Sermones de NAVIDAD

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

Nochebuena (noche)
Navidad (aurora)
Navidad (día)
2º Domingo después de Navidad
Sermones del Prólogo al Evangelio de San Juan

1990. Ciclo a

2º DOMINGO DESPUÉS DE NAVIDAD
PrÓlogo al evangelio de San Juan

Lectura del santo Evangelio según san Juan 1, 1-18
Al principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio del Verbo y sin él no se hizo nada de todo lo que existe. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibie­ron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. El Verbo era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. El estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron. Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: «Éste es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo.» De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

SERMÓN

Desde el pesebre donde duerme el niño arrullado por su madre, vigilados ambos por José, Juan , hoy, en el prólogo de su evangelio, intenta formularnos el significado hondo de lo sucedido. Y así como nosotros, para explicar cualquier cosa, no tenemos más remedio que utilizar el vocabulario del cual disponemos -el de la cultura de nuestra época, de nuestro idioma, de nuestros propios conocimientos- así Juan utiliza el vocabulario y los símbolos que le son comunes con sus connacionales los judíos, cuyo lenguaje y categorías se abrevan, sobre todo, en el mundo cultural de la Biblia, en la lectura asidua y continua de la Sagrada Escritura. Por eso es tan importante que los cristianos lean el Antiguo Testamento: no tanto para encontrar allí enseñanzas -casi todas superadas por el Nuevo-, sino porque es con la mentalidad y vocablos de ese mundo judío como escribirán los autores apostólicos el mensaje nuevo de Cristo.

Francisco Ribalta,1565 - 1628

 

Esto aparece claro en nuestro evangelio de hoy. Si nosotros intentamos entender lo escuchado a partir de nuestro lenguaje argentino o de un diccionario español ¿qué podrá decirnos el vocablo 'verbo' o 'palabra' ?

Es solamente recorriendo el Antiguo Testamento y dándonos cuenta del papel de este concepto Palabra en la mentalidad bíblica, cómo podemos comprender el significado de las frases pausadas, solemnes, de este Prólogo del evangelio de San Juan.

La ‘Palabra de Dios' es una noción, casi un personaje, por lo menos una personificación, bien conocida en la Biblia. Y no ya como entre nosotros, cuando decimos en Misa 'palabra de Dios' al finalizar las lecturas, que entendemos es una comunicación de ideas divinas, una enseñanza. No, la ‘Palabra de Dios' en el AT es también una fuerza, una energía. Cuando dice por ejemplo que ‘la palabra del Señor' fue comunicada a un profeta, no se refiere sólo a un mensaje que éste hubiera recibido, sino al impulso que le llevaba a dejar todo lo que tenia para llevar esa palabra a los hombres. Y Palabra no solo ‘concepto', ‘idea', no solo ‘fuerza', ‘impulso', sino también palabra ‘vivificadora', `'sanante' o palabra ‘luz' o palabra ‘camino'.

Pero quizá su función más importante en el AT era la de palabra ‘creadora'. " Por la palabra de Dios fueron establecidos los cielos " dice el salmo 33.

Y Salomón encabeza su oración del capitulo 9 del libro de la Sabiduría con la frase " Oh Dios de mis padres... que hiciste todas las cosas por tu palabra ".

Y detrás de estas frases, también majestuosa, solemnemente, las primeras frases del Génesis: " y dijo Dios, hágase… y las cosas fueron hechas ".

Es indudable que de esta palabra creadora, poderosa, transformadora, sanante, iluminadora, nos quiere hoy hablar en su Prólogo Juan, tanto más que, por su idéntico comienzo y temática fundamental con el prólogo del Génesis, nos quiere hacer recordar, precisamente, el tema de la Creación.

Que de ello se trata. De la creación. Una creación incompleta, que, en el concepto bíblico debía ser completada, trabajada por el hombre.

En el último día Dios descansaba en el hombre . Éste era el que debía ahora trabajar la tierra, trabajarse a si mismo, construir la historia. Pero no era que Dios dejaría de actuar, es que ahora actuaba de otra manera, respetando la libertad del ser humano. Y esa Palabra todopoderosa, creadora y conservadora de todo lo creado, frente al hombre, frente a su libertad, se transformaba entonces en Palabra interpeladora, en diálogo, en consejo, en luz; a la cual el hombre debía responder libremente para seguir creciendo.

Y esa Palabra creadora, que ahora se entrega a los hombres dialógicamente, no solo llegaba a ellos por medio de los acontecimientos y de los profetas sino, sobretodo por medio de la Ley, el camino sabio, la luz, la sabiduría, los mandamientos. La ley por medio de la cual el hombre, construyendo su existencia de acuerdo a ella, debía perfeccionar su vida y la historia.

Porque la Ley es, para el Antiguo Testamento, la Palabra de Dios por excelencia. " La palabra del Señor es luz " dice el salmo 119 refiriéndose a la Ley, a la Tora y, también, " es fuente de vida. "

Y todos sabemos perfectamente cómo la Ley, concentrada en el Decálogo, del AT, -resumen magnifico de ética humana- si fuera respetada llevaría otra vez luz y vida a esta humanidad que, habiendo renegado de Dios y de su Ley, e inventado las suyas propias, nos ha precipitado en el caos moral y, como consecuencia, político y económico, en el cual se debate hoy gran parte del mundo.

Sin la Ley de Dios, sin respeto a su Palabra creadora y luminosa, el, hombre jamás podrá construirse a si mismo, ni siquiera para este mundo.

Pero el evangelio de hoy, la Navidad, muestran de Dios un proyecto mucho más ambicioso que el del Génesis, mucho más audaz que el de la construcción de este mundo y la historia de los hombres. La aspiración de Dios no se detiene ahora en el proponer un camino moral de perfección y felicidad para esta tierra; no se conforma solo con la posibilidad de la construcción de un mundo mejor, de progreso, de conquistas técnicas, de justicia social. Eso pertenecerá para siempre al esquema honesto pero limitado, finito y, al fin al cabo, perecedero, transitorio, del pensamiento judío, del antiguo testamento.

Dios, ahora, quiere emprender para el hombre una construcción, una edificación, una creación definitiva y trascendente. Trascendente, digo, en el sentido preciso de la palabra, en cuanto ‘trasciende', supera, excede, sobrepasa el mundo de lo humano, las posibilidades del hombre y de toda su ciencia y de toda su técnica y de todas sus terapias y de todas sus revoluciones. Dios se propone ahora y nos propone a todos nosotros la meta de lo que a Él mismo le pertenece: el participar, compartir, su Vida divina.

Y, para ello, lo primero que hace es compartir Él, antes, nuestra vida humana. Y lo hace mediante su Palabra. Y la Palabra se hizo carne . Esa misma Palabra que preside la creación de la naturaleza y se ofrece al hombre en la Ley y los profetas para que el ser humano se haga autoconstructor de si mismo, esa Palabra que convive con el Padre desde la eternidad, enlazada con El en el abrazo del Espíritu Santo, se hace hombre en Jesús de Nazaret, el hijo de María. Y fuerza, ley y vida; impulso, luz y salud; energía, sendero y salvación; Jesús se constituirá en el modelo y ejecutor de la nueva creación, del nuevo génesis, que ahora Dios emprende con aquellos llamados a reengendrarse en Él, el hombre-Dios.

Ya no engendrados por la carne y por la sangre, por los esfuerzos de lo humano, por la moral del Antiguo Testamento, por la voluntad prometeica del hombre; sino engendrados por Dios. Porque, a los que creen en su nombre y siguen, ya no los dictados de una ley sino el ejemplo de su vida, les dio el poder, la gracia, de llegar a ser mucho más que hombres, nada menos que hijos de Dios.

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