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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

2003. Ciclo B

14º Domingo durante el año
(GEP 06/07/03)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6,1-6a.
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanos no viven aquí entre nosotros?» Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa» Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.

Sermón

             Con Tito Livio, predecesor suyo, y Suetonio, su contemporáneo, Cayo Cornelio Tácito fue quizá, el más grande de los historiadores romanos. Tácito vivió aproximadamente entre los años 55 al 125 de nuestra era e inició su carrera protegido por Vespasiano, represor de la insurrección judía y Tito, su hijo, el conquistador de Jerusalén. Las principales obras de Tácito -los Anales y las Historias- son de lectura obligada para cualquier historiador. Más aún, para cualquier persona medianamente culta. Es una pena que la destrucción de nuestro pasado, emprendida desde hace decenios por la izquierda, en nuestra cultura occidental y que, actualmente, tiene en sus manos la educación y pseudocultura argentina, impida, a nuestra juventud, el acceso a los clásicos. (Mucho más divertidos, por otra parte, que cualquier programa bobo de televisión).

            Tácito, en el libro decimoquinto de sus Anales, relata con lujo de detalles el pavoroso incendio de Roma del año 64 que destruyó todos los barrios contiguos al Palatino y al Celio habitados por el populacho de Roma, enormes Villas Miseria. Incendio que, luego, desdichadamente, se extendió a templos y zonas residenciales. Duró seis días sin parar, avivado continuamente por un viento pertinaz y, según decía la gente, por personajes extraños que arrojaban teas encendidas. Las llamas se apagaron cuando ya no hubo casi nada que quemar.

            El incendio se desarrolló a partir de las inmediaciones del palacio, en ese tiempo en construcción, de Nerón, la Domus Áurea -recientemente excavada y abierta al publico [1] , ya que, a la muerte de éste había sido sepultada para borrar su memoria-. Nerón quería ampliar la Domus Áurea (la 'Casa Dorada') y parquizar una extensa área a su alrededor, de tal manera que, en seguida, se corrió la voz de que el siniestro lo había provocado él mismo, para poder darse el gusto. Más: se rumoreaba que, al mismo tiempo que la ciudad ardía, el emperador había subido al teatro de su residencia y allí cantaba a las ruinas de Troya, comparando los males de Roma con aquellos antiguos desastres. Eran ya los síntomas declarados de su locura.

            Nerón, de inmediato, abrió el Campo de Marte y los mismos jardines de sus palacios instalando barracones para los que habían quedado sin techo; hizo traer víveres de Ostia y de los municipios vecinos; rebajó el precio del trigo 'hasta tres sestercios' -cuenta Tácito-. Comenzó, también, la reconstrucción de los barrios incendiados de un modo mucho más urbanístico que antes; repartió indemnizaciones a medio mundo y realizó todos los sacrificios debidos al dios del fuego Vulcano, y a Ceres y Proserpina, diosas de los infiernos. Juntó todo eso con expiaciones a Juno y celebraciones de las matronas romanas en sellisternios y vigilias. "Pero", cito ahora literalmente a Tácito, 

"ningún medio humano, ni la liberalidad de Nerón, ni las expiaciones hechas a los dioses, eran suficiente para borrar lo que todo el pueblo creía: que había sido producido el incendio por mandato del emperador" 

            Y ahora viene -emociónense Vds.- una de las primeras noticias que, de fuentes paganas, tenemos sobre nuestros primeros hermanos cristianos. Sigue Tácito: 

"Luego, para acabar con este rumor, Nerón culpó y aplicó refinadísimos tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, odiosos por sus maldades. Les venía este nombre de Cristo, a quien, bajo el imperio de Tiberio, Poncio Pilato le condenó a muerte. Reprimida por un tiempo esta detestable superstición, reaparecía de nuevo con más vigor. Y esto no sólo en Judea, cuna de este mal, sino también a través de toda Roma, donde tiene fácil acogida y desarrollo todo lo más atroz y vergonzoso del mundo. Primeramente fueron apresados los que declaraban su fe; después, por confesiones de ellos mismos, una gran multitud fue convencida, más que de delito de incendio, de odio al género humano. No contento con hacerles perecer (Nerón) añadió los siguientes escarnios: los cubría con pieles de fieras para que los destrozasen los perros; a otros los clavaba en la cruz y, untándolos de materias inflamables, cuando desaparecía la luz del día los quemaba para dar luz por la noche. Nerón ofreció sus jardines para este espectáculo y daba juegos de circo, donde iba él con traje de auriga, confundido con el populacho unas veces y otras él mismo conduciendo su carro. Y así, aunque culpables ellos y merecedores de nunca vistos tormentos, atrajeron la compasión, puesto que se les hacía desaparecer no por utilidad pública, sino más bien por la crueldad de uno solo."

 

            Hasta aquí Tácito.

            Los que el lunes pasado, después de la solemnidad del domingo de San Pedro y San Pablo, asistieron a Misa, habrán oído hablar de estos 'Primeros mártires de la iglesia romana', recordados en dicha Misa. Y la proximidad de las dos celebraciones no es casual: la tradición cristiana cuenta que fue durante esa cruel redada cuando también murieron martirizados Pedro y Pablo. Simón, crucificado cabeza abajo en el circo de Nerón -¿qué habrá sentido el recio anciano mirando al revés al emperador trotando con su carro por la pista? Se afirma que pidió ser crucificado así por respeto a Cristo, para no morir igual que él. Pero ¿no habrá sido, más bien, un toque de humor petrino: poder ver a Nerón dado vuelta?-. Pablo, como ciudadano romano que era, fue decapitado en Tre Fontane, cerca de la vía Laurentina. Año, pues, 64 de nuestra era, treinta años después de la muerte de Jesús.

            Pero, lo que nos interesa de estos acontecimientos es que, en algún oscuro lugar de Roma no tocado por el incendio, comenzaba, en ese tiempo, a juntar sus recuerdos y papeles, el ya también maduro Juan el Martillo, Marcos, sobrino de Bernabé, compañero de Pablo, y luego secretario de Pedro, salvado del incendio y, todavía, de los esbirros imperiales. Reunía todo ese material porque había decidido comenzar a escribir su evangelio -el que nos toca leer los domingos de este año- precisamente para esa comunidad diezmada, perseguida, atemorizada, desalentada, que había sobrevivido -y aun seguía creciendo- en la capital del imperio. Y lo hacía desde la impresión de estos aterradores acontecimientos y en el dolor acongojado que seguramente estrujaría su corazón por la pérdida de sus amigos más queridos y el peligro de los que quedaban. Desde ese clima debemos siempre encarar la lectura de Marcos. Y ¡qué impresión cuando lo tomamos y abrimos su primera página! Allí, en medio de esa destrucción y luto, toma su estilo de madera y borronea sobre el papiro: "Comienzo de la buena noticia de Jesucristo, Hijo de Dios".

            Sí: buenas noticias era lo que necesitaban sus camaradas. Y a eso se dedica Marcos en los próximos años, mientras sus ojos se van apagando por la mala luz y su dinero consumiéndose costeando el carísimo papiro.

            Con su buena noticia, Marcos inaugura un género literario, el de los 'evangelios', que luego será copiado por Mateo y por Lucas y, de alguna manera, por Juan. En realidad tanto Mateo como Lucas, además de sus propias informaciones, echarán luego, cuando escriban para sus propias comunidades, mano abundante, no solo al modelo, sino a párrafos enteros de éste, el primero de los evangelios, compilado por nuestro amigo Marcos.

            Siendo probablemente el evangelio más cercano a los acontecimientos es también el más vívido en detalles. Siendo el más inmerso en los problemas de las sangrientas persecuciones judías y romanas, de las defecciones de los cristianos por temor a ellas, de las divisiones que las conversiones provocaban en las familias, de las faltas de confianza y desmoralización que las adversidades inducían en los fieles, consciente de la condición de clase media sin poder ni protección ante el despotismo de los políticos de la época y los excesos del populacho desbocado, Marcos es el evangelista que más ruda y crudamente presenta el destino de cruz de Cristo y, por lo tanto, del cristiano. Muestra, sin ambages, las dificultades y asechanzas al Maestro y sus primeros discípulos; las dudas, vacilaciones y defecciones de éstos; la traición de uno de ellos; los problemas familiares que tuvieron; su falta de poder real y económico. "¿No es acaso el carpintero, el albañil, el hijo de Doña Maria...?" Hay que leerlo en el contexto de la situación romana de los años 60.

            El pasaje del evangelio de hoy señala uno de los momentos del progresivo distanciamiento y acoso que sufrirán Jesús y sus discípulos de parte de sus connacionales y que, finalmente lo llevarán a ser ajusticiado por los romanos. Pocos capítulos antes, ya sus parientes le buscaban para hacerse cargo de él, cuenta Marcos, porque decían "está fuera de si", "está chiflado". La experiencia de la comunidad de Marcos: los familiares de los cristianos que tratan de disuadirlos del dislate de semejante adhesión, de lo peligroso de ella, de lo fuera del mundo, de lo distinto de lo normal y de lo que hace toda la gente del ser cristiano.

            Pero el rechazo progresa: en la escena de hoy, se trata no solo de sus parientes, sino de sus paisanos, la gente de Nazaret. Él, que se había criado en ese pueblo y aprendido el oficio de su padre. Hay que pensar lo que significaba, en esa época, el ser excluido de la familia y de su gente, única protección que los individuos solían tener en ese mundo hostil.

            Marcos hace notar el escándalo que produce entre los suyos el abismo entre esa palabra fuera de lo común y sabia y las obras de poder que le atribuían, y lo prosaico de sus orígenes comunes. Misma situación de la comunidad romana: hombre y mujeres ordinarios que, de pronto, por la luz de la fe, adquieren una sabiduría de vida y una fortaleza que, en muchos casos, los lleva, a ellos, humanamente poca cosa, a actos de arrojo y de valor fuera de lo común. El problema teológico, en el mismo Jesús, de la unión de lo divino con lo más humano de lo humano. El constante misterio de la Iglesia, formada de hombres que, quizá, vistos de cerca, en general poco valen y, al mismo tiempo, su calidad divina, su poder de llevar al ser humano a la santidad y a la Vida Eterna.

            Hay que notar también que, en esta escena de hoy, Jesús entra y predica por última vez en una sinagoga. También Marcos, ayudante de Pablo y luego de Pedro, lo primero que hacían en las ciudades donde entraban -así en Roma- era dirigirse a sus connacionales pidiendo permiso para hablar en las sinagogas. Pero eso se había ya acabado. Terrible para los cristianos de origen judío: apartados del trato con sus paisanos, perseguidos por los paganos. El judaísmo oficial, en los 60, ya hacía mucho que había cortado con los seguidores de Jesús. Peor aún, se había convertido en su implacable enemigo. Algunos historiadores cristianos, como Eusebio del siglo IV, no vacilarán en atribuir a los judíos el que hayan sugerido a Nerón el que acusara a los cristianos del famoso incendio.

            En una sociedad fuertemente estructurada alrededor de la familia, como era la antigua, no resultaba de poca monta, el que uno fuera rechazado por los suyos; peor, que fuera escándalo para ellos. La vergüenza de un miembro de la casa, se transformaba en vergüenza para todos. En tiempos de Marcos, el que uno fuera convicto de cristiano podía traer problemas muy serios a su familia. No era pues raro que los mismos familiares se transformaran en los primeros disuasores y, a veces, hasta entregadores de los cristianos, para evitar los castigos y escarmientos. En una de sus reflexiones, el mismo Tácito, recomienda a los príncipes -algunos dicen que Tácito ha sido un poco maestro de Maquiavelo- que 'deben ser castigados no solo los rebeldes sino también sus familiares, incluso aquellos que no los han apoyado, pero tampoco los han denunciado'. Las izquierdas guerrilleras y las mafias han sido maestras en este tipo de tácticas y bestiales represalias. Sin llegar a esos extremos, bien sabemos cuántas veces son las mismas familias las primeras que apartan de la fe a los que, en ellas, quieren vivir realmente como cristianos.

            En nuestro breve pasaje de hoy también será bueno destacar que ésta es la única vez que Marcos menciona a María, la madre de Jesús. ("¿No es éste el hijo de María?") ¿Marcos desconoce su papel? ¿O en esta mención aislada hay un toque de respeto especial que hace que su silencio se deba simplemente a que María era un personaje que todo el mundo conocía y que no había necesidad de resaltar? El nombrar a alguien por el nombre de la madre, a menos que ésta fuera un personaje importante -o, por el contrario, lo que no es el caso, que el nombrado fuera hijo de padre desconocido-, era bastante inusual entre los judíos que, normalmente, eran llamados con el nombre del padre: 'hijo de Juan', 'hijo de Jonás'. A Jesús, los demás evangelistas, le llaman 'hijo de José'. Aunque en labios de los que se escandalizan de Jesús, la designación podría sonar simplemente a "¿no es acaso el hijo de Doña María?" En la pluma piadosa y respetuosa de Marcos el nombre, en adrede ambigüedad, suena a timbre de honor. Al fin y al cabo es claro que María es la madre de Aquel que, desde el comienzo de su buena noticia, Marcos llama "Jesucristo, Hijo de Dios". Otra vez: en el contraste entre la mujer María y los parientes, y María, la 'Madre del Hijo de Dios', vuelve a presentarse la realidad cristiana de la unión maravillosa y, a la vez escandalosa, de lo humano y lo divino, esencia de la buena noticia de Marcos. Marcos es, pues, mucho más mariano de lo que su aparente silencio da a entender.

            Por otra parte, entre los parientes mencionados, hay -cuando escribe Marcos- eminentes discípulos de Jesús, uno de ellos nada menos que Santiago, líder de Jerusalén, y otro, Judas Tadeo, autor de una de las epístolas del nuevo testamento. (Aunque algunos, por allí, afirmen que, entre líneas, en estos pasajes donde la familia de Jesús no queda tan bien, haya que leer también algún tipo de distancia entre la iglesia de Marcos y los parientes de Jesús que quieren, por puro parentesco de sangre, tener autoridad en los sectores de la iglesia naciente, especialmente en los más cercanos al judaísmo)

            Finalmente, en nuestro sucinto fragmento de hoy, Marcos acusa recibo de la queja de los cristianos romanos perseguidos por la falta de intervención divina. "¿Cómo puede ser que el Señor no intervenga milagrosamente para salvarnos de nuestros males, de la muerte, de las mutilaciones, de la prisión, de la pobreza?" Y Marcos contraataca -no por nada lo llamaban Marcos, 'el Martillo'-: "¿No será, al contrario, que a Vds. les falta fe?" "¿Que la excesiva familiaridad con Cristo cuando todo iba más o menos bien los ha hecho menos fuertes en sus convicciones, menos adheridos al Señor?" "¿No será que les falta esa fuerza de la fe primera; y que ya se han acostumbrado a ser cristianos, sin exigencias, sin mordiente, sin compromiso serio?" "No, no son Vds. los que tienen que escandalizarse porque Dios no intervenga milagrosamente. Es Jesús quien se asombra de su falta de fe". Así termina nuestro pasaje de hoy. Y por eso, dice Marcos, "no pudo hacer allí ningún milagro".

            Examen de conciencia para los cristianos de todos los tiempos. ¿Seremos nosotros, los que frecuentamos la Misa, los que usamos los sacramentos, los de su familia, los de su pueblo, los que ya estamos tan acostumbrados a escuchar el evangelio y las palabras de Jesús que apenas les prestamos atención... serán nuestros corazones el país suyo en donde Jesús no es reconocido como profeta y, por eso, no puede convertirnos, hacernos vivir intensamente el milagro de ser realmente cristianos, fraternamente hermanos, conocer la caridad y la humildad, hacernos santos?

            Señor Jesús: no seas nunca -con tu silencio, con tu cruz, con tu camino duro- no seas nunca para mí,  motivo de escándalo. No tenga yo nunca que asombrarte con mi falta de fe.


[1] Ya había sido, empero, explorada desde el Renacimiento y sus extrañas 'grutas' inspiraron lo que se dio en llamar estilo 'grotesco'.

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