Oración después de la Sagrada Comunión Quédate conmigo, Señor, porque es necesario tenerte presente para no olvidarte. Quédate conmigo, Señor, porque soy débil y tengo necesidad de Tú fortaleza para no caer tantas veces. Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi vida y sin Ti disminuye mi fervor. Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi luz y sin Ti quedo en tinieblas. Quédate conmigo, Señor, para mostrarme Tu voluntad. Quédate, Señor, conmigo, para que oiga Tu voz y la siga. Quédate, Señor, conmigo, porque deseo amarte mucho y estar en Tú compañía. Quédate conmigo, Señor, si quieres que sea fiel. Quédate conmigo, Señor, porque aunque mi alma sea tan pobre, desea ser para Ti un lugar de descanso, un nido de amor. Quédate Jesús, conmigo porque se hace tarde y el día declina. Esto es la vida, se acerca la muerte, el juicio, la eternidad. Quédate conmigo. . . me es necesario doblar mis fuerzas a fin de no desfallecer en el camino y para esto tengo necesidad de Ti. Se hace tarde y viene la muerte. Me inquietan las tinieblas, las tentaciones las arideces, las cruces, las penas. . . ¡ Oh cuanta necesidad tengo de Ti!. Haz que te conozca, como tus discípulos, al partir el pan. Esto es que la unión eucarística sea la luz que disipe las tinieblas, la fuerza, que me sostenga y la única alegría de mi corazón. . . Quédate, Señor, conmigo, porque cuando llegue la muerte quiero estar unido a Ti, si no realmente por la Santa Comunión, al menos por la gracia y por el amor. . . ! ¡Quédate, Jesús, conmigo! . . . No te pido Tu Divina consolación, porque no la merezco, pero el don de Tu Santísima presencia. . . ¡Oh si, te lo pido!. ¡Quédate, Señor, conmigo! A Ti solo busco: Tu amor, Tu gracia, Tu voluntad, Tu Corazón, Tu Espíritu, porque te amo y no quiero otra recompensa que amar. Quiero un amor ferviente y profundo. Quiero amarte con todo mi corazón, aquí en la Tierra para seguir amándote con perfección por toda la eternidad. Así sea. |