiana. Dedicaremos éste y el próximo número del boletín, para hablar de ello.

Digamos, antes que nada, que no cualquier templo es una parroquia. Por ejemplo, el de “Ntra. Sra. del Rosario”, de la Avenida Belgrano, es la iglesia de una comunidad religiosa -los dominicos o Frailes de Santo Domingo- y no es una parroquia. La iglesia de las Esclavas de la calle Montevideo tampoco lo es. En cambio, “Ntra. Sra. del Rosario de Pompeya”, siendo el templo de una comunidad franciscana, es, además, parroquia. Nuestro querido “Don Orione”, sobre Av. Carlos Pellegrini, es sólo una capilla de la Congregación, abierta a los fieles. Tampoco era parroquia “Mater Admirabilis” antes de ser transformada en 1984 en la sede de la actual.

Podemos preguntarnos, entonces, qué es una parroquia y cómo se constituye. La primera pista nos la da el nombre. Parroquia es una palabra del antiguo vocabulario civil administrativo que viene del griego ‘par – oikos' , que significa casas u hogares que están al lado el uno del otro. Por lo tanto, en sus orígenes, el término designa una vecindad, un barrio, la reunión de casas y, por lo tanto, de familias que viven cerca y que, supuestamente –al menos en los pueblos y ciudades de antaño- con-viven, es decir, que se vinculan entre sí, se apoyan, se prestan servicios mutuos y, entre ellos, trabajan para conseguir bienes comunes a todos.

Eso, precisamente, es lo que caracteriza a una parroquia, ahora si, en el sentido de nuestro lenguaje católico. De este modo la define la ley de la Iglesia, el Derecho Canónico: “La parroquia es un determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio” (C.I.C. 515 § 1).

Se trata, pues, de una determinada comunidad de fieles, esto es, un grupo humano bien definido, delimitado. Cristianos todos ellos, que comienzan a existir como “personas” en la iglesia, como ‘hijos de Dios' y, por lo tanto, como ‘hermanos', por el bautismo. Hermandad superior a la del hecho de ser hombres. ¿Recuerdan como empezaban antes las predicaciones los sacerdotes? “Amados hermanos....” ¡Ojalá viviéramos en serio esta fraternidad!

Es, la parroquia, asimismo, una comunidad “constituida de modo estable en la iglesia particular” ‘Particular' –de parte, partícula-, es decir, que forma ‘parte' de una comunidad mayor que generalmente es la Diócesis y, por ella y en ella, de la Iglesia Universal. Y ‘estable', firme, incluso si sus integrantes van cambiando a lo largo de los años. Porque la comunidad parroquial se mantiene unida por mucho más que por el territorio que abarca: por algo que podríamos llamar “ afecto o “espíritu” parroquial. Aunque, antes que nada, somos católicos, ‘universales', nos sentimos especialmente vinculados al ‘modo' especial de ‘nuestra' Parroquia, que actualiza de modo original, de acuerdo a la idiosincrasia de sus miembros y la índole del barrio, la riqueza cristiana distribuida por toda la Iglesia.

Dicha comunidad –como toda sociedad humana- tiene, por supuesto, una autoridad que, como auténtica autoridad debe descansar en uno que haya sido especialmente preparado para gobernar, enseñar y cuidar de los fieles y elegido para ello por el Obispo. Así dice el mentado canon: “cuya cura pastoral ... se encomienda a un párroco, como su pastor propio”. ‘Cura' en el sentido de ‘cuidado', de la palabra latina ‘curare', ‘cuidar'. De allí viene el nombre de “cura” con que se llama al párroco: porque éste es aquel que tiene “el cuidado espiritual de sus feligreses”, “la cura de almas” como se decía antes.

Pero toda parroquia, aunque desarrolla su vida especialmente en lo cotidiano, en los hogares, en el cristiano existir, trabajar, amar y sufrir de sus integrantes, tiene un centro vital, como decíamos, que es, a su vez, lugar de encuentro con Dios y la comunidad, y estación de servicio donde los hermanos encuentran reabastecimiento en sus necesidades espirituales para poder ejercer su misión en este mundo y santificarse. Este lugar es el templo y sus instalaciones. Especialmente el templo, donde dicha comunidad se reúne en torno a la mesa del banquete eucarístico -que es la fuente y la cumbre de toda la vida cristiana-.

Como comunidad de fieles, la parroquia nace y crece en la fuente bautismal y por ello -después del Sagrario que guarda al Señor Sacramentado, y del altar directamente vinculado con el Sacramento de la Eucaristía- el lugar más importante del templo parroquial es la pila de bautismo. Allí, como de un seno fecundo e inagotable, nacen los hijos de Dios que conformarán esa comunidad. Otro lugar privilegiado es el confesionario, donde aquellos que han perdido la gracia por grave pecado pueden recuperarla o quienes deseen fuerzas -aunque no hayan pecado gravemente- para rectificar sus defectos y pujar por la perfección, reciben las gracias necesarias para ello. También el llamado ambón –el antiguo ‘púlpito'- es de importancia suma. Desde allí se proclama la Palabra de Dios y se predica la Verdad católica.

Claro que los cristianos somos seres humanos, corporales, no desencarnados y flotantes, y por lo tanto vinculados en el tiempo y el espacio. De allí que la parroquia siga respondiendo al significado etimológico de la palabra y suele ser aquella que vive en un territorio determinado. Nuestra parroquia de Madre Admirable es “territorial”, y por eso los límites de la jurisdicción parroquial se establecen por calles y veredas. Por ejemplo, el eje de nuestra calle Arroyo es la “frontera” con el Socorro, como el Río de la Plata lo es entre nosotros y Uruguay.

Pues bien, el 15 de septiembre nuestra iglesia particular de Madre Admirable cumple 20 años de su erección como parroquia. 20 años de gracias que probablemente sólo conoceremos plenamente en el Cielo; gracia fluyente de nuestra pequeña pila bautismal, de nuestro altar, de nuestro sagrario, de nuestra querida imagen de “La Madre”. Gracia derramada sobre los corazones de cientos de varones y mujeres, muchos de los cuales ya están ciertamente intercediendo por nosotros ante el Señor. Gracia fructuosa en oración, en amor a Dios por sobre todas las cosas, en obras de caridad. Gracia que nos llega a diario por las manos mediadoras de María, nuestra querida Madre Admirable, para que también nosotros vivamos día a día en la alegría de los hijos de Dios.

Nos bendiga Él, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo y nos conceda ser fieles hasta la muerte a su Amor.

 

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