Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 15
JULIO, 1996

SANTOS

Mediado el año, Julio adquiere personalidad solo por la fecha patria -9 de Julio- y, para los estudiantes, por las vacaciones de invierno.

Litúrgicamente es un mes tranquilo, donde no brilla ninguna singular festividad. Sin embargo habría que notar que, después de la reforma litúrgica, ha quedado, junto con Agosto, como el mes en donde más santos hay que conmemorar cotidianamente. Casi todos los días impone el calendario la celebración de un santo. Y sería un buen tema de meditación, pues, conseguirse diariamente alguna breve biografía del que corresponde al día. Durante Julio se nos hace ver, casi como en un muestrario, la inmensa variedad de formas que puede adquirir la santidad en la vida de un hombre: desde el apóstol -Tomás- hasta la jovencita que muere en martirio por su castidad -María Goretti-; desde el poderoso emperador -Enrique- hasta la hacendosa ama de casa -Marta-; desde el combativo predicador de la palabra -Ignacio de Loyola-, hasta el sereno catequista de los indios -Francisco Solano-; desde la pecadora arrepentida -María Magdalena- hasta la viuda consagrada a Dios -Brígida-; desde el sacerdote ejemplar -Antonio María Zaccaría- hasta la ejecutiva reina -Isabel de Portugal-; desde el sabio teólogo -Buenaventura- hasta el hombre de oración -Benito-; desde los sencillos padres de familia -Joaquín y Ana- hasta el brillante predicador y doctor -Pedro Crisólogo-. Todo acompañado y jalonado por la presencia constante de María en sus conmemoraciones sabatinas, en su adovación del Carmen, en la tan nuestra de Nuestra Señora de Itatí.

Julio es un ejemplario de lo que es la auténtica vida de la Iglesia , esta comunión de hombres y mujeres de todas clases, profesiones, idiosincrasias y edades, que construyen en su vida diaria -en dedicación a Dios, al bien de su prójimo y a sus deberes de estado- el reino de Dios.

Y ya sabemos que la Iglesia solo canoniza una infinitesimal parte de los millares de cristianos que se suman constantemente al número de los elegidos. La santidad no es un don concedido solo a aquellos que veneramos en imágenes y peanas y que la Iglesia más que coronar -que el que corona realmente es Dios en el cielo- nos propone como ejemplos, sino que es lo propio de todo cristiano, por el solo hecho de poseer por el bautismo la gracia santificante. El nuevo testamento llama "santos" a todos los cristianos, precisamente porque el bautismo los ha consagrado para Dios y, por esa consagración, ya entran a participar de la santidad divina.

Que el ejemplo de los santos que la Iglesia nos propone recordar en Julio nos ayude a vivir nuestra propia condición de bautizados, de consagrados, de "santos", en las diversas circunstancias que nos tocan vivir y a las cuales, mediante la fe, la esperanza y la caridad, desde esa santidad que poseemos bien nuestra, a pesar de nuestros pecados, podemos transformar en méritos para la vida eterna.

Menú ...... Inicio