ARTÍCULOS Y CONFERENCIAS
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ
S. TH. D., Prof. Ordinario de la Facultad de Teología de la UCA. Buenos Aires.

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Sobre la presunta existencia de seres inteligentes en el universo, amén de la especie humana,
en perspectiva teológica católica

0. Introducción

 0.1.          Desde las descabelladas fantasías gnósticas de Giordano Bruno, pasando por las simpáticas hipótesis sobre los selenitas de Camilo Flammarión y de Julio Verne, hasta el auge contemporáneo de la literatura de fantasía científica -con cultores tan exquisitos como Ray Bradbury o Isaac Asimov- nuestros tiempos se han venido interesando sobre la posibilidad de la existencia de seres personales extraterrestres.

                De todos modos, antes de la modernidad, todas las culturas que, de una manera u otra, antropomorfizaban las partes y fuerzas de la naturaleza y de la interioridad humana con sus pasiones, su inconsciente y sus sueños, poblaban la realidad con multitud de seres: divinidades, monstruos, demonios, trasgos, gnomos, elfos, querubes, dragones, titanes, quimeras, hidras, minotauros, grifos, centauros, sirenas, náyades, ninfas, endriagos, tritones, faunos, sátiros, etc.

0.2           Con un cierto tinte pseudocientífico, nuestros contemporáneos hacen habitar nuestros cielos de OVNIS y seres vivientes provenientes de otros planetas, sistemas solares, galaxias o incluso otras dimensiones. Algunos costosos proyectos científicos han intentado captar señales de vida en Marte y apuntan sus antenas al espacio, a la escucha de mensajes galácticos. Se han enviado, incluso, misivas hacia el exterior de nuestro sistema, intentando llegar hasta estos supuestos o posibles interlocutores.

                Aprovechando esta pseudocientificidad y algunos éxitos de Hollywood, la Nueva Era ha intentado, para aquellos que no reciben tan fácilmente las fantasías angélicas de los diversos "Opus Angelorum" [1] -más o menos católicos a lo Víctor Sueiro o más o menos New Age- y que, a la vez, han superado las supersticiones más burdas de sus antepasados, utilizar estas figuras, por una parte, en el intento gnóstico, estoico, sagánico [2] , de defenestrar al hombre de su centralidad en el universo, y, por otro, -mostrando a los ET como seres bondadosos, emisarios del bien cósmico, cuyo papel actual o futuro sería el de llevar al hombre a la sabiduría y la paz mediante la instrucción- pervertir la Esperanza, presentándolos como gurúes universales del encuentro del hombre consigo mismo y con la plenitud, sin necesidad de Dios ni de la gracia.

0.3.          Es claro que la Nueva Era no es sino la reedición contemporánea del viejo gnosticismo. Y el gnosticismo, ya se sabe, es conscientemente anticristiano. Más aún, la gnosis es la ideología misma del pecado tal cual relatado en el prototípico y maravilloso relato del capítulo tercero del Génesis. Los ET no serían, en realidad, sino la reedición 'aggiornada' de la cordial y donosa serpiente.

                Y, sin más, que las concepciones gnósticas, mistéricas, neopitagóricas o neoplatónicas, contribuyeron también a la fantasiosa población del universo con sus seres intermedios entre la unidad suprema y la multiplicidad cósmica: desde las frondosas intermediaciones de Plotino, Proclo, Jámblico, Damascio, hasta los diversos sefirot de la Cábala, pasando por las personalidades mediadoras postuladas por Valentín, Marción, Basílides, Carpócrates, Manes y tantos más.

                Estos seres intermedios cumplían el papel de ser iluminadores del ascenso natural del hombre a su estado divinal primitivo y expulsaban así la necesidad de la gracia, de la superación gratuita y sobrenatural de la naturaleza y del pecado, y de la mediación única y exclusiva de Cristo.

1. Antiguo Testamento

1.1.          Es sabido que todas las visiones arriba mencionadas -animistas, politeístas o gnósticas y neoplatónicas- precedieron y luego coexistieron con la revelación bíblica y la teología cristiana. Como formaban parte de la cultura en medio de la cual se desarrollaron tanto la revelación bíblica [3] como el pensamiento católico [4] , algunos de sus elementos -que en realidad no eran sino parte de lo que hoy llamaríamos concepción científica de sus épocas- fueron asimilados sin más por los escritores bíblicos y cristianos, si no aparecían en colisión directa con la teología yahvista y, luego, el cristianismo [5] . Poco interesa si dicha aceptación se dio en el plano del puro lenguaje y la representación o en el de la objetividad. No siempre es fácil precisarlo. En todo caso, no pertenecen a la centralidad del mensaje revelado. La revelación no se ocupó de corregir los datos científicos de su entorno, sino su interpretación teológica.

1.2.          En estos grandes contextos culturales premodernos, la existencia de otros planetas habitados era totalmente impensable, porque su concepción científica del mundo dependía de la primitiva constatación de la solidez e inmovilidad de nuestro suelo terráqueo alrededor del cual giraban millares de puntitos luminosos, sostenidos por esferas que les impedían precipitarse en tierra, y con las dos grandes luminarias del sol y de la luna.

                Las dimensiones del universo que nos descubre la ciencia actual estaban muy lejos de la mente de aquellas culturas. Heliocéntrico o terrocéntrico, el mundo se limitaba a, cuanto mucho, dimensiones interplanetarias. Todo rodeado por el involucro esférico del firmamento o del primer cielo. En ese diámetro reducido -ocupando posiciones inferiores, medias o superiores a lo largo del eje cósmico- se distribuían los distintos seres que poblaban el universo. O las diversas partes antropomorfizadas o divinizadas del cosmos, a su vez divinizado como un Todo. Desde los entes celestes que ocupaban las alturas, hasta los infernales que se movían en las profundidades. Desde seres personales benignos o malignos, hasta animales fantásticos, como el ave fénix, la salamandra, el basilisco, la mandrágora, los tritones, la rémora, etc.. Alimañas que poblaron todavía las Etimologías de Isidoro y los Bestiarios medioevales, y asustaban aún a los navegantes de la época de Colón.

1.3.          En ese pequeño cosmos, pues, el hombre no era el único habitante. Al contrario. Es recién el pensamiento hebreo, -especialmente en esa página admirable de Génesis capítulo 1- el que convierte a todo este universo divinizado en mera materia al servicio del hombre, y despoja al cosmos de toda otra personalidad que no sea la del Dios trascendente a su creación y al hombre.

                Sin embargo, la desantropomorfización del cosmos no siempre fue tan tajante como en la tradición "sacerdotal" [6] que está en el origen de ese capítulo bíblico. En sus diversas "fuentes", la Escritura se ha adaptado al medio cultural en el cual se encontraba, aceptando o rechazando determinadas preconcepciones del ambiente según era posible asimilarlas a la Revelación o no.

1.4.          En un primer momento de la teología de Israel, no se vio la necesidad de negar la existencia de muchos de los seres fantásticos que formaban parte de las visiones de su ámbito. Desde el progresivo paso del enoteísmo al monoteísmo y, de éste, a la afirmación de la trascendencia única y soberana de Yahvé sobre todo el resto de los seres, hubo distintos grados de aceptación o no de la existencia de estas divinidades o seres fantásticos. Criterios distintos llevaron por ejemplo a Israel a aceptar para Dios el nombre de El, el dios supremo del panteón cananeo y sus diversos santuarios de Mambré, Siquén, Betel, Bersabé, Lahai-Roi, Jerusalén [7] , y rechazar el de Baal. A negar, lisa y llanamente, la existencia de los dioses de otros pueblos y tildarlos de ídolos, o a transformarlos en ángeles [8] .

1.5.          Varias tradiciones y libros canónicos tienen menos escrúpulos en admitir las concepciones de su entorno. El relato de rasgos míticos de la formación del hombre, atribuido a la tradición llamada "yahvista", no duda en referirse a un animal parlante que, luego, despojado de patas, se transformará en serpiente, o utilizar la figura del kerub con su espada flamígera. Este último, figura híbrida de origen babilonio. Custodios de los templos, provistos de alas, en la tradición bíblica rodeaban el arca de la alianza y aparecían en las nubes tormentosas que acompañaban a Dios.

                También se hace actuar a otros seres extraños como Lillit [9] o el Exterminador [10] o Azazel [11] o los curiosos 'hijos de Dios' y gigantes del capítulo 6 del Génesis -probablemente extraídos de la mitología ugarítica-. Viejas tradiciones que, con fondo mítico, subsisten en el texto sagrado corregido in toto de cualquier interpretación politeísta o mágica o fabulosa por el prólogo contundente de Gn 1.

1.6.          Otras tradiciones más recientes, postexílicas, en un judaísmo ya bien asentado en su afirmación de la trascendencia absoluta de Yahvé, aceptan la existencia de algunas divinidades -muchas provenientes del complicado panteón babilónico [12] -, pero las transforman en ángeles o demonios -es decir, creaturas-.

                El principio, empero, inconmovible que primó -al menos desde la teología postexílica- fue el de la trascendencia absoluta y única de Yahvé respecto de todo el resto de los seres y, por consecuencia, la creaturidad y dependencia plena de éstos con respecto a Aquel. No se preocuparon los teólogos de Israel de afirmar o negar la existencia de esas entidades aceptadas por las distintas culturas y filosofías, sino de desdivinizarlas y bajarlas al rango de creaturas, de seres animales o animados, de bichos, pensantes o no.

                Así y todo es casi milagroso que, en la tradición "sacerdotal" -el llamado documento "P"- a quien se atribuye la redacción del poema de la creación, los únicos personajes mitológicos que aparecen sean los "monstruos del mar" del versículo 21. En todo el resto del poema, existe una clarísima intención de despojar, a todos los elementos que componen el universo, de rasgos antropomorfos, personales, y predicar solo al ser humano la calidad de persona, de 'imagen y semejanza de Dios', de interlocutor de Éste.

1.7.          Es evidente ya que, cuando en los Salmos o en Isaías, se habla de Dios combatiendo a Leviathan, a Rahab, a Tannin, a los monstruos del mar [13] , a imagen de Marduk o de Baal resistiendo a Yam o a Kingu, el lector bíblico ha de corregir la imagen poética desde la teología estricta de Gn 1. Sería ridículo tomar allí su existencia como real.

                De todos modos, en las últimas etapas de la revelación véterotestamentaria, su literatura -una vez firmemente implantado el yahvismo y clara la trascendencia de Yahvé sobre cualquier creatura-, para figurar la majestad de Dios, para magnificar a lo celeste, utiliza, sin tantas reticencias, la imaginería cortesana de los monarcas orientales, rodeados de sus funcionarios, heraldos y mensajeros.

                Por otra parte, estos seres, tomados como 'ángeles' [14] , es decir como 'mensajeros', se mostraron útiles para salvar y mantener, al mismo tiempo la trascendencia de Dios, necesariamente concebida imaginativamente como lejanía, y la inmanencia de su presencia y acción, por medio, precisamente, de sus mensajeros.

1.8.          A decir verdad, de las diversas tradiciones y teologías bíblicas que componen el Antiguo Testamento, primaban las del Pentateuco, que eran los libros más sagrados, atribuidos a Moisés, y que, como sabemos, aún en época de Cristo, eran los únicos que admitían como realmente revelados algunos miembros del pueblo judío, como p. ej. los saduceos. Esa tradición saducea, más conservadora -ortodoxa y aceptada por el judaísmo- ceñida a la enseñanza del Pentateuco, no admitía la existencia de los ángeles. Los fariseos sí, pero con cautela, en reacción a la fabulosa fantasía de la literatura apocalíptica o esenia extracanónicas. Y esas no eran posturas teológicas, sino distintas concepciones "científicas".

1.9.          Si una vertiente de la revelación tendía, pues, a negar la existencia de todas las divinidades fabulosas de los pueblos circundantes, otra se conformaba con transformarlos en creaturas y ponerlos en dependencia de Dios e, incluso, servir a su magnificencia. Lo único que importaba era, pues, salvar la trascendencia de Dios y su unicidad frente a religiones que divinizaban politeístamente la naturaleza y el mundo. La Biblia no entraba a discutir la concepción científica de ese mundo en las distintas culturas con las cuales se encontraba, salvo para declarar en todo caso su creaturidad y la trascendencia absoluta de Dios sobre toda realidad.

2. Nuevo Testamento

2.1.          En el Nuevo Testamento, en sus diversos libros y tradiciones, la figura, figuras o conceptos cubiertos hoy por el término 'ángel' -e.d. seres personales no de nuestra especie- tienen papeles y actuaciones disímiles. Los evangelistas solo los mencionan con cierta asiduidad en los episodios del evangelio de la infancia y de la Resurrección. La literatura joánica apenas les da cabida -algunos afirman que el autor es de origen saduceo-. San Pablo, Hebreos y Apocalipsis los mencionan con desconfianza y para insistir en el culto exclusivo debido a Cristo, y la subordinación de todo ser respecto a Éste.

2.2.          Quizá sea la epístola a los Colosenses un buen ejemplo de cómo el mensaje neotestamentario dialoga con las culturas en las cuales se encarna, cuando habla de la relación de Cristo con seres de los cuales el ambiente de los destinatarios de la carta parece afirmar la existencia. En realidad, en varios textos de Pablo, se evoca a misteriosas Potencias que ejercerían su acción sobre el mundo antes de la venida de Cristo [15] .

                Es probable que éstas tuvieran que ver con la astrología, y los colosenses, en un ambiente donde se les rendía culto, preguntaran por el lugar de Cristo respecto a esas fuerzas cósmicas que parecerían dirigír el destino del mundo. En todo caso -fueran lo que fueren- eran consideradas seres personales. Pablo responde con energía, que han sido creadas por Cristo y para Cristo. Por tanto no hay que rendirles culto (Col 2, 18). Todo ha sido creado por él y para él (Col 1, 16).

2.3.          Si la naturaleza de las potencias era todavía confusa en la Carta a los Colosenses, se nos presentan francamente hostiles en aquella a los Efesios. En Efesios, Cristo, empero, está "sentado ... por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de cualquier otro nombre que pueda ser nombrado, no sólo en este eón sino también en el venidero" [16] .

                Prescindiendo, pues, de la afirmación o no de la existencia real de estos personajes, el mensaje siempre es el mismo: Cristo los ha sometido con su Resurrección.

2.4.          Es decir que el Nuevo Testamento pasa a Cristo los caracteres soberanos de Yahvé, al menos respecto del universo, y declara, paladinamente, no la existencia o inexistencia de otros seres personales, sino el pleno señorío de Cristo respecto de absolutamente todas las cosas y todos los seres. Es lo que hacen Efesios y Colosenses, pero también Hebreos, Juan 1 y Pedro.

                En ningún caso la afirmación temática de estas fuerzas o personajes parecería constituir un dato revelado ni una afirmación de fe, sino la adecuación de la fe a las diversas culturas donde ésta se predicaba.

3. Iglesia

3.1.          La Iglesia, luego, en su inculturación en el mundo helénico, juzgó inaceptables ciertas gnosis y fantasiosas intermediaciones prosopopéyicas del dualismo [17] . También en este culto disparatado a seres sobrehumanos se veía claramente una amenaza al señorío de Cristo sobre todo el universo [18] . Sin embargo aceptó los datos o conocimientos más en boga de la época, ciertas categorías del neoplatonismo plotiniano, los intelectos motores de las distintas esferas, elementos y astros del aristotelismo y, sumada, la concepción de la naturaleza de Platón en su Timeo y de Plinio en su Naturalis historia.

3.2.          Algunos teólogos como el Pseudodionisio [19] -que tanto influyó luego en el medioevo y aún en la liturgia- no dudaron en asimilar estos nuevos datos culturales a los datos culturales -no revelados- del Antiguo y Nuevo Testamento. Esos intelectos, seres intermedios, del neoplatonismo plotiniano -e incluso porfiriano- fueron bautizados ingenuamente con los nombres de diversas personificaciones bíblicas: serafines, querubines, dominaciones, tronos, potestades. etc.

                Está al alcance de cualquiera asomarse a las angelologías y demonologías medioevales recurriendo a la síntesis que figura en la Suma de Santo Tomás de Aquino [20]

3.3.          Pero, para acercarnos a concepciones contemporáneas, en resumen: ¿qué postulaban estas aceptaciones, con su correspondiente asimilación teológica?

                Que el universo conocido difícilmente parecía agotar las posibilidades creacionales de Dios [21] y que era muy posible el que existieran otros seres que, en su variedad, pudieran expresar mejor la infinita pero simplicísima riqueza del ser divino. Que era perfectamente admisible -sino afirmada directamente- la existencia de otros seres, en este universo, dotados de personalidad. Pero que, fueran lo que fueren, estos seres no eran seres divinos, sino naturalezas creadas. Seres vivientes pensantes. Tan unidos en sus opciones buenas o malas a los seres humanos como ellos mismos entre si y a Cristo, a través de la comunión de los santos.

3.4.          Nosotros estamos habituados, en una catequesis infantil, a considerar a los ángeles como de la esfera divina o espíritus puros y, por tanto, nos costaría concebirlos como animales racionales o extraterrestres. Prescindiendo de que el término 'extraterrestre' es muy similar al que, en griego -'hipercósmico'- traduce nuestro 'sobrenatural', la teología seria siempre los tuvo como seres naturales; cuanto mucho los calificó, algo equívocamente, sobrenaturales 'secundum quid' -en cuanto no pertenecían a la natura humana específica- pero, ciertamente, del orden creatural, no divino.

3.5.          Amén de ello, no siempre se admitió su absoluta espiritualidad. El concepto de espíritu totalmente despojado de materia fue, y sigue siendo, difícil de asimilar por el pensamiento humano. Todavía Tertuliano, teólogo católico del siglo III, concebía al mismo Dios, al modo estoico, como una materialidad aérea o nubosa. Teólogos de la talla de San Buenaventura se niegan a despojar de toda materialidad a los ángeles [22] .

                Hoy mismo no parece tan fácil concebir algo puramente espiritual, por cuanto lo espiritual siempre se entendió como "inmaterialidad" y es el mismo concepto de materialidad lo que está en crisis a partir de la ciencia moderna y su interpretación desde la filosofía de la ciencia. La noción de espiritualidad 'pura' ¿no será, quizá, un residuo dualista asimilado de la filosofía griega en su vertiente neoplatónica, no aristotélica?

3.6.          Esto último podría ser de alguna importancia teórica, porque, siendo materiales, estos seres personales ocuparían la misma dimensión témporoespacial humana; pertenecerían, de uno u otro modo, en uno u otro lugar, a nuestro universo material. Siendo inmateriales, ocuparían cada uno una dimensión diversa, agotando el individuo las posibilidades de la especie, siendo, así, mundos distintos, por más que, 'a priori', en orden a la unidad divina, hayan de pertenecer a un mismo universo [23] .

                En realidad ya Pablo había admitido, en principio, la posibilidad de la existencia de diversos universos, al hablar de distintos eones [24] .

  4. Proyecciones actuales

4.1.          ¿El que existan seres personales en nuestro universo o en otras dimensiones o en otros universos, sería posible? ¿Eso se opondría, de alguna manera, a la concepción católica? ¿Plantearía algún problema teológico?

                Son los científicos quienes, mientras no haya evidencias empíricas de la existencia de otros seres vivos y pensantes, tendrán que ver, desde la matemática y la física, si la posibilidad de la producción de las macromoléculas prebióticas y su organización en células y organismos vivos, no es fruto, en nuestro planeta, de una casi milagrosa excepción contraria a las leyes de la probabilidad, tal cual la postulaba Monod, o de una tendencia "zootrópica" o "antrópica" inclusa ya "físicamente" en el átomo de hidrógeno y pasible de repetirse mecánicamente en diversos sitios. En ambos casos -tanto el del "milagro" como el de la programación antropocéntrica- la existencia de otros seres vivos inteligentes no cambiaría substancialmente el interrogante filosófico y metafísico sobre la existencia del hombre. Por el contrario, confirmaría -¡en ambas hipótesis!- la existencia de un Dios trascendente al universo y creador de fines.

                De todos modos, el concepto de pluralidad de espacios, dimensiones y universos, también entra en la concepción -aunque más no fuera matemática- de algunos científicos contemporáneos [25] .

4.2.          Sea lo que fuere de ello, no es ajena a la visión bíblica la posibilidad de la existencia de otros seres personales en el cosmos. Ni tampoco a la visión de los grandes teólogos medioevales. Al fin y al cabo, cada ángel, según Santo Tomás, es una especie distinta [26] , y en realidad, un universo distinto, si por universo tomamos no la totalidad de lo creado sino nuestro propio universo témporoespacial.

                Así pues, ante la pregunta ¿que dice la teología de la existencia de seres extraterrestres?, la respuesta es doble.

                Por una parte, la teología al respecto nada puede decir, porque no se trataría de cuestiones reveladas, sino de objetos fácticos de conocimiento, pasibles de ser detectados o no por la experiencia, la ciencia, o la razón [27] . Mientras no se demuestre la existencia cierta de estos seres, la teología, sobre ello, no puede ni debe pronunciarse.

4.3.          Por otro lado, a lo mejor no la revelación, pero si muchos teólogos y hombres de Iglesia, a través de la historia, admitiendo sin problema la existencia de seres personales no humanos, los han interpretado teológicamente en su subordinación a Cristo y en su introducción -condicionada a su existencia- en la economía de la salvación. Los buenos se transforman, a través de elección meritoria -a la manera de los seres humanos, de los santos- en 'ángeles' buenos; los malos, en réprobos.

4.4.          De todos modos, la proposición a ser siempre mantenida es la de la absoluta trascendencia de Dios y el señorío universal de Cristo. Lo que afirma, dogmáticamente, el Credo de Nicea:

Creo en un solo Dios, Padre omnipotente, creador de todo lo visible e invisible. Y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios ... , por quien todo ha sido hecho, en el cielo y en la tierra [28]

4.5.          Pero, para seguir fantaseando, ¿cómo influiría Cristo en dichas personas?, ¿habría que extender el señorío de la humanidad de Cristo a todos estos seres o universos, o habría que admitir diversas encarnaciones de la segunda hipóstasis divina en diferentes naturalezas individuales de distintas especies personales? Ello es posible. Santo Tomás admitía la hipótesis de la encarnación del Verbo en varios individuos humanos [29] . Pero más bíblica sería la solución de Pablo a los Colosenses: también de esos seres es Señor Jesucristo, el Hijo de Dios y el Hijo de María resucitado.

4.6.          De todos modos, ya sea que el Verbo se encarne en diversos mundos y en distintas especies, ya sea que lo haga solo en Palestina hacia el año 6 AC y tenga que llegar el evangelio a esos posibles seres a través nuestro [30] , teológicamente su existencia no ofrecería problemas.

                Si fueran materiales, formados animalmente con los elementos de la tabla de Mendeleev, y a la vez racionales, es decir 'animales racionales', serían sencillamente humanos, de la especie de Adán. Lo que es totalmente ilícito es preguntarle al teólogo si dichos seres existen. No se trata de un dato teológico, sino de una cuestión fáctica, de existencia presuntamente comprobable y experimental [31] .

                Si existen y tienen inteligencia tendrían 'apetito natural de ver a Dios' [32] y 'naturalmente' -e.d. únicamente con sus fuerzas naturales- no podrían alcanzarlo y, por lo tanto, estarían innatamente en estado técnico de pecado, de privación de la gracia, y necesitados de ella.

4.7.          Tampoco asombraría a ningún teólogo el que los científicos pudieran formar un ser inteligente, e incluso personal, en el laboratorio, ya sea homínido, ya sea robótico y de cerebro de silicio. El mismo Santo Tomás no lo excluye [33] , y, aún utilizando un cierto lenguaje dualista, San Buenaventura afirma que, si se formara un cuerpo humano artificial, Dios se vería "obligado" a infundirle el alma [34] . Por supuesto que si fuera verdaderamente personal y racional estaría también abierto a la gracia a través de su 'deseo natural de ver a Dios' y necesitado de ella.

4.8.          En todas estas cuestiones estamos tocando linderos de fantasía científica [35] . Pero, 'mutatis mutandis', digamos que todo lo que algo bizantinamente los teólogos han especulado sobre los vivientes angélicos y los intelectos separados, puede transportarse a cualquier otra posible criatura o bicho racional.

4.9.          Mientras tanto, es importante decir a los que piensan en su existencia: De ellos jamás podría venir la salvación, la divinización. Serían puros seres naturales, encerrados en la ergástula de la entropía, destinados a la muerte -o al infierno de permanecer para siempre oclusos en su naturaleza finita-.

                Dios sigue siendo trascendente al universo. Y, éste, por más habitado que esté por miríadas de personas de toda laya y ETés, es mera creatura.

                La salvación solo viene de Dios y de su Cristo, "porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él. (Col 1, 16)".

Gustavo E. Podestá

Buenos Aires, 15 de Mayo de 1995


[1] Movimiento ambiguo, censurado por la CongregacióN PARA LA Doctrina DE LA Fe el 6 de Junio de 1992, en O. R. 28 [1.228] del 10 de julio de 1992, p. 2.

[2] Sic, a lo Carl Sagan.

[3] Originalmente vehiculizada por la cultura y el lenguaje hebreos, profundamente enraizados -e influidos- en el nudo de las grandes culturas egipcia, cananea, mesopotámica, babilónica y, finalmente, griega.

[4] El mundo grecorromano, más tarde más o menos germanizado.

[5] Hoy es fácil criticar a la Iglesia por, en nombre de la fe, haber a veces confundido lo que era propio de la revelación y lo que lo era de la investigación humana, pero es importante darse cuenta de que esa distinción no la tenían los mismos "científicos" de la antigüedad. Todo -ciencia, filosofía y teología- venía en un mismo paquete. Baste leer a Platón, a Aristóteles, a Séneca -por mencionar un latino-; no se diga nada de los neoplatónicos. Es precisamente mérito de la Iglesia el haber, poco a poco, desprendiéndose de estas concepciones, delimitado claramente el campo de la fe de aquello a lo cual puede y debe llegar por si misma la ciencia profana.

[6] Es sabido que la teoría de las "fuentes" postula que, en la redacción del Pentateuco, se han combinado al menos cuatro documentos o fuentes, en parte paralelos entre ellos, pero de épocas diferentes: el "sacerdotal" -llamado "P", del alemán 'Priester'-, que es el más moderno, siglo VI AC; el "yahvista" -"J"-, el más primitivo, del siglo X; el "elohista" -"E"- del siglo IX y el "deuteronomista" -"D"- del siglo VII. Con sus más y sus menos dicha teoría es aceptada comunmente por los biblistas y la Pontificia Comisión Biblica, en su documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia, del año 1993.

[7] Dedicados respectivamente a El-Shadai (Gn 17, 1), El-Berit (Gn 33, 20), El-Betel (Gn 28, 18), El-Olam (Gn 21, 33), El-Roii (Gn 16, 14), El-Elyon (Gn 14, 18).

[8] Dt 32, 8-9 LXX

[9] Is 34, 14

[10] Ex 12, 23

[11] Lev 16, 8.10.26

[12] "Los nombres de los ángeles vinieron con los que regresaban de Babilonia", Simeón ben Laquisch, siglo II, en el Talmud jersolimitano, Rosch ha-schanah, 56d

[13] Sal 74, 12-15; 77, 17; 89, 10s; 104, 6-9.267; Is 51, 9s; Job 7, 12; 26, 12; 38, 8; Habacuc 3, 8

[14] Es sabido que, en la sagrada Escritura, el término 'ánguelos', como el hebreo mal'ak, significa simplemente una función -'mensajero', 'enviado'-, no un tipo de ser.

[15] Virtudes ('dynámeis'):Rom 8, 38; I Cor 15, 24; Ef 1, 21 ; 2 Tes 1, 7; cf. I Pe 3, 22 ; Potestades ('exousíai') I Cor 15, 24; Ef 1, 21; 3, 19: 6, 12; Col 1, 16; 2, 10.15; cf. I Pe 3, 22; Principados ('árjai') Rom 8, 38; I Cor 15, 24; Ef 1, 21; 3, 19; 6, 12; Col 1, 16; 2, 10.15; Dominaciones ('kyriótetos') Ef 1, 21; Col 1, 16; Tronos ('zronoi') Col 1, 16

[16] Ef 1, 21 "...yperáno pasen arjés kai exousias kai dynámeos kai kyriótetos kai pantos onómatos onomazoménou ou mónon en to aionil touto alla kai en to méllonti"; cf. Col 1, 16 "...eite zronoi eite kyriótetes eite arjai eite exousíai..."

[17] San IrenEo, por ejemplo, en su polémica antignóstica, no se interesa en negar la existencia de esos seres, sino de negarles su caracter de medidadores y de ubicarlos como creaturas dentro del cosmos (Cf. Demonstratio 8, SC 62; 10, SC 48; Adv. Haer. II, 30, 6; 8; 9; III, 8, 3). La gnosis, precisamente, mediante estos personajes, intentaba negar el papel único de Cristo; y los hacía instrumentos de la creación. Ver al respecto las curiosas fantasías angélicas de un típico científico New Age, Fred Hoyle, en su El Universo inteligente. Aunque ¡también MARITAIN, A propos de l'instinct animal, en R. Thom. 72 (1973) 239-254 y Vers une idée thomiste de l'evolution, en N.Vet (1967) 87-136!

[18] Desde San Juan Damasceno se asociará a la superioridad de Jesús sobre todos los seres del universo también la santísima Virgen María. JUAN DAMASCENO, Homilia I in Dormitionem, 11s; Hom. II in Dormitionem 2.

[19] DIONISIO AREOPAGITA, De caelesti hierarchia.

[20] I qq 50-64; 106-114; I-II, q 80.

[21] I q 47 aa 1; 2 y 3;  q 50 aa 1; 3; 4.

[22] II S d 3 a 1 qq 1-3

[23] "Mundus enim iste unus dicitur unitate ordinis, secundum quod quaedam ad alia ordinantur. Quaecumque autem sunt a Deo, ordinem habent ad invicem et ad ipsum Deum..." I q 47 a 3 c

[24] P. ej. Ef 2, 7

[25] Cf. JUAN JOSÉ SANGUINETI, El origen del universo. La cosmología en busca de la filosofía, pp. 257-262

[26] I q 50 a 4

[27] Algo así como si se les hubiera querido preguntar a los teólogos, antes del descubrimiento de América, si existían otros continentes y otros seres humanos. La Iglesia y los teólogos, al respecto, debieron enfrentar unas cuántas preguntas, pero después del descubrimiento.

[28] "Pisteuomen eis ena Zeón, patéra panatocrátora, pánton oratón te kai aoráton poietén; kai eis ena kyrion Iesoun Xristón, ton uión tou Zeou... di'ou ta panta eguéneto, ta te en to ouranó kai ddta en te gué ..." /' ...  DS 125

[29] III, q 3 a 7 : "oportet dicere quod persona divina, praeter naturam humanam quam assumpsit, possit aliam numero naturam humanam assumere". Ray Bradbury, en Crónicas Marcianas, tiene un bello cuento en donde un astronauta, por enésima vez llegando a un planeta de una lejana galaxia, arriba tarde. Cuando inquiere sobre Jesús, le responden: "acaban de crucificarlo". Ya un apócrifo del siglo III, la Epistula Apostolorum (13, 14), sostiene que cuando Jesús bajó del cielo para hacerse un hombre entre los hombres, se hizo primero un ángel entre los ángeles, tomando la correspondiente forma angélica en cada uno de los estratos del mundo angélico. Es verdad que esta teoría, retomada luego por Orígenes, fué condenada por un decreto del emperador Justiniano, confirmado luego por el papa Vigilio y publicado en el sínodo Constantinopolitano del 543. Cf. DS 406, 408 y 409 (Dz 206, 208 y 209)

[30] Mr 16, 15: "id al cosmos entero, proclamad el evangelio a toda la creación" (Poreuzéntes eis ton kósmon ápanta keryxate to euanguélion páse te ktísei")

[31] A menos, como sostienen algunos, que pertenecieran a universos absolutamente incomunicables entre si, entonces jamás sabríamos de ellos en este mundo, ni nos interesaría hacerlo. Serían lo mismo creaturas, y estarían sometidos a Dios y a su Verbo.

[32] Cf. I q 12 a 4 ad 3m y a 1 c y //s

[33] De Malo q 4 a 7 "...si aliquis homo de novo formaretur de terra". De todos modos un ser humano solo podría 'formarse', 'fabricarse,' 'hacerse'; el acto creador estaría reservado exclusivamente a Dios, como el de todas las cosas.

[34] "...haberent appetitum ad animam rationalem; sed Deus complet appetitum naturae: ego statim infunderetur eis anima rationalis". II S d 8 p 1 a 2 q 1 f 4

[35] Ver las vacilaciones de San Agustín para tratar o no el problema de la existencia de otros seres humanos, supuestamente no descendientes de nuestro común tronco y que vivirían del otro lado de la tierra, llamados, precisamente por ello, "antípodas": pies enormes arriba, para suspenderse, la cabeza colgante. Es evidente que hacerlo le parece poco serio. De Civitate Dei, L. 16, c. 9.

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