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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1987. Ciclo A

25º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16a
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros des­ocupados en la plaza, les dijo: "Id vosotros también a mi viña y os pagaré lo que sea justo". Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo os habéis quedado todo el día aquí, sin hacer nada?" Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Id también vosotros a mi viña". Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros". Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, pro­testaban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora , y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada" El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no había­mos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a éste que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos»

Sermón

        Cuando se trata definir el marxismo más allá de su simplificación en pura doctrina económica,(la de la abolición de la propiedad privada, la del Comunismo), los que parecen estar un poco mejor enterados suelen decir frases como estas ”el marxismo es, antes que nada, una ‘praxis', no una teoría” o recurren a la famosa tesis undécima del breve escrito de Marx Tesis sobre Feuerbach que Engels publicó después de su muerte (1888): “los filósofos sólo han interpretado diversamente el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo ”.

Los que así responden ciertamente demuestran haber leído algo sobre el marxismo -y algo es algo- pero, amén de que dichas frases deberían completarse con muchas otras, porque de por sí no definen suficientemente al marxismo, el peligro está en que, como esos asertos son efectivamente marxistas, pensemos entonces que nosotros cristianos debemos sostener la posición contraria o que aceptemos la atribución que nos hacen los marxistas de sostenerla.

Es la trampa en que, por ejemplo, han caído muchos cristianos frente al evolucionismo: los epígonos de Darwin decían: “los datos científicos respecto de la evolución contradicen la idea de la creación cristiana” Y los cristianos, confundidos, aceptaron ese presupuesto y se pusieron a combatir las teorías científicas de la evolución. Lo que tenían que haber resuelto antes era si, efectivamente, la teoría científica de la evolución se oponía a la verdad metafísica de la creación –como de hecho no se opone. No aceptar lo que ellos decían: que se opone. Ellos eran los que se oponían al cristianismo, no la pura verdad científica.

Aquí en el marxismo pasa algo parecido: ellos nos dicen “a Vds. les interesa la teoría y a nosotros nos interesa la práctica” Y hete aquí entonces un montón de cristianos que, en lugar de discernir si la cosa es tan así, se ponen a defender a la teoría, a la contemplación en contra de la actividad y de la praxis.

O, peor, los marxistas dicen a los cristianos: “Miren muchachos, Vds. tienen muy lindas teorías: la Trinidad, la Encarnación, los Sacramentos. Contra todo eso no tenemos nada, pero no nos interesa. A nosotros nos interesa sólo la práctica, la acción revolucionaria. Y ustedes, con eso solo de la teoría, de los dogmas, de la religión, no van a ningún lado, las cosas andan cada vez peor. ¿Por qué, sin tocar sus dogmas, no nos acompañan en la práctica?” Y así nacieron los montoneros: muchachos de origen cristiano que terminaron en la praxis marxista.

Ahora bien: ¿es verdad que el cristianismo sea una pura cuestión de dogma, de contemplación, de verdades, de teoría, de oración-todo en la línea de la teoría- pero sin consecuencias prácticas? Oración a la noche y a la mañana, reunión de Acción Católica, o de Oración a la Virgen de san Nicolás, estudio de un librito de teología o filosofía, asistencia a conferencias, pero sin acción, ni política, ni lonjazos? Y, en cambio, el marxismo una pura praxis sin ninguna teoría y a la cual le sería indiferente la ideología del que lo practica? ¿Será verdad?

Quizás sea bueno, para ponernos de acuerdo, recordar la clasificación tradicional respecto a las actividades inteligentes del hombre: Ya Aristóteles las ordenaba en tres niveles: la teoría , la praxis y la técnica .

La teoría era la facultad de ver, de contemplar lo que las cosas son, para descubrir su intimidad, su esencia, su verdad, cómo funcionan. Nos regalan o venden una máquina, un automóvil, y lo primero que hacemos es mirarlo, estudiarlo, para ver para qué sirve y cómo hay que manejarlo. La praxis, en cambio, ya es actividad. Una vez que he mirado, que me he dado cuenta de lo que es esa máquina, ese automóvil, lo pongo en marcha y lo uso, lo manejo. Como Vds. ven en este ejemplo, teoría y praxis no se oponen, se complementan: estudiar el auto y después no usarlo es tan tonto como usarlo sin haberlo estudiado.

Las cosas son algo más complicadas cuando se trata de seres humanos, porque claro, el hombre no es un objeto de uso como la máquina sino que es un fin en sí mismo. Cuando yo trato de conocer a una persona, no lo hago o no lo tendría que hacer para usarla sino para seguir en todo caso conociéndola y mi objetivo será sin duda, cuando esa persona me interesa en serio, conocerla cada vez más, hacerme realmente su amigo, y esto es ´teoría', ‘contemplación'. Pero es evidente que tampoco basta conocerla, porque, en el mundo, no estamos solamente para conocernos. En esta tierra estamos para crecer juntos, para realizarnos progresivamente, para ser cada vez más humanos y más cristianos. Precisamente a este crecimiento en lo humano y en lo cristiano se encamina la praxis, la acción. Y esa actividad o praxis hay que ejercerla antes que nada sobre uno mismo y sobre mi prójimo cercano, pero también ha de ejercerse sobre la sociedad en la cual estoy inserido. Es obvio, empero, que esa praxis debe alimentarse en la contemplación, en la teoría, en el conocimiento que yo tengo del hombre en general y de mi prójimo y mi sociedad en particular y que cualquier conocimiento falso que yo tenga de aquel a quien yo quiera ayudar a crecer, ya sea yo mismo o cualquier ser amado o mi patria; cualquier conocimiento falso me hará llevar a delante una praxis no constructiva, promotora, creadora, sino destructiva, pervertidora. Por eso una praxis realmente constructiva habrá de basarse en una concepción del hombre y de su fin correctos, verdaderos, y esa verdad sobre el hombre es la que capta precisamente la teoría, el mirar inteligente plasmado en una doctrina que es a la vez filosofía –conocimiento teórico- y ética -conocimiento práctico- y, porque el hombre es un ser social, antes de ser ética la praxis es política. En realidad la ética no es sino una parte de la política.

Para estas actividades interhumanas, pues, Aristóteles reservaba el nombre de ‘praxis'. A la acción, en cambio, del hombre sobre las cosas materiales –que, finalmente, es la tercera actividad humana- el estagirita la llamaba “técnica”; la inteligencia que regula no el ‘actuar' del hombre sino el ‘hacer' el ‘fabricar' (1). De esta actividad de la inteligencia hoy no nos ocuparemos, aunque sería importante mostrar cómo, en realidad, la praxis marxista o la praxis radical no es estrictamente un ‘actuar' político sobre el hombre para promoverlo en lo humano –una verdadera praxis-, sino una manipulación ‘técnica' para fabricarlo como masa.

En fin. El asunto es que teoría y praxis no son actividades contrapuestas sino complementarias y ambas se solicitan mutuamente. Una praxis que no tuviera teoría que la sustentara terminaría por desaparecer, prueba de la cual es la moral kantiana sin metafísica, la moral del imperativo categórico, la de los liberales. Moral que se sostuvo en Occidente mientras duró la inercia de las costumbres y la praxis del cristianismo fundado en la metafísica cristiana, pero, que, desaparecida esta inercia, nos sumió en el libertinaje y amoralismo contemporáneos. Y, al mismo tiempo, una teoría, una doctrina, que no se trasuntara en praxis terminaría por degradarse y hasta desaparecer.

Que es lo que paso en parte a la Iglesia Católica. Desde la Revolución Francesa quitaron a los católicos su praxis política, que era ‘la cristiandad' y consistía en la subordinación de lo político a lo religioso, de lo económico a lo político, y de lo técnico a lo económico. El catolicismo quedó relegado al campo de lo contemplativo teórico: vida de oración, estudio, liturgia y, en lo práctico, sólo al campo de la praxis individual o, cuanto mucho, familiar. (Y aún de allí hoy nos están desalojando).

La política cayó en manos de liberales y, luego, de marxistas. Cuando, con León XIII se insistió en que los católicos se plegaran a los nuevos sistemas democráticos surgidos de la Revolución para tratar de cristianizarlos desde adentro lo que sucedió de hecho fue que no tuvieron más remedio que adoptar formas políticas liberales. Pero esto fue un desastre, porque la praxis liberal está indisolublemente unida a sus posiciones teóricas falsas y anticristianas. Así se condenaba al cristiano o la esquizofrenia de vivir una praxis reñida con su teoría, con su concepción cristiana, o la necesidad de unidad o coherencia o salud mental lo llevaba o a apartarse de la política y refugiarse en su vida privada y en su hogar o, peor aún, en hacerse totalmente liberal y renegar finalmente de su cristianismo, o tratar de transformarlo heréticamente en protestantismo –el liberalismo, al fin y al cabo, es heredero legítimo de Lutero- o modernismo. Porque también a estos niveles se repite lo de la tan conocida frase: “ el que no se decide a actuar como piensa, termina finalmente pensando cómo actúa ”.

Y, cuando muchísimos buenos cristianos actuales se dan cuenta de que su cristianismo no puede reducirse a lo teórico, a lo puramente contemplativo, ‘religioso' entre comillas, y todos sus principios cristianos les exigen la puesta en marcha de una praxis o actividad de crecimiento no solamente individual sino también familiar y política, olvidados de la cristiandad, de la auténtica doctrina social y política de la Iglesia que ya nadie enseña, se encuentran con las simplistas fórmulas y ofertas marxistas: “ Aquí tienen nuestra praxis. Ya que ustedes católicos no la tienen, les dicen, sus teorías no nos interesan ” “ Vengan nomás”

Pero esto no es así: no es verdad que el marxismo sea sólo una praxis, que no tenga una cosmovisión, una teoría, una incluso metafísica e interpretación de la realidad. No: el marxismo tiene una teoría perfectamente definida y esta es monstruosamente anticatólica, porque suplanta a Dios por el hombre, y piensa que el ser humano, por medio del trabajo, puede autocrearse en la dirección que le plazca y según los caminos perversos de la dialéctica y de la identificación demoníaca entre el ser y la nada y entre el bien y el mal.

El que la gente no lo sepa; el que incluso muchos que se dicen marxistas no lo sepan, no quita un ápice a que su praxis esté indisolublemente unida a esta falsa y perversa concepción. Y el cristiano que tontamente acepte la praxis marxista, aun cuando le digan que pueden quedarse con sus ideas católicas termina ineluctablemente -si no se da cuenta a tiempo- por perder su fe, su identidad cristiana y termina pensando como Marx. Y en esto no solo caen laicos, sino también religiosos, sacerdotes y obispos.

Tampoco es verdad la acusación marxista al cristianismo de que lo nuestro sea solamente una ‘religión', una teoría, una contemplación, una interpretación. Eso era verdad respecto de muchas filosofías de cuño hegeliano, idealista, académico, a las cuales Marx atacaba. En eso tenía, lamentablemente, razón. Era verdad, como era verdad para muchos cristianos abroquelados en su fe puramente privada, despojados de praxis, o por hipocresía, o porque la revolución francesa los había arrinconado. Pero eso no es de ninguna manera verdad del auténtico cristianismo en el cual no cabe contemplación sin praxis, mística sin ascesis, metafísica sin política, en última instancia, fe sin caridad efectiva, comprometida, creativa y social. También nosotros queremos transformarnos y transformar el mundo, pero, por supuesto, según Cristo, no según Marx, ni Freud, ni Alfonsín.

Cuidémonos pues y tanto en la vida personal como en la pública de no ser coherentes entre nuestra fe teórica y nuestra praxis y, en última instancia, sepamos que, al fin y al cabo, Cristo alabó más al que con pura praxis demostró al padre que a pesar de sus palabras su teoría andaba bien, que al que con pura teoría le dijo “Voy, Señor” pero no fue.

1

1- Teoría (griego) = contemplación (latín)

2- Praxis (griego) = acción (latín)

3- Técnica (griego) = fabricación (latín)

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