Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 94
SEPTIEMBRE, 2003

Segundo misterio de Luz: las Bodas de CanÁ

Ya sabemos que Cristo es la gran y definitiva Revelación de Dios . La primera : el prólogo de su mostrarse a Sí mismo al hombre en sus obras, ¡la maravillosa creación! Pero eso no fue suficiente: el ser humano, deslumbrado por este bello mundo, creyó que en él podía depositar todas sus aspiraciones. Incluso, extraviado por la ignorancia, lo adoró en falsas religiones y extendió conflictos y maldad.(Agua.)

Sin embargo, la creación no era más que un anticipo, el aperitivo, de lo que Dios quería mostrarnos y regalarnos: Su Propia Vida . De allí que, en su Amor, en segunda Revelación , fuera iluminando a un pueblo electo –el de Israel - para que, apartado de los gruesos errores de las otras religiones, mitos e ideologías, comenzara a darse cuenta verdaderamente de Quién era Dios y cuáles los actos que nos llevaban a los hombres a realizarnos verdaderamente como tales, a ser felices. (Todavía agua.)

Pero ni siquiera allí faltaron los errores. Muchos hebreos pensaron que Dios estaba al servicio de ellos, que, haciendo lo que Él les indicaba como camino de justicia personal, familiar y social -especialmente los mandamientos-, obtenían derecho para exigir a Dios bienes temporales, salud, libertad política, prosperidad en este mundo. Seguían dirigiendo sus aspiraciones a este mundo. (Agua.)

De allí que, finalmente, en la plenitud de los tiempos, a través del “sí” de una mujer maravillosa, María , Dios, en última y definitiva Revelación , se acerca al hombre, no mediante anticipos y muestras gratis y regalos, sino personalmente, en su Hijo , Jesucristo. “¿No sabes Felipe que el que me ha visto, ha visto al Padre?” (Jn 14, 9; cf. Hb 1, 1). (Vino.)

Ahora si, en Jesús, sobre todo en su vida dada por nosotros, somos capaces de acercarnos a Dios, de conocer su secreto de amor, de saber sin lugar a dudas que toda nuestra vida está sostenida y encaminada por un amor en que Dios no se reserva nada, porque todo nos lo ofrece, porque se nos revela Todo. Ya no hay más “secretos”. A los ‘ amigos ' Dios les cuenta todo, dice Jesús (Jn 15, 15). Secreto, en griego, se dice Misterio . Ya no hay, pues, desconocidos misterios: Dios me ama, Dios Es Amor, Existo porque Dios me quiere. Y me quiere mucho más que lo que demuestra en las cosas que en este mundo me puede dar -o dejar de dar porque no me convienen-, porque quiere regalarme Su propio Vivir . Ese Vivir que Jesús, entregando Su Espíritu (Jn 19, 30; cf. 20, 22), nos da en la Cruz y en la Resurrección. (Vino.)

‘Misterios', pues, ahora no secretos: ‘luminosos'. Porque, revelados , han dejado de ser secretos y se convierten en luz de nuestra vida. Todo el vivir de Jesús y, sobre todo, los acontecimientos sobre los cuales los evangelistas exigen atención, son potentes faros, ‘misterios‘ transparentes, ya no recónditos ni oscuros, que revelan a Dios e iluminan al hombre. (Vino.)

Hoy nos toca hablar someramente del segundo misterio de luz . Ya lo hemos dicho: todos los misterios, también los gozosos, los dolorosos y los gloriosos, son luminosos. Tal cual lo expresa Juan Pablo II en su Carta Apostólica “Sobre el santo Rosario”: “En realidad, todo el misterio de Cristo es luz” (n. 21). Empero el Santo Padre ha querido designar especialmente como ‘misterios de luz' momentos cumbres de la vida pública de Jesús donde es mucho más patente Su revelarSe y revelar al Padre . (Vino.)

Precisamente las Bodas de Caná , con la transformación del agua en vino (Jn 2, 1-12), se constituyen en el primer ‘signo' que hace Jesús para revelar su Gloria. El evangelista Juan llama ‘signos' a los milagros. El mismo nombre ‘signo' indica que se trata de acciones simbólicas. Flechas indicadoras que nos impulsan a buscar, más allá del episodio concreto, una realidad más profunda hacia la cual apunta lo narrado. L o importante no es la curación del ciego de nacimiento (Jn 9, 1-34), ni la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-44), ni que Jesús diese de comer a cinco mil personas (Jn 6, 1-15)... sino que Jesús es la Luz, la Resurrección y la Vida, y el Pan que ha bajado del cielo. Hacia eso apuntan los hechos, los ‘signos'.

Hoy se trata, pues, en este segundo ‘misterio de luz', ¡de vino! “ ¡No tienen vino! ” dice la Virgen. Por supuesto que el accionar de Jesús y su madre no miran a arreglar el problema de la falta de alcohol de una fiesta -por más fiesta de un familiar de Jesús que fuera-; ni compensar el abundante trasegar de sus discípulos, inesperados comensales del festejo. Todo el relato se mueve a nivel del ‘signo'. Seis vasijas de 100 litros cada una, 150 cajones de vino de los nuestros, seis botellas cada uno. ¡Un poco exagerado!

Pero la exageración tiene que ver con el signo: ¡la abundancia de los dones de la Gracia! Sobre todo si se compara con la cantidad siempre exigua, para el famélico corazón del hombre, de los dones de este mundo. “¡No tienen vino!” ¡No tienen la Vida sobrenatural que nos merece Cristo y que fluye, desde el bautismo, por nuestras venas y arterias, encendiendo corazones, alegrando la existencia, dando sentido a nuestros gozos -y, también, a nuestras penas-, convirtiéndonos en hijos de Dios y, por lo tanto y sobre todo, haciéndonos herederos de la Vida Eterna !

¡Agua! El agua de las tinajas de las abluciones rituales de los judíos, de su Ley, de su moral, de sus infinitas prescripciones legales que, finalmente, no terminaban sino en la muerte y no siempre posibilitaban –por debilidad o por orgullo o por malicia- la felicidad y paz familiar y social en este mundo. “Vuestros padres comieron de ese pan –el de Moisés, la Ley- y murieron ” (Jn 6, 49).

Seis tinajas. Faltaban los diez centavos para el peso. El número perfecto era el siete. Seis significaba imperfección. La incapacidad de la Ley y de la moral judía para colmar las aspiraciones del hombre. “ ¡No tienen vino! ” El hombre con sus hambres siempre recidivas, buscando satisfacción en cosas que no se la pueden dar. Llamado por su Creador a los grandes banquetes de la mesa divina y extraviado por la propaganda detrás de futilezas... Para peor, en una sociedad que, cada vez menos, es capaz de satisfacer los mismos deseos artificiales que suscita mediáticamente en sus integrantes. ¡Pobrecitos hombres y mujeres condenados a la envidia, a la frustración, al rencor, a la rebeldía o a la vergonzante sumisión, a la lucha de todos contra todos...! “ ¡No tienen vino!”

Equivocados, algunos cristianos piensan que han de seguir dando pura agua a la gente, sobre todo con la palabra, con la denuncia, con la política... ¡Si se tratara al menos de la constancia de los santos en su obrar silencioso hacia los carenciados lleno de caridad y falto de publicidad, pero suscitado todo por el amor a Dios y el deseo de cielo!

Se ve solo la pobreza material, ella parecería la única desgracia. Todo el actuar de la Iglesia debería consistir en dar una limosna aquí otra limosna allá. Con todo su esfuerzo junto la Iglesia no alcanza a solucionar ni una ínfima parte de los problemas de miseria material de los argentinos ¡tanto menos del mundo! Ella es impotente para arreglar las cuestiones económicas de fondo –que no están en su competencia rectificar- que, a un País como el nuestro, podrían llevarlo rápidamente a la prosperidad. Al contrario: se predican, a veces, en nombre del cristianismo, doctrinas socialistas que lo único que consiguen es engendrar más pobreza. Y, sobre todo, más odios, envidias y divisiones. De todas maneras: agua, pura agua. “ ¡No tienen vino!”

Vino que trae el Señor, a instancias de María, nuestra Madre Admirable - “Haced lo que él os diga ”- transformando el agua. La dirección equivocada de nuestras aspiraciones terrenas es trocada en aspiración de santidad, de vida plena, de vida entregada a Dios y vivificada por El y con proyección de Cielo, de Trinitaria Felicidad. De eso están tantas veces pobres los pobres ¡y los que se creen ricos!

Podrán algún día, a lo mejor, la ciencia, la técnica, la medicina, la ingeniería genética, la “justicia social” lograr para el hombre, en el cuarto milenio, en el quinto milenio ¡vaya a saber! -y si el mundo no es destruido antes por la insensatez de los humanos- la paz, la salud sin muerte, la abundancia y justa distribución de los bienes para todos, la perfecta serenidad psíquica, ¡todos rubios, de ojos celestes de un metro noventa de altura y cuerpos perfectos y saludables! Podrán, quizá ... Pero María seguirá diciendo “¡No tienen vino!” . El vino de la Fe, la luz de la Esperanza, el fuego de la Caridad, la herencia de los hijos de Dios en el Cielo.

 

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