2004.Ciclo A
LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
(GEP 26/12/04)
Evangelio según san Mateo Mt 2,13-15. 19-23
Después que ellos se retiraron, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle» El se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo. Muerto Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño» El se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: Será llamado Nazoreo.
SERMÓN
Apenas ayer hemos comenzado el santo tiempo de Navidad y, junto con María y José, nos hemos reunido en torno al pesebre que sirve de cuna al Niño Dios. Inmersos en este cálido ambiente familiar, hoy nos podemos dedicar a observar con cuidado y más de cerca a esta personas que nos son tan caras: un joven padre, protector, fuerte, prudente; una madre casi niña, toda dulzura y femineidad, y su pequeño hijo, enternecedor como todo bebe, lindísimo más que ningún otro.
Vean. Su vida no es fácil y los tiempos que les tocan vivir, mutatis mutandi , bien pueden parangonarse con los nuestros. Es verdad que Roma ha establecido hace ya unos años su Pax : el orbe está aquietado y eso hará posible que, pocos años más tarde, un puñado de hombres siembre la semilla de la Buena Nueva por todos los rincones del Imperio, moviéndose de uno a otro confín de la tierra entonces conocida, gracias al orden establecido y mantenido por los ejércitos romanos, y las vías y caminos trazados y conservados por las mismas fuerzas.
Empero, en ese pequeño y alejado rincón, casi cayéndose fuera de los límites del Imperio, las cosas suelen ser distintas: gente alborotadora habita Palestina y cada dos por tres aparece algún agitador, algún visionario o alguna secta que desencadenan grescas y conatos de levantamiento. El Gobernador romano suele mirarlos con indiferencia y dejarlos hacer, mientras no alteren en exceso el orden público, y si molestan demasiado, una buena purga vuelve a poner las cosas en su lugar.
En estos días ha oído algunos rumores de matanzas en el pequeño pueblo de Belén. Uno de los reyezuelos que creen regir los destinos de estas comarcas ha mandado pasar a degüello a todos los niños menores de dos años, nacidos en el insignificante caserío. El gobernador ha hecho oídos sordos y no ha tomado ninguna medida Al fin y al cabo, a Roma no le afectan estas rencillas internas; y cuantos menor sea el número de paisanos palestinos, mejor para el Imperio, más tranquilidad...
Es que A Roma no ha llegado la Buena Nueva anunciada a los pastores. El Gobernador ignora completamente que ya no será la fundación de Roma lo que marque el inicio de los tiempos nuevos (mucho menos, la supuesta fecha del diluvio/de la creación del mundo que computan los rabinos palestinos), sino el nacimiento de un pequeño judío, a quien se le pondrá el nombre de Jesús cuando sea circuncidado, ocho días después de su nacimiento. Herodes, el reyezuelo infanticida (hoy podríamos llamarlo "genocida"), que sí ha recibido la noticia, ha enloquecido con ella, suponiendo que tal cosa significa su fin. No se equivoca por completo.
José, con su mujer recién parida y un Niño de días, debe dejarlo todo y exiliarse. No hubo lugar para ellos cuando llegaron hace apenas unos días a Belén y tuvieron que acomodarse donde en una caravanera dispuesta para resguardar el ganado en las noches de tormenta. Ahora, no hay lugar para ellos en todo el país. Deben partir y transitar el camino que los padres de Israel hicieron alguna vez, en tiempos de hambre, buscando a la feraz ribera del Nilo.
El tiempo de Israel ha pasado. Un nuevo patriarca, con su mujer y su hijo, marcan el inicio del nuevo Pueblo de Dios. El Antiguo Testamento ha cumplido su misión y llega a su fin: en su espíritu se han formado José y María, el nuevo Abraham y la nueva Sara, y en su espíritu se formará el auténtico Isaac, el que no sólo es llamado sino que en verdad es Hijo de Dios, dado por el Altísimo a María, para que sea también Hijo del hombre. Como el antiguo clan arameo, también esta familia primordial dejará Canaán para bajar a Egipto; y nuevamente, volverá a subir a la Tierra de la Promesa cuando así Dios lo disponga en su providencia.
La "Tierra de la Promesa", ya ha dejado de serlo. La Promesa se ha cumplido. El Prometido, el Esperado, ya ha llegado. José y María lo tienen consigo. Y lo guardan y protegen -tesoro inapreciable, perla preciosa- hasta tanto llegue el día de Su manifestación definitiva.
La Iglesia, eterna en el designio divino, ha comenzado su marcha hacia la Pascua Eterna en una familia -aparentemente igual a cualquier otra-. José y María son ya Iglesia: ellos tienen consigo al Señor, Dios-con nosotros como lo llama Isaías.
Bien es verdad que los primeros teólogos verán el nacimiento de la Iglesia en el costado abierto del Cristo crucificado, y en el agua y sangre que de allí brotaron, la figura de los sacramentos (Bautismo y Eucaristía). Otros señalarán como momento inicial, aquel de Pentecostés. Pero, ya en la Sagrada Familia está la Iglesia, el Cristo total (al decir de San Pablo), Cabeza y Cuerpo.
Herodes no se equivoca por completo: ha nacido el Rey de los Cielos y el tiempo de los oscuros poderes humanos está contado. No durará para siempre.
El Gobernador romano en Palestina ignora que la sangrienta persecución del Niño, en breve, bañará con sangre de cristianos todo el Imperio.
Roma, sin saberlo, ha creado las condiciones para hacer posible que esa pequeña familia venga a ser el modelo sobre el que se construirá Europa y toda la civilización occidental. Más no será sin dificultades.
La última era de la humanidad ha comenzado con el nacimiento y el exilio del Hijo de María. Y con ella, una nueva "Tierra de Promisión" aparece en el horizonte de los hombres. Hacia ella camina la Sagrada Familia; hacia ella se dirige la Iglesia que milita y romera, abriéndose paso hacia la Gloria en medio de las acechanzas de este mundo. Hacia el encuentro definitivo con el Señor Jesús, nacido de la Virgen en Belén, en el seno de la Trinidad Santísima, caminemos también nosotros, guiados por Jesús, María y José.