1982 - Ciclo b
SOLEMNIDAD DE CORPUS CHRISTI
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?». El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: «¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?» El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario». Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo». Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: «Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios»
SERMÓN
Cuando oímos hablar de ‘ cuerpo' , nuestra formación, de raigambre helena, nos lleva a contraponerle inmediatamente el concepto de ‘ alma' . Solemos decir: “el hombre está compuesto de alma y de cuerpo”, como si fueran dos cosas, coexistiendo difícilmente juntas y que se separan, finalmente, con la muerte (1). Muerte que sería una especie de ‘liberación' por medio de la cual el alma se libera del cuerpo que la grava.
Esta dualidad atribuida a la constitución del hombre no es, sin embargo, originariamente griega. Tanto es así que, todavía para Homero y Herodoto, 'soma', 'cuerpo', designa no una parte sino toda la persona. El mismo Aristóteles declara inseparable el cuerpo de su forma.
Es el mundo gnóstico-oriental, brahmánico, quien introduce, en la concepción griega, la dicotomía que afirmará que el ser humano está compuesto por una porción material, carnal, corpórea y una chispa divina, celestial, espiritual. Esta última aprisionada en la primera. De Oriente lo toman Pitágoras , Platón , Plotino , Proclo , Jámblico y, de allí, muchos gnósticos y herejes cristianos. Tal doctrina sigue vigente en la modernidad mediante Descartes , en lo filosófico y las doctrinas herméticas y orientales a nivel mítico.
El Antiguo Testamento hebreo nunca conoció esta división del ser humano. El hombre es el hombre. Aquello que somos capaces de percibir con solo mirarlo. Un alguien que ocupa determinado volumen, está conformado por singulares rasgos, se desplaza, habla, come, habita tiempo y espacio, configurado en su individualidad distinta de otras precisamente por ser un ‘cuerpo' ya que este hombre se distingue de todos los demás hombres justamente por su ‘ soma' propio. De tal manera que, para los hebreos, ‘ soma' , cuerpo, tiende a designar aquello por lo cual cada uno es lo que es, a diferencia de los demás. Y así, en el AT ‘soma' se aproxima al concepto de ‘persona'. El hombre no es que tenga ‘soma', sino que él es ‘soma', persona individual.
‘Carne' es otro término que, en el griego, ‘sarx', -y ahora el castellano- sirve para traducir la misma palabra hebrea que a veces se vierte como ‘soma', cuerpo y otras como ‘sarx', carne.
Por eso, cuando, luego, en el Nuevo Testamento, la Epístola a los Hebreos afirma que Jesús ofreció su ‘soma' como sacrificio no quiere decir que haya ofrecido su carne, prescindiendo de su alma, para ser torturado, sino que ha ofrecido todo lo que es, su persona, para ser transformado en sagrado.
Lo mismo, en el relato de la eucaristía de Marcos que hemos escuchado: “ Tomen, esto es mi cuerpo ” (‘toutó estin to soma mou') quiere decir “Tómenme, me doy a Vds., me regalo y entrego totalmente a Vds., en todo lo que soy y tengo” .
Y esta donación extremada que Jesús hace de Sí mismo a sus discípulos se hace mucho más gráfica en la alusión a la ‘ sangre' . Sin mucha filosofía ni fisiología, para los hebreos, como para todos los pueblos de la antigüedad, la ‘sangre' está unida real y simbólicamente al concepto de ‘ vida' .
Si la sangre se escapa de la herida, la vida se va debilitando, pierde fuerza, se apaga. La sangre, casi, casi, se identifica con la vida. ‘ Derramar la sangre' y ‘ dar la vida' es lo mismo. Por eso, cuando Jesús dice “ Esta es mi sangre que se derrama por muchos” , no hace sino repetir, enfatizando, lo que ya ha afirmado antes cuando dijo “ tomen este es mi cuerpo ”, “ este soy yo ” Para que no haya ninguna duda de la plenitud del don de Sí mismo insiste, casi tautológicamente: “ Esta es mi sangre ”, “esta es mi propia vida”.
Y los dos gestos recuerdan antiguos ritos hebreos y de la historia de las religiones.
Porque ofrecer un sacrifico era, en la antigüedad, un intento de establecer comunicación con la vida divina. ‘Sacrificio', de ‘ sacrum facere '. Se daba algo de lo propio al dios y, cuando éste lo aceptaba, eso pasaba a ser ‘sagrado'. Como eso que yo daba era mío, me representaba y, por lo tanto, yo mismo era ‘con-sagrado'.
Esta comunicación podía hacerse más patente comiendo parte de lo que había ofrendado al dios y éste había aceptado. ‘ Sacrificio de comunión ', era llamado en el ámbito véterotestamentario.
Lo mismo el ‘rito de la alianza' que hemos escuchado en la primera lectura. Un altar representa a Dios. Se recoge la sangre sacrificada y mitad se tira sobe el altar y la otra sobre el pueblo hebreo. Con esto se establece un lazo comunional entre Dios y Su pueblo. Es la misma sangre aceptada por Dios, ‘consagrada', la que escurre por el altar divino y por el cuerpo de los israelitas.
Pero estos son puros símbolos. Cristo los transforma en realidades. Jesús entrega totalmente su ‘ soma' , su ‘ sarx' –es decir todo su ser e individualidad humanas- a Dios en la Cruz y, al aceptarla, Dios la consagra en la Resurrección. Diviniza plenamente el Cuerpo, es decir, nuevamente, el ser humano de Cristo. Pero, al mismo tiempo lo devuelve a la humanidad, dándose totalmente al hombre. Porque Su Cuerpo ahora es cuerpo consagrado, transubstanciado. Podrá infundir Su Vida divina al hombre en Pentecostés.
Es la sangre que, con el agua, sale del costado de Jesús. La ‘Vida' que, por ser sangre ofrecida, consagrada, es capaz, ahora, de empapar y latir, no solo en el altar de Cristo, sino en los que quieren, aceptando la Alianza Nueva, ser miembros de Su pueblo. “ Esta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que se derrama por muchos ”.
Pero este Cuerpo y esta Sangre de Jesús consagradas en muerte y Resurrección y hechas presentes en el misterio del Pan y del Vino transformados en la Misa, no basta que sean consumidos en la mecánica fisiológica de la comida. La Misa es solo la oportunidad para, cada uno, repetir en si mismo los gestos consagratorios de Cristo.
Él que era el Verbo encarnado, abrió el camino efectivo de la posibilidad que había sido intuida por los antiguos sacrificios, pero que ninguna fuerza humana podían realizar. Esta ‘posibilidad', ahora, tiene que ‘actuarse', desde adentro de la libertad de cada hombre, y en la medida de su entrega a Dios.
La ingestión física no basta, porque ella solo quiere ser el símbolo eficaz de algo que habrá de suceder en nuestro interior, en la profundidad de nuestro propio ‘soma' humano.
Solo seremos transformados, a imagen de Cristo, en seres divinos, en la medida en que el ofertorio del pan y del vino sean signo de la entrega cotidiana de nuestro propio cuerpo y de nuestra propia sangre a la voluntad de Dios. En la renuncia a nuestro yo humano, en el servicio a Dios, en el darnos a nuestro prójimo.
Solo así volverá el pan y el vino de nuestra vida abnegada a Dios y a los demás, transformados en la comunión, en el mismo Cuerpo y Sangre de Jesús. Porque de lo que se trata no es de transformar un pedazo de pan y un pedazo de vino, sino de transformarnos y consagrarnos cada uno de nosotros.
Y, así, en la hostia y el cáliz consagrados no solamente se encuentran presentes la Persona y la Vida de Jesús, sino la de todos aquellos que también, entregados y transformados, se han hecho como un solo cuerpo con Él. El famoso ‘Cuerpo místico de Cristo' que forman todos los que están unidos a Él en una misma Vida divina.
Me emociona pensar, cuando elevo el cáliz lleno de la Sangre de Jesús, que, junto con Ella, está también ofrecida, bullente y viva, la ‘sangre' de cuantos cristianos la han ofrecido con Él.
Todo el jugo de la Vida de cuantos en la historia han entregado en el martirio, en los claustros, en la existencia cotidiana, en los campos de batalla, su vida por Cristo. Toda junta a la de Él, entregada y transformada, la levanto en el cáliz transubstanciada en eternidad.
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Y hoy lo voy a hacer con un especial pensamiento para aquellos que, en nuestro lejano sur, construyen la paz, no al compás de las guitarras, ni de las voces quejumbrosas de los pacifistas, sino en la viril entrega de su cuerpo y de su sangre, consagrados a Dios y a la Patria. Podrán, sí, suscitar la lógica angustia del dolor y de la muerte. Pero, también, el orgullo de la patria renacida, de la gloria recuperada y de una dignidad cristiana que el martirio de tantos nos muestra, otra vez más, como más valiosa que la propia vida.
Que nuestra comunión de hoy con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, sea, asimismo, comunión con la sangre de nuestros soldados, miembros de Cristo. Para que también nosotros seamos dignos de sus vidas y de sus muertes y para que, en nuestro actuar de argentinos y de cristianos, sepamos unirnos a la Misa que, en sus cuerpos, con Jesús, están celebrando heroicamente en la tierra altar de las Malvinas.
1- Aún hoy, una de las definiciones de la muerte que continúa utilizándose en el catecismo, es “ separación del alma y del cuerpo ”, sacada nada menos que del Fedón (67d) de Platón . “ chorismos psychês apo sómatos. ” Puro dualismo.
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