SÁbado Santo 1991
Entrega de los Óleos en la VicarÍa
En épocas prehistóricas, casi tan antiguo como el cultivo de las primeras gramíneas, de los cereales, en el neolítico, es -en la cuenca mediterránea- el cultivo del olivo. Ese árbol retorcido, de cuatro o cinco metros de altura, productor de la aceituna y que se caracteriza por su extraordinaria longevidad. En realidad recién comienzan a producir en serio después de cumplir los cincuenta años y, en España, no es raro encontrar olivos de cuatro siglos de edad y, algunos, hasta de más de mil años. Es probable que el hombre primitivo comiera aceitunas no solo por sus extraordinarias propiedades nutritivas, sino con la secreta esperanza de poder extraer de él la fuerza que daba al olivo esta casi inmortalidad. Desde remotísimos tiempos también sus hojas fueron utilizadas medicinalmente.
Pero había algo de él que era especialmente apreciado: casi digamos la sangre, la savia, la vida misma del olivo, el germen mismo de su semilla, de su poder seminal, vitalizante, y que se extraía triturando, moliendo, exprimiendo su fruto: el aceite .
Ya en las pirámides egipcias, en las viejas tumbas de los faraones, se encuentran vasijas de aceite que acompañan al monarca en su viaje al mundo subterráneo como medicina vivificante. En el viejo relato de viaje del médico Sinhué el egipcio -mil novecientos años antes de Cristo- se menciona al aceite como preciado remedio.
Los hombres y mujeres de la antigüedad lo utilizan, no solo para comerlo ni como remedio a las heridas y llagas, sino, las mujeres, para hacer desaparecer los signos de la vejez untándose la cara y, los guerreros, para dar fuerzas a los músculos, fregándose con él. El mismo brillo que produce sobre la piel es como una manifestación del poder vital que posee y penetra en el hombre, y por ello se transforma en signo de la alegría del vivir. En las ocasiones felices todos hacen brillar su rostro con el aceite.
Entre los fenicios -los cananeos- y los- babilonios, el olivo tiene un carácter casi divino, de tal manera que untar a alguien con su sangre, con su savia, con su aceite, es transmitir al hombre el poder, la energía de lo divino. Por eso comienza a ser usado especialmente para ungir a los jefes, a los reyes y sus funcionarios, depositarios de la salud y robustez de la nación. Ungidos adquieren la fuerza necesaria para poder cumplir con su función. Tanto es así que el término ungir deja de significar materialmente untar y toma el sentido traslaticio de coronar, de nombrar, asumir .
Es posible que de allí surja la costumbre hebrea. Cuando Dios le avisa a Samuel que al día siguiente le aparecerá aquel a quien ha elegido como caudillo de Israel le dice: "Mañana te enviaré a un hombre del país de Benjamín. Tu lo ungirás como jefe de mi pueblo Israel y él salvará a mi pueblo del poder de los filisteos" Al día siguiente, cuando ve al joven Saúl que anda buscando sus asnas perdidas y recurre a él para encontrarlas, Samuel toma un frasco de aceite lo derrama sobre la cabeza de Saúl y le dice: "¡ El Señor te ha ungido como jefe de su herencia! " Desde entonces Saúl, invadido por la fuerza del Señor, se transformará en el poderoso guerrero que salvará a su pueblo.
Más tarde hará lo mismo con David, el más pequeño de los hijos de Jesé, de Belén, tan chico que ni siquiera el padre había pensando en presentárselo. Cuando Samuel lo ve el Señor le dice: " Levántate y úngelo ". Y Samuel toma otra vez su frasco de aceite y lo unge en presencia de sus hermanos. Así con la fuerza de la unción lo transforma de la nada en Rey.
Cuando el profeta Eliseo decide terminar con la tiranía de Joram y de Jezabel en Israel y coronar en su lugar a Jehú, ni siquiera va él. Manda un muchachito, pero le da un frasco de aceite.: " Ajústate el cinturón y toma contigo este frasco de aceite. Cuando encuentres a Jehú toma el frasco y derrama el aceite sobre su cabeza y dile 'Yo te he ungido Rey de Israel' ". Así hace el muchacho, y escapa rápidamente. Pero cuando los soldados se dan cuenta de lo que ha pasado, inmediatamente, dice el libro 2 de los Reyes, tocaron las trompetas y gritaban: "¡ Jehú es Rey! "
Desde entonces la unción entró como la parte más importante de la ceremonia de entronización real en los ritos judíos, tanto en el norte, Israel, como en el sur, Judá. Por medio de la unción, el nuevo monarca recibía de Dios la fuerza, la sabiduría y el imperio necesarios para gobernar con eficacia a su pueblo. " Tuyo es el Reino tuyo el poder y la gloria " le cantaban mientras lo ungían. Era ahora aceite de olivo mezclado con aroma de canela, mirra, áloe, caña, bálsamo, acacia, porque el buen olor, como el del incienso, expresaba la irradiación del Espíritu, la proximidad de Dios al monarca y a su pueblo, la difusión de la alegría, seguridad y justicia que emanaba del rey. El salmo que se cantaba en la ceremonia dice: " El Señor tu Dios te consagró con el óleo de la alegría, tus vestiduras exhalan perfume de mirra, áloe y acacia. "
Más tardíamente también el Sumo sacerdote y los sacerdotes fueron ungidos. Y, menos solemnemente, en la vida cotidiana, se seguía utilizando el óleo como signo de estima " Tu preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa " canta en el Salmo el invitado a su anfitrión. Y así ungirá la Magdalena los pies de Jesús; bienvenida que el fariseo que lo había invitado le ha rehusado. También se sigue usando como medio curativo: "¡ heridas, contusiones, llagas vivas, que no han sido curadas ni aliviadas con aceite !" se lamenta Isaías; o, más tarde, el mismo Isaías, como expresión de júbilo: " voy a cambiar su ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría ".
Pero Cristo será el ungido por excelencia: "El espíritu Santo está sobre mí porque me ha consagrado por la unción". Es la primera lectura pública de Jesús en la sinagoga de Nazaret. Unción que recibe ya directamente, sin el aceite; y que Lucas refiere al bautismo del Cristo: "Ustedes ya saben lo que ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo de Juan, cuando Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder y, por eso, pasó haciendo el bien y curando a todos. .."
Y, finalmente, la epístola a los Hebreos se refiere también a la unción de Jesús, pero ya pensando en su entronización solemne y definitiva en el cielo como soberano y rey del universo, como sumo sacerdote, como el poseedor pleno del reino, del poder y la gloria, como portador de la salvación y de la verdadera vida, exaltado y sentado a la derecha del Padre.
Y todo eso lo alcanza, para él y para nosotros, en la molienda de la cruz. La cruz es el verdadero olivo, el árbol de la vida, y Cristo el verdadero fruto. De él, trigo y vid exprimidos, saldrán el pan y el vino que alimentará a su pueblo. De él, de sus hojas y de sus drupas, saldrá el aceite, la unción de realeza, de fuerza y de medicina que el Espíritu derramará a sus elegidos.
Simbólica, sacramentalmente, como fruto preciado de la unción pascual de Cristo, así como el Jueves a la tarde hemos recordado la vitalidad de Cristo que se nos alcanza en el pan y el vino de la Eucaristía, así el Jueves a la mañana todos los obispos diocesanos del mundo, junto con sus presbíteros, han rememorado la unción mesiánica del Señor, su realeza, su poder dador de salud y salvación y han bendecido y consagrado los aceites que recordarán a los cristianos en diversas circunstancias de su vida esta unción y su poder:
1- La exaltación, la alegría, la nueva aristocracia de hijos de Dios, de pueblo de reyes y sacerdotes del cristiano, en el crisma perfumado, fragante, del bautismo, la confirmación y la ordenación.
2 - La fuerza que emana del brazo y la espada victoriosa del Rey frente a sus enemigos, en el óleo de los catecúmenos , para fortalecernos en la lucha contra el mal.
3 - El poder curativo y medicinal de la muerte que venció a la muerte, en el óleo de los enfermos para el sacramento de la unción. Santo crisma, óleo de los catecúmenos, óleo de los enfermos, -unción real, unción poderosa, unción vital del Espíritu exhalado por Cristo en la molienda del árbol de olivo de la cruz-, esos son los dones preciosos hechos por El a su Iglesia y que Vds. tendrán hoy el honor de recibir de manos del Obispo y alcanzar a sus parroquias, a sus hermanos. |