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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1972. Ciclo A

28º Domingo durante el año
Día de la madre. 15 Octubre 1972

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo: Jesús habló otra vez en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero éstos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: "Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: venid a las bodas".Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio; y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron. Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores:"El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salid a los cruces de los caminos e invitad a todos los que encontréis". Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados. Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta."Amigo -le dijo-, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?" El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: "Atadlo de pies y mano, y arrojadlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes". Porque muchos son llamados, pero pocos elegidos».

Sermón

No hace muchos meses –y Vds. recordarán haberla visto- la publicidad de una marca de cigarrillos pegoteó por las calles un afiche que es todo un símbolo de la época en que vivimos. De un enorme atado abierto de cigarrillos, con la correspondiente marca bien visible, en lugar de salir un haz de éstos, salía un haz de atractivas señoritas. Una mano gigante se disponía a fumarse a una de ellas.

Yo me pregunto qué extraña incoherencia lleva a la misma sociedad que ha transformado a la mujer en un artículo de consumo y en trofeo de caza del machismo escuálido de la falsa virilidad a no dejar mes sin inaugurar una placa o un monumento a la madre.



Monumento a la madre, Zapala

Compensación subconsciente, quizá, protegida por edípicos complejos, compensación de tango adocenado, de la vergonzosa explotación a la que hoy es sometida la mujer por los mercaderes del sexo.

Cuando el regalo es grande hasta el zonzo desconfía”. Ante el regalo inesperado o desmedido, ante una cordialidad inopinada o excesiva ¿quién no adivina el próximo pechazo o la ingrata noticia o la cola de paja?

Y, cuánto menos sólido es un sentimiento, o, quizá, mejor, cuanto más sentimental –y, por lo tanto, superficial e inconsistente- es una actitud, más necesita rodearse de grandes palabras, de gestos espectaculares, de fugaz apasionamiento para hacerse valer.

En épocas en que el sacro mandato de ‘honrar a la madre' era el cotidiano tributo de un austero y auténtico amor filial, y cuando la novia y la mujer eran ‘mi señora' y ‘mi dama' y no el instrumento a mano de mi egoísmo erótico o de mis afectos de inmaduro o de propagandas comerciales, nadie necesitó un día especial al año, señalado por el calendario de los negociantes, para ir con el paquetito en la mano hasta su madre; alojada o arrojada, a lo mejor, en uno de esos asilos pagos, hoy tan abundantes, donde de ellas nos desembarazamos.

Y no es extraño el que sean justamente las radios, canales y periódicos que más se destacan por su vulgaridad y chabacanería -y que normalmente más trivializan a la mujer- los que más alharaca sensiblera y lacrimógena fabrican en serie en estos días.

Pero ¡líbreme Dios de tener nada en contra del festejar el día de la madre! Aunque yo, a fuer de sincero, he de confesar que prefiero celebrar el cumpleaños o el santo de mamá, de mi madre real concreta y única –‘madre hay una sola'- que el de esta ‘madraza' general y difusa e igualitaria que hoy se venera.

Pienso, por otro lado, que no alcanzan todos los días del año para alabar los desvelos de una auténtica madre.

Pienso, también, que cada vez hay menos -y habrá en el próximo futuro menos aún- auténticas madres.

Porque para ser ‘mala madre', ‘mala hembra', no es necesario llegar al horror de la crónica negra de la mamá que arroja a su crio a las cloacas, o lo mata a bastonazos porque no la deja dormir.

Ni para ser buena madre basta comprar los mejores talcos, alimentos compensados y moiseses y exhibir el hijo orgullosa a los amigos.

¡Que hay muchos huérfanos en Buenos Aires aún con madre viva!

El parto no me hace madre si no cuido a mi hijo como corresponde, si no lo educo, si no lo guío en sus primeros pasos por el mundo hacia la eternidad, si no sé mantener una conducta justa -reprenderlos cuando corresponde, no descargar sobre ellos mi cansancio o mi ira cuando no corresponde-, ni si no sé renunciar a mis diversiones, incluso a mi descanso, para mejor conocerlos y ayudarlos, para escucharles, para hablarles, para rezar por ellos y con ellos. ¡Mil veces más madre la adoptiva que no lo llevó en su seno pero lo engendró a la vida en el cariño austero, en consejo sabio y en el balbuceo de las primeras oraciones!

Pero así hacen o han hecho seguramente las madres aquí presentes, porque vienen a Misa, porque son cristianas, porque su amor no es solo el instinto -el natural instinto que protege la especie y lleva a la leona a defender aún con su vida la incolumidad de sus cachorros-, sino el amor sereno del espíritu que, no en el brutal abrazo de la pasión egoísta sino en un acto santo de donación consciente, pidió a Dios el don de un hijo a quien llevar en su vientre y lo gestó en la esperanza trepidante y lo entregó como ofrenda en el bautismo, para que un día nazca para siempre como hijo de Dios a la eterna felicidad.

¡Sublime destino de la mujer cristiana! ¡Copón consagrado de semillas de eternidad!

Así como el sacerdote, cuando consagra, hace bajar al Salvador Crucificado al altar, así la mamá, en la concepción, hace descender a la tierra el alma que sale de las manos de Dios para la vida.

Como Dios pidió a María que le diese vida humana -manos para bendecir y consolar, pies con los cuales cansarse detrás de las ovejas extraviadas, ojos de acero y miel para clavarse en los tuyos y salvarte, cuerpo para sufrir en la Cruz y resucitar glorioso- así pide, a cada madre, arcilla, carne, para soplar en ella su hálito de vida y cooperar con El en la obra de la creación.

¡Que estupenda misión si así concibes, madre, tu maternidad!

Por eso, no a cualquier madre, sino a ti, madre de veras, madre cristiana, madre de muchos o de pocos hijos, -madre quizá de ninguno según la carne, porque Dios no te los dio o porque soltera o virgen consagrada, pero madre al fin porque como tal a todos alcanza tu caridad-; a ti, solo a ti, nuestro homenaje en este día.

Que María, madre de Jesús y madre de las madres, aliente y sublime tu maternidad.

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