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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1981. Ciclo A

20º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Mt 15,21-28
En aquel tiempo: Jesús se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio". Pero él no respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos". Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel". Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!" Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros". Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!" Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!" Y en ese momento su hija quedó curada.

Sermón
(No pronunciado por barullo de chicos durante la celebración)

Cuando el evangelista Marcos relata, algunos años antes que Mateo, este mismo episodio de la mujer cananea, no la llama ‘cananea', sino ‘siro-fenicia' -término que se utilizaba entre los romanos para diferenciarlos de los fenicios instalados en el norte de África, denominados libio-fenicios-. Mateo incurre en un arcaísmo para referirse así a esta mujer, porque, amén de que dicho término -‘cananeo'- es mencionado aquí por única vez en el Nuevo Testamento, los cananeos, como denominación étnico-religiosa oficialmente reconocida, ya hacía tiempo que habían desaparecido, absorbidos primero por las conquistas de Alejandro Magno y luego de Roma.

¿Cuál es la razón, entonces, por la cual Mateo corrige a Marcos y resucita el apodo ‘cananea'?

Por la historia aprendida en el colegio estamos más familiarizados con el nombre de Fenicia, con sus famosas ciudades de Tiro, Sidón y Biblos, de donde saldrán colonias que se extenderán por todo el Mediterráneo, como la conocida Cartago, poderosa adversaria de Roma, pero también Málaga, Ibiza, Cádiz, Palermo. El término cananeo nos suena, en cambio, más bíblico y quizá, más simbólico.

Sin embargo esta Fenicia de nuestros manuales de historia se identifica con el Canaán de nuestra Sagrada Escritura.

De hecho era la parte más importante de una multitud de ciudades-estado que, hacia el siglo XII AC cubrieron toda Palestina, desde la costa del Mediterráneo al Jordán y desde Gaza hasta el Orontes, unidos no tanto por raza -son semitas, pero de distintos orígenes- sino por una religión y diversos dialectos de una lengua común.

Eran ‘cananeos' –de una raíz que significa ‘comerciantes'-. Y, al menos desde el 3000 antes de Cristo, ocupaban ese territorio.


Barco mercante fenicio.

Según los relatos bíblicos, escritos muchísimos siglos después de los acontecimientos, los hoy llamados hebreos comenzaron a entrar allí recién casi dos mil años después. Piénsese que a Abraham habría que ubicarlo saliendo de la Mesopotamia hacia el año 2000, viviendo un tiempo como nómade en medio de los cananeos, pero asentándose inmediatamente después en Egipto. Es recién entre los años 1200 y mil que –según la legendaria saga de los hebreos- sus distintos clanes comienzan a invadir Palestina y despojar poco a poco a los cananeos de su territorio y ciudades.

En el sur la conquista, al parecer, fue bastante sólida y los cananeos casi desaparecieron. En el norte, en cambio, los hebreos debieron convivir con ellos e, incluso, asimilarse a muchas de sus costumbres y creencias.

Contra esa asimilación luchan denodadamente los profetas y, desde esa época, es que el término ‘cananeo' adquiere en la Sagrada Escritura la connotación peyorativa, insultante, que interesa a Mateo en su evangelio de hoy. Los cananeos en la Biblia son por excelencia los enemigos de Israel y no tanto porque se hayan opuesto a Israel por las armas, sino porque, con su civilización de ricas ciudades, de lujos y comercio, y con su religión, contaminan la fe y las costumbres de los judíos. En los dicterios de los profetas se nota que temen más la influencia corruptora cananea, que el enemigo franco que son los egipcios, los sumerios o los babilonios. De hecho el mismo nombre de Israel, significa “ el que combate a El ”, “ isra El ”.

La cosa es algo compleja. De hecho los judíos deberán finalmente adoptar uno de los nombres de Dios –‘El', ‘Elohim'- del panteón cananeo.


El divinidad suprema del panteón cananeo.

Conocemos relativamente bien la religión cananea a partir del descubrimiento, en las excavaciones de Ugarit , una ciudad cananea destruida por los filisteos hacia el 12000 AC, de una verdadera biblioteca de tabletas de arcilla escritas en su mayoría en alfabeto cuneiforme. Desde el año 29 de este siglo se vienen traduciendo poco a poco. Lo que surge de estos descubrimientos es que la religión cananea, a través de diversos relatos míticos, reconoce un dios supremo llamado “ El ”, padre de los dioses y progenitor, entre otros, de Baal , dios del cielo y de la fertilidad, su hermana y esposa Anat , el dios marino Yam , y el dios de la muerte Mot .


Textos ugaríticos

El nombre “ El ” significa etimológicamente, en semita, ‘luz' o ‘cielo'. Con otra vocal se transformará luego en el “ Alá ” de los semitas árabes. En cambio en indoeuropeo, ‘brillo', ‘luz' o ‘cielo' se dice ‘ Diu' o ‘ div' . De aquí vienen nuestros términos: ‘ devas' hindú; zeus , griego; deus , latín. De dónde nuestras denominaciones en lenguas romances –‘ Dios' , ‘ Dio' , ‘ Dieu' -. También ‘divo', ‘divinidad', ‘divino'. Y, por supuesto, ‘día'.

Cuando las tribus hebreas allá por la época de Abraham pasaron por Canaán, luego de algunas vacilaciones no tardaron en adoptar para designar a su propia divinidad tribal, el nombre del dios supremo de los cananeos, en su forma singular ‘ El ' o plural ‘ Elohim '. De tal modo que todas las veces que en nuestras biblias castellanas aparece el nombre ‘Dios', está traduciendo el hebreo ‘El' o ‘Elohim', pedido prestado a los cananeos.

Pero, cuando los hebreos vuelven de Egipto a Palestina habiendo adoptado también un segundo nombre para Dios: Yahvé , ‘ el que es' , una divinidad al parecer conocida en el Sinaí pero cuyos rastros encontramos dispersos en todo medio Oriente, se encuentran con que los cananeos se han aburrido del dios El y adoran preferentemente a uno de sus hijos Baal el dios de la fertilidad.

Según el mito, en efecto, Baal destrona al dios El y lo relega al olvido. Lo transforman en lo que los estudiosos llaman un ‘dios ocioso'. Esto lo hace más apto para ser cargado con el contenido teológico más correcto que van elaborando los pensadores hebreos y, por tanto, se usado sin caer en el error. No pasaba lo mismo con el nombre ‘Baal'.

‘Baal', quiere decir en cananeo ‘Señor' y uno de sus títulos es ‘Zabul', ‘príncipe'. Baal Zebul se lo llama. Pero Baal, contrariamente a El es mucho más difícil de ser adoptado, connota en su significado concepciones totalmente contrarias a las del Dios de los judíos. De tal modo que si pueden aceptar a El, a Baal deberán, sin ecumenismo alguno, combatirlo frontalmente.

Y fíjense qué significado horrible alcanza su nombre para los judíos que, en el Nuevo Testamento, Jesús usa ese nombre ‘Baal Zebul' o ‘Belcebú', para designar al demonio. Algo burlescamente, porque al cambiar ‘Zabul' –‘príncipe'- en Zebul, que quiere decir ‘mosca', transforma su apodo en ‘Señor de las moscas'.

Es así que los sacerdotes y profetas hebreos no tendrán problemas en usar el nombre de El o de Elohim, ya que pueden ellos mismos llenarlo de contenido ortodoxo, pero de ninguna manera –a pesar de algunos intentos aislados- aceptarán usar el de Baal ya que esta deidad está muy unida a cultos naturalistas que no condicen con la teología judía.

Este problema se ha repetido muchas veces en la misionología cristiana: ¿qué nombres de deidades aborígenes –chinas, hindúes, vikingas, australianas, aztecas, mapuches, incas- podemos utilizar para designar al único Dios y cuáles son totalmente inadaptables a un uso cristiano?

A Baal se lo representaba con la figura del toro, del rayo, del falo. A su consorte Anat, con la de la serpiente, el cuerno de la abundancia, la asimilación a la fecundidad de la tierra y las riquezas y placeres que puede brindarnos.


Baal

En realidad, en Baal –y Anat o Astarté- se está adorando al mismo hombre en sus posibilidades naturales de lograr la felicidad en la tierra.


Astarté, Anat o Asherá

Lo muestra el que, como descripciones arquetípicas de lo que significa el pecado, se presenta en distintos relatos bíblicos al hombre dando la espalda al verdadero Dios y adorando al toro o becerro de oro, escuchando a la serpiente, rindiendo culto en los ‘lugares altos' a Anat o Astarté o Asherá.

Inclinarse ante Baal es como regresar a la cautividad de Egipto donde abundan los bienes terrenos, abandonando al verdadero Dios hallado en el desierto, en el yermo, en todo lo contrario de lo que quiere el hombre obtener de Baal.

La religión cananea y su culto a Baal describirían muy bien a la civilización moderna, apóstata de Cristo, a quien ha relegado al olvido como a Elohim, para sumirse en los placeres de la vida de este mundo, en una dialéctica y dinámica de errores y extravíos que, finalmente, en lugar de placer, llevan al dolor, a las discordias y a la muerte. El culto a Baal, el culto al hombre, la ambición de los políticos y de las riquezas y de los placeres son la permanente tentación del hombre y de los cristianos.

Los cananeos, con su Baal, intentaron convencer, tentándolos, a los hebreos. En realidad hubo menos persecución que intento de perversión.

Pero consta que hubo israelitas quienes, en falso irenismo, aceptaron su señorío o su igualdad con Yahvé. Los más fieles lo ubicaron bien como enemigo y no se dejaron seducir por él.

Algo de eso pasa en nuestros días con el cristianismo. Están solapados, aunque siempre activos, sus enemigos declarados. Están los que quieren seducir a sus filas con espejismos de religiones parecidas. También los que afirman que todas las religiones son iguales. Están, sobre todo, lo que prometen falsamente una vida cómoda y abundante de bienes y de paz.

Los dirigentes judíos supieron usar de las viejas religiones lo válido y asimilable al verdadero Dios, pero rechazaron -a veces a costa de sus propias vidas- lo que no era compatible con él.

Cuando en este episodio en el cual Mateo –en épocas en que el cristianismo iba saliendo de su matriz judía y abriéndose a los no judíos- muestra a una pagana que alcanza los beneficios del pueblo elegido, al mismo tiempo, mediante el viejo apodo de ‘cananea' está indicando, como de paso, las tentaciones que esta apertura podrá provocar.

Mateo quizá quiera advertir a una Iglesia que ya en su época está convirtiendo a los gentiles que es verdad, Cristo también se dirige a ellos y no solamente a los judíos, pero hay que pedir la conversión, la fe, y no amoldar el cristianismo a sus ideologías idólatras, sino al revés.

De allí el modo quizá duro con el cual Jesús, sin falso diálogo ni irenismo ecumenista, se dirige a la siro-fenicia. De allí la manifestación humilde de la cananea respecto a la superioridad de la concepción judía. La mujer no se ha puesto en un mismo plano con los judíos, como hoy tienen el descaro de pretender aquellos que combaten a Cristo o pretenden discutir con los católicos. De allí, especialmente, el elogio de Cristo a su fe. Esa fe que, al indicar conversión profunda, quita al paganismo todas esas adherencia incompatibles con la doctrina cristiana que de ninguna manera se pueden aceptar a riesgo de pervertir la verdad.


William Brassey Hole (1846 – 1917)

La historia mostrará, sobre todo cuando el cristianismo desde el judaísmo se vuelque en moldes greco romanos lo difícil que resultó a la Iglesia instaurar ese diálogo y esa convivencia transformando esas culturas humanamente impresionantes y asimilando muchas de sus técnicas de pensar, de juzgar, de liturgia y de arte. Siempre los teólogos rectos, sin falso diálogo, subordinaron el pensamiento filosófico a la fe y desde ella lo corrigieron.

El cristiano tiene hoy, ciertamente, la misión de no cerrarse en sí mismo, de no mirar solamente con desprecio, acusadoramente al mundo pagano, y, sobre todo al apóstata y corrupto que lo rodea. En realidad nunca procedió así, siempre tuvo el impulso misionero de predicar la verdad a los pueblos que no la conocían y a encarar sin tapujos, pero con caridad, a quienes subvertían la fe católica.

¿Quién acusará o vituperará a las masas descerebradas o a la pobre juventud extraviada por sus dirigentes, sus escuelas mediocres, sus universidades liberales y marxistas? Los mira con lástima y profunda compasión cristiana. En todo caso, con indignación, a los inicuos maestros de la mentira.

El diálogo siempre habrá de ser, frente al error, misionero. Aprovechará las partículas de verdad que toda doctrina falsa necesariamente lleva. Pero al mismo tiempo en el afán de acercamiento, de verdadero diálogo, de actualización, de ‘aggiornamento', tanto en la forma de presentar el mensaje de Cristo, como el de actuar, o transformar en más comprensible la liturgia, no dejará de lado la cautela. Resistirá a la pura y simple asimilación, mucho menos a ningún complejo de inferioridad. Mucho menos querrá transformar sus celebraciones en fiestas mundanas, en acontecimientos casi paganos de exaltación de la sensibilidad, en el abandono de la música sacra para usar la indigna del culto, la profana.

Escuchará la admonición de Cristo a la pobre siro-fenicia y tendrá cuidado del peligro que representa el tentarse con los bienes cananeos.

Que no terminemos nosotros, por falso diálogo y ecumenismo, cambiando a Cristo por Belcebú.

Eso quiere decirnos hoy Mateo.

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