Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 16
AGOSTO, 1996

ASUNCIÓN Y EUCARISTÍA

Agosto recibe litúrgicamente su carácter de la solemnidad que está en su centro: la Asunción de la santísima Virgen María. Esta fiesta es como una explicitación de la Pascua : el señorío adquirido por Jesús en su propia Resurrección y Ascensión no es solo algo restringido al mundo de los varones, sino que se extiende a la mujer. El hombre, en efecto, no es solo varón, sino que "varón y mujer lo creó Dios" .

Pero no se trata solo de que la especie humana ha sido elevada, mediante la Ascensión y la Asunción , a lo divino. Ya desde muy antiguo se consideró al hombre como un microcosmos , es decir una representación en pequeño del macrocosmos , del universo entero. La teología cristiana afirma que en el hombre se resumen y subliman todas las fuerzas y riquezas de la materia. El ser humano es un compendio de lo que es el mundo material a todos sus niveles: mineral, vegetal, animal y racional. Todo está en el hombre, de tal manera que, en la Ascensión y Asunción, es el mismo universo de átomos y de energía que conocemos el que se transforma y alcanza su estado más sublime.

Contrariamente a lo que sostienen los dualismos orientales y maniqueos, la salvación no llega por un liberarse el espíritu de la materia, el alma del cuerpo, sino por la dignificación de la totalidad del universo y de lo material.

Esto no solo lo ha defendido la Iglesia a través del dogma de la Resurrección , sino también mediante el uso que constantemente hace de las realidades materiales para llevar al hombre a lo divino.

Caso especialísmo, los sacramentos. En ellos siempre una realidad material -agua, aceite, pan, palabras, gestos- se hace instrumento de la Gracia.

Precisamente el Episcopado Argentino ha querido elegir la fecha del 15 de Agosto, la Asunción , para permitir que los católicos argentinos puedan recibir, de acuerdo a antiguas costumbres, la sagrada Eucaristía en la mano. Y la sagrada Eucaristía es el Sacramento por Excelencia. En él se hace realmente presente Jesucristo, Dios y hombre, en su nueva y definitiva condición de Resucitado. La Eucaristía es ya el inicio de la nueva creación; es materia que está a mitad de camino entre la del mundo actual y la del futuro. Por su apariencia fenoménica -su aspecto de pan y de vino- pertenece a nuestro existir de viadores, a este mundo "viejo"; por su realidad profunda -el ser de Cristo el Señor-, al mundo renovado y pleno del Resucitado y de María Asunta a los cielos.

Nosotros, que también somos materia y que, por eso, a través de ella, de nuestro cuerpo, de nuestras voces, de nuestras actitudes, expresamos las realidades interiores de nuestro espíritu, al recibir el Cuerpo de Cristo, en la boca o en la mano, mostremos -en nuestra reverencia, en nuestro cuidado y respeto por el tesoro que se nos entrega- la conciencia de estar tocando el sublime misterio de la comunión del cielo y de la tierra, de lo divino y lo humano, vivido ya en plenitud por Cristo y María, hermanos nuestros, resucitados y ascendidos a los cielos.

Menú ...... Inicio