Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número: 68
MAYO, 2001

MAYO

El número cuarenta ha tenido, desde antiguo, un especial valor simbólico. Los relatos bíblicos redondean en "40" ciertos acontecimientos de particular trascendencia, sea para el pueblo de Israel, sea para una persona. Así, durante 40 días y 40 noches diluvió y 40 días tardaron en bajar las aguas. Tres períodos de 40 años marcan la vida de Moisés: 40 años en Egipto, 40 junto a su suegro Jetró, 40 años la marcha por el desierto hacia la Tierra de la Promesa. 40 días permaneció Moisés, en ayuno y oración, en el Monte Santo, en presencia del Señor Altísimo. Como rememorando aquel éxodo, 40 días caminó Elías por el desierto, rumbo a la Montaña de Dios, donde también permaneció otros 40, cual nuevo Moisés, en ayuno y oración preparándose para el encuentro con Dios. 40 años reinó David, etc.

También los relatos neotestamentarios recogen esta antigua Tradición, incorporada a la predica­ción apostólica: Jesús, " arrojado por el Espíritu al desierto" (Mc 1, 12-13), cual nuevo Moisés (Legislador) y nuevo Elías (Profeta), permanece 40 días en soledad, ayuno y oración. Es la cuarentena que recoge nuestra Cuaresma . Pero, ya antes del inicio de su vida pública, Lucas recoge el episodio de la Presentación del Niño en el Templo, cuarenta días después del parto, "para cumplir la Ley de Moisés" (Cfr. Lc 2, 22-23; Lev 12, 2-4); es la cuarentena que se extiende desde la Navidad hasta el 2 de Febrero , y a la que nos referimos oportunamente. La tercera cuarentena de días es la que ahora esta­mos transitando: desde Pascua de Resurrección hasta la Ascensión.

En realidad, tanto los Evangelios cuanto el hecho mismo de la Resurrección, exigen que la Ascensión o glorificación de Jesús haya ocurrido de inmediato. No necesitaba permanecer en las coordenadas terrestres, sujeto al tiempo y al espacio, como esperando que llegara el momento de "entrar" en la Gloria. Cristo resucitado no está sujeto ni al tiempo ni al espacio y, desde el instante mismo de su resurrección, ingresa(por usar un lenguaje que podemos entender) en otra "dimensión": la Vida Intratrinitaria ("Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre ...", le dice Jesús a la Magdalena, Jn 20, 17).

San Juan, de modo muy claro, habla de la glorificación del Cristo de Dios como comenzada en la mismísima Crucifixión. Efectivamente, por tres veces repite en su Evangelio y en diverso contexto, estas palabras de Jesús: "Cuando Yo sea levantado (= exaltado, glorificado) ...sabréis que Yo soy...hacia lo alto, atraeré a todos hacia Mí " (Cfr. Jn 3, 14; 8,28; 12, 32). Dicho sea de paso, el Evangelio de San Juan, a diferencia de los Sinópticos, presenta la Pasión y Muerte de Jesús como el momento de triunfo y de exaltación del Cristo, inseparablemente unidas a su Resurrección. Es noto­rio que dedique al tema la mitad de todo su Evangelio (los Sinópticos, sólo dos capítulos y uno a la Resurrección), y que sea en esta sección donde repita más veces las palabras gloria y glorificación.

La mención de los 40 días previos a la Ascen­sión aparece en los Hechos de los Apóstoles (1, 3) con una función pedagógica, como marco temporal dentro del cual se sitúan las apariciones de Jesús glorificado y aludiendo a los cuarenta días que, entre los judíos, tenían que vivir juntos los alumnos con sus maestros antes de poder recibirse, a su vez, de tales. No pretende precisar el momento en que el Resucitado ingresa en la Gloria, sino aquel de la clausura del período de sus apariciones y el inicio de un nuevo Adviento, éste que nosotros transitamos como alumnos del Señor, hasta que Él vuelva, revestido de Gloria y Majestad .

La espiritualidad de la Ascensión está marcada por el enérgico llamado de Pablo a los Colosenses: " Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios " (3, 1-2). Buscar las cosas de arriba es tanto como decir: desear los bienes celestiales, apuntar hacia las realidades que no perecen, atesorar tesoros en el Cielo (Mt 6,20) , caminar constantemente y con firme esperanza durante éste, nuestro éxodo, hacia la Patria Celestial, " que no tenemos aquí ciudad permanente, antes buscamos la futura. "(Hbr 13, 14). Se trata de vivir según aquella orden del Señor a Pedro: "Duc in alto" -conduce, dirige hacia lo alto-(Lc. 5,4), malamente traducida en nuestras Biblia y leccionarios: Navega mar adentro.

Dado que en Cristo hemos renacido a una vida nueva , es necesario que esa vida se revele en nosotros por sus obras propias , pues de nada sirve decir que se la tiene, si no opera -que la vida se conoce por el movimiento , como decía Aristóte­les-. En este sentido, las cartas paulinas sobreabundan en consejos de vida nueva , que muy bien nos vendría repasar a lo largo de estos días. Allí se nos exhorta a no asimilarnos a las costumbres del mundo, sino transformarnos por la renovación de nuestra mente para discernir lo que es la voluntad de Dios, viviendo una caridad sincera, alegres en la esperanza, perseverantes en la oración, pacientes con los demás, siempre dispuestos a devolver bien por mal (Rm 12 al 15; I Cor 13, 1- 13); se nos incita a examinar cada uno sus propias obras y no las de los otros, a ayudarnos mutua­mente, a no cansarnos de hacer el bien (Gal 6). Atendiendo al deseo postrero de Jesús, se nos conmina a conservar solícitamente la unidad del espíritu mediante la caridad, sin guardar rencor, imitando a Dios (Ef 4 al 6); a hacerlo todo sin habladurías ni discusiones, con la alegría que nos da el Señor (Fil 2 y 4). En una palabra, a levantar los ojos al Cielo sin dejar, por ello, de tener los pies firmemente plantados en el suelo, para caminar los días de nuestra vida como verdaderos hijos de Dios.

Pidamos esta gracia pascual a nuestra Admi­rable Señora, a quien recordamos especialmente en este mes de Mayo y cuya argentina celebración bajo la advocación de Nuestra Señora de Luján festejamos el veinte, todopoderosa en la súplica, para que " la paz de Dios, que supera todo entendimiento, guarde nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús" , hasta que Él venga (Fil 4,7).

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