Sermones de pascua

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ



Adviento

1978- Ciclo A

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
7-V-78

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 16-20
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él, sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo os he mandado. Y yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo".

SERMÓN

Si han seguido con atención la lectura del evangelio de Mateo que acabamos de leer podrán preguntarse qué tiene que ver este pasaje con la fiesta de la Ascensión que estamos celebrando. Porque, salta a la vista, Mateo aquí no la menciona para nada. Se trata simplemente de las últimas palabras del Señor consignadas por el evangelista y tras las cuales, después del "Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo", el evangelio concluye. Aquí no hay ninguna 'ascensión' o, más bien, ésta ya parece haberse dado: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra ".

Nuestra curiosidad aumenta si repasamos qué es lo que cuentan al respecto los otros Evangelios. Porque Juan parece hablar de una 'ascensión' poco después de resucitar: "Suéltame -le dice a María Magdalena- aún no he subido al Padre". Lucas , la sitúa en la tarde de ese mismo día. Marcos, no se ve muy bien si el mismo día o pocos días después. Finalmente, otra vez Lucas, en el libro de los Hechos de los Apóstoles -la primera lectura de hoy-, la ubica cuarenta días después de Pascua.


John Singleton Copley , 1775

Para tratar de explicar estas aparentes discordancias será necesario intentar, antes, más allá de lo puramente narrativo, comprender el 'significado' de la Ascensión.

Y es que el hombre no puede introducirse en el mundo de lo puramente espiritual sin el soporte de lo imaginativo. De allí que, para destacar superioridades o supremacías 'cualitativas', haya de valerse de nociones 'cuantitativas'.

Los conceptos de altura, sobre todo, son singularmente aptos para establecer este tipo de diferencias. "Hay que restablecer la verticalidad"; "un hombre de bajos instintos"; "altura de miras"; "altanero"; "altivo"; "rebajarse"; "ascender "; "degradar ". ¿Ven? Todos términos de origen espacial que sirven ahora para indicar no diferencias de estatura en metros o centímetros, sino de estatura moral, de jerarquía de valores.

Espontáneamente, cuanto más digno y perfecto es un ser, más 'arriba' tendemos a figurarlo. Y ¿qué es lo que está 'arriba' de todo? El 'cielo'; si lo miramos sin telescopios ni conocimientos astronómicos. Ese fondo azul, de día, o negro, de noche, que sirve de telón de fondo a las estrellas o al gran paseo diurno del sol.

Para expresar la perfección y supremacía absolutas de Dios sobre todas las cosas, no hay figura plástica más apta que la de decir que 'está en el cielo'. Así lo imaginan constantemente los escritores tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

El 'Cielo', superando su realidad material, se transforma en la morada de la divinidad. La 'tierra' -su escabel- es la residencia de los hombres. De tal manera que, para visitar a éstos, Dios ha de 'descender' del Cielo. Cuando termina la visita, vuelve a 'subir': "Y después de hablar con él, subió Dios, dejando a Abraham", dice, por allí, el Génesis (17, 22).

Pero los simbolismos 'celestes' pueden enriquecerse y aportar más elementos imaginativos. Por ejemplo, las nubes , estas masas algodonosas entre el cielo y la tierra.

La nube, sobre todo, cuando es nube de tormenta con relámpagos y truenos, puede muy bien ayudar a representar la majestad y el poder de Dios. Por eso suele aparecer en la Biblia como Su vehículo. " Bajó Yahvé en la nube y habló a Moisés ", dice Números. O Isaías, poéticamente: " Allá va Yahvé, cabalgando sobre nube ligera, y entra en Egipto y se tambalean los ídolos ante El ".

También el Espíritu enviado por Dios debe 'descender'. " Apenas fue bautizado se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma ".

Asimismo 'baja' la Palabra de Dios. Dice el libro de la Sabiduría: "Tu palabra omnipotente, cual implacable guerrero, salió del cielo, desde el trono real ".

Los ángeles, que habitan el cielo con Dios, 'descienden' para desempeñar sus misiones y, luego, vuelven a 'ascender'. 'Subida' y 'bajada' que establecen, precisamente, el enlace entre el cielo y la tierra, como en la escala de Jacob. O como cuando pedimos, en el Canon Romano, "que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo, por manos de tu ángel" .

Porque para el hombre, en cambio, el trayecto es imposible.

Hablar de subir al cielo equivale, en la Biblia, a expresar la búsqueda de lo inaccesible. O, si no, la pretensión desmedida de una soberbia insensata. Recuerden la torre de Babel o las palabras de Jesús: "Y tú, Cafarnaúm ¿acaso crees que te elevarás hasta el cielo? No, hasta el infierno te precipitarás"

De este modo, intentar subir al cielo por las propias humanas fuerzas se transforma en sinónimo del pecado paradisíaco: intentar ser dioses. "Seréis como dioses". Es -en el mito griego- el exceso de los Titanes . Es el yerro de Prometeo, el de Ícaro : tratar de conquistar y elevarse al cielo desde la mera naturaleza.


Peter Paul Rubens, Castigo de Prometeo , 1611-1612

Tentación, por otra parte, constante en toda vida humana., Porque ¿qué es ser Dios sino 'estar en el Cielo'? ¿Qué es ser Dios sino ser perfecta y plenamente realizados o felices? Y, acaso, atrás de todos nuestros actos, aspiraciones y trabajos ¿no está moviéndonos oscuramente este deseo imposible de perfección y felicidad?

La disconformidad constante, las nuevas búsquedas iniciadas tan pronto conseguimos nuestros antiguos objetivos, el miedo a perder la felicidad que poseemos, la angustia de la certeza de que un día, tarde o temprano, ineluctablemente la perderemos ¿no está indicando acaso, en el hombre, un hambre de una felicidad perfecta más allá de la cual ya no quede nada más que desear y que sea imposible de perder?

Pero, de esta guisa -por definición- la felicidad solo la puede tener Dios.

Sin embargo tanto la fenomenología, como la psicología profunda, como la reflexión filosófica, descubren, con pocas dudas, que en el fondo no siempre consciente de todo hombre existe un oscuro impulso a ser Dios.

Pero ¿podrá saciarse este impulso? ¿O será solo una anomalía morbosa de su naturaleza?

Así lo sostiene el existencialismo ateo: el hombre quiere ser como Dios, pero este deseo, irrealizable, es una pasión inútil, el absurdo metido en lo profundo de su ser. El ser humano, queriendo el 'todo', se topa finalmente con la nada de la muerte.

Los evolucionismos y progresismos modernos, el marxismo, casi toda la filosofía moderna afirman lo contrario. El hombre ya tiene algo divino por naturaleza que solo espera las condiciones favorables para manifestarse o realizarse. Es por naturaleza divino y, con su trabajo, con su técnica y sociología, con su medicina, con sus revoluciones, logrará finalmente el cielo en este mundo. Creará al Hombre Nuevo.

La realidad es que, en lugar de cielo, nos regala archipiélagos Gulag, rebeldía juvenil, inmoralidad, droga, incomunicación, polución ambiental, odios fratricidas, extremas bajezas. En todo caso, aunque lo mismo el proyecto resultara exitoso en algún futuro más o menos lejano, nunca será capaz de vencer la muerte y la extinción final del universo.

Dichas ideologías, en realidad, engañan al individuo realmente existente, prometiendo futura felicidad al ente abstracto de la Humanidad. Esas ilusas utopías sí que son 'opio del pueblo'.

No. Pequeño hombre. No puedes tú lograr el Cielo. Ni podrá lograrlo tu trabajo, ni tus indagaciones. Tampoco te lo dará tu novia, ni tu mujer, ni tu familia, ni tus logros profesionales. Ni el dinero y, mucho menos, el pecado, podrán darte la felicidad total que oscuramente añoras. No hay cielo en este mundo. A las mayores felicidades -aún las más legítimas, protegidas y seguras- las carcomen, a la postre, el tiempo y la tan segura muerte.

Y, sin embargo, ese oscuro deseo de Cielo no es en vano. No es estéril hambre. Podemos saciarlo, si el Cielo 'baja' a nosotros. Si Aquel que está en el Cielo 'desciende' y, luego, con nosotros, vuelve a 'subir'. "Nadie sube al cielo sino el que ha bajado del cielo", dice Jesús en el Evangelio de Juan.

Ese es el significado de la Ascensión. Dios ha 'bajado' del Cielo al hacerse 'carne' en Jesús. " Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros ".

Más aún, 'baja' hasta 'lo más bajo', hasta lo 'ínfimo', (lo ' ínferus ', en latín) -" descendió a los infiernos ", dice el Credo.

'Desciende' hasta el abismo de la muerte, en la humillación -de ' humus ', 'tierra'- de la Cruz. Y, al asumir todo eso desde 'arriba', 'bajando', es capaz de 'elevarlo', 'ascenderlo', hasta donde ya estaba como Dios.

' Morir'-'resucitar' es lo mismo que 'bajar'-'subir' , dicho de otra manera.

Por eso, para los evangelistas, Cristo, mediando su muerte, 'resucita' y es, al mismo tiempo, 'exaltado', 'glorificado', 'ascendido'.

La distinción entre 'Resurrección' y 'Ascensión', es un recurso de los evangelistas para puntualizar que la primera no es solo un 'regreso' a la vida humana, sino un 'progreso' a la vida de Dios. Y, en el relato de los Hechos, el lapso de cuarenta días un dato de Lucas, para poner punto final al período de las apariciones del Señor resucitado y glorificado.

La Ascensión pues, nos habla, primariamente, del misterio de la 'exaltación' del hombre en Jesús. Pero, también, de nuestra propia exaltación bautismal, arras de la gloria.

Dios nos llama, si, -no lo dudes pequeño hombre-, a la plena felicidad. El, que ha plantado en el interior de lo humano esta búsqueda de absoluto, esta apetencia de inalcanzable plenitud, también nos ofrece el poder saciarla.

Pero no como lo hace la serpiente haciéndonos pensar que somos capaces de lograrlo con nuestras propias fuerzas y en esta caduca vida, sino aceptando el don de Dios, la Gracia, en Jesucristo.

Las nubes ocultan a Jesús. Ya no son ellas, como en el AT, vehículo de ascensión. Es el mismo Señor quien, ahora, con el brazo fuerte de su Espíritu, nos 'elevará' hacia donde Él ya ha llegado.


Salvador Dalí

Ese Espíritu de Jesús, emanado de su humanidad glorificada a través de la Cruz, será quien, permeando nuestro cuerpo y aún nuestros dolores y penas y, sobre todo, nuestra muerte, rompiendo la gravedad de lo creado, nos dará impulso de ascensión, de viaje, a la verdadera felicidad, a la participación de lo divino, en la medida en que sepamos conectarnos, en la fe, a su sobrenatural energía, a la fuerza de la humanidad glorificada de Jesucristo nuestro Señor a través de la Cruz.

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