CREACIÓN, METAFÍSICA CRISTIANA Y NUEVA ERA
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

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2. La "Nueva Era"

2.2. La antropología de la Nueva Era

2.2.1. El ser humano es una parcela divina, un núcleo concentrado de energía universal, alienado por su incapacidad de percibir su verdadera esencia divina. El hombre no está en el centro del cosmos, él es parte integrante del cosmos. Es un microcosmos. Las leyes y la energía que están en él son las mismas que están en el universo. El hombre no está delante del cosmos, está esencialmente dentro el cosmos. Es al tomar conciencia de ser un núcleo de energía divina que el ser humano descubre al mismo tiempo su unidad con el universo y la unidad del universo todo entero.

El hombre sería pues, a imagen del universo, un pequeño universo, un microcosmos, en donde el alma figuraría lo celeste, lo espiritual; y el cuerpo, la materia, lo terrenal. Así como el hombre es un organismo viviente; así la totalidad del universo. Esta totalidad sería un ser viviente que se refractaría y al mismo tiempo mantendría la comunicación en las pequeñas imitaciones de universo que son cada hombre.

2.2.2. Hay que recomponer, pues, la falsa dicotomía sujeto-objeto en el acto de conocer. Y esto por medio del ejercicio de poderes superiores de la inteligencia: intuición, iluminación, clarividencia, experiencia de conciencia, 'channeling', percepción extrasensorial o iniciación.

channeling

Hay que dejar atrás igualmente el principio de contradicción o del tercio excluido. En efecto no puede haber contradicción, tesis o antítesis, precisamente porque lo real es uno y todo está orgánicamente ligado. Sólo puede haber analogía, correspondencia, similitud entre los seres y los sistemas.

2.2.3. Pero así como lo real del hombre es su espíritu, allí donde despojado de la ilusión de los sentidos se encuentra con su idiosincrasia divina, así lo real del mundo no es el cambio, lo mutable, las cosas múltiples que vemos, nacen, viven y se mueren, sino la unidad profunda que está más allá de lo material, más allá de lo celeste: la Unidad donde se funden todas las diferencias, donde se esfumina y pierde toda individualidad.

Cuando el hombre bucea en su interioridad, mediante ejercicios ascéticos, control mental, gimnasia yoga, psicoanálisis... alcanza -en el olvido de la ilusión, del maya - la substancia eterna de su íntimo yo y, entonces, al mismo tiempo, puede identificarse con esta Unidad y reconocerse idéntico a ella.

2.2.4. Uno no tiene, pues, más que mirarse en el espejo o ponerse en estado Alfa o hacer ejercicios yogas o tomar flores de Bach o comprar casetes de música new age o hacer acupuntura o ecología o parapsicología o repetir que todas las religiones son iguales, que todo el mundo es bueno, que el amor amoroso todo lo arregla, para pasar al estado de dicha personal y Nuevo Orden Mundial y paz universal. Más bien universal, porque lo malo es sentirse individuo, persona: holísticamente formamos parte del mismo todo, no existimos en realidad cada uno, sino que lo que existe es el gran Uno. El sentirse individuo es malo, en todo caso una ilusión, un engaño de los sentidos. Y como ese Gran Uno, el Universo, la Natura, es Dios, somos dioses, divinos, inmortales... El hombre es dios o hijo de dios por naturaleza.


Realizarse es tomar conciencia de su propia esencia divina y de su unidad orgánica con el universo y los otros. La realización de uno es la realización del Uno divino que está más allá de todas las formas. De esta realización el hombre es el único artesano, bajo la ley del Karma y de la reencarnación. Concentración, meditación, masajes, terapias que desarrollan el bienestar psíquico, masajes, medicinas benignas, el 'channeling', etc.

"Mi Religión o espiritualidad -dice Capra- es el sentido de estar conectado al cosmos como un todo"

2.2.5. Desde esa su condición divina el hombre es capaz de cualquier cosa, de emprender cualquier empresa, intentar cualquier hazaña. ¡Puedes hacerlo!, te enseñan. Para ello no necesitas a ningún Dios que esté fuera de vos mismo, ninguna "gracia" o favor que te hagan: tus solas fuerzas humano-divinas bastan para ello.

Puesto que no hay ni gracia, ni Dios que salve, el adepto a la Nueva Era es el único artesano de su propia realización divina y del futuro de la historia humana.

Para la Nueva Era, el ser humano no está herido en su ser profundo, que es divino. Está solamente alienado espiritual, corporal, psíquica y socialmente por los bloqueos impuestos por la vida moderna y los conformismos ligados a la civilización occidental judeocristiana. No es más que ignorante de su pertenencia a la globalidad cósmica. No hay pecado, ni culpabilidad: "no blame, no shame"

2.2.6. Es especialmente divino, como decíamos, el hombre. " Yo soy Dios ", dice el representante de la Nueva Era.

Afirmación a primera vista absurda ¿quién se lo puede creer? Y sin embargo lo ha creído y lo cree gran parte de la humanidad. Por ejemplo los hindús, los budistas, los teósofos, los que frecuentan las escuelas yogas y tantísimas filosofías modernas.

Pero ¿cómo? ¿yo Dios?, si noto mis impotencias, mis defectos, mis maldades, mi vulnerabilidad, y veo que además me enfermo, envejezco, ¡muero! ¿Eso es ser Dios?

A esto contestan los "maestros", los "gurús", los representantes de esta Metafísica 1 : "No: lo que vos ves y sentís es lo exterior a vos, tu parte corporal, lo que te dicen, engañosos, tus sentidos. Pero, si te recogés en tu interior, si mirás a tu alma, si te encontrás con la parte alta de tu espíritu y dejás de lado la miseria de tu cuerpo y de tus sensaciones y ganas, te encontrarás conTigo mismo, con el Dios que sos vos"

"¿Y no me muero?" "No: la muerte, que es una liberación, toca solo a tu parte material, corporal, impura, putrescible. Tu alma, en cambio, es inmortal. Se reencarnará en otros cuerpos o, algún día, purificada, se confundirá con el Todo del cual proviene, con lo divino de lo cual es solo una partícula perdida y, entonces, rescatada"

Pero "¿cómo?" -uno les pregunta- "yo no me siento inmortal; me siento sumamente frágil: cualquier enfermedad, una maceta en la cabeza, un virus, una bala, pueden liquidarme y, a partir de los treinta, cuarenta años, a ojos vistas envejezco, me arrugo, pierdo el pelo, fuerzas, memoria, rapidez física y mental ¿de qué divinidad me habla? ¿de qué inmortalidad?"

"Pero, no hombre ", me contesta el New Age, -o el budista o el hindú o el masón, que dicen lo mismo de distinta manera- " lo que caduca y muere es el cuerpo, no el alma, esa partícula divina que Vd. tiene adentro. En todo caso, cuando se muere el cuerpo no es Vd. quien se muere: el alma que es la parte verdadera de su ser -si se purificó en este mundo- vuela derechito a reintegrarse con el Uno y, si no, vuelve a encarnarse en otro cuerpo, ya sea vegetal, animal o humano, según se haya hecho o no los ejercicios yogas o new age correspondientes ". "Pero, -le replicamos- entonces, ¿quién va a vivir, yo o el señor o animal en el cual me reencarne?" " Vd. -me contesta-, pero no lo va a saber, difícil que se acuerde"

Fantástico; pero, entonces, ¡a MÍ, eso no me sirve para nada!

Le sigo preguntando "Y si -como Vd. me enseña- convenientemente concientizado como un ‘bodhisattva', como un Brahmán, me reintegro en el uno, ¿voy a saber quién soy?" " Por supuesto -me replica-, va a saber que es Dios; pero en realidad, -aclaremos- eso no lo va a saber Vd. sino el Uno, el universo, porque ser individuo es malo, la diferencia entre el 'yo' el 'tu', el ‘él' y el 'vosotros' es perversa; es, además, un engaño, un espejismo. Todos somos y seremos una sola cosa"

2.2.7. Bien. Así seguirá interminablemente, con palabras nuevas repitiendo antiguos disparates. El asunto es que yo desaparezco y lo único que vive es el Todo, el universo. Al principio me hacen Dios, me prometen la inmortalidad y resulta que, al final, la inmortalidad sigue siendo de otro, del universo, de la unidad, del Tao, de Brahma, de Ying y Yang.

Bonitos dislates que, adornados con diversas fraseologías, ritos, ejercicios, pseudociencia, convencen a medio mundo, pero no resisten al más mínimo análisis.

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