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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

2006. Ciclo b

2º Domingo durante el año
(GEP 15/01/06)

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo: Estaba Juan con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: "Éste es el Cordero de Dios".Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían les preguntó: "¿Qué queréis?" Ellos le respondieron: "Rabí -que traducido significa Maestro-, ¿dónde vives?" "Venid y lo veréis", les dijo. Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús. Al amanecer, vio a su hermano Simón y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías" -que traducido significa Cristo-. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas" -que traducido significa Pedro-.

 

SERMÓN

 

         El Prof. Nigel Franks, de la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad de Bristol acaba de hacerse conocido a todo el mundo por su artículo publicado en la Revista Nature donde describe el proceso de aprendizaje de las jóvenes hormigas obreras. Estas son educadas por obreras de mayor edad que les enseñan cómo encontrar los mejores alimentos para llevarlos luego al hormiguero, recordando, por diversas señales que registran en su memoria, el camino. Para ello la menor sigue a su maestra comunicándose con ella por medio de contactos con las antenas. Dirigida por la segunda va registrando las diversas clases de feromonas y detalles del sendero que aprende a reconocer deteniéndose en el camino, mientras su maestra, pacientemente, la espera hasta que la menor reanuda la marcha.

Prof. Nigel Franks

  Ya se sabía de la importancia del 'aprendizaje' en animales superiores, pero esta es la primera vez que se comprueba en insectos. No basta el instinto hereditario: las hormigas, para funcionar bien, deben ser programadas en su sistema neuronal más allá de lo recibido genéticamente.

  De todos modos Nigel Franks ya era conocido en el mundo científico a partir de una brillante tesis doctoral defendida en 1980 sobre el comportamiento de las hormigas. Para dicho trabajo biológico había empleado la informática, insinuando complicadas fórmulas algorítmicas como base sistémica de la organización de los hormigueros. Pequeñas variantes y determinaciones en el comportamiento individual -demostraba- producían, al nivel macroscópico de la colonia, complejos e inteligentísimos comportamientos colectivos. Hay que pensar que cada individuo hormiga no tiene más de cien mil neuronas, un diez seguido de cuatro ceros. (El hombre tiene un diez seguido de once ceros -10 11 - neuronas). Pero toda la colonia -sostiene Franks- es como si integrara las neuronas individuales en un complejo 'holístico' que la hace capaz de procesar información y resolver situaciones sumamente sofisticadas, para las cuales no alcanzarían las neuronas de cada hormiga. Es a ese todo holístico donde se integra, entre otras cosas, el discipulado, el aprendizaje, que forma parte, de este modo, de la memoria e 'inteligencia' -si puede llamarse así-, al menos instintiva, del hormiguero. Al fin y al cabo, como dice el mismo Franks también los organismos superiores no son sino células individuales con diversas funciones que forman distintos órganos e individuos y cuyo todo procesa mucho mayor información que la de la suma de la que tiene cada célula. Así cada parte se beneficia y participa de la superioridad del todo.

Edward Wilson

  Franks había hecho, allá por los años noventa un postgrado en Harvard, con Edward Wilson , quien en 1975 había sido el fundador de la Sociobiología , con una publicación así llamada, y que inauguró el estudio evolutivo del comportamiento social de diversos animales. Comportamiento fijado como programa en sus respectivos genomas, fundando lo que el mismo Wilson llamaba la 'biología de la moralidad'. La escuela de Wilson fue rechazada airadamente por los marxistas ya que, de alguna manera, postulaba que existía una naturaleza cuyas pautas, aún de conducta animal, no podían ser violadas sino a costa de la supervivencia del grupo o de la misma especie, dando así sustento a las tradicionales teorías de la llamada 'ley natural' hoy tan insidiada ignaramente por filósofos, psicólogos, sociólogos y políticos liberales y de izquierda.

Últimamente Wilson, ya con sus doctrinas sociobiológicas básicamente aceptadas por una gran mayoría al menos de científicos, se ha volcado en defender lo que llama la Biofilia -literalmente 'amor a la vida'-. Así designa al hecho de que el parentesco e integración de las especies vivientes vaya mucho más allá de lo ecológico. Existe -sostiene Wilson- entre los seres vivos, una verdadera afinidad que se manifiesta sobre todo en el hombre. Esa simpatía o amor por lo vivo que es fácil percibir, por ejemplo, en los más pequeños, desde su atracción natural por las mascotas hasta el coleccionar bichitos, escarabajos, gusanos de seda. Por eso -afirma Wilson- hay algo de inhumano en una sociedad que, poco a poco, va apartando al hombre de lo vivo, poniéndolo en contacto con máquinas, computadoras, pantallas televisivas, estudio de datos y nociones abstractas. Conocimientos que desarrollan unilateralmente la inteligencia, capacitándola solo para procesar datos de índole nocional, cuando, -sostiene Wilson- la inteligencia humana está sobre todo hecha para conocer y comprender 'seres vivientes', y especialmente 'vivientes humanos', 'personas'. Un conocimiento despojado de relación con lo vital, con los vivientes, con lo vivo, sería algo no natural al hombre. Una personalidad que viviera solo en contacto con abstracciones, datos científicos, laboratorios, buscadores, chateos, sin contactos amicales, sin mirar al otro, sin oirlo ni hablarle, perdería la calidad humana de su inteligencia.

  Pues bien, para no alargar el tema, en realidad eso también puede pasar en nuestro contacto con Dios. Como necesariamente de Dios -ya que directamente nuestro cerebro es incapaz aún de percibirlo- hemos de pensar a través de la mediación de los concepto, de las ideas que de Él tenemos, es fácil que, tal como sucede con los datos de la realidad, confundamos esos datos con la realidad misma y, del mismo modo, confundamos nuestras ideas de Dios con el mismo Dios. Y eso sucede especialmente a aquellos que más dotados intelectualmente tienden a hacer del cristianismo solo una grandiosa construcción doctrinal. Lo es sin duda, pero no solo. La doctrina católica, las fórmulas dogmáticas, la verdad aprendida en el catecismo o la teología solo son mediaciones que han de llevar al cristiano al encuentro vivo con Dios a través de la experiencia superior de las virtudes teologales. Algo de eso nos muestra el evangelio de hoy y la descripción que del encuentro de Jesús con sus primeros discípulos.

Discípulos que, antes de serlo de Jesús, lo eran de Juan el Bautista .

No puede dudarse de que Juan el Bautizador no era solo un hombre inspirado y carismático. Si es verdad, como se tiende hoy a admitir, que había sido educado en el monasterio de Qum Ram, se trataba de un verdadero maestro, un erudito, un hombre de letras. Algo de ello nos insinúa su vocabulario y las reminiscencias bíblicas y culturales de las pocas frases que de él conocemos. Que, por ejemplo, había instruído largamente a sus discípulos sobre el significado de la figura del Cordero de Dios, tal como ni siquiera en nuestros días hoy podemos entenderlo por falta de fuentes suficientes, es evidente, ya que, a la sola mención de ese título, los dos discípulos que estaban con él, inexplicablemente para nosotros, inmediatamente lo dejaron y siguieron a Jesús. Pero, hasta allí, todo había sido nocional, teórico.

En este punto, inmediatamente, la cosa cambia de tono, de enfoque. Lo teórico se transforma en 'seguimiento', la hormiga joven que sigue a su maestro, con las antenas paradas. El maestro que se detiene, espera y, finalmente pregunta, "¿Qué queréis?"

Y ellos no respondieron, como hubieran respondido, quizá, a Juan, o a un Rabino fariseo, o a un escriba, a un profesor: "Háblanos sobre la Torah", "Danos lecciones sobre la verdad o la ley". Su respuesta ya indica que los discípulos comienzan a calar más hondo; que empiezan a entender que la ley, el camino y la verdad se confunden con la vida; y qué la vida es lo principal. Wilson, con su 'Biofilia', aquí estaría a sus anchas. " Rabí, ¿dónde vives ?"

  El evangelio de Juan en ello es reiterativo: la verdad que no se desgaja de la vida; la vida que se confunde con la verdad; el Verbo, la palabra, la sabiduría, que ya en el magnífico Prólogo de Juan es la depositaria de la vida: " al principio existía la Palabra . y en ella estaba la Vida ".

Todo lo que los discípulos, con Juan Bautista, habían aprendido de libresco, de conceptual, incluso de puramente moral, ahora se hacía carne amable y a ser amada, en Jesús de Nazareth. La gramática del evangelista todo lo vuelve, en sus verbos, vital: 'siguen', 'ven', 'se quedan', 'oyen', 'viven', 'encuentran', 'llevan'. " Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él ese día. "

No: no es cuestión solamente de estudio, de doctrina. En la vida espiritual Dios deja de ser el concepto que se estudia en catequesis y en teología, para hacerse un Viviente con quien, a través de las antenas de la fe, la esperanza y, sobre todo, de la caridad, nos ponemos en contacto, y lo vemos y lo oímos. Por eso, aunque alguno pudiera quizá enseñar y aún predicar sobre Dios con solo saber -sin amor-, escribir artículos de teología, de Escritura, de filosofía, de ninguna manera se puede ser cristiano sin que ese saber, más allá de afirmar nuestros principios y darnos claridad de mente, se traduzca en contacto con Dios, en oración, en encuentro vital. Aunque un estudiante de Seminario o de Facultad de Teología pueda sacarse sobresaliente en los exámenes y aún recibirse de Licenciado o Doctor, no se hará realmente cristiano y santo si todo ese saber finalmente no lo vuelca en ese quedarse con Jesús que es la oración, y en donde se pone en juego no solamente el cerebro, la cabeza, sino toda la persona, en actitud vital, de entrega, de amor teologal.

  "Ubi amor, ibi oculus", decía San Bernardo . Por más que sepamos, sin la oración, que es el estar vital con Jesús -luego, recién, traducido en obras-, no hay posibilidad de vida cristiana. Y tampoco hay posibilidad de transmitir esa experiencia sin palabras. El mismo evangelista que tanto gusta transcribir largos discursos de Jesús, nada dice de la inefable experiencia de esa tarde y esa larga noche que los discípulos se 'quedaron' con Jesús.

  Solo puede referirse al resultado, la frase parca pero conmovedora de Andrés a su hermano Simón: "¡Hemos encontrado al Mesías!" . Solo de ese encuentro saca Andrés el poder de atraer a Simón a la presencia de Jesús. " Entonces lo llevó a dónde estaba Jesús ".

Nunca quizá el evangelio de Juan haya sido tan lacónico y a la vez tan denso como en la escena que hemos escuchado hoy. Aunque en última instancia las personas son las importantes aquí también se percibe ese espíritu holístico y biófilo que descubren, aún en los vivientes más elementales, Franks y Wilson. El Bautista que enseña a sus discípulos y les transmite una sabiduría que viene de la historia de su pueblo; el maestro que mira a Jesús y señalándolo lo indica como 'el Maestro' por excelencia; los discípulos que, desde ese saber heredado, se encaminan hacia el Señor; Éste que se encuentra con ellos dándose vuelta, hablando, mirando, escuchando, quedándose con ellos y ellos con El; Andrés que ve a su hermano y le dice de su encuentro con el Mesías; el hermano que lleva al hermano hacia Jesús.

Todo un nudo de relaciones y conocimientos transmitidos, compartidos, sublimados que hacen que ese grupo finalmente adquiera una nueva vida. La Iglesia en pequeño, la comunión de los santos, la vida de la gracia, del Espíritu Santo que se encuentra en Ella mediante el quedarse con Jesús y el anuncio testimonial de los discípulos. Todos los fieles participando de la sabiduría superior de la Iglesia animada por el Espíritu, a la manera de las pobres hormigas, cada una participando, de alguna manera, de la sabiduría total del hormiguero.

  Aquí estamos nosotros también en nuestra colonia la Iglesia. Maestros y discípulos, padres e hijos, obreros y soldados, sacerdotes y fieles. Con un alma, el Espíritu Santo, que, como decía Pío XII , nos transforma en un solo cuerpo, pero que solo adquiere sentido no en el todo, sino en la personalidad de cada uno, unido, a la vez, al todo y a Cristo, la fuente de toda vida.

Porque, finalmente, es Él con el cual debemos encontrarnos y que, más allá de nuestro oír, escuchar, seguirlo, aprender. si vamos a su encuentro nos dará nuestro nombre definitivo. " Jesús lo miró y le dijo «Tú Simón, hijo de Juan. tú te llamarás Cefas.»"

Jesús Nazareno de la Serena Mirada , Guatemala

" Nosotros vemos las cosas porque son ", decía San Agustín, " pero las cosas son porque Dios las mira" . Es la mirada de Dios la que da el 'ser' a lo que existe y le infunde 'sed de vida'. Es finalmente Jesús, quien, en la Iglesia , en encuentro de oración y sacramentos, nos da, con Su mirada, nuestro definitivo nombre y nuestra cristiana biofilia, aspiración de santidad, de verdadera Vida.

 

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