Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

2004 - Ciclo B

2º domingo de pascua

(GEP 18/04/04)

Lectura del santo Evangelio según san Juan    20, 19-31
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes» Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan» Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús Los otros discípulos le dijeron: «¡Hemos visto al Señor!» El les respondió: «Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré» Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: «¡La paz esté con ustedes!» Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos Acerca tu mano: Métela en mi costado En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe» Tomás respondió: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto ¡Felices los que creen sin haber visto!» Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre

SERMÓN

Hasta hace menos de un siglo toda la semana que hemos pasado después de Pascua, la octava, considerada una interrumpida continuación de ese Gran Domingo, era de precepto: había obligación de escuchar cotidianamente Misa. Cosa que todos los fieles hacían en medio del gozo festivo de la Pascua.

Doble alegría, en la antigüedad, porque no solo seguían resonando los alegres aleluyas del triunfo del Señor, -'estar hecho unas pascuas', era una expresión proverbial para decir que uno estaba feliz- sino porque la Vigilia Pascual solía ser día del bautismo por antonomasia. Y, mientras duró la costumbre de que el recién bautizado se vistiera con túnicas nuevas y blancas (albas) al salir de la pileta bautismal, era llamativo ver por las calles a los nuevos cristianos así vestidos durante toda esa semana y felicitados calurosamente por todos aquellos que los cruzaban. Ya este segundo domingo de la octava que, como la Vigilia Pascual, se celebraba el sábado a medianoche, los nuevos bautizados se reunían por última vez así compuestos, para, a partir de entonces, volver a usar ropa común. Esa asistencia a Misa todos vestidos de blanco es la que hizo llamar a este Domingo, 'Dominica in albis', Domingo 'de blanco'.

Si bien es cierto que el día de la entrega solemne del Credo -'traditio symboli'- a los que serían bautizados en Pascua era el domingo que, en nuestros días, llamamos de Ramos, cuando se recibía la unción de los catecúmenos y se leía el evangelio de la unción del Señor por la pecadora y su continuación con el ingreso a Jerusalén, este domingo 'in albis' -después del repaso intensivo de las verdades de la fe que representaba la Misa diaria de la octava con largas prédicas- el obispo hacía una explicación final y profunda de lo que significaba la fe y volvía a pedir la recitación del Credo. De allí que este evangelio de la profesión de fe de Tomás se lea siempre, desde hace por lo menos quince siglos, en este Domingo.

"Creer". Palabra degradada si las hay. El mismo Diccionario de la Real Academia acepta la acepción "tener una cosa por verosímil o probable". Como cuando uno llama a casa de alguna persona y, antes de darse a conocer, el que atiende contesta: "creo que salió". (Después de darme a conocer, peor, ya no hay dudas: "la señora salió".) Es decir, 'creo' es igual a 'me parece', 'no estoy seguro', 'me da la impresión'... El 'creo' se usa para encabezar una afirmación poco firme, dubitativa...

Ciertamente ese no es el significado del verbo creer cuando encabeza nuestro Credo. Por suerte, el mismo Diccionario conserva la acepción original y primitiva de la palabra: "dar firme asenso a las verdades reveladas por Dios y propuestas por la Iglesia". Firme asenso, asentimiento. No dubitativo, indeciso, vacilante.

Precisamente la raíz hebrea aman, de donde sale nuestro término amén, significa 'estar absolutamente cierto de la verdad de algo'. El substantivo derivado emounah, quiere decir solidez, certeza, veracidad. Y el otro substantivo derivado emet, quiere decir, lisa y llanamente, 'verdad'. De tal manera que el 'creo' tal cual lo usa la iglesia católica nada que ver tiene con una opinión, un sentimiento, una conjetura, una creencia... sino con una firmísima convicción propia de la inteligencia, de la razón adhiriéndose a una verdad propuesta por Dios de manera indubitable.

Porque aquí hay otra mala comprensión del Credo. Cuando se dice 'Creo en Dios', muchos piensan que están afirmando 'creo que Dios existe'. Absolutamente no. Yo que Dios existe. Lo puedo demostrar por la razón, es una conclusión necesaria que proviene del tratar de comprender rigurosamente la realidad creada, el universo conocido, el funcionamiento de la mente humana. De ninguna manera 'creo' que Dios existe: que Dios existe por un proceso científico de mi razón, mi cerebro, pensando estrictamente el mundo. Y, entonces, ¿qué es lo que digo cuando recito 'creo en Dios'? Quiero sostener: 'creo firmemente en lo que Dios me dice, me revela'. Sería absurdo que tuviera que creer en lo que me dice Dios, sin antes estar seguro por la razón de que Dios existe, y que me obligaran a creer que Dios existe sin darme pruebas de ello. Eso sería ir contra los derechos de mi razón, de mi condición humana, que se define precisamente por su racionalidad, por su capacidad de conocer y entender: 'animal ¡racional!' Dios de ninguna manera nos ha creado pensantes e inteligentes para luego obligarnos a renunciar a nuestra inteligencia. Como dice San Pedro en su epístola primera: 'debemos saber dar razones de nuestra fe'.

En el año 1840 a un tal Luis Bautain, médico y filósofo francés, que había perdido la fe y luego la había recuperado, pero que, por influjo protestante y kantiano, decía que la fe no era una luz que iluminaba la razón sino una convicción personal concedida por Dios que no se sustentaba ni en lo que se veía ni en la inteligencia humana, el Papa Gregorio XVI le hizo saber en estos términos:

"El razonamiento [a partir de las cosas visibles] puede probar con certeza la existencia de Dios y la infinidad de sus perfecciones. La fe, don del cielo, supone la revelación; de ahí que a un ateo no se pueda alegar correctamente [la fe] como prueba de la existencia de Dios"(D[H] 2751).

Lo mismo cuando digo 'Creo en Nuestro Señor Jesucristo'. Creo en lo que Él me dice, pero de ninguna manera en su existencia y en la historicidad de su Resurrección que son precisamente las que avalan y hacen razonable el que yo pueda creer lo que me dice. Por eso el mismo Gregorio XVI le avisa a Bautain:

"No hay derecho a esperar de un incrédulo que admita la resurrección de nuestro divino Salvador, sin haberle suministrado pruebas ciertas de ella; y estas pruebas se deducen por el razonamiento" (D[H] 2754).

Tampoco y 'Creo en el espíritu santo y en su Iglesia'. Sería absurdo que yo creyera en lo que la Iglesia enseña si no se me demuestra que Ella ha sido fundada por Jesús con garantía de verdad. También le dice el Papa al pobre Bautain:

"Por muy debilitada y oscurecida que haya quedado la razón ..., posee aún suficiente claridad y fuerza para conducirnos con certeza al conocimiento de la existencia de Dios y de la revelación hecha a los judíos ... y a los cristianos por nuestro adorable Hombre-Dios" (D[H] 2756).

¡Qué hermosa defensa de los derechos de la inteligencia humana! Bautain, que se había hecho sacerdote, aceptó humildemente lo que el Papa le pedía y, finalmente, murió santamente en París, como Vicario de dicha arquidiócesis.

Bautain y sus discípulos, a pedido del Papa, también habían firmado, la siguiente declaración:

"Prometemos no enseñar nunca (...) que la razón no puede conseguir una verdadera y plena certeza de los motivos de credibilidad, es decir, de los motivos por los que la revelación divina es evidentemente digna de crédito..." (D[H] 2768).

Algo parecido enseñaba poco tiempo después el Papa Pío IX: "El razonamiento puede probar con certeza la existencia de Dios, la espiritualidad del hombre, y su libertad. La fe es posterior a la revelación; por consiguiente, no es correcto alegarla como prueba de la existencia de Dios a un ateo, ni como prueba de la espiritualidad o libertad del hombre a uno que no admite el orden sobrenatural, o a un fatalista" (D[H] 2812).

Así que quede claro: la fe católica -contrariamente a la doctrina protestante y a todos los sentimentalismos y creencias confundidos con ella-, supone siempre el uso de la razón y de la inteligencia. Más aún la razón, si bien usada, siempre conducirá a Cristo. Y una vez alcanzada la fe, ésta seguirá exigiendo de la razón para ser entendida y profundizada.

Siempre tenemos que tener en cuenta que lo que no se entiende de ninguna manera no puede ser católico. Por supuesto que las luminosas verdades reveladas por Dios para enriquecer a la razón humana no pueden ser agotadas plenamente por ella, pero no por falta de racionabilidad o inteligibilidad sino por exceso de ella. Como yo no puedo entender tanto una música de un gran compositor como lo hace un director de orquesta o un verdadero y erudito melómano; ni, con mi corta preparación físico matemática comprender como lo comprendería un físico, la teoría de la relatividad. No porque ella sea ininteligible, sino al contrario, porque es demasiado inteligente.

Y, para entender y saber, no bastan los sentidos: hay que pensar y razonar. Veo que el sol sale todos los días por el horizonte y da vueltas alrededor de la tierra. Por mi inteligencia se que es la tierra la que, girando sobre su eje y alrededor del sol, produce ese efecto óptico y aparente. Veo que la materia de este púlpito es densa y maciza, lo cual es totalmente cierto a nivel de los efectos en mi puño de mi golpear sobre ella, pero se, con mi inteligencia ilustrada por la química y la física que este mármol es casi puro vacío surcado por campos de energía e infinitesimales protones, electrones y neutrones.

Los discípulos no creyeron en Jesús porque lo vieron con los ojos, sino porque, ante esa vista y recordando todo lo que Jesús había hecho, dedujeron con su razón, y finalmente creyeron, que era el mismísimo Jesús viviente.

Y Tomás quizá hizo mal en dudar de la veracidad de lo testimoniado por sus compañeros, que hasta entonces le habían dado muchas pruebas de ser sinceros -aunque quizá no demasiado inteligentes-. Yo, probablemente, hubiera hecho lo mismo. Aún hoy cuando se me acerca alguna persona que ha sentido tal cosa, tal voz, que ha tenido tal visión, la mando a un médico. Y les diré, en verdad, que si alguna vez llego a sufrir alguna 'aparición' -no por supuesto como la que tuvieron los discípulos, que, por principio, no se dan más-, ya estoy preparado para considerarme senil, y acudir rápidamente al psiquiatra.

Sí: bien podían ser, las de los diez, alucinaciones subjetivas, y poco creíbles si tomadas fuera de contexto. Tomás entonces dudó y apretó su pobre cerebro y esperó...

No tuvo que esperar demasiado: una semana. Luego él mismo, no por la aparición, sino porque lo que había pensado y reflexionado, sumó rápidamente todo lo que había visto y oído del Señor y ahora percibía y creyó, mucho más que lo que habían creído los otros diez: "¡Señor mío y Dios mío!". Por su razón, insisto, no por lo que vio. Por eso el Señor le dice muy bien: "Bienaventurados los que crean sin haber visto", sin tener apariciones, ni, mucho menos, alucinaciones. No le dice "Bienaventurados los que crean sin pensar, sin usar sus sesos".

Es una pena que haya tanta confusión entre los católicos que muchos piensen que la fe se confunde con un asentimiento ciego o con una sensación o sentimiento. 'Padre, he perdido la fe, no siento nada'. Pues bien, será el momento de comenzar a tenerla en serio: pensá, leé, reflexioná, compará, meditá, usá tu cerebro.

Si decís que 'sentís' a Dios, estás afirmando algo imposible: Dios es, de por si, invisible, intangible, está fuera del alcance de tus sentidos. Tus sentidos solo pueden percibir sus obras, y a partir de ellas, tu inteligencia -sin sentir nada, ¡hombre!, ¡pensando!- llegar a El. Y si tenés fe, la fe no necesariamente excitará las fibras de tu corazoncito y tus sentimentalismos -aunque a veces lo haga y con eso algo te ayude si usás bien de ese sentir-, sino que eleva el poder de tu cerebro, de tu inteligencia y de tu razón.

La revelación habla, antes que nada, a la inteligencia y, de allí, es capaz, recién, de rectificar, mediante la caridad, los impulsos de tu querer. Sin inteligencia, repito, no hay fe. Lo que no es razonable de ningún modo, no es cristiano.

Puedo probar con mi inteligencia porqué soy católico y no musulmán, protestante, judío, budista o adorador de la serpiente o seguidor de cualquier otra patraña. Si no, mi fe católica dejaría de ser humana -y mucho menos católica- y se convertiría en cualquier ridícula credulidad o fanatismo indigno de mi ser hijo adoptivo de Dios, hermano del Verbo-Logos hecho hombre, partícipe de la Sabiduría divina. Dios no puede pedirme que crea algo que de ninguna manera puedo entender, ni si, antes, no me hace constar a la razón que realmente lo ha revelado.

Y por eso insistía Pío Nono: "...aun cuando la fe está por encima de la razón, sin embargo, no puede darse jamás entre ellas ninguna disensión o conflicto real, puesto que  ambas proceden de la misma y única fuente de verdad eterna e inmutable: Dios... De este modo, más bien se prestan mutua ayuda, de forma que la recta razón manifiesta, conserva y defiende la verdad de la fe; la fe, por su parte, libra de todo error a la razón, y la ilumina, la confirma y la perfecciona maravillosamente con el conocimiento de las cosas divinas" (D[H] 2776).

Y por eso, con alegría exultante, total convicción y en la plenitud de nuestra inteligencia amanecida por la fe: "Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén".

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