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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

2003. Ciclo B

26º Domingo durante el año
(GEP 28/09/03)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos     9, 38-43. 45. 47-48
Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros» Pero Jesús les dijo: «No se lo impi­dan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti oca­sión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos ma­nos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga»

Sermón

          Hemos hablado, en alguna homilía reciente, de las prácticas médicas de la antigüedad, y del cúmulo de supersticiones mágicas y brujerías que se practicaban aún entre los que intentaban iniciar una medicina científica, desde Hipócrates a Galeno . La enfermedad, 'in-fírmitas', en latín, que significa 'pérdida de firmeza' o 'solidez', no podía, en esa mentalidad, sino venir de algún poder maligno que intentaba destruir lo que los dioses plasmadores o demiúrgicos habían construido. Por eso, a la enfermedad provocada por esos genios malignos, se le oponía el recurso a divinidades benignas que expulsaran a los primeros y devolvieran al enfermo la solidez y firmeza.

Eso había que saber hacerlo; porque una manera de manejar a esos espíritus era conocer sus nombres. El nombre propio, en la mentalidad primitiva, estaba tan unido a la persona que lo llevaba que, el que lo conocía, podía ejercer poder sobre ella. Por eso, en el mito adámico, el Creador hace que el hombre sea quien ponga el nombre a todos los animales. Era una forma de decir que les daba dominio sobre ellos. Tanto que cambiando el nombre, se cambiaba a la persona: Simón pasaba realmente a ser piedra, Pedro. El poder de los brujos y magos pues, supuestamente, se basaba, en gran parte, del conocimiento de los nombres. 'En nombre' de un espíritu bueno se podía con-jurar u obligar al malo a abandonar al enfermo. El verbo 'exorcizar' viene, precisamente, de un término cuya raíz es 'aprisionar', 'obligar', 'juramentar'.

Desde ya, digamos que nuestras Escrituras son bastante renuentes en hablar de exorcismos y en presentar a Jesús como un exorcista más. Pero, cuando Marcos escribe su evangelio en Roma, como ya hemos explicado, la medicina se abría paso muy trabajosamente entre multitud de magos, exorcistas, sanadores y brujos que les disputaban su magro poder de curación y, de cualquier manera, había que presentar a Jesús como quien estaba muy por encima de todos los poderes de este mundo, verdaderos o fabulosos.

De todos modos donde era muy difícil recurrir a explicaciones más científicas era en las enfermedades mentales, sin aparentes orígenes orgánicos. Ciertos tipos de locura no tenían posible explicación médica ni siquiera para Galeno: algunos tipos de epilepsia, histeria, esquizofrenia. Allí no había duda de que se trataba de espíritus, aún para los médicos hipocráticos. (A quien le interesen estos temas puede recurrir a la voluminosa tesis de Michel Foucault , Historia de la locura en la época clásica . De paso quedará bien citando al famoso autor de Las palabras y las cosas , estructuralista, precursor del postmodernismo, muerto en 1986.)

El exorcismo era practicado incluso entre los judíos. Los fariseos parecen haber sido especialmente duchos en estos menesteres. Flavio Josefo relata un exorcismo hecho en nombre de Salomón. Salomón, para los judíos, era el paradigma de la sabiduría, de tal manera que en esto no estaban tan lejos de la medicina científica: por lo menos no recurrían a otros demonios o divinidades. Solo al Dios único o a sus servidores.

El evangelio de San Juan, en cambio, jamás presenta a Jesús haciendo exorcismos. Ni las epístolas se refieren a ellos. Solo lo muestran, de vez en cuando, actuando como tal los sinópticos , que escriben para ambientes muy paganos, muy supersticiosos y para mostrar así -como hemos dicho- el señorío total de Jesús sobre toda clase de mal. A veces, como Marcos, con un cierto toque de humor, como burlándose de estas acciones. El toque de humor de Marcos en el pasaje de hoy es, entre otras cosas, que pocos versículos antes -el 18-, los discípulos han intentado expulsar a un espíritu mudo, un enfermo de epilepsia, y no han podido. En nuestro evangelio de hoy lo hace ¡un cualquiera! simplemente invocando el nombre de Jesús.

En fin. Marcos, como hemos afirmado varias veces estos domingos, en su evangelio, recoge la historia y los dichos de Jesús muy desde la perspectiva de su comunidad romana de después del incendio de Roma y la persecución de Nerón. La lectura de hoy es un pasaje que sigue inmediatamente a la del domingo pasado, que hacía referencia a la comunidad dividida, a la discusión sobre quién era el más grande o el más importante en la iglesia romana. Es en continuidad a esa temática que hay que entender lo de hoy.

Pocos y todo como eran, en medio de esa Roma superpoblada, llena de ignorancia religiosa y, en parte, hostil, todavía se permitían los cristianos el lujo de estar divididos entre fundadores y recién llegados, judaizantes y helenistas, partidarios de Pablo o de Pedro...

Las divisiones y celos mutuos gastaban inútilmente energías, dispersaba esfuerzos, creaba mala imagen en los de afuera: "¿Cómo? ¿Los católicos también están divididos? Entonces ¿qué nos queda?".

Y Marcos, para seguir poniendo remedio a esos celos y divisiones recuerda en su evangelio este ejemplo extremo: un mago, un 'chanta' cualquiera que, para sus curaciones mágicas, utiliza el nombre de Jesús ¡con éxito! Es una bofetada para las divisiones de su iglesia romana. 'Ni siquiera con ese debemos pelearnos', les dice a sus discípulos, mucho menos entre nosotros que compartimos lo fundamental de la fe, aunque podamos tener alguna divergencia en las formas, en puntos de vista que no tocan el fondo del asunto.

Marcos es vivo: todas las palabras que manuscribe están pensadas. Y adrede, lo hace quedar bien mal a Juan. Pone en su boca: " A uno que expulsaba demonios en tu nombre, tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros" . No dice ' no es de los tuyos '; no: ¡" no es de los nuestros !" ¡Vamos Juan! ¡Vamos Pedro! Ahora resulta que la Iglesia es tuya, es de Vds., es la del cardenal tal, del fundador cual, del teólogo fulano, del superlaico mengano, de esta o aquella aparición... ¡Ea! La Iglesia es de Cristo, es de Jesús, y está abierta para todos los que quieran seguirle y aceptar su doctrina. Vos no podés contener la Iglesia en el molde de tus propias preferencias litúrgicas, o tus apariciones, o tu grupo, o tu movimiento. Jesús se hace todo a todos, y tiene (¡de sobra!) tanto para los eruditos y los sabios como para los ignorantes; para los pobres  y los ricos; para los que tienen buen gusto y los que lo tienen malo; para los que compran imágenes e íconos en las galerías de arte y los que las adquieren de plástico fosforescente en las santerías de Luján; tanto para los que les gusta pensar como para los que necesitan milagros y revelaciones...

Con tus actitudes selladas lo único que hacés es cerrar las puertas a los que Jesús quiere llamar, los alejás de Él... Para empezar -dice Marcos- basta un gesto de buena voluntad, que Lo nombre, que no hable mal de Él, que no esté contra nosotros, que se aproxime con esperanzas aún supersticiosas, que haga un mínimo gesto de buena voluntad, que nos alcance un vaso de agua...

Y, si Vds. -sigue diciendo Marcos- con sus posturas recalcitrantes, con su orgullo o con su mal ejemplo llegan a ser obstáculo, trampa, -eso quiere decir 'escándalo' en griego- para que esos pobres y pequeños que comienzan a acercarse se alejen de Jesús, mas les valiera... la piedra de molino.

Y fíjense que no habla Jesús de aquellos que, enemigos de la Iglesia, pervertidos y pervertidores, arruinan la mente de las masas, sobre todo de los menos preparados y, malignamente, de los pequeños y los jóvenes. De esos corruptores Jesús aquí no habla. ¡Mejor ni pensar lo que les reserva! Pero Marcos ahora está preocupado por todos aquellos dignos de lástima, desorientados, arrastrados por la idolatría y la inconducta que, en su querida Roma, podrían acercarse a los católicos si entre estos no hubiera tantos obtusos, tantos aparatos, tantos que, con sus actitudes poco cristianas, no ahuyentaran, fueran obstáculo, escandalizaran, a aquellos por los cuales murió el Señor.

Porque claro, una vez que sos cristiano, que te hacés discípulo del Señor, ¡allí sí que tenés que agarrarte fuerte! Toda la tolerancia de Marcos va hacia los de afuera, hacia los que quieren entrar, hacia aquellos a los que aún no ha llegado el evangelio, los que comienzan a creer, los que no están contra nosotros. Pero de ninguna manera hacia los de adentro. Allí sí: "tolerancia cero" ¡No vayas a escandalizar, a cerrar la puerta de los que quieren entrar! Que por tu culpa, mediocre cristiano, mal sacerdote, pésimo obispo, no se dé motivo a críticas a la Iglesia de Cristo. Una vez cristiano, cristiano entero.

Para hablar de las sociedades, era archiconocida la metáfora del cuerpo -todavía hoy hablamos del ' cuerpo social'-. San Pablo la utiliza refiriéndose al cuerpo de la Iglesia, de la sociedad de los cristianos, cuya cabeza es Cristo.

Aquí la reutiliza Marcos para señalar las acciones quirúrgicas que son necesarias en la Iglesia para mantenerla visiblemente santa, sobre todo en sus discípulos cercanos, en la gente de parroquia, en los apóstoles, en los sacerdotes, en los obispos. Si son ocasión de escándalo, de perversión, -recuerda Marcos- ¡córtalos! Esa expulsión, excomunión, de los miembros indignos de la cual habla Pablo a los Corintios. Esa severidad hacia adentro que es necesaria para que la santidad de la Iglesia atraiga a los de afuera.

Si no sos capaz de mantener en tu conducta un mínimo de decoro cristiano, de coherencia con tu profesión de católico, mejor no te proclames tal... y no hablés de la incomprensión de la Iglesia, de que lo mismo tenés tantas tantas ganas de comulgar, de que la Iglesia ha de ser misericordiosa, moderna, comprensiva... Todo aquel que sea miembro desdoroso, pecador que no se convierte o no lo reconoce, cristiano que se crea con derecho a interpretar como quiere la enseñanza de Cristo y de su Iglesia, y lo mismo pretende mantenerse -sin ya pertenecer verdaderamente a Ella- dentro de la comunidad cristiana, miembro de su cuerpo, escandalizando, siendo obstáculo al ingreso de los pequeños al Reino de Dios, a la Vida, ha de ser -precisamente por misericordia a éstos- cortado, arrancado, llevado afuera. Allí, otra vez, él mismo podrá encontrar misericordia, convertirse y regresar. Eso nos dice Marcos.

Es verdad que esta alegoría del cuerpo cuyos miembros enfermos hay que podar, a veces es leída como si se tratara solo de situaciones personales. A ello quizá ha contribuido una interpretación medio puritana que, de los pecados, hace el Talmud babilónico, que conecta respectivamente cuatro escándalos con un pecado sexual específico: 1- escandalizar a los pequeños : el abuso infantil, la pedofilia; 2- lo referido a la mano : la autosatisfacción; 3- lo de las piernas : el adulterio; 4- lo de los ojos , las miradas lascivas. Sin duda que algo de ello podría haber, lejanamente, en nuestro pasaje, aunque no parece estar muy en la prédica de Cristo el reducir, como hacen algunos, toda su ética a lo sexual.

Sin más que tiene que ver -aunque Marcos no insista en ello- con esa ascesis que debe llevar a todo cristiano a prescindir de ciertas cosas que inevitablemente tiende a usar mal. Esas 'ocasiones próximas' que prometemos en nuestro acto de contrición siempre evitar y no evitamos. Esa televisión que ya sabemos que no podemos controlar y que mejor sería la arrojáramos por la ventana. Esas compañías o esos socios o 'amigos' que, por más que decimos que son buenos tipos, también inevitablemente nos llevan a conversaciones, diversiones, incluso negocios poco señoriales. Esas circunstancias que tienen que ver con nuestro noviazgo, con nuestros estudios, con nuestras responsabilidades de trabajo y que sabemos que, si no cortamos por lo sano, nos impedirán proceder como cristianos caballeros. Todo ello hay que cortarlo, arrancarlo. No lo podemos manejar.

Pero, en fin, las citas de Cristo que hoy Marcos nos ha alcanzado están entretejidas, sobre todo, para llevarnos al sentido de nuestra responsabilidad de cristianos, nuestra apertura de amor, comprensión y servicio a los de afuera: pobre gente extraviada, jóvenes y grandes engañados que, si les mostráramos, en nosotros mismos, un cristianismo que valiera la pena, a lo mejor hallarían a Cristo.

A eso pues, nos exhorta Marcos en el evangelio de hoy: celo por la Iglesia, por la pureza de su liturgia, por el testimonio de su amor, por el brillo de su santidad, que, antes que a nadie, ha de llevarnos a cada uno a meditar, a la sombra de la piedra de moler, si realmente, a través de nuestro testimonio, de nuestra vida, de nuestros actos y palabras, somos obstáculo a la fe de los demás o, por el poder del nombre de Jesús, discípulos suyos que somos, hacemos atractivo su mensaje. Así Él nos lo conceda.

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