Sermones de LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1990.Ciclo A

LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ   

Evangelio según san Mateo Mt 2,13-15. 19-23 
Después que ellos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle» El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Muerto Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: Será llamado Nazoreo.

SERMÓN

Al celebrar hoy la fiesta de la sagrada familia la Iglesia no hace sino seguir meditando en el misterio de la Encarnación, Dios que se hace hombre.

Porque si nosotros tuviéramos que reducir el misterio de la navidad al mirífico instante en que lo humano es unido a lo divino, al momento en que una naturaleza de hombre es elevada a la unión hipostática con el Verbo, de hecho el momento del festejo debiera ser la fiesta de la Anunciación, cuando admirablemente fecundada, María comenzó a llevar en su seno el embrión de Jesús con sus 46 cromosomas. Porque si nosotros tuviéramos que reducir el misterio de la navidad al mirífico instante en que lo humano es unido a lo divino, al momento en que una naturaleza de hombre es elevada a la unión hipostática con el Verbo, de hecho el momento del festejo debiera ser la fiesta de la Anunciación, cuando admirablemente fecundada, María comenzó a llevar en su seno el embrión de Jesús con sus 46 cromosomas.

El nacimiento es más la manifestación de una vida que ya ha comenzado hace nueve meses, que el verdadero inicio. Con el nacimiento empieza solo la epifanía , el hacerse manifiesto de algo que ya existía aunque oculto. Pero así también nosotros festejamos nuestros propios nacimientos: aunque ya todos felicitan a la madre ante la noticia del embarazo -al menos a las madres buenas y bien casadas- recién cuando tiene el bebe en sus brazos se manifiesta plenamente la alegría de la nueva vida. Y tan es así que hasta ese momento muchos llegan hasta a no considerar crimen el matar a una persona.

En realidad hay que decir que indudablemente el nacimiento marca una fecha capital en la vida de cualquiera, pero si nosotros revisáramos un poco cualquier historia, tanto de la política, como de la literatura o de la música o de la ciencia, llegaríamos a la conclusión de que para la crónica la fecha del nacimiento fue importante solo para aquellos que siendo adultos tuvieron importancia. En tal año, decimos, nació San Martín o Miguel Ángel o Dante, en realidad eso es una especie de prolepsis, porque la verdad es que en tal año nació simplemente un crio berreante que ensuciaba espantosamente los pañales.

Si el nacimiento adquiere importancia es solo por lo que seremos después ya grandes. O es importante, no tanto para el que nace, sino para aquellos adultos que viven la alegría del nacimiento del pequeño.

Lo cierto es que el más temprano de los evangelistas, Marcos, comienza su evangelio de Jesús recién cuando éste inicia su vida pública. A nadie le interesó al principio su vida anterior de chico, de adolescente, ni su nacimiento, sino solo lo que había sido de grande, de adulto, en los años que llevó a cabo su obra de salvación.

Es claro que después de los primeros tiempos a medida que crecía el deseo de conocer cada vez mejor a Cristo las miradas se dirigieron también a su pasado y se fueron poco a poco desenterrando los recuerdos ya bastante perdidos y borrosos que pudieron encontrarse respecto a la familia, al nacimiento y a la infancia del Señor.

Por que ya lo sabían los antiguos, pero lo ha confirmado el psicoanálisis, “si quieres conocer profundamente a alguien pregúntale sobre su infancia, sobre su familia”.

Y es que la infancia, en la gestación del ser humano, tiene casi tanta o mayor importancia que el mensaje biológico que hereda de sus padres en el momento de la concepción. En los 46 cromosomas por supuesto tiene el código fundamental para organizarse como cuerpo animal con todas sus funciones y complejidad y algunos pocos instintos y pautas de acción fundamentales; pero aquello que lo hará salir de la esfera puramente zoológica y lo proyectar  a lo humano es el mensaje educativo, el código de comportamiento que le dará la cultura, su ambiente, su familia, especialmente sus padres.

Son sus padres quienes le trasmitirán el lenguaje que lo hará  pensar y comunicarse, quienes modelarán con su palabra, cariño y ejemplo, sus sentimientos, quienes le inculcarán una escala de valores, una manera de ver las cosas, de encarar los problemas, de conectarse con los demás, de concebir el amor, de relacionarse con Dios. Cuando el cachorro humano comienza a tratar de manejar consciente y libremente su propia vida ya está antes de que pueda haber realizado ninguna opción modelado por su familia. Y esa es en realidad aunque no pueda determinarse con exactitud la verdadera fecha de su nacimiento: mensaje genético más mensaje familiar; gestación en el seno de la madre más gestación en el seno de la familia.

Es por eso que la encarnación no pudo de ninguna manera ser simplemente tomar un individuo aislado, un bebe probeta. No bastan los 46 cromosomas para hacer a un ser humano. Dios tuvo que hacerse necesariamente hombre en una familia que le diera educación, lenguaje, sentimientos, virtudes, puntos de vista.

Y básicamente la manera de pensar y de sentir de Jesús serán la de María y de José. Aunque nada nos dijeran de ellos los evangelios nos basta conocer a Jesús para saber que clase excepcional de gente han sido.

Hoy seguimos en este domingo de la Sagrada Familia conmemorando la navidad, el nacimiento de Jesús a través del engendrarlo en la palabra, ejemplo y verdadero amor de sus padres. Esa navidad que se prolonga en el nacimiento año tras año de los hermanos de Cristo que la Iglesia engendra por el bautismo. Pero para hacer de estos neonatos verdaderos hombres y cristianos, tampoco bastan ni los cromosomas de sus padres ni el agua de la pila bautismal.

Esto lo saben bien los adversarios de Cristo, la revolución anticristiana que está  acabando con la vieja cristiandad y por eso ser  siempre su prioridad absoluta el tratar de destruir el lugar en donde la biología del hombre se hace verdaderamente humana y cristiana: la familia.

Pero allí es donde nosotros debemos todavía resistir. Y, Dios lo quiere, empezar a reconstruir.

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