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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1986. Ciclo C

20º Domingo durante el año
(GEP 1986)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra»


Sermón

           Cincuenta años después de que, como lo hemos escuchado en la primera lectura, el profeta Jeremías fuera, ignominiosamente, arrojado a un aljibe por pronunciar discursos en contra de lo que quería el pueblo judío y sus príncipes -discursos que se revelaron exactos al poco tiempo porque Jerusalén fue arrasada por Nabucodonosor y el pueblo desterrado a Babilonia- cincuenta años después, digo, no tan lejos, en el mismo ámbito mediterráneo, en Grecia, Efeso, nacía un personaje singular que tampoco se las iba en chiquitas respecto a las opiniones de los mayores: Heráclito.

Sus biógrafos lo apodaron el "desdeña-masa", Heráclito o "el desdeña-plebe" Ojloi-loidoros Eracleitos . "Uno sólo vale para mí tanto como diez mil, con tal que sea el mejor" es una de sus frases. Otra: "la muchedumbre, como los perros, ladra a quien no entiende y, como los asnos, prefiere la paja al oro". Afirmaba, también, que los efesios debían ahorcarse y entregar el gobierno de la ciudad a los chiquillos, porque, a los que se destacaban, los echaban y les decían: 'entre nosotros ninguno debe ser mejor que los demás'". Una vez que alguien le dijo que la mayoría no entendía su doctrina respondió: "Mejor, eso quiere decir que mi doctrina no es estúpida."

Al final, aburrido de la gente y de su obtusidad, se pasaba los días en la plaza jugando a la bolita con los niños.

Aparte estos detalles anecdóticos, como ustedes saben, Heráclito junto con su contemporáneo el siciliano Parménides son las dos figuras más importantes del pensamiento griego anterior a Sócrates.

Su doctrina -contraria a la de Parménides- era la de que, en el cosmos, no había nada permanente, "Todo fluye, nada permanece" " Panta jorei, ouden menei ". Todo cambia y se está haciendo siempre y, en este hacerse ( guigneszai ), en la continua transformación, consiste la esencia de las cosas. Todos conocemos su famosa frase " No es posible descender dos veces al mismo río ", " los que a él descienden se sumergen en aguas siempre distintas en su fluir constante ".

Pero, ¿qué es, para Heráclito, lo que cambia y adquiere fluentemente nuevas formas?, ¿cuál es el fondo del ser observable por nuestros sentidos? Y Heráclito responde con una afirmación que, dada la ciencia de la época, se aproxima bastante a la realidad tal cual nos la presenta la ciencia contemporánea: el fuego , dice. (La energía , decimos nosotros).

Y ¿cómo se formaría este universo cambiante a partir de ese fuego? Muy sencillo -responde Heráclito-: "a partir de un fuego inicial fulgurante y candentísimo". Allí comenzaría un proceso de enfriamiento -un movimiento de entropía diríamos, nosotros-. Primero el fuego que se va -según Heráclito- transformando en gas, en aire; luego, en líquido, en agua; y, finalmente, en sólido, en tierra . Fuego, aire, agua, tierra: los cuatro elementos reconocidos por toda la antigüedad, hasta épocas no muy lejanas, con sus cuatro cualidades contrarias fundamentales, de lo caliente y lo frío, lo húmedo y lo seco, de las que ya había hablado Anaximandro.

La combinación de estos elementos, con sus cualidades contrarias, es la que produce la multiplicidad cambiante de los seres. Hoy mismo decimos, en las leyes de la termodinámica que, si no hay diferencias de temperatura o de energía, no hay posibilidad de movimiento, de motor, y que la muerte del universo advendrá cuando todo él adquiera una misma temperatura. Estas diferencias, afirma Heráclito, están impulsadas por Polemos , la Guerra, fuerza cósmica antagónica a la Paz ( Eiréne ). La paz -sostiene- tiende a igualar todo, a limar toda diferencia, todo antagonismo, a reducir todo a la uniformidad. Triunfará , al final, cuando todo se solidifique en frío, en tierra, en polvo, en muerte. Por eso para Heráclito, la vida es guerra. Ella es la causa de la pluralidad, de la diferencia, de la excelencia, de la variedad y belleza de todas las cosas. Polemos panton Pater estí; panton Basileus : "la guerra padre de todo, rey de todas las cosas".

Esta concepción del macrocosmos, la traslada al microcosmos, a la antropología. En el ser humano está compuesto de alma, aire, y cuerpo, tierra. Todo vivificado por el fuego, origen del aire. La tierra trata de absorber y apagar al aire y alejarlo del fuego. El hombre, pues, debe ascender a lo aéreo, a lo cáustico, al fuego, así se mantendrá vivo. La garantí de continuidad de la vida humana es calentarse, transformarse a fuerza de fuego y guerra. Pero Heráclito es pesimista: en la vida humana termina por triunfar la tierra, el hombre se enfría en muerte.

Todo esto es muy correcto y bellamente dicho, pero quiero aclarar que, como Heráclito no conoce la realidad del Dios trascendente al universo de la revelación Bíblica , no tiene más remedio que pensar que el cosmos se basta a sí mismo y por tanto es divino. Es Zeus identificado con el logos-fuego que maneja todo este proceso de cambio. Y por eso tiene que postular que una vez enfriado todo el fuego y transformado en tierra, ha de volver a sacar de sí mismo el fuego de 'la conflagración universal' -que así él la denomina- para volver a empezar todo el proceso, una y otra vez, en 'eterno retorno'.

Porque, claro, de ser el universo el único existente, tendría que haber existido desde siempre. Y, si hubiera existido desde siempre y una única vez, ya tendría que haberse enfriado. Si todavía sigue caliente es porque se trata de un proceso cíclico que vuelve a recomenzar eternamente. Nosotros estaríamos en una de sus tantas etapas.

Pero si esto es así, si el frío finalmente vuelve a engendrar el calor, el fuego, los contrarios a sus contrarios, quiere decir que, en el fondo, todo es lo mismo: lo húmedo o lo seco, el bien y el mal, el ser y la nada. Que esto termina afirmando explícitamente el pobre Heráclito, que no tuvo la dicha de tener la Biblia. Y es en esta identificación dialéctica de los contrarios donde lo sigue Marx cuando afirma que él se confiesa discípulo de Heráclito: todo debe ser proceso revolucionario, cambio constante, revolución permanente donde lo mismo es el bien que el mal, el ser que la nada.

Pero por esta segunda parte no nos interesa Heráclito. Allá él y Marx a los infiernos. Pero siendo mala su metafísica, no lo es tanto su física: lo del fuego, lo de la guerra, lo de las diferencias y oposiciones y excelencias. De todo autor hay que saber rescatar su parte verdadera.

Y si he mencionado a Heráclito es no sólo porque es contemporáneo a Jeremías sino porque, precisamente, en lo expuesto, usa conceptos muy semejantes a los utilizados hoy por Jesucristo

"Fuego he venido a echar sobre la tierra y ojalá se prenda"... y "¿creen que he venido a traer paz, -eirene- , pachorra? no, os digo, sino división, pólemos, espada..."

Pero ese fuego de Jesús, no es el fuego del cual habla Heráclito y al que apaga la entropía. Apenas el fuego inicial de la energía creada, que deviene según las leyes físicas y químicas y biológicas en la historia del cosmos y termina en su muerte térmica y en la paz helada del futuro de estrellas apagadas que pronostica la astrofísica.

No: el de Jesús es el Fuego original, el que enciende el Cirio Pascual de nuestra vida cristiana, el sol que no se apaga, el calor puro de la vida divina que, en el bautismo y Espíritu Santo, enciende, desde arriba, nuestras existencias, transformándonos en luces del mundo, y sal de la tierra.

Fuego que nos hace crecer constantemente, que no nos define y cierra en una esencia inmutable, sino que nos hace sujeto de lucha, de crecimiento, de progreso y de pelea contra la entropía y el mal y el polvo y el frío.

Fuego que nos diferencia y nos excluye y nos opone y nos hace signos de contradicción. Diferentes, distintos al mundo de la falsa paz, de la igualdad de los mediocres, de la chatura de la moda, de las opiniones de la plebe, de las conductas sin logos y sin fuego de las masas.

Porque la igualdad y la paz, en todo caso, que viene a traer Cristo, es la igualdad de los organismos vivos con sus diferencias integradas, no la igualdad del polvo muerto.

El que no esté dispuesto a ser distinto, el que busque la paz polvorienta de la masa, el que no esté dispuesto al 'No' vibrante y al 'Sí' tajante, el que no sepa distinguir claramente el bien y el mal, el ser y la nada, lo bello y lo repugnante, el que no esté dispuesto a crecer y pelear y abominar la mentira y la sordidez, ni respete diferencias, superioridades, valores, caudillos y banderas, cruces y estandartes....no ha entendido a Cristo, ni a su fuego, ni a su espada.

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