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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1983. Ciclo C

25º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 1-13
En aquel tiempo, Jesús decía a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Que es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto." El administrador pensó entonces: "¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!" Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?" "Veinte barriles de aceite", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez." Después preguntó a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" "Cuatrocientos quintales de trigo", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo y anota trescientos" Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero»

Sermón

El pasaje de evangelio recién leído puede parecer algo desconcertante solo a aquel que no sepa nada de cómo han sido compuestos los evangelios. No pretenden ser historias periodísticas sobre Jesús, sino, más bien, manuales de teología y predicación que usaban los primeros curas para transmitir la ‘'buena noticia”. En estos escritos no solo se recogen palabras y hechos de Jesús sino también explicaciones ulteriores y aplicaciones prácticas –a lo mejor del mismo Jesús, pero en otros contextos- que se podían hacer de aquellos, en circunstancias distintas a las que habían sido las de Jesús antes de la Pascua.

Cristo predicaba a judíos, tratando de convertirlos. Los evangelistas redactan sus escritos muchos años después, cuando la palabra de Dios se propagaba a otros medios y otras culturas y situaciones. Había que adaptar o explicar los dichos del Señor para esos nuevos auditorios. Lucas, por ejemplo, escribe su evangelio, no a judíos que han de convertirse, sino a una comunidad que ya es cristiana y con muchos fieles que no son judíos.

Aquí tenemos, en el núcleo de nuestro evangelio de hoy, un relato o parábola que circulaba entre las iglesias, escrito u oral, formando parte, probablemente, de una colección de parábolas dichas por el mismo Jesús y en las cuales éste, dirigiéndose a los judíos, les habla de la urgencia de la conversión . “¡El pueblo judío no debe perder la oportunidad!” “¡Ha llegado el momento del juicio!”, advierte Jesús y, como éste llega de improviso hay que estar despiertos paras aprovecharlo.

Para describir dicha urgencia el Señor ha puesto muchas comparaciones: es, como el ladrón que llega de pronto; como el día de la boda que ha llegado; como un señor que invita a la cena; como el novio que aparece a la medianoche; como el patrón que viene a exigir el rédito de sus talentos. Y tantas otras parábolas semejantes.

Los judíos pueden –como de hecho sucede- perder la oportunidad. O no estar preparados. O no aceptar la invitación. O, por demorarse, encontrar cerradas las puertas. O enterrar los talentos.

La historia está por dividirse en dos y es urgente no perder la opción.

Es en este contexto donde Jesús pronuncia la parábola de hoy. Aquí, otra vez, Dios está por pedir a los judíos cuenta de su administración. Aunque hayan sido, hasta ahora, infieles a la elección divina, todavía están a tiempo –pero con urgencia- de convertirse.

Era costumbre admitida en Palestina el que los administradores tuvieran alguna ganancia ‘extra', anotando en los recibos –como hoy hacen muchos jefes de compra o de venta en las empresas- más cantidad de lo que de hecho prestaban. Como el interés estaba prohibido por la ley mosaica era una manera de sacar ganancia sobre el capital tanto para el dueño como para el que mediaba el negocio.

Lo que hace el administrador en nuestro relato al bajar la suma de lo prestado a cifras más reales es tener, por fin, un acto de honestidad.

Y por eso Jesús, el Señor, alaba al administrador sinvergüenza –que es sinvergüenza no por esta precisa acción- porque, contrariamente a los judíos, se da cuenta de la urgencia de la rendición de cuentas, del cambio, de la conversión y procede urgentemente de modo de poder ser recibido en el nuevo Pueblo de dios, en el Reino.

Allí termina la parábola de Jesús y su contexto primitivo.

Pero resulta que esta parábola dicha por el mismo Cristo es recogida tal cual de modo reverente y tiene que ser contada muchos años después –treinta o cuarenta más o menos- para enseñanza y edificación de fieles cristianos no judíos que no entienden demasiado de ese primitivo contexto. Hay que añadirle, pues, explicaciones, si fuera posible de frases de Jesús pronunciadas a lo mejor en otras circunstancias y que también ha recogido la tradición.

Por de pronto, el asunto de los judíos que tienen que convertirse cuanto antes para que no les sea quitado el Reino ya ha sido superado. El judaísmo oficial, sencillamente no ha aceptado a Jesús. Perdió el tren.

Y tampoco se entiende –y casi seguro tampoco lo entiende Lucas- la costumbre judía de ganar intereses sin transgredir la ley por el recurso de anotar en los recibos más de lo que se presta. Pareciera entonces que el administrador, en esa acción alabada por Jesús, estaba estafando a su patrón.

Entonces viene la aclaración: “los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz”. ¿Ven? ¡Ojo! –interpreta Lucas-: no se alaba la acción deshonesta, Jesús se limita a alabar la sagacidad de los hijos del mundo entre sí, sin juzgar la moralidad o no de sus actos.

Y entonces el sentido sería “¡Ojalá los cristianos fueran tan inteligentes con los bienes de Dios, como los no cristianos con los bienes de esta tierra!”

Aunque, también, podría interpretarse: “Para ser cristiano no es necesario ser estúpido –como creen algunos-“. (A veces viene alguno y me dice “¡Padre, porque soy cristiano todo el mundo me carga!” Yo, muchas veces, lo miro y tengo tentación de responderle: “Mire, a Vd. lo cargan no por ser cristiano sino por bobo. Lo mismo lo cargarían aunque fuera ateo, comunista o musulmán”. Porque el cristianismo también acepte a los tontos, no quiere decir que todos los cristianos hayan de serlo.)

A esto sigue –por asociación de ideas- una segunda aplicación, también para uso del predicador de aquellos tiempos. A los cristianos ricos, Lucas, con palabras del mismo Jesús, les muestra cómo el dinero puede ser bien utilizado. “Haceos amigos con el dinero de la maldad”. “Bueno, ya que tienen la plata –y si tienen mucha el evangelio siempre sospecha que alguna injusticia se ha cometido en el camino para obtenerla- por lo menos utilícenla para hacer el bien”.

Es que todo el mensaje del Nuevo Testamento apunta a afirmar que las riquezas nunca son exclusivamente nuestras. Todo es de Dios, aún los talentos que podemos haber utilizado para obtenerlas. Nosotros somos meros administradores, para bien nuestro, sí, pero también y quizá sobre todo, de los demás.

Y una tercera aplicación: “ el que es infiel en lo poco, lo es también en lo mucho ”. Aquí, curiosamente, el administrador infiel no es tomado como modelo, sino al contrario, ¡un ejemplo espantoso! Hay que entender la parábola al revés. Y quiere decir: a Dios no le importan los muchos o pocos talentos que tengamos. Exigirá proporcionalmente a cada uno, según lo que nos haya dado.

No podemos excusarnos de no hacer el bien porque poco tenemos para dar. Si con poco actuamos mezquinamente igual procederíamos mal si tuviéramos mucho.

Todos tenemos que trabajar en el Reino de Dios de acuerdo a lo que somos y tenemos. Por eso vale más la monedita de la viuda -que es lo único que tiene para vivir- que la plata que le sobra al rico.

Al que cien, cien; al que cuarenta, cuarenta; al que diez, diez.

Finalmente, una sentencia que también está en San Mateo y que Lucas, aquí agrega, porque también puede servir para la predicación del tema de la plata:”Nadie puede servir a dos señores”

No dice que no se puede ganar dinero y servir a Dios. El dinero es normalmente necesario para vivir. Tenerlo y administrarlo bien, aún en abundancia, puede ser un servicio a Dios y a la comunidad.

‘Servir' traduce el griego ‘ doulein ' que quiere decir más que ‘servir'. Es el servicio del esclavo. No se puede ser ‘esclavo' del dinero –dice Jesús-. Porque entonces sí: cuando la riqueza, de medio se transforma en fin, no solo nos hace imposible el servicio de Dios, sino aún de las cosas humanas.

¡Cuánta gente por el afán de lucro y de la ganancia no solo se olvida de Dios y conculca la justicia y la ética, sino que descuida la familia y los amigos y aún la salud, y su acercamiento al arte, a la cultura. a las cosas buenas -y gracias a Dios baratas- de la vida.

¡Pobre Argentina fundada por España sobre la espada y la cruz, dominada y expoliada luego por los mercaderes liberales porteños, invadida por una inmigración prontamente desarraigada, ávida de dinero y, pronto, olvidada de Dios.

Hoy, así estamos. No solo sin Dios, sin moral, sin arte, sin nobleza, sin alegría, sin esperanza, casi sin Patria, sino hasta sin dinero, porque, queriendo servir al dinero, ser esclavos del dinero, finalmente nos hemos hecho, todos, esclavos del dinero de los demás.

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