Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 18
OCTUBRE, 1996

Madre Admirable

El mes de octubre está signado por la presencia de la Santísima Virgen María. Es el mes del Rosario, durante el cual todo católico cabal se compromete, si es posible en familia, a dar especial importancia a esta devoción tan cara a la piedad de la Iglesia.

Piedad al mismo tiempo devota y viril. No olvidemos que la conmemoración de Nuestra Señora del Rosario, el 7 de Octubre, nace para festejar la protección de la Virgen a las armas cristianas en Lepanto en 1571. Victoria que contendrá durante mucho tiempo el hasta entonces incontenible y devastador avance del Islam sobre la civilización cristiana. Pío V ordenó que en esta fecha se conmemorase anualmente a la Santísima Virgen como Nuestra Señora de las Victorias, para agradecerle este triunfo, que fue una especie de respuesta directa a las oraciones y procesiones del rosario organizadas por las cofradías de Roma en el momento en que se libraba de la batalla. Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario.

Esa civilización cristiana salvada en Lepanto es la que llega a nuestras playas americanas mediada por la magnífica gesta de España, también recordada este mes en la venerada advocación de Nuestra Señora del Pilar, el 12 de Octubre, la primera aparición conocida de la Virgen , en Zaragoza, según la tradición en vida de Santiago. Advocación españolísima y, por eso mismo, tan nuestra.

Para nuestra Parroquia, empero, Octubre alcanza especialísima significación porque festejamos nuestra solemnidad Patronal, Madre Admirable, devoción mariana nacida no en un medio de batallas ni acontecimientos críticos sino en la serena calma de un convento.

Es fruto del sencillo arte de una religiosa francesa de fines del siglo pasado, Pauline Perdreau, de las hermanas del Sagrado Corazón que, haciendo su noviciado en Roma, se le ocurrió figurar a la Virgen en un fresco, realizado sobre uno de los muros del corredor donde la comunidad se reunía a coser en verano, para tenerla así, en imagen, de inspiradora y compañía.

María está representada joven, casi niña, a los doce años, cuando, según piadosas leyendas, era educada en el Templo. El libro abierto, el huso con su lana, el canasto de labores, el lirio de su costado, su actitud reposada, dulce y contemplativa, el cielo que se abre a sus espaldas, son símbolos sencillos y casi ingenuos de aquellos elementos que tienen que confluir en la formación de cualquier cristiano: la oración, el estudio, el trabajo adecuado a cada uno, las virtudes que forjan al hombre en su interior y lo hacen fuerte.

Quizá Madre Admirable no sea directamente bandera para batallas ni estandarte de empresas apostólicas, más bien maestra de robustez interior, de nuestra formación cristiana, de nuestra actitud serena frente a la vida, todas ellas condiciones internas necesarias para que, alcanzando la adultez de nuestro ánimo cristiano, podamos ser verdaderamente fuertes no solo en nuestras responsabilidades cotidianas sino cuando lleguen los momentos de lucha y los llamados a la intrepidez apostólica.

Menú ...... Inicio