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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1994. Ciclo B

27º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según San Marcos  10, 2-16
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?» El les respondió: «¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?» Ellos dijeron: «Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella» Entonces Jesús les respondió: «Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido» Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. El les dijo: «El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio» Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: «Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él» Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

Sermón

          Es sabido que en los organismos diploides, como el hombre y la mayoría de los animales y plantas, el cariotipo o genotipo se forma por la conjunción de parejas de cromosomas homólogos, aportadas por partes iguales por los gametos de uno y otro progenitor. Precisamente una de estas parejas está formada por los cromosomas sexuales: uno, llamado X , de mayor tamaño que el otro llamado Y . De la combinación de dos cromosomas X surgen en el ser humano y muchas especies animales, las hembras. De la combinación de un cromosoma Y y de uno X resultan los varones. Es por eso que de las mujeres siempre surgen gametos X en cambio de los varones un cincuenta por ciento de éstos y otro tanto de Y , siendo por lo tanto el varón quien determina el sexo del hijo, según llegue primero al gameto femenino, al óvulo, un gameto X o uno Y . Una vez fecundado el óvulo y producido el embrión, todas las células reproducidas llevarán el mismo mensaje genético, de tal manera que todas y cada una de las células de cualquiera de sus tejidos, tanto del varón como de la mujer están marcados por esta diferencia: respectivamente XY o XX . Sea cual fuera, pues, nuestra apariencia exterior, fenotípica, el sexo está perfectamente determinado como varón o mujer en lo más íntimo de cada una de los componentes elementales de nuestro organismo. Eso no lo puede cambiar ninguna operación.

No es extraño, pues, que la sexualidad en este sentido sea algo que marca la totalidad del ser humano, desde los caracteres primarios, propios de la reproducción, hasta los secundarios: distribución de pelo y de grasas, metabolismo, talla, volumen del cuerpo. Más todavía: entre los animales, determina distintas conductas etológicas y, sin lugar a dudas, diferentes psicologías entre los hombres.

Aparte las determinaciones más o menos artificiales que puedan imponer las diversas culturas al papel que en sociedad juegan uno y otro sexo, pocos discuten hoy en día que un cierto tipo de psique, de sensibilidad, define a lo masculino y otro a lo femenino. El mayor desarrollo, respectivamente, de uno u otro hemisferio cerebral; el acto efímero del varón sin efectos en su corporeidad, en cambio el efecto profundo en la mujer: la gravidez; la estructura corporal más potente del hombre, que lo prepara para espacios amplios, trabajo rudo y obstáculos difíciles; la más delicada de la mujer, preparada para espacios más íntimos, trabajos más delicados y adaptaciones más sensibles. La mente más previsora del varón, avizorando metas, estableciendo conexiones, analizando, conceptualizando, tratando de dominar las cosas; los sentidos de la mujer, más alertas hacia lo vivo, hacia las personas, hacia lo que favorece la vida y le da sentido inmediato y belleza; no tan analítica pero no por ello menos inteligente, con otro tipo de inteligencia, más intuitivo, sensible, imaginativo, siempre implicándose en los otros compasivamente, entablando relaciones tipo "nosotros" y por eso, virtud o defecto, costándole la abstracción, la objetivación. Por eso mismo es mucho más vulnerable, mucho más fácilmente herible, circunstancia que se encuentra, como dice Erich Fromm , prefigurada ya en su estructura corporal: porque la desfloración, la menstruación y el parto son de alguna manera heridas.

Es verdad que las características psíquicas apuntadas no son exclusivas y que, en lo que tienen de valiosas, ninguna mujer carece del todo de lo masculino y ningún varón de lo femenino. Pero, es evidente que, más allá de las pautas que puedan inducir las diversas culturas, por más que no sea tan fácil definirlo, existe un prototipo natural varón y otro mujer . Y digamos que lo ideal, en el caso de una evolución normal y sana, es que se den dos tipos claramente diferenciados de la especie humana: el masculino y el femenino.

Algunos han intentado buscar el origen de esta diferenciación en la metafísica: lo masculino sería reflejo de la esencia, lo femenino de la existencia. Otros en lo teológico: que el ser humano se defina siempre en sus individuos por su relación al otro sexo, se fundamenta en la relacionalidad básica que constituye la multipersonalidad divina, su propio nosotros trinitario.

Pero quedémonos simplemente con lo obvio, en la constatación de que así es el hombre: varón y mujer; y que poco se entiende del individuo humano si no es en referencia a otros humanos y en particular a humanos del otro sexo.

Tal lo refleja la reflexión mítica que nos habla de la mujer como una parte del varón, su costilla, su costado. Mito, que contrariamente a lo que se piensa, vehiculiza un mensaje diverso al del andrógino del Banquete de Platón . Porque hablando del amor que sienten los seres humanos entre sí Platón también habla de una unidad primitiva, pero ésta estaba constituida no solo por los andróginos, mitad viriles, mitad femíneos, sino también por seres pares que podían ser o doblemente varones o doblemente mujeres. Las tres categorías con cuatro brazos, cuatro piernas, dos rostros, etc. Así poderosos como eran intentan conquistar el cielo y por ello, castigados por Zeus, son divididos en dos por Apolo que, entonces, les estira la piel como un cirujano estético moderno y, reuniéndosela hacia el vientre, la ata con un cordel como si fuera una bolsa, quedando en el medio el agujero llamado ombligo...

Pero es claro, cada mitad buscará desde entonces unirse a una mitad semejante a la perdida. Las partes divididas del andrógino, del mixto, buscarán a las del sexo opuesto, pero las de las puras mujeres y puros varones, sentirán atracción por las del mismo. Pero Platón está muy lejos de defender este tipo de atracciones. Porque el mito lo relata en broma como una parodia que hace uno de los personajes del diálogo, Aristófanes , justamente para burlarse de estas torpes afinidades. Y como Vds. saben Aristófanes fué uno de los grandes comediógrafos de la antigüedad y uno de los objetos constantes de sus burlas son precisamente estos tristes personajes. Contrariamente a lo que señalan diversas asociaciones homosexuales, en la litératura helénica se ve muy bien la repugnancia y el desprecio algo risueño que los griegos tenían respecto a tan deleznables actividades.

Lo cierto es que nada de ésto refleja el mito adámico escuchado en la primera lectura. El ser humano, afirma -cuando se hace desfilar frente a él a los animales-, no logra su identidad simplemente por integración o diferencia con lo zoológico, no rompe su soledad frente a la bestia: le pone nombre, la domina, la coloca a su servicio, se enseñorea del reino animal, pero no halla allí " ayuda adecuada ". El hombre se define en relación al sexo opuesto " ésto si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne ". Los dos llamados a integrarse en la unidad de una sola carne, en el sentido bíblico de una sola persona, de un solo 'nosotros'.

Porque en el hombre, la atracción puramente venérea, genesíaca, no es sino la parte más externa y mecánica de esa unificación complementaria a la cual tienden el varón y la mujer. " Una sola carne " es mucho más que el acto mediante el cual se da posibilidad de aproximarse a los gametos de uno y otro sexo para propagar la especie. Mucho más que la atracción biológica que busca instintivamente el placer. Porque detrás de esa atracción hay siempre un ser humano, una persona, un apetito de infinito, una insaciabilidad radical. Sin otra cosa que el placer, el gozo y el deseo se apagan y, a la postre, cada escuálido protagonista ha de retornar a su propia soledad. En el hombre la sexualidad está abierta y tensionada por la relación personal y personificante. Es por eso que el deseo y el placer en el hombre no tienen significado humano sino en cuanto que son medio para el mutuo descubrimiento de dos personas en el amor. Si el deseo no es capaz de encontrar a la persona, el placer no sacia; y si busca saciarse en su propio plano, lo único que podrá hacer es intentar formas distintas de placer, cada vez más sofisticadas, y a la larga más inhumanas y destructivas.

De allí que el placer ha de ser lugar de encuentro, no fin. Cuando el deseo busca solo el placer es asesinado como deseo humano. En vez de ser lugar de mediación, de enlace personal, la búsqueda del puro placer fija al individuo sobre si mismo y convierte al otro en mero objeto. Y así también asesina al otro. Narciso se goza en su reflejo en la superficie mutable de las aguas, pero cualquier brisa que la enturbie lo deja sin compañía. Signo de que el deseo no ha quedado cerrado en el placer, sino que ha superado al narcisismo siempre amenazante, son precisamente los hijos.

Porque la sexualidad humana, por su irreductible insaciabilidad, ha de realizarse, para encontrar sentido y verdadero gozo, en la ternura del amor y la amistad, de la entrega permanente y definitiva. De allí que también desea, o al menos está abierta, al hijo, que ocupa el puesto de lo que se fuga, de lo que pasa, del placer efímero dado y recibido, como un intento para vencer la evanescencia, para perpetuar la unión, para hacer permanente y definitiva la donación, la coincidencia.

Fuera de este marco de entrega personal y fecundidad, el sexo siempre es degradado a niveles extenuados, infrahumanos, ajenos a su primigenia dignidad.

No se diga nada cuando, aberrantemente, se usa a la manera que jocosa y despectivamente describe Aristófanes en sus comedias y en el Banquete de Platón.

En estos tiempos impúdicos en que las lacras se muestran como virtudes y lo anormal como normal y, bajo el rótulo de los derechos humanos, se exige libertad al vicio e impunidad al crimen y, por búsqueda de rating o maligno propósito de perversión, se defienden públicamente las relaciones homosexuales, será bueno recordar -junto a nuestro Arzobispo- que la doctrina permanente de la Iglesia, ya explícitamente señalada por la Sagrada Escritura tanto en el antiguo como en el nuevo testamento, es que dichas actividades son nefandas, inhumanas, aberrantes. Desde Sodoma y Gomorra hasta la descripción del paganismo que hace San Pablo , la homosexualidad es denostada como ejemplo típico de la ceguera, el exceso y la contranaturalidad en que puede caer la humanidad cuando se aleja de Dios y del sentido común. " No se hagan ilusiones -dice San Pablo a los Corintios- ni los inmorales, ni los idólatras, ni los afeminados, ni los pederastas, ni los avaros, ni los ladrones, ni los bebedores, ni los difamadores, ni los usurpadores herederán el Reino de los Cielos ". Y de los paganos dice: " y tanto desconocieron a Dios que, extraviados fueron entregados a la impureza que deshonraba su propios cuerpos... y cayeron en pasiones vergonzosas, sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Los hombres, dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en si mismos la retribución merecida por su extravío ..." y eso que en aquella época no se conocía el SIDA y termina: " y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen ."

Ya sabemos que estas inclinaciones no son siempre culpables. Malformaciones genéticas, factores hereditarios, ambos difícilmente controlables, o tendencias adquiridas durante la niñez, de origen psíquico, pasibles de ser tratadas por un buen psicoterapeuta, son muchísimas veces condicionantes tristísimos de la condición homosexual. En la medida en que estos enfermos quieran curarse o controlarse y no sean peligrosos para terceros, hay que ayudarlos cristianamente a llevar su cruz e integrarlos con sus talentos en la sociedad. Pero lo que de ninguna manera es permisible y tolerable es que públicamente defiendan sus desviadas proclividades y su libre ejercicio y, menos, el que intenten pervertir a su prójimo.

Esta es pues la educación sexual que ha dado y dará siempre la Iglesia. Educación no represiva, sino liberadora, custodia del señorío del hombre sobre si mismo, de la santidad del sexo y de su auténtica posibilidad de dar felicidad, siendo signo de verdadero amor.

La genitalidad del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, varón y mujer, solo puede realizarse humanamente en su marco pleno que es el matrimonio. Todo lo demás es inferior, abusivo, triste, inhumano, y por lo tanto, no saciante, no perfeccionante, no dador de verdadero gozo.

Así, hoy, hablando del matrimonio, nos lo recuerda, para nuestro bien, compasivamente, pero sin ninguna concesión, Cristo, Nuestro Señor.

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