Sermones del bautismo del seÑor
Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1981. Ciclo A

EL BAUTISMO DEL SEÑOR  

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 3, 13-17
Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, íy eres tú el que viene a mi encuentro!» Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

SERMÓN

La importancia de esta escena del bautismo de Jesús, quizá se comprenda mejor, si se tiene en cuenta que, en las predicaciones apostólicas más antiguas, el relato de la vida de Cristo lo comenzaban no en Belén, en Nazaret, sino en el Jordán. Un ejemplo de esa forma de presentarlo lo tenemos en el discurso que hemos oído recién de Pedro, en la segunda lectura. “ Vosotros ya sabéis lo que ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: como Dios ungió a Jesús de Nazaret, con el Espíritu Santo, llenándolo de poder

También Marcos , el más temprano de los evangelistas, empieza su versión con el Bautismo.

La curiosidad legítima de los cristianos respecto a lo que había sucedido antes, lleva a Mateo y Lucas, bastante posteriormente, a incluir episodios del nacimiento y de la infancia del Señor. Esto hace que, en estos dos evangelistas, el bautismo de Jesús pierda su primitiva significación teológica de ‘pórtico'.

Suscitando, al mismo tiempo, en los oyentes, algo de perplejidad ¿cómo es que Jesús debió ser bautizado por Juan? Por eso, Mateo –a quien hoy hemos escuchado- antepone el diálogo entre Jesús y el Bautista, que explica lo aparentemente hiriente del hecho. El que Jesús se haga bautizar por Juan no significa que deje de lado su superioridad y su falta de pecado.

El tercer evangelista, Lucas , todavía posterior, hace más aún. Apenas da importancia al bautismo como tal. Escribe “ Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal como una paloma y vino una voz del cielo: ‘ Tu eres mi hijo, yo hoy te he engendrado'”

¿Ven? Lucas silencia totalmente el nombre de Juan el Bautista y alude al bautismo en un genitivo absoluto, de paso, -‘ bautizado también Jesús '- para concentrar la atención solo en la revelación del Espíritu.

Juan , el último evangelista, ni siquiera se refiere al bautismo, solo al Bautista diciendo ver descender el Espíritu sobre Jesús.

patinir2.JPG
Joahim Patinir , 1515, Vienna.

De allí que, si uno quisiera penetrar en el significado más profundo de esta escena, tendría que referirse al relato de Marcos, que es donde se presenta con toda su fuerza de comienzo del evangelio, de introducción o presentación. Es decir, lo que Mateo y Lucas pueden decir y explicar en sus relatos de la infancia, y Juan en su famoso Prólogo – “En el principio era el Verbo” - Marcos debe tratar de decirlo, en su lenguaje, en esta escena del bautismo. En Mateo –cuya fuente del relato es Marcos-, esto todavía queda. Algo desdibujado, empero, por su nueva ubicación en el medio de su evangelio.

Pero vayamos al texto. Intencionadamente este ‘comienzo' se describe con los mismo elementos con los cuales empieza el relato de la creación: “ La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, pero el espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas y Dios dijo…”

El ‘agua', el ‘Espíritu' y ‘la palabra de Dios'. El bautismo de Jesús -quiere decir Marcos- inaugura una nueva creación. Algo, tan inauditamente nuevo como la aparición del ser sobre la nada, sucede ahora en esta venida de Jesús. Es el descenso aleteante de lo divino sobre lo humano. El evangelista Juan, más elaboradamente, lo expresa con “ el Verbo se hizo carne ”.

Esta irrupción del mismo Dios en la historia humana, Marcos -a quien sigue Mateo- la expresa, a su manera, en el relato bautismal.

También aquí aparece la conjunción de lo divino y lo humano: “ Jesús fue desde Galilea hacia el Jordán ”, dice Mateo. Marcos: “Vino Jesús desde Nazaret de Galilea”. El ‘galileo', el ‘nazareno', serán luego fórmulas casi despectivas que usarán los judíos para referirse a Jesús. Estamos, pues, frente a lo humano de Cristo: ‘ se hizo carne '.

Pero lo humano, lo galileo, lo nazareno, la carne, aquí se encuentran con lo divino. Respondiendo al último llamado del profetismo en el capítulo 64 de Isaías: “¡Ah! ¡Si rompieses los cielos y descendieses!” Aquí se abre el cielo y baja el Espíritu y la Palabra. El Nazareno es ahora, al mismo tiempo, el Hijo, vivificado por el Espíritu y la Palabra del Padre.

En Jesús el cielo y la tierra se conjugan. El galileo es, al mismo tiempo, el Hijo de Dios. La carne, en Jesús, es el Verbo. El hombre, en Cristo, es Dios.

Habría que explicar en sus antecedentes bíblicos cada uno de los elementos simbólicos de este relato para percibirlo en toda su riqueza: el ‘agua', la ‘paloma', el ‘espíritu', la ‘voz', el título de ‘Hijo'. Pero nos alargaríamos demasiado y todos Vds. muchas de estas cosas ya las saben.

Hoy solo quiero insistir en lo que he dicho. El Bautismo de Jesús solo se comprende si nos damos cuenta de que no es solo un episodio ‘en medio' de la vida de Jesús sino que, en su intención más primitiva, en las primeras predicaciones y relatos, era la presentación teológica del Jesús del cual luego se iba a hablar.

De allí la densidad dogmática del pasaje, a pesar de su ropaje figurativo. Nos encontramos con la manera más primitiva y antigua de decir que Dios se había hecho hombre.

Es por eso que la liturgia cierra con este relato el tiempo de Navidad y Epifanía. Lo que Lucas quiere decir con el relato de la Anunciación y del Nacimiento, lo que Mateo con el sueño de José y la adoración de los magos, lo que San Juan en su prologo, lo significa y dice esta escena del bautismo, con otros símbolos, con otro lenguaje. Pero todos dicen lo mismo: lo divino ha irrumpido en lo humano. Jesús nazareno ha unido el cielo con la tierra. Dios se ha hecho hombre y se nos ha manifestado.

Obviamente que, aún en los relatos más antiguos, esta escena no podía dejar de asociarse con la praxis bautismal de la Iglesia. Esa nueva creación que, en el bautismo de Jesús -a la manera como de la nada crea Dios el universo, de lo humano crea lo divino- se repite cada vez que un hombre, por la fe en Jesucristo, accede, más allá de su ser de hombre, a la Vida del Espíritu.

Cristo ha querido Él mismo que esa fe, por medio de la cual aceptamos el don de la divinización, utilizara los mismos signos, símbolos, que en él pusieron de manifiesto su ser divino: el agua y las palabras de nuestros propios bautismos.

pila.gif
Pila bautismal donde fue bautizado Santo Domingo

Y, así, esta fiesta del bautismo de Jesús -que explica y manifiesta a su modo la Encarnación que hemos estando rememorando en este tiempo de Navidad y Epifanía- cierra coherentemente el ciclo navideño.

Al mismo tiempo, nos abre al tiempo litúrgico ‘durante el año'. Ese tiempo en el cual nosotros, bautizados, hombres transformados por el agua, el espíritu y la palabra, hermanos de Cristo, debemos mostrar, en nuestra vida cotidiana, esta dignidad fabulosa a la cual hemos sido promovidos.

Dignidad que un día se hará plena y manifiesta cuando, definitivamente, atravesemos esa puerta que hoy se ha abierto en el cielo a orillas del Jordán.

Menú