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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1984. Ciclo A

33º Domingo durante el aÑo

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos es como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos, y uno solo al tercero, a cada uno según su capacidad; y después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos ganó otros dos, pero el que recibió uno solo hizo un pozo y enterró el dinero de su señor. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se adelantó y le presentó otros cinco. "Señor -le dijo-, me has confiado cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel -le dijo su señor-; ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: "Señor, me has confiado dos talentos: aquí están los otros dos que he ganado". "Está bien, servidor bueno y fiel, ya que respondiste fielmente en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de tu señor". Llegó luego el que había recibido un solo talento. "Señor -le dijo-, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!" Pero el señor le respondió: "Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado, y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quitadle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene se le dará y tendrá más, pero al que no tiene se le quitará aún lo que tiene. Echad afuera a las tinieblas, a este servidor inútil: allí habrá llanto y rechinar de dientes" ».
Sermón

“… y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda labor

Así termina el Génesis, el famoso relato en donde, simbólicamente, se presentan las relaciones que existen entre el universo y su Creador. Y muchos comentadores afirman que Dios, ahora, puede descansar porque, una vez establecido el cosmos en sus dimensiones fundamentales y aparecido el hombre, es éste -el ser humano- el que ha de continuar adelante su obra de la creación.

Por supuesto que esto es un antropomorfismo, pero algo de verdad hay. Dios no puede no seguir creando porque, sin su influjo, todo desaparecería en la nada. Pero es verdad, también, que su acción creadora que, en los estratos inferiores de ser y anteriores en el tiempo, utiliza los instrumentos o causalidades segundas de la física, la química, la biología, la evolución, en cuanto aparece el hombre ha de inscribirse misteriosamente en la eficiencia de la libertad, del ingenio y de la voluntad humanas.

El hombre es el que ha de cultivar, sembrar y hacer progresar el jardín del mundo. Dios ya no prescindirá más en su obra creadora de la acción humana, y el hombre toma sobre sus espaldas la responsabilidad de llevar adelante la tarea divina, la labor creadora, y Dios, hasta tal punto lo toma en serio, le cede este privilegio, que, incluso, permite sus errores, extravíos y pecados. Y aún si tiene que intervenir en la historia, trata de hacerlo siempre por medios naturales y humanos -limita los milagros a lo mínimo- y habla y actúa por medios de hombres -los profetas, los caudillos, los reyes- y gusta de usar el pensamiento, los amores, las acciones y la cultura de los humanos.

Sí: Dios ‘descansa', porque David guerrea, Salomón gobierna, Isaías arenga, Amós amenaza, llora Jeremías. E incluso Dios ‘descansa' porque Nabucodonosor castiga y Ciro libera.

Y algo de esto dice nuestro evangelio de hoy “Y el Señor se ausentó” (‘kaì epedémesen'). Ya ha repartido sus talentos, ahora ‘se va'. Corre por nuestra cuenta hacerlos trabajar.

Porque cada hombre que nace a la vida adulta es depositario no solo de miles y millones de años de evolución del cosmos y la vida recibidos en su código genético, sino de miles de años de historia y dolor humanos que han llegado a nosotros en forma de cultura, de estructuras sociales, de ciencia, de técnica, de riquezas, unos más, otros menos, y todo mezclado con muchos errores y deformaciones, pero herederos, sin duda, de realizaciones que nosotros no fabricamos: ‘talentos recibidos'.

¿Y qué decir de lo que hemos recogido directamente de nuestras familias, de nuestras circunstancias? Y nosotros, argentinos, herederos privilegiados de Grecia, de Roma, de España, de la cultura occidental, de la ciencia moderna, de un territorio privilegiado, que incluso nos hemos permitido mutilar y regalar… Talentos. Pero talentos no para devorar, para gozar, para exprimir y secar. Ni siquiera para guardar y enterrar, sino para hacer crecer y multiplicar.

Todo lo contrario de lo que se viene haciendo desde hace cuarenta años.

Pero no nos metamos en política: pensemos en cada uno: desde lo que recibí y no es mérito mío, sino talento entregado por Dios -lo que me dieron mis padre y mis maestros y mis libros, lo que me dieron los genes, lo que me dieron las circunstancias sociales-. Desde eso que recibí –sin mérito de mi parte- mucho o poco, ¿cuánto hice fructificar? O quizá simplemente me conformé y apenas lo conservé, contento, porque mi punto de partida era más alto que el punto de llegada de tantos otros. O, a lo mejor, porque recibí poco y me creí incapaz de hacer ni de dar nada, me quedé en mi rincón, estéril.

¿No es gran tentación acaso? Porque no somos presidentes, ni senadores, ni generales, ni directores de diarios ni de televisión, porque no tenemos bancos ni sindicatos, entonces nos parece que no podemos hacer nada, nos excusamos de actuar y de luchar, decimos “nada puedo hacer”, “nada puedo cambiar”.

Pero Dios no te pide más de lo que puedas dar. Un talento al menos tendrás. Y siempre podrás ayudar y cambiar al que está a tu lado, iluminar a tu familia y, si no, cambiar al menos vos. Algo siempre se puede hacer.

Pero quizá donde las responsabilidades respecto de nuestros talentos se hagan mayores es en lo que respecta a nuestra condición de cristianos, de Hijos de la luz, de portadores de la antorcha y de la llama.

Porque tampoco aquí Dios gusta trabajar con milagros. Si así fuera no hubiera dejado a su Iglesia, a sus apóstoles. No, también aquí El ‘se ausentó' –epedémesen-. Él ha puesto su palabra, su obra de salvación, en manos de los hombres; en las nuestras. Si el que está a mi lado ignora a Cristo, si Dios no puede hablarle ni acercarse a Él, es porque yo no le presto mi boca al Señor, ni mis actos, ni mi vida. Cristo no habla habitualmente a los hombres por telepatía, por medio de apariciones o visiones. Si la Iglesia, si nosotros, no damos testimonio de Él, Él no puede actuar.

Es nuestra tarea, nuestro ejemplo, nuestra palabra, -los sacramentos que administramos- lo que hace presente a Cristo entre los hombres. Dios no llega a los seres humanos sino por medio de nuestra voz y nuestras letras, de nuestras actitudes y nuestras batallas, de nuestros amores y de nuestras santas iras. Si yo no me planto frente al mal, Dios no me va a mandar a un ángel para que lo haga en mi lugar, porque precisamente a mí me confío esa misión. Yo soy el enviado, yo soy la intervención de Dios, ¡o su tumba o su mordaza…! Si Dios calla es porque tú callas. Si ni Dios ni Cristo intervienen en la Argentina es porque tú no intervienes. Si a Dios lo arrinconan y expulsan, es porque vos te dejas atropellar, si Dios muere es porque vos estás muerto.

Y nadie se excuse, ya tengas cinco, ya tengas dos ya tengas un solo talento.

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