Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 38
Agosto, 1998

Agosto 1998

MarÍa SantÍsima

El mes de Agosto, después de la breve pausa de las vacaciones julias, retoma con nuevo vigor la segunda parte del año. Debemos tratar de aprovecharla para corregir los errores que podamos haber cometido en la primera, encarando con más decisión nuestras responsabilidades de trabajo, de familia, de estudio, de vida espiritual. Faltan varios meses para que concluya el año y podemos transformarlo todavía en un tiempo valioso y positivo de nuestra vida.

Como figura alentadora de esta segunda etapa aparece, dominando Agosto, la figura impar de María Santísima. El luminoso dogma de la Asunción, proclamado en 1950 por Pío XII, nos asegura que, junto a Nuestro Señor, gobierna el universo la tierna majestad de un corazón materno. Porque eso es lo que significa, más allá de la incorrupción de su cuerpo mortal, el luminoso misterio de la Asunción. Así como la Ascensión celebra la promoción de lo humano de Cristo al Señorío sobre toda la creación, "sentado a la derecha de la Majestad en las alturas" (Hb 1, 3), así la Asunción nos habla de similar promoción de María, mujer y madre, como corregente de su Hijo.

Dios ha querido que Su Providencia se ejerciera en la historia mediante el gobierno coordinado de Cristo resucitado, el Señor, y de María asunta, nuestra Señora.

En Cristo podemos estar seguros de que todo lo que nos sucede providencialmente no es manejado por una fría computadora omnipotente -si es que así pudiéramos deformar nuestro concepto de Dios- sino por un corazón hermano capaz -por ser uno de los nuestros, no tal "que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15)- de comprendernos y acompañarnos en todos nuestros problemas humanos.

Pero, mucho más, en María elevada a los cielos, gozamos de la seguridad de que "ni un solo pelo se cae de nuestra cabeza " (Lc 12, 7; 28,18) sin que un corazón materno y compasivo, hecho un solo sufrir y gozar con cada uno de sus hijos e hijas, lo proponga al Padre.

Ese Dios que interviene en todas las cosas para bien de los que le aman" (Rm 8, 28) las dispone bondadosamente para nosotros mediante el gobierno justo y viril del corazón de Cristo y la ternura y cariño de la Madre.

Que este mes de Agosto nos enseñe a vivir en la alegría que nos da la confianza de saber en manos de Quiénes están los acontecimientos de este mundo y hasta los mínimos detalles que atañen a nuestra vida, mediando un Querer Divino al cual podrán torcer momentáneamente en esta tierra la libertad del hombre y sus pecados, pero que se encamina infaliblemente al bien "de aquellos que han sido llamados según su designio" (Rm 8, 28).

Que en lo que resta del año sepamos abrir nuestros corazones y nuestra mente al amor de María, de modo que Ella nos ayude a recibir ese mismo Espíritu que supo hacer crecer en el corazón de su Hijo y le llevó a la madurez de su sabiduría humana y de la Gracia (Lc 2, 40).

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