INICIO

Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

2005. Ciclo a

3º Domingo durante el año  
(GEP 23/01/05)     

Lectura del santo Evangelio según san Mt 4, 12-23
Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz. A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca» Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres» Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente.

SERMÓN

 

      Cuenta Lucio Victorio Mansilla , el afamado escritor de Una excursión a los indios ranqueles , que uno de los 'hobbies' más disfrutados por su padre era la pesca. Recuerden que el padre de Lucio fue nada menos que el general Lucio Norberto Mansilla quien, al frente de 2000 soldados y paisanos, el 20 de Noviembre de 1845, desde las cuatro baterías de la Vuelta de Obligado había detenido heroicamente, durante siete horas, hasta agotar sus municiones, las quince naves de guerra anglofrancesas que forzaron el paso.

Por allí mismo el General Mansilla, casado con la hermana menor de Don Juan Manuel , Doña Agustina Ortiz de Rozas , tenía su cuartel. Y, no demasiado distante, su casa: un vasto rancho, situado en una punta del río Paraná. Estaba sobre la barranca, con gradas talladas en la tosca para bajar hasta la orilla del río, en donde, en una gruta natural que aún se puede ver, había puesto cómodos asientos para lo que su hijo llamaba el "sacrificio de la pesca". " Me llevaba a pescar con él, haciéndome pasar unas horas de fastidio indecible . [.] Pretendía conocer todos los peces por el modo como picaban la carnada ". De tal manera que la única vez que el forzado pequeño pescador se divirtió fue cuando, asegurando su padre haber picado un manguruyú, lo que el anzuelo finalmente sacó a la superficie fue un cuero de vaca.

Pero claro, en algunas cosas el padre tenía razón, como cuando le discurseaba sobre el carácter de los pescadores: " El hombre que pesca, medita, se concentra, conversa consigo mismo; y, como la familia de los peces es numerosa y variada, tiene mucho que aprender, observando sus costumbres, su ingenio para comerse la carnada y no tragar el anzuelo. Por otra parte, la vista del agua, de la vegetación, todo lo que constituye el paisaje que necesariamente rodea al pescador, lleva a su espíritu cierta amenidad, humor. He observado mucho a los pescadores -sigue Mansilla- y no hay pescador mal sujeto . Y luego, el pescado es un gran alimento: contiene mucho fósforo, se digiere con facilidad . Buena digestión, hijo mío, y tendrás buena salud y buen humor ." Aunque el cínico de nuestro Mancilla, el que recuerda las palabras de su padre, termina: " de la salud no tengo nada que observar, pero respecto del humor, yo tengo otra máxima: 'El secreto del humor está en el libro de caja' " .

Sin embargo es muy posible que, en los alrededores del lago o mar de Galilea , ya sea por el libro de caja o por la buena digestión, la mayoría de los habitantes, que vivían de la pesca, tuvieran un excelente humor.

No los imaginamos ni a Simón , ni a Andrés , ni a Santiago , ni a Juan , como hombres mustios, amargos, serios, cariacontecidos, al contrario.

Galilea, en la época de Jesús era un lugar espléndido, mucho más verde, florido, fértil -y más en los alrededores del lago o mar que lo era de agua dulce-, que la agreste Judea. En riquezas solo le ganaría a Galilea Jerusalén , que vivía de su templo, de las peregrinaciones, y de las jugosas rentas de la banca en que se había convertido su tesoro, en donde toda la Palestina , incluso los residentes romanos, depositaban sus bienes. Pero allí, seguramente, como en todas 'las Citys' -incluso la City porteña- no habría tanto humor como a orillas del mar de Tiberíades.

Galilea, separada de Judea por Samaría y la Decápolis . Así se llamaba desde hacía siglos 'Territorio de los paganos' o 'de los gentiles', ' Galil ha goim' , en hebreo. De ' Galil ', 'Territorio', le había quedado el nombre Galilea. Pero ya en el siglo primero antes de Cristo, de los antiguos cananeos, de miembros de las dudosas tribus de Zabulón y Neftalí y de los colonos asirios, nada quedaba.

Sí había unas cuantas ciudades fuertemente helenizadas como Séforis a seis kilómetros de Nazaret, y Tiberíades , sobre el lago -más de 50.000 habitantes cada una-. Pero la mayoría del resto de la población era puramente judía, ya que, desde el 100 antes de Cristo, sus habitantes habían sido obligados a pasar al judaísmo y una fuerte inmigración judía -entre ellos José , el de Belén- había terminado, salvos griegos y romanos, con el resto del paganismo. Solo una leve diferencia en la pronunciación -que casi le cuesta la vida a Pedro y lo hace renegar de su maestro- los hacía provincianos, y mirados con algo de desprecio por los rabinos y fariseos de Jerusalén.

De tal manera que los galileos eran gente hondamente religiosa, de buena salud y de buen humor. Les sobraban los cultivos de trigo y, particularmente, la pesca hacía, de las ciudades de la costa, prósperas comunidades: Betsaida, Corozaín, Cafarnaún, Magdala.

El lago de Genesaret o Galilea o Tiberíades, poseía hasta treinta especies diferentes de peces. Unos, parecidos a las percas, que incubaban sus desoves en la boca, de hasta dos kilos de peso. El hoy llamado 'pez de San Pedro', sumamente sabroso. 'Ciprínidos', de cuerpo oval y alargado, de hasta cinco kilos. Y otros de los cuales solo tengo el nombre científico, por lo cual los omito, pero que eran muy abundantes y comestibles. El más fastidioso era el 'pez gato' que, como no tiene escamas, no era 'kosher' y, por lo tanto, estaba prohibido. A él alude el evangelio al decir que los pescadores, sin duda en su mayoría judíos, lo arrojaban de nuevo al lago cuando quedaba atrapado en las redes. También estaba la llamada 'pequeña sardina de Genesaret', los peces pequeños de los cuales también habla el evangelio.

Se supone que, hacia la época del Señor, había por lo menos tres centenares de barcas de pesca trabajando en el lago. En 1986, durante una gran bajante, frente a Magdala, se halló una, hundida, del aquel tiempo. Ocho metros y pico de eslora, dos metros y medio de manga: hecha de cedro, roble, pino y sauce. (El Papa la pidió prestada, cuando el jubileo del milenio, para una exposición temporal en Roma, pero el Estado de Israel se la negó.) Sin cubierta, solo un pequeño puente en popa. El lugar en donde se quedó dormido Jesús durante la tempestad que luego calmó.

Todas estas grandes barcas llevarían seguramente pequeños esquifes a remolque, y cientos de botes pequeños serían utilizados por pescadores solitarios o para unir por agua las aldeas costeras. Pero, ciertamente, las grandes barcas de Simón y Andrés y las de los Zebedeos, denotan la existencia de verdaderas empresas de pesca.

Hay que tener en cuenta que, dado el clima muy cálido propio de sus riberas, el pescado debía consumirse de forma inmediata, porque se descomponía en seguida y para el consumo local era demasiado. La riqueza de las ciudades de la costa consistía en la industria de la conserva, mediante el ahumado y la salazón y, casi seguro, también, el escabeche. El centro principal de esta industria se localizaba en Magdala , la patria de María Magdalena , la gran apóstol y testigo de la Resurrección que, en la Iglesia de los primeros tiempos, iba a tener una importancia excepcional, hasta que Gregorio Magno , en el siglo VI, la identificó indebidamente con la pecadora arrepentida, con lo cual terminó con su prestigio.

Por supuesto que en Cafarnaún, al norte del lago, también había saladeros y se ahumaba el pescado. Que era también una ciudad próspera, lo demuestran las excavaciones arquelógicas: especialmente la lujosa sinagoga, aunque posterior al tiempo de Jesús construída sobre la que éste conoció, y, sobre todo, la amplia casa de Simón, sobre la cual luego se levantó una iglesia bizantina. Hoy ha sido nuevamente dada a luz y hallamos en sus paredes inscripciones del siglo I invocando a Pedro. Asimismo puede verse el umbral de la puerta, dando a la orilla, desde donde predicaba Jesús.

Pues bien, a partir de allí, Cafarnaún, es de dónde los evangelios nos muestran que, bajando de Nazaret y transformándola en su casi residencia, Jesús comienza su anuncio del evangelio del Reino. Lo acompaña gente sana y de buen humor, -como dicen los Mansilla-, tanto por la buena digestión como por sus libros de caja. Todos ellos pequeños empresarios, con sus empleados e industria, con sus buenos hogares. Sanos de cuerpo y de cabeza. Honestos y piadosos. Hombres acostumbrados a borrascas y, al menos Pedro, a suegras. Hombres de previsión y de trabajo. Hombres de paciencia y de espera. Hombres de lectura y de números. Había que leer la Escritura sí, pero también había que sumar y restar. Realistas, buenos compañeros, amadores de su patria, de su Dios. cabezas duras. Que también sabían manejar armas lo demuestra el hecho de que, en el huerto de los Olivos, Pedro tenía una espada, aunque en ese momento Cristo le reprochó que la usara. Por una oreja no valía la pena desenvainarla.

Es con esa gente, no con el noventa por ciento de la población pobre o esclava del imperio, que Jesús comenzará a predicar, construir y pelear por su reino. Desde el punto de partida de Cafarnaún, con ese puñado de muchachos, verdaderos hombres, varones y mujeres, casados y solteros, gente como nosotros, empezará, desde este domingo -y lo iremos siguiendo de manos de Mateo-, el joven descendiente de David, a avanzar hacia Jerusalén y, a su manera, la conquistará.

Y desde allí, los pescadores de anchoas y de dólares, transformados en pescadores de hombres, avanzarán sobre Roma, sobre el mundo.

Dios nos ayude a repetir su gesta.

MENÚ