Escritos parroquiales
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ

Número:88
MARZO, 2003

CUARESMA

Llegamos a Marzo y con él, el fin definitivo de las vacaciones. Retomamos nuestras actividades ordinarias, la vida cotidiana de cada año. Conviene, pues, que nos esforcemos en hacerlo todo con renovado espíritu, del mejor modo posible, como quienes empiezan algo y quieren poner lo mejor de sí para llevarlo a buen fin. Debemos prepararnos a resistir el desgaste y el peso, de los meses que vienen, sobre nuestros hombros, quitándonos entusiasmo.

Por ahora, quién más, quien menos, en estos meses de verano, todos hemos hecho algún acopio de energías, suficientes como para dar de nosotros generosamente todo lo que podamos, en cada momento, en casa, en el trabajo, en la profesión, en el estudio, incluso, en la diversión.

También, con renovadas fuerzas, podemos ingresar en el santo tiempo de Cuaresma, que comienza el 5 de este mes. En otros años, cuando el Miércoles de Ceniza cae en febrero, las vacaciones no ayudan a tomarlo en serio. En el 2003, Cuaresma y fin del descanso llegan casi juntos. Es, podríamos decir, una verdadera oportunidad para empezar esta cuarentena sagrada con ánimo decidido.

La Cuaresma es tiempo de conversión, de cambio radical, profundo, sincero. Conversión a la que estamos llamados todos, sin excepción, pues no hay nadie en esta condición de viador (cual es la nuestra mientras permanecemos en esta vida) que pueda afirmar que no tiene nada, absolutamente nada, contrario a la Voluntad de Dios. No se trata sólo de pecados; también defectos, imperfecciones, malas costumbres, malos hábitos, omisiones, falta de responsabilidad y garra en nuestros deberes, apegos, que implican no amar a Dios por sobre todas las cosas.

Para ayudarnos a transitar este camino de despojo de nuestros quereres, caprichos y mezquindades, la espiritualidad cuaresmal se apoya en tres pilares: el ayuno, la oración y la limosna. Los tres inseparables; complementarios el uno de los otros. Así, la privación del alimento no es un fin en sí misma, sino que debe ser a modo de expresión sensible de nuestra disposición a mortificar nuestra voluntad egoísta, nuestro desapego a nuestras comodidades y poltronerías sensibles. Pero, para que esa mortificación sea manifestación de la caridad que obra en nosotros, necesariamente debe ir acompañada de la oración, por la cual nos unimos al Padre Eterno, y de la limosna, por la cual nos unimos al Cristo desnudo de la Cruz.

Para que la limosna no sea un mero gesto filantrópico, deber ser y traducir nuestra disposición a darnos generosamente nosotros mismos, lo cual implica también, tolerar con paciencia que otros se entrometan en "nuestros tiempos" y cambien algunos nuestros planes con su aparición o con sus reclamos. Obviamente, esta disposición que venimos mencionando, debemos tenerla primera y principalmente con los de casa, con mi mujer o mi marido, con nuestros hijos, con mis padres o mis hermanos. Luego, con los que están más cerca por diversos motivos, los compañeros de trabajo, los amigos, los vecinos. No cumplimos la finalidad de la limosna cuaresmal entregando moneditas a mendigos o dejando algunos comestibles en el canasto de Cáritas si no vivimos en esta disposición de darnos. Pero, aún faltaría algo, si tal disposición no brotara de la caridad, la cual es alimentada por la oración.

La oración . Tampoco aquí se trata de repetir Padrenuestros ni letanías; tampoco, simplemente de estar en Misa. Todo esto que, en nosotros, puede ser solo oración vocal, es importante, como lo es la corteza para el árbol. Pero, el árbol vive por otra cosa, por la savia que corre en su interior. La "vida interior", que da sentido y contenido a todo lo demás, incluso a la oración vocal. Y, porque es "vida", se conoce por sus "actos". que no son otros que actos de fe, de esperanza y de amor a Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo-. Todo eso es oración, la cual, cuando nos abre al misterio del Dios Uno y Trino, nos hace capaces de recibir su Gracia que nos hace 'hijos', que nos 'cristifica', que obra en nosotros para que nosotros seamos y actuemos a modo divino.

El momento privilegiado para la oración, en todas sus formas (vocal, meditativa, contemplativa, de acción de gracias, de petición), es la Santa Misa . Un buen propósito -"pocos y posibles", según el consejos de los maestros de vida interior- para esta Cuaresma bien podría ser ir a Misa todos los días. Pero, también, puede ser vivir cada Misa como si fuera la primera y la última.

Alguno habrá que tenga que proponerse empezar por lo básico: retomar la Misa dominical, con el querer firme de no volverla a dejarla más. Otros -bastantes, si me disculpan- pueden decidir no llegar tarde y asistir a toda la Celebración ; pues muchos vemos que llegan tarde y se van antes de que finalice, como si el precepto dominical se cumpliría simplemente pisando la iglesia unos instantes. Unos quizás adviertan que su problema es la falta de concentración, pues ni en Misa se olvidan de sus ocupaciones. Pues bien, sería bueno que se decidieran a apagar sus celulares, materiales y espirituales, antes de entrar en el templo, y acallar sus voces interiores. Para esto último, pueden ayudarse con un misal, a fin de seguir toda la liturgia, o de algún moderno sucedáneo de misal, hoy que esa antigua (y sabia) costumbre se tiene por anticuada.

Los que venimos siempre a Misa, y participamos en ella de cabo a rabo, y escuchamos lecturas y prédicas también, no creamos que no podemos hacer, de esa participación, objeto de examen de conciencia.

Tendremos que apuntar también a otras cosas, desde luego. Por ejemplo, a nuestras comuniones. Si las preparamos, si hacemos la acción de gracias como la gente, si la comunión se hace sentir luego, fuera de la iglesia, en nuestra vida cotidiana. O a nuestras confesiones: si cada una de ellas es un verdadero acto de conversión, si nos disponemos con el corazón arrepentido y nos acercamos 'con temor y temblor', a sabiendas de que somos pecadores e imploramos una gracia que no merecemos ni nos es debida. Sólo nos es concedida esa gracia ' porque es eterno Su Amor' .

En fin, que el prólogo del descanso vacacional de este año nos aproveche también en recupero de fuerzas para nuestra vida cristiana (que no es ni puede ser una "vida paralela"), y que, con ánimo renovado, recorramos este tiempo penitencial de Cuaresma que, a través del Viernes Santo, se transforma, si bien lo transitamos, en Vida Resucitada.

Quiera nuestra Madre Admirable inspirarnos buenos, pocos y posibles propósitos de conversión.

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