Sermones de CRISTO REY
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1988. Ciclo B

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

Lectura del santo Evangelio según san Juan     18, 33b-37
Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?» Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?» Jesús respondió: «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí» Pilato le dijo: «¿Entonces tú eres rey?» Jesús respondió: «Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz»

SERMÓN

Todos sabemos que los colores son una sofisticada construcción de nuestro cerebro al ser excitada nuestra retina por rayos luminosos de determinada frecuencia. El fenómeno físico que hace que, de la luz recibida, los objetos solo reflejen una parte del espectro tiene, ciertamente, una realidad objetiva, pero el color como tal solo le ‘percibe' mi cerebro. Ni siquiera mi retina: la corteza óptica.





Esto ya había empezado a ser comprendido por los filósofos del ‘empirismo inglés' alrededor del 1700: Locke, Berkeley, Hume. Pero, de tal manera habían llevado estas constataciones a sus últimas consecuencias que, finalmente, habían terminado por negar la existencia de toda realidad objetiva. Lo único existente -decían- son la propias sensaciones, los propios pensamientos. El mundo objetivo no lo ha visto nadie –afirmaba Berkeley- porque ‘nadie ha salido jamás de su propia mente'. No existe nada fuera de la mente. El ser de las cosas consiste simplemente en ‘ser percibidos' -· esse est percipi -.

Berkeley, George (1685 - 1753).

A través de Kant y, luego, de Fichte, Hegel y sus epígonos, estos planteos filosóficos irrumpen en el pensamiento de la modernidad y todavía actúan en nuestro mundo contemporáneo. Ya no solo a nivel académico, sino a nivel de ideas comunes, de posiciones periodísticas, de aseveraciones políticas, de comportamientos y toma de posiciones morales de los pueblos. Enorme cantidad de gente que jamás han oído el nombre de los filósofos que he mencionado, sin darse cuenta, después de generaciones de prédica, de enseñanza, de diarios, de acción política, han terminado por asimilar sus ideas.

En resumen –dicen- que las cosas son como son no porque sean como son sino porque yo pienso que son así . Conozco mi pensamiento sobre el mundo y los objetos, pero no el mundo o los objetos mismos.

La tradición católica afirma, en cambio, que la realidad existe y que es posible conocerla. Y que cuando lo que el hombre piensa respecto de la realidad coincide con lo que la realidad es en sí misma, eso es la verdad . Según la antigua definición: “la verdad es la adecuación de la inteligencia y la cosa”.

Puede ser que los colores como tal no existan sino en el cerebro humano, pero es evidente que, a través de esas sensaciones subjetivas yo soy capaz de ponerme en contacto real con los objetos que esas sensaciones me señalan y significan.

Die Rückseite Spiegels, El otro lado del espejo

Al fin y al cabo, como ha demostrado Lorenz , en El otro lado del espejo , los sentidos son un complejo aparato de contacto con la realidad experimentado en su eficacia a través de millones de años de adaptación evolutiva y en el cual sistema cualquier error de información respecto del entorno real hubiera significado la desaparición del individuo o de la especie. Y bien sabemos que, aún en penuria y deficiencia extrema de los sentidos, como en el caso de Helen Keller , ciega y sordomuda, nuestro cerebro, nuestra mente racional, es capaz de establecer contacto veraz y fidedigno con la realidad (1).

1880 – 1968

Pero esta filosofía subjetivista –y por eso anticristiana- de la cual hablo, al negar a la inteligencia esta posibilidad y afirmar que son los sentidos o el pensamiento los que fabrican la realidad (cada uno ‘su' realidad) acaban con el problema de ‘la verdad'. Porque con cada ‘yo' cerrado en sus propios pensamientos o sensaciones, y no existiendo ninguna realidad objetiva que lo controle, se acabó el criterio de verdad. Todo pensamiento es, entonces, ‘verdadero'; porque no existe una cosa exterior a él con la cual adecuarse –según la definición tradicional-. Todos somos capaces de excogitar sobre el mundo y la realidad ‘opiniones' igualmente válidas; porque no hay manera de verificarlas en una realidad externa al pensamiento humano.

Cierto es que la ciencia moderna en lo físico, químico, biológico, vuelve a la sabiduría tradicional y reconoce ‘grosso modo' que toda hipótesis o teoría es verdadera recién cuando la experiencia exterior, objetiva, aunque más no sea en el laboratorio, verifique lo que se formuló en la mente, el papel o la pizarra. Aún así, no todos los científicos están totalmente de acuerdo con esto.

Pero, en el campo de lo ético, lo político, lo filosófico, lo religioso, capea universalmente la convicción de que cada cual puede legítimamente tener ‘su' opinión. Que cualquier opción es válida, que cada uno tiene ‘su' verdad y que es tan verdadero lo que vos pensás como lo que yo pienso; lo que vos sentís como lo que yo siento. En esos campos -se dice- lo importante es la mutua tolerancia, un respetuoso pluralismo. Cuando se trata de opiniones políticas a poner en práctica, ‘verdadera' será la que mayor números de votos tenga.

Porque, claro, alguna manera de convivir -ya que cada cual tiene ‘su' verdad- hay que encontrar y parece ser la del voto de las mayorías el sistema más idóneo para ello.

Esto del voto y del ‘ a mí me parece ', que es inadmisible en el campo de las ciencias, parece ser admisible en el campo, mucho más importante aún, de la ética, la política, la filosofía y la religión, que deciden sobre la felicidad y los últimos destinos del hombre.

El problema, en realidad, es mucho más de fondo. ¿Por qué puedo yo conocer la realidad y, aún desde el punto de vista científico, encontrar en ella multitud de leyes físicas, químicas, matemáticas? ¿Por qué al escrutar las profundidades del cielo o lo infinitesimal de la materia se descubren leyes formulables matemáticamente que estructuran el micro o macrocosmos? ¿Por qué puedo ‘pensar' la realidad?

Y, ciertamente, porque ha sido antes ‘pensada por otro'. El sabio no inventa sus fórmulas, las descubre impregnando la realidad. Alguien las ha pensado. Como cuando leo un libro o una carta: alguien los ha escrito. No los escribo yo cuando los leo.

Pero esto, entonces, supone que si la realidad es pensable y formulable es porque antes ha sido pensada y formulada por un diseñador, un Creador, es decir, por Dios. Y esto es, justamente, lo que no quiere admitir la soberbia del pensamiento moderno nacido en la rebelión anticristiana. Si existe Dios, el hombre no es dios.

La salida entonces es decir: “La realidad no existe o no se puede conocer. Cada yo humano forja, en su propio pensamiento, el ser de la llamada realidad.”

Pero es que, precisamente, ese es el modo de conocer de Dios. Porque, en Dios sí, es cierta la afirmación de que ‘las cosas son porque Él las conoce'. Las conoce antes crearlas y las crea de acuerdo a lo que piensa de ellas. Pero ese no es el caso del hombre. El mundo existe y ‘es' objetivamente, ‘antes' de ser pensado por el ser humano.

Es verdad que podemos planear o inventar en nuestra mente objetos que, luego, tenemos la capacidad de fabricar o construir en la realidad; pero eso nunca de cualquier manera, sino respetando y usando las leyes que estructuran lo real.

Así es evidente que si hay algún campo en que el hombre se asemeja a Dios es este de la ‘técnica' o de la ‘praxis'. De allí que el subjetivismo contemporáneo desemboque en el marxismo, que afirma que lo importante, de todas maneras, no es ‘conocer' las cosas sino ‘transformarlas' –incluido el hombre-.

Lo cual sería correcto si no fuera que, para transformarlas hacia algo que las perfeccione, antes tengo que conocerlas como son. Pero esto no lo admite el marxismo. Dice, por ejemplo, que ‘el ser humano no existe', no tiene una ‘naturaleza'. El hombre es lo que haga de si por medio de cualquier transformación. Por medio del ‘trabajo', aprende de Hegel.

El marxismo, pues, no es sino uno de los representantes del subjetivismo ateo contemporáneo que atribuye al hombre el poder creativo de Dios.

Porque vean, la opción fundamental es clara. O el mundo es creado , no es divino y Dios es trascendente a él y, por lo tanto, el universo expresa un plan, un pensamiento estructurante anterior y suprior a si mismo. O el universo es lo único existente y, por lo tanto, divino . Y, lo más divino de él, el pensamiento humano. Único capaz de pensar y estructurar la realidad a su arbitrio.

Más simplemente, la ‘verdad' es o lo que Dios piensa del mundo y del hombre al crearlos y que yo tengo que descubrir; o lo que yo pienso del mundo y de mi mismo.

Talmud

Históricamente el judaísmo había ido de tal manera considerándose el ‘pueblo elegido' que, finalmente, había acabado por identificar los intereses de Dios con los propios interese. Sus ‘interpretaciones humanas' de la Ley se confundían con la mismísima Ley de Dios. Esa conciencia se desviará totalmente después de Cristo y, a través del Talmud y de la Cábala, terminará por identificar la conciencia de Dios con la conciencia del pueblo judío. La conciencia y el pensamiento autónomo del hombre con el pensamiento de Dios.

Es la filosofía moderna de la cual estamos hablando.

Tan es así que, cuando se hace manifiesta la Palabra creadora de Dios, Su pensamiento trascendente, no surgiendo desde abajo -del hombre o de los judíos-, sino como Verbo encarnado, como Hijo del Hombre que viene del cielo, no de la tierra, el judaísmo no lo puede tolerar y exige la muerte de Jesús.

El Dios verdadero, trascendente, creador, distinto del hombre y del mundo, es una bofetada al pueblo divinizado, a la conciencia humana autónoma, a la soberbia adámica.

Y, como siempre la afirmación de los que tienen claro que Dios y su Cristo son ‘el enemigo' del hombre divinizado, de la Humanidad con mayúsculas, de la Revolución por antonomasia, del ser humano liberado, se encuentra con la complicidad de todos aquellos que resignan desde el vamos la posibilidad de conocer ‘la verdad', de los que creen que todas las opiniones son igualmente válidas, que todos tiene igualmente razón.

El representante de un imperio que justificaba su existencia con su solo poder y riquezas pero sin horizontes trascendente, escéptico y tolerante, finalmente termina, a pesar de sí mismo, al servicio de las autoridades judías, que, ellas sí, tienen las cosas claras, ni son pluralistas y reconocen sin dudar al que viene a quitarle el poder.

Cristo ante Pilato, c 1463

Pilatos no parece mal tipo, al menos en la descripción que de él hace Juan. Es sencillamente un ‘liberal'. O por indiferencia o por posición tomada se declara incapaz de conocer la realidad “¿Y qué es la verdad?” Inexorablemente terminará trabajando por la ‘verdad' entre comillas que le imponen los judíos. De Kerenskis, Freis y de golpes y falsas derechas liberales, está preñado el camino que lleva a los despotismos del hombre que se hace Dios.

Pero al hacerse el hombre Dios; y al concientizarse de su divinidad a través de razas elegida o de logias esotéricas o de grupos mesiánicos o de tecnócratas soberbios o de trilaterales siniestras o de clases predestinadas, al querer imponer ellos, sobre la realidad y la sociedad, sus propias y divinas ‘verdades', desconociendo el pensamiento impreso en el ser del hombre y del universo por el verdadero Dios, causan estragos de inhumanidad, desastre y locura y, a la larga, destruyen al mismo hombre a quien pretenden salvar.

No. El hombre no fabrica ‘su' verdad. ‘La verdad' es lo que Dios piensa de Sí mismo y del mundo y de nosotros. Y ese pensamiento lo podemos descubrir confiando en la capacidad de nuestra inteligencia de encontrarse con la realidad. Sabiendo, además, que, sobre ella –que en sí es incompleta porque destinada realizarse más allá de sí misma en Dios- Dios ha querido manifestar su pensamiento creador en Jesús de Nazaret.

Y también la ‘realidad' de Jesús es algo a lo que podemos llegar objetivamente. No es una opinión más. El cerebro humano es capaz de acceder, rigurosa y fehacientemente, a la realidad de Cristo, con métodos tan rigurosos en su plano como lo son en el propio los de las ciencias naturales.

Creer que el cristianismo es solo una cuestión de opinión o de ‘fe' –en el sentido protestante- es caer en la trampa liberal y desconocer las posibilidades de nuestra razón.

El hombre y, por lo tanto, las sociedades, si quieren -lo cual es otra cuestión- son perfectamente capaces de reconocer la Verdad y construirse de acuerdo a ella.

Y así terminamos nuestro comentario al evangelio de hoy. O reconocemos la Verdad que viene de Dios y construimos la sociedad de acuerdo a ella, respetando sus leyes y el funcionamiento objetivo de la realidad. O la tratamos de construir de acuerdo a nuestra propia y subjetiva verdad, a nuestras opiniones, o a la opinión del grupo de poder entronizado, violando la realidad y, así, destruyendo finalmente al hombre.

O la realeza, la autoridad, se funda sobre la verdad de la cual Jesús viene a dar testimonio -y que ‘podemos' conocer, como siempre sostuvo la auténtica tradición occidental-; o se funda solo sobre lo ‘subjetivo' -como dicen la filosofía moderna y Kant y el pensamiento liberal-, sobre las opiniones versátiles de los hombres, como Pilatos. Quienes, todos, finalmente, tarde o temprano, terminan por servir a los intereses de los que crucificaron a Jesús.

1 - La 'esencia' comprensible de las cosas se revela al hombre mediante los ‘accidentes' de aquella. Son los ‘accidentes'-no la esencia misma- los percibidos por los sentidos. Es la inteligencia la capaz –a veces muy laboriosamente- de develar sus datos y llegar al ‘ser' o ‘esencia' de lo real.

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