Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 101
MAYO, 2004

Mayo

Vitral de la Visitación

Mayo es, en el hemisferio Norte, el mes de María Santísima, plena primavera. Tras la "Pascua Florida", que allá fluctúa entre los últimos días de marzo y los primeros de abril -según los años-, viene un tiempo dedicado a la Madre de Dios, a la que desde antiguo se ha asociado con las flores. Como ellas, María es belleza pura, todo gracia, perfumado esplendor de la forma humana elevada a la condición de hija predilecta del Padre Eterno.

Entre nosotros, sin ostentar tal título, el mes de mayo también está particularmente asociado con la Virgen , pues en él se celebran varias fiestas marianas, algunas propias de la Iglesia universal, otras, de nuestra Patria . ¿Qué mejor, entonces, que dedicar algunos minutos diarios para acompañar a María Santísima, en su casa -nuestra parroquia- y bajo su advocación de Madre Admirable?

Ingresamos en nuestro templo -ámbito sagrado- bajo la cálida luz de los nuevos vitrales. El segundo a nuestra derecha nos habla de la fiesta que cierra el mes en curso: la Visitación . Podemos contemplar este episodio de la vida de la Virgen , siguiendo el relato de Lucas (1, 39-56). El vitral nos ayudará a hacer una "composición de lugar", al modo como se inician las meditaciones en el método ignaciano.

Es toda una verdad teológica la que así queda afirmada: María Santísima está en el centro del plan salvífico de Dios: elegida, pensada, amada, desde toda la eternidad para ser la Mujer que concebirá y dará a luz al Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre.

Su dulce figura se recorta, luminosa, contra el fondo oscuro del pequeño pueblo de Ain Karim , en las montañas de Judá. Allí llega María, montada en su asno. A la puerta de su casa, la anciana prima, Isabel , ya cercana a su parto, recibe la luz que emana de María, y el niño que lleva en su seno salta de gozo ante la cercanía del Salvador. Pues, es Él, la presencia del Dios Vivo en el vientre de la pequeña María, lo que la torna luminosa, llena de gracia, de brillo, de esplendor, de belleza, comunicadora de la verdadera alegría, portadora de la Vida.

El artista nos propone un arribo nocturno de la Visitante. No se trata necesariamente de la noche celeste -que es, no obstante, la representada-, sino de esa oscuridad que es la condición humana sin la gracia de Dios. Son las tinieblas que viene a iluminar el Hijo de Dios y que ya merman ante la presencia de Su Madre. Por este motivo, desde antiguo, se invoca a María Santísima con el nombre Estrella de la mañana o Lucero del alba , ese que brilla al despuntar el amanecer, cuando todavía no ha salido el sol, y es su anuncio primero.

La gracia -que es Vida y es Luz- se comunica desde la Virgen a su prima, pues, aunque embarazada desde seis meses antes que María, Santa Isabel lo está solo por cuanto ingresa en el plan de Dios como madre del Precursor. En efecto, todo lo creado, antes, durante y después de Cristo, confluye en Él, y a Él se ordena. Y, por Él, en su Madre bendita.

Como Isabel y su hijo Juan, también nosotros somos predestinados " para alabanza del esplendor de Su gracia, que (Dios) nos otorgó en el Amado " (Ef 1, 6), de modo que " todos nosotros ... reflejemos como espejos la Gloria del Señor... "(2 Cor 3, 11).

Arriba, a la izquierda, la figura de un hombre sentado, con una tablilla en las manos, nos recuerda la escena evangélica del nacimiento de Juan el Bautista. Su padre, Zacarías , que ha quedado mudo desde que le fue anunciada su paternidad, responde al interrogatorio de sus vecinos y parientes acerca del nombre de su hijo. Ellos sostienen que hay que llamarlo "Zacarías"; Isabel, obstinada e inexplicablemente, insiste en llamarlo "Juan". Interrogado el padre, responde poniendo por escrito: " Juan es su nombre " (Lc 1, 63). El que será Precursor del " Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad " (Jn 1, 14) es nombrado Johanna , que significa: " Dios concede su Gracia ". Tal será la misión del hijo de Zacarías e Isabel: anunciar a su pueblo que Dios concede su gracia y que todo aquel que se convierta, que " abra camino al Señor en el desierto " -que es todo corazón humano cerrado a Dios- encontrará en Él la Salvación (Cf. Is 40 3; Mt 3, 3; Lc 1, 76-79).

Una última consideración. Las horas nocturnas pierden, para el cristiano, toda connotación maléfica, lúgubre, tétrica. Todas las horas, tanto del día como de la noche, son 'tiempo del Señor' y, por lo tanto, tiempo de salvación, de gracia. No cesa la obra de Dios durante las horas oscuras. No señorea entonces el mal ni ningún poder maligno; no quedan los hombres a merced de íncubos, duendes, demonios, brujos, maleficios ... Siempre y en todo momento, uno sólo es el Señor, el que creó la luz y también la oscuridad, el que tiene piedad de todos porque todo lo puede, ... el que ama todo cuanto existe y nada aborrece de lo que ha hecho, pues si algo hubiese odiado, no lo habría formado " (Sab 11, 24. 25). María viene a traer su luz y su alegría siempre: en los momentos felices y los luctuosos, en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y la estrechez, en las buenas y en las malas ...

Con Isabel y con los santos que viven ya en la Luz inaccesible , cantemos las glorias de María, la Mujer bendita entre todas, la admirable Madre, la que nos da a Jesús, Vida y Luz de los hombres.

8: Ntra. Sra. de Luján; 9: Ntra. Sra. de los desamparados; 13: Ntra. Sra. de Fátima; 24: María Auxilio de los cristianos; 31: la Visitación de María a Sta. Isabel (que con ser Fiesta, desplaza este año a la memoria de María Madre de la Iglesia , correspondiente al lunes después de Pentecostés).

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