INICIO

Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1996. Ciclo A

2º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel» Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo" Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios»

 

SERMÓN

         Estamos acostumbrados. Pero ¿quién no dirá que, al menos, sueña extraña la expresión "Este es el cordero de Dios"? ¿Qué podría pensar una persa que nunca hubiera oído hablar del cristianismo si, entrando en una Iglesia, justo viera y escuchara al sacerdote, antes de la comunión, levantando una oblea blanca y exclamando "Este es el Cordero de Dios".

Pero digamos, también, que más de un católico se vería en figurillas si se le interrogara respecto a lo que este título quiere decir. Y no sólo: a decir verdad, los exégetas, los profesionales de la Biblia, los que la escudriñan en sus textos originales y con todos los recursos de su ciencia y de la filología, tampoco ellos están de acuerdo en señalar el sentido preciso de esta expresión, y lo que quería decir en labios de Juan.

El problema es que la locución 'cordero de Dios' aparece solo dos veces en todo el Nuevo Testamento, precisamente en este capítulo del evangelio de Juan y, nunca, en la literatura extracanónica de la época. Vean: saber lo que significaba ' mesías' , por ejemplo, es relativamente fácil, porque el término es recurrente en todos los escritos de la época y en los libros de la Biblia. O, también, 'hijo de Dios' , o, incluso, ' hijo del hombre' . Pero '¿cordero de Dios?'

No hay ningún escrito de la época que use esa expresión o que diga que el pueblo judío esperaba un cordero de Dios. Y, sin embargo, cuando el bautista les dice a sus discípulos que Jesús 'es el cordero de Dios', éstos lo dejan a él y se van a seguir al Señor. Algo seguramente importante quería decir y, quizá, algún día, en el descubrimiento de algún viejo texto todavía inhallado -como los que se descubrieron hace poco en Qumram- encontraremos la respuesta.

Por ahora los intérpretes de la Biblia señalan diversas explicaciones. Una de ellas identifica al cordero de Dios con el 'siervo de Dios' anunciado por Isaías, de la primera lectura, quien, llevando sobre si los pecados de su pueblo, los expiará: "como un cordero conducido al matadero" Es la descripción de Isaías. Tanto más cuando podría haber una confusión semántica ya que la palabra 'servidor', 'siervo', en arameo -que era el lenguaje del tiempo de Jesús- ' tal e ya', sonaba igual al término que significaba 'cordero', también ' tal e ya'.

Pero hay una gran diferencia entre 'llevar los pecados' y 'quitar el pecado', como señala Juan.

Por eso, otros, más bien se inclinan a identificar el cordero de Dios con el Cordero vencedor que aparece en el Apocalipsis, cuya cólera es terrible y que va a triunfar sobre los siete reyes aliados de la Bestia. Este cordero belicoso sería precisamente el Mesías violento y conquistador con que soñaba el Bautista. (1) Pero tampoco esta interpretación convence a todo el mundo.

De allí que una tercera lectura, la más corriente, reconoce en el Cordero de Dios al verdadero Cordero pascual. Ese cordero pascual que rememoraba y se había transformado en símbolo de la liberación de Egipto y de todas las opresiones presentes y futuras y cuyo origen simbólico era el cordero cuya sangre, rociada sobre las puertas de sus casas, protegía los hebreos del 'ángel exterminador'.

Eso es lo que anunciaría Juan al decir que Jesús era el Cordero de Dios: que, por medio de ese hombre, Jesús, Dios realizaría la esperada liberación definitiva de la que era prototipo la liberación de Egipto. Y esta es la interpretación que han seguido muchos biblistas desde la antigüedad, como Jerónimo, Agustín, Crisóstomo. Pero tampoco se impone.

De hecho, hoy tiende a aceptarse, más bien, la opinión de los que afirman que el término "cordero" evoca de suyo los sacrificios de Israel, en donde el ganado menor se utilizaba corrientemente tanto para los ritos de comunión como para los de reconciliación por el pecado. El cordero intervenía igualmente en el sacrificio cotidiano del templo. Era el animal que principalmente se utilizaba en el culto.

Pero Juan justamente al singularizar a Jesús como 'el' Cordero y que quita 'el' 'pecado del mundo' está anunciando que su venida suprime, de parte de Dios, la necesidad de los ritos por los cuales, durante el tiempo de la espera, Israel tenía que renovar continuamente su vínculo existencial con Yahvé. Juan el Bautista -personaje mediante el cual se encuentran finalmente todas las expectativas humanas y las del antiguo testamento con la respuesta plena de Jesús- afirma, con esta imagen del cordero, densa de contenido -y en la cual a lo mejor se asocian todas las interpretaciones expuestas- que, con Jesús, Dios quita 'el' pecado y concede la plenitud del perdón a Israel y al mundo.

Pero ¿qué nos puede decir esta imagen a nosotros, hombres de Buenos Aires, entre los cuales el término 'cordero' más evoca el asadito en el quincho de la quinta que alguna connotación religiosa, y entre quiénes el mismo término pecado ha sido desvalorizado, apenas designando esa transgresión más o menos menuda que me impide comulgar si no la confieso o, entre los no cristianos, siendo objeto de irrisión o juzgado como el título de una curiosa represión o complejo de tipo religioso inventado por los curas?

  Pero el concepto de 'pecado' es mucho más profundo.

Tenemos que rescatarlo de su sinonimia con nuestras pequeñas o grandes transgresiones. Estos podrán ser 'pecados' o 'pecaditos'. Pero, aquí, Juan habla de algo más importante, no de 'pecados' sino de 'el pecado' .

Y pecado, para la Iglesia, no es simplemente la infracción o quebrantamiento de un precepto sino, antes que nada, una situación de ignorancia, de alejamiento, de indiferencia, de desconocimiento y desconexión con Dios, de falta de gracia, de no elevación a lo sobrenatural. Aunque ello, de por si, no conllevara ningún acto especialmente perverso ni maligno.

El 'pecado del mundo', la 'situación de pecado', sería la de una humanidad abandonada a si misma o, peor, asentada y satisfecha consigo misma y cuyas estructuras culturales, sociales, políticas: y económicas la hiciera desviar a ella y a sus integrantes de su único verdadero objetivo, que es el encuentro con el Dios que nos ha creado para invitarnos a su amor y a la vida.

El 'pecado del mundo' es la situación social y cultural que lleva a los hombres a encaminarse a fines y objetivos pedestres, vulgares y puramente humanos que, finalmente, terminan por insatisfacerles e, indefectiblemente, lo llevan, tarde o temprano, al desorden personal y social y, definitivamente, a la muerte.

El Antiguo Testamento, cuyo último representante es Juan el Bautista, representaba lo mejor del hombre en sus aspiraciones, en su concepción de Dios y en su eticidad y, sin embargo, en su utopía constantemente fracasada, es el mejor mentís a las posibilidades de lo humano de construirse en la inmanencia, fuera de la gracia. No se hable del fracaso, más visible aún, de sociedades construidas fuera de la revelación y con la ideología de falsas religiones. Y, menos aún, de las sociedades postcristianas que se han intentado edificar prescindiendo de Cristo o contra Cristo.

En todas esas sociedades, por educación, por cultura, por disvalores, por mimetismo, por carencia de lenguaje, el ser humano que es educado en ellas, se cierra a la trascendencia, a aquello para lo cual está hecho el hombre, más allá de lo humano y sin lo cual no puede ser verdaderamente humano.

Piénsese en un argentino que nace en una villa o en una familia descreída, ¿qué recibirá en la calle, en la televisión, en la escuela, en las ambiciones de sus mayores o de sus amigos, en las revistas, en las diversiones de masa, sino una estructura mental y sentimental que le impedirá, desde el vamos, percibir los verdaderos valores de la belleza, del amor, del buen gusto, de la inteligencia y, finalmente, de Dios?

Ven: esos ya no son 'pecados'. Se trata de una 'situación de pecado', o simplemente 'el pecado', 'el pecado del mundo', en el cual nacemos, crecemos, somos educados y, sin darnos cuenta, somos apartados de Dios y de una vida auténticamente humana, que no puede ser sino cristiana.


San Juan Bautista de Gouda, s. XVI

"Este es el Cordero de Dios", dice Juan, "el que quita el pecado del mundo". Porque solo Jesús es la figura del hombre que escapa a esa situación de pecado, en apertura total a Dios, en donación plena a los hombres. Es en Jesucristo y solamente en él, en su dimensión humana de autoentrega y de servicio, y en su dimensión divina de irrupción de lo trascendente, de la gracia, donde la humanidad puede sacudirse de encima la situación de pecado, de cerrazón, de tinieblas, de ignorancia y de impotencia, y abrirse a la luz esplendorosa de la gracia, de la verdadera alegría, del buen combate, del sentido de la vida, de la vocación al verdadero amor y a la nobleza y, finalmente, abrasarse de gozo en la eternidad.

1- La expresión aparece, también en algunos libros extrabíblicos. Por ejemplo, el llamado ' libro de Henoc', escrito probablemente, en sus partes más antiguas, cien años antes de Cristo. Compara la historia de Israel con las vicisitudes del combate que emprende un cordero, al que le sale un cuerno en la frente, símbolo de poder, para proteger a las ovejas contra los lobos, en virtud de la misión que le ha confiado el Señor de las ovejas. Detrás de la tradición del cordero que hace huir a los lobos se vislumbra la paradoja bíblica de la debilidad que, con la ayuda de Dios, triunfa sobre la fuerza del mal.

MENÚ