Sermones de NAVIDAD

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

Nochebuena (noche)
Navidad (aurora)
Navidad (día)
2º Domingo después de Navidad
Sermones del Prólogo al Evangelio de San Juan

1976

Nochebuena 
24-XII-76 C
Carmelo

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 1-14
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:«¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!»

SERMÓN

¿Por qué será Señor que, después de todo este día de trabajo, con lo cansado que estoy, no puedo dormir? Uno tras otro han llegado a mi posada los que van a la feria, los que vienen al censo, los funcionarios de Herodes y los romanos. Nunca he ganado tanta plata. Aquí están, en el arcón, bajo mi lecho. Dracmas y óbolos áticos, sestercios y denarios romanos, minas, siclos y talentos… Sin embargo, no me duermo…
Y no es que tenga miedo a que me roben. Tres de mis mejores esclavos nubios guardan mi puerta.
Empero ¡esta zozobra!
¡También! ¡Qué gente fastidiosa! ¡Como si uno no pudiera elegir sus huéspedes! Hoy me han enloquecido: que ‘agua para los camellos’, que ‘forraje para los asnos y las mulas’, que ‘la dama se siente mal y no puede comer esto’, que aquel otro trata de irse sin pagar… ¡Demonches! Y todavía protestan si uno no recibe a los que tienen aspecto sospechoso o sus papeles no parecen en regla.
Y, si no ‑como si esto no fuera un negocio‑ vienen a pedir que uno los reciba gratis. ¿En qué mundo vivimos? ¿No saben acaso que este albergue lo he levantado casi solo con mis propias manos y cuando nadie pensaba que algún día, en este lugar, fuera a ser un buen negocio? Antes se burlaban; ahora vienen a pedirme. E, incluso, a exigirme.
¡Maldito sueño que no viene! Y eso que, con el frio que hace afuera da gusto estar entre estas mantas abrigadas y los pies pegados al ladrillo que calentó en el horno mi criado. ¡Qué frio que hace afuera! ¡Desdichados los que se han quedado a dormir al descampado!
¿Dónde habrá ido a parar esa pareja joven que…? ¡Diantres! ¿Será eso lo que no me deja dormir? Pero, ¡mirá vos un poco si es que tengo que estar preocupándome por cuanto problema ajeno se me cruce en el camino!
Sin embargo… ¿y si les nació el chico y está allí afuera con este frio en el campo? Pero ¡vaya uno a saber si me dijeron la verdad!, que ya estaba por dar a luz… ¡Con tal de conseguir lo que quieren estos galileos son capaces de mentir a su propia madre! Claro que él parecía hombre honesto y aspecto noble ¡y qué cara de cansado tenía! Habían caminado mucho, dijo, desde Nazaret. Pero ¡qué diablos! No tenía aspecto de poder pagar demasiado. ¡Al fin y al cabo no sé por qué me estoy mortificando por este tipo! ¡A dormir se ha dicho!
Y Ella. Entre la luz rusiente del sol que se iba y el platear de la luna que asomaba ¡qué callada me miraba desde su asno! ¡Ya se! ¡Esa mirada! Eso es lo que no me deja dormir.

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¡Apenas una niña! Y sí, ¡claro que estaba embarazada! y me miraba con sus ojazos tristes y yo hasta tuve ganas de decirles que pasaran… Pero ¡qué le voy a hacer! Yo también tengo que vivir y seguramente no me iban a pagar. Y ¡vaya uno a saber los problemas que íbamos a tener con el parto! ¡Bueno estaría tener que estar, además de hotelero, haciendo de comadrona…!
Ya se está enfriando el ladrillo y sigo sin dormirme. ¡Qué frío hace! No habrán podido ir muy lejos, ¡era tan tarde! ¿y si tuvo al niño? ¿Habrán encontrado abrigo?

¡Duérmete tranquilo, hotelero! ¡Quédate en tu lecho! ¡Descansa tus nervios! Que el Señor Dios ya nos ha nacido y no ha menester de tu posada.
Entre el buey y el asno encontró cobijo, ángeles cantando le recibieron, pastores vigilan que nada les falte. María y José velan su sueño.
¡Duerme alberguero, que mañana juntarás más denarios!
Duerme y sueña con tus negocios, con tus sirvientes, con tu futuro, con tus placeres. Por más que Jesús golpee a tus puertas no le escucharás. En medio de tus ruidos y tus distracciones no le oirás. Y si lo oyes no le abrirás. Y si ahora porque viste a sus padres pobres los rechazaste, hotelero ¿qué harás cuando desde el pesebre lo lleven un día y lo claven a la cuna horrenda de la cruz?
¡Adiós hotelero, duerme -si puedes- hotelero! ¡Vengan pastores, vengan los ángeles, vengan los humildes, vengan los simples, vengan los buenos! Dios ha nacido ya.
Bebe pequeño entre un buey y un asno, duerme en los brazos de la mamá.
¡Déjame María acunarlo sobre mi pecho! ¡Deja María que apoye Jesús su carita rosada muy cerca de mi corazón!

¡Feliz Navidad!

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