Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 11
MARZO, 1996

CUARESMA

Cuaresma nos toma de contramano con respecto al hemisferio norte donde se gestaron históricamente nuestros tiempos litúrgicos. Época de ayunos y abstinencias, era, allá, en plena primavera y previa al verano, tiempo propicio para desembarazarse de las grasas acumuladas durante el invierno para resistir sus fríos.

Esa función no la puede cumplir cuaresma precisamente en el hemisferio sud, donde, al contrario, hemos de ir preparándonos de antemano para tener suficientes defensas para enfrentar gripes y resfríos, y ya no nos interesa más mantener nuestra reducida silueta playera.

Pero este aspecto dietético ciertamente no es el objetivo principal de la cuaresma. Las así llamadas 'penitencias' son la preparación próxima al gran acontecimiento anual de la Semana Santa , en donde la fe habrá de pulirse y afinarse para descubrir y aprovechar a fondo su sentido.

Aún desde el punto de vista de nuestras actividades puramente humanas, cuaresma llega como el paréntesis previo, la cámara de compensación, que nos permite el paso de las actividades quizá frívolas y dispersas de las vacaciones a la seriedad del año que recomienza, ahora de veras, con toda su carga de deberes y responsabilidades.

Semana Santa es la conmemoración central de nuestra vida cristiana. Es allí donde se juega la verdadera dimensión de nuestro existir terreno llamado a la vida eterna. Es el misterio de la Pascua el que eleva nuestra vivencia de la fe, desde el estado infantil de la mera confianza en Dios para las cosas de esta vida, hasta la adultez de la total entrega en sus brazos, sostenidos por Cristo, aún en el menoscabo del dolor, de los fracasos y de la tragedia aparentemente definitiva de la muerte. Frente a ello ningún sentimiento, ningún razonamiento puramente cerebral, ningún afecto sensible ni argumento lógico puede tener suficiente fuerza para hacernos aceptar la angustia de nuestros viernes santos. Sólo la fe, abierta a la vida verdadera y al inquebrantable amor de Dios.

Es, por ello, de ese mundo puramente sentimental, humano, razonable, planeado, satisfecho, en donde no pueden enraizarse sólidamente la creencia de ningún verdadero varón ni mujer cristianos de donde quiere alejarnos, por un tiempo, la cuaresma, para que templemos y acrezcamos nuestra fibra de católicos en su único alimento sobrenatural: la fe, fortalecidas en gozosa oración, lectura, despojo, silencio e interioridad.

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