CREACIÓN, METAFÍSICA CRISTIANA Y NUEVA ERA |
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1. El pensar metafísico 1.3. De la Metafísica a la Antropología. 1.3.1. Pero avancemos algo más. Hemos dicho que para todas estas concepciones el universo es divino es un ser viviente pensante. Para el cristianismo, en cambio, heredero de la auténtica tradición véterotestamentaria, el universo no es pensante sino pensado -¡brillantemente pensado!-. Es una obra llena de coherencia, de armonías, de leyes, de pensamiento, tanto es así que la investigación de los sabios no hace sino formular -e imperfectamente- leyes que no inventa sino que descubre inscriptas en la materia que investiga. Desde la más minúscula de los partículas atómicas o energía, pasando por las grandes moléculas de la materia viviente, el ADN, las proteínas, o el nacer y perecer de las estrellas, hasta el derivar de las galaxias y 'clusters' de galaxias por el tiempo y el espacio, todo está normado por leyes que, asombrados, descubren los físicos, los químicos, los biólogos, los astrónomos y astrofísicos. Todo está hecho como programado por una supermente, un superingeniero, un superartista. Eso decimos nosotros. Pero la otra metafísica -la Metafísica 1 - que comparten las grandes tradiciones orientales con las religiones de la antigüedad o el "ateísmo" moderno y contemporáneo- afirma que este universo divinizado no ha sido pensado por nadie sino que se piensa a sí mismo. Ese pensamiento, el alma del mundo o el cielo, -o, como es llamado en otras concepciones, el Logos o el Tao o el Atman o el Brahama o el Yang, etc.- cuando se hace consciente, se identifica o aflora o se manifiesta total o parcialmente precisamente en el pensamiento del hombre. Como vemos, de la metafísica pasamos sin solución de continuidad a la antropología. 1.3.2. Para todas estas concepciones el hombre no vendría a ser sino una reproducción de este gran todo. También él estaría compuesto por dos realidades, una espiritual y otra material. La espiritual constituiría el fondo mismo de su persona y no sería sino una chispa, partícula o porción del alma del mundo, del Brahama, del Tao, de lo celeste divino, caída en la materia, prisionera de ésta. Es la materia, el cuerpo, quien hace que esta porción, que de por si pertenece al Uno, al Todo, esté individualizada en un hombre o mujer o animal o planta. Más aún: es el cuerpo quien impide que este chispa divina que es el alma, tenga conciencia de su pertenencia al Todo, de su calidad divina, de su identificación con lo celeste. Es por ello que todas estas concepciones tienden a desvalorizar lo individual, lo corpóreo, lo témporoespacial, a donde pertenecemos precisamente mediante nuestro cuerpo. El ser humano tendría como tarea el liberar esta partícula divina de las cadenas de lo material. Esto se logra por medio de ejercicios ascéticos, como el yoga, o mediante técnicas mentales como el psicoanálisis, el control mental o la neurobiología, o por medio de las transformaciones técnicas o, en algunas concepciones, de las revoluciones políticas. Pero el objetivo final es 'liberar' a esta alma del cuerpo. La muerte es la gran salida de la prisión de la carne. El alma queda liberada y, si ha hecho los esfuerzos purificatorios correspondientes, puede volver a disolverse en el Uno divino de donde proviene o, en caso contrario, volver a tomar cuerpo en algún otro ser viviente, ya sea hombre, ya animal o planta. 1.3.3. De tal modo que la Metafísica 1, que afirma que el universo es lo único que existe -y por lo tanto es divino- sostiene, paralelamente, que lo humano, el Hombre, la Humanidad, la Razón, el espíritu de cada hombre son divinos. Más aún, la razón humana sería lo más divino del universo, porque el pensamiento humano sería el modo como el universo -es decir Dios- trata de pensarse a sí mismo. Cada mente humana no sería sino la forma que tiene el alma del mundo de adquirir conciencia de sí. Esta forma de pensar, con sus más y sus menos, es común tanto al hinduismo, al budismo como al racionalismo, al positivismo y al marxismo. Y, por supuesto, a la "Nueva Era". Es importante aquí, empero, destacar que, para estas concepciones, lo que es divino no es estrictamente el individuo humano. Al contrario lo estrictamente divino es el Todo . El alma individual solo puede adquirir plena conciencia de su divinidad cuando se identifica con el Uno, cuando se disuelve en el Todo, cuando alcanza la percepción de su plena identificación con todas las cosas. Es por ello que, en realidad, en la muerte, lo que sobrevive nunca ser la conciencia individual, la persona como tal. Más aún: justamente la conciencia individual, el sentirse persona distinta, es la funesta ilusión que engendra egoísmos y división. 1.3.4. Para la concepción judeo cristiana, que es la Metafísica 2 , el individuo, la persona, en cambio, son realidades queridas por Dios en sí mismas y por sí mismas, llamadas a realizarse en la vida eterna conservando sus características personales y la conciencia de su yo. Un yo ciertamente trascendido y unido al Tu y al Otro por el amor, pero ciertamente personal. Para la concepción judeo cristiana, de ninguna manera, pues, el Hombre es divino. Es creatura. Cuanto mucho está hecho a 'imagen y semejanza' de Dios, pero de ninguna manera es de por si divino. De tal modo que, de la metafísica 1 surge una concepción del hombre radicalmente distinta de la de la metafísica 2 . Metafísica uno:
Metafísica dos:
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