1983 Ciclo C
3º domingo de Cuaresma
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 1-9
En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.» Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?" Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás"».
SERMÓN
La Gramática de la Real Academia Española , hablando del predicado nominal y los verbos copulativos, dice: “La significación primitiva del verbo ‘ser' que, en su origen ario, fue atributivo con la acepción de ‘existir', se ha ido restringiendo poco a poco, hasta el punto de quedar casi reducida a la de mera cópula o lazo de unión entre el predicado nominal y su sujeto”.
Y el diagnóstico sobre el empobrecimiento del significado del verbo ‘ser' que hace la Real Academia es exactísimo. El verbo ‘ser' se ha trasformado en el más vacío, flotante y tenue de los verbos. Impalpable común denominador de todas las infinitas características de los objetos y acciones del universo que hay que sobreañadirle, para darle tono y color. Decimos “el hombre ‘es' racional”; “el animal ‘es' sensible”, “la planta ‘es' viva”; “la piedra simplemente ‘es' ”. ¿Ven? El verbo ‘ser' solo se usa para caracterizar lo mínimo, lo inferior, lo menos rico en el plano de lo que nos rodea, la piedra muerta. De tal modo que, incluso en el lenguaje común, se oye decir muchas veces, para señalar de una persona que no tiene iniciativas, que no hace nada, que es un opa, un zombi: “es un ente” –el participio latino del vero ‘ser'-. O, cuando uno pregunta a alguien “¿Cómo va tu vida? ¿Cómo andás?” y le contesta “ahí estoy, soy” se entiende que no pasa nada, que no hay nada importante en su vida, que las cosas no van demasiado bien.
Y de esta pobreza del significado del verbo tienen la culpa, por una parte, la gramática y, por la otra, la filosofía y la lógica, que han convertido a la categoría de ‘ser' en una noción genérica, abstractísima, despojada de toda nota cualificante y con el más vago de los significados.
Pero al principio no fue así, porque, curiosamente, el verbo ser, en su primitiva etimología, proviene de una raíz que significa ‘ comer' y que pasó, luego, a designar el hecho de ‘vivir' (1). Todavía hoy, cuando el enfermo recobra el apetito nos damos cuenta de que está en camino re recuperar la salud, de volver a la vida. El que tiene hambre y come, ese ‘existe', ‘vive', ‘es' en la acepción original del verbo. El ‘ente' verdadero y original, lejos de ser el opa apagado, es el que está lleno de apetito y de vida. Y la vida, por supuesto, para el hombre, no significa solamente el comer y respirar, sino el existir plenamente como ser humano en plenitud de bienes y alegría. “¡Esto no es vida!” decía mamá cuando renegaba y se enojaba con nosotros. “¡Esto es vida!” dijo, ahora, tanta gente durante las vacaciones, o los jeques árabes con sus petrodólares en París. Y, así, pues, el verbo ‘ser' tenía, en su primitivo significado ese sentido de plenitud de vida que hoy ha perdido como cópula y género.
En hebreo sucede lo mismo. Lo que nosotros traducimos como verbo ‘ser' es el verbo ‘ hayah ' que, en su etimología más remota quiere decir ‘soplar', ‘respirar', otra señal, como el comer, de la vida. De allí que su significación pasa a ‘vivir' y, finalmente, a ‘existir', ‘ser'. Pero, a diferencia del español y del latín, en su uso habitual no ha sido trabajo y empobrecido por la filosofía, sino que conserva todas las resonancias vitales de sus raíces primitivas. En hebreo: ‘ser', ‘ hayah' , es ‘vivir' y ‘vivir creciendo', ‘floreciendo', ‘dando frutos', ‘engendrando', ‘proliferando'.
Es precisamente con este verbo ‘hayah' cómo, en el momento sublime de la historia de la humanidad que hemos rememorado en la primera lectura de hoy, la divinidad de Abraham, de Isaac y de Jacob se revela a Moisés afirmando de sí “ Soy el que Soy ”. Pero la traducción castellana no vierte la riqueza del significado de la frase hebrea ‘eyeh asher eyeh' –usando el verbo ‘ hayah '- que quiere decir, mucho más que la traducción obligada “Soy el que Soy”. Más bien, “ Yo Soy el Viviente por antonomasia ”, “Yo Soy la plenitud de la Existencia”, “la suma de todo lo que es lindo y valioso y vivificador”, “Yo Soy el que florece en Riqueza infinita”, “Yo Soy el que da frutos de Vida jugosa y perfumada y bella”.
Y, más aún, porque, vean, en castellano “yo soy el que soy” suena a una especie de afirmación de lejana autosuficiencia, cerrada en sí misma, aislada, estéril.
Moisés y la zarza ardiente
William Blake (1757 - 1827)
En hebreo no es así, el dar el ‘nombre' a alguien no es solo una identificación, no es una definición; es una presentación, un abrirse confiado al otro. ‘Eyeh asher eyeh', “yo soy el que soy” quiere decir más bien: “Yo Soy el Viviente y el que te ofrece Vida”. Es decir, no solamente descubro lo que Soy, te permito saber que hay Alguien que vive, de manera supremamente plena y bella, todo lo que el hombre considera vida y felicidad, Alguien envidiable e inalcanzable, James Bond que todos quisiéramos ser y no podemos, sino que “Soy” el que, poseyendo esta plenitud fabulosa, brutal, nos invita a alcanzarla, a recogerla de sus ramas ofertadas y llenas de fruto.
“El que Vive y causa la Vida”, pues. “Eyeh asher eyeh”. “Yo soy el que soy ”. “Así dirás a los israelitas ‘ Yo Soy' me ha enviado a vosotros”. Y, luego, “así dirás a los israelitas ‘ El que Es' –ahora en tercera persona- me ha enviado a vosotros”. Y si “yo soy” se dice en hebreo ‘ eyeh ', primera persona, ‘ Él Es ', tercera, se dice ‘ Yhavé '. Cuando nosotros leemos en la Biblia Yahvé –o Jehová , en las biblias protestantes, que leyeron mal las vocales- estamos pues diciendo “Él Es” o “El que Vive” o “El que da y ofrece Vida”.
‘Vida', ‘ser', ‘existir', que tanto no es una cuestión de ‘ser abstracto', gramatical y, ni siquiera, puramente biológico, que se traduce inmediatamente, en la historia bíblica, en una acción de ‘dar vida' específicamente humana. Porque el ser, la existencia, que llevaban los hebreos en Egipto “ no era vida ”, porque servidumbre, esclavitud.
Ahora “Yahvé”, “El que Vive”, quiere empezar a darla. Baja a librarlos del poder de los egipcios y hacerlos ‘subir', desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una “tierra que mana leche y miel”. ¿Ven? Siguen las imágenes biológicas, pero lo que importa, en el fondo, de esta biología propia del hombre es ‘la libertad', la vida ‘humana' y, más, en el fondo, la Vida divina que implícitamente se les ofrece.
El presentarse, revelarse, abrirse de Yahvé a Moisés, se traduce de inmediato, pues, en esta acción vitalizadora, liberadora, redentora, descripta por el redactor del Éxodo en dos tiempos: 1) ‘sacar de' y 2) ‘subir a'. ‘Sacar' de Egipto, de la esclavitud. ‘Subir' a la tierra prometida, a la Vida.
‘Dejar' - ‘obtener'. ‘Partir' - ‘llegar'. ‘Abandonar' - ‘conseguir'.
En este esquema de doble movimiento se encerrará toda la acción por medio de la cual ‘Yahvé', ‘El que Vive', quiere transmitir Vida al hombre, como nos enseñará ya claramente el Nuevo Testamento. Pero ello ya está contenido raigalmente en la revelación del nombre de Yahvé. ‘El que da Vida'. Lo que quiere es reglar Su propia Vida al hombre. “Salir de Egipto” será, en última instancia, dejar la pura condición humana, y “subir a la tierra prometida”, alcanzar a Dios, vivir con Él, como El.
Ese es el sentido del Pascua: Cristo ‘deja Egipto', abandona lo humano. Muere. Cristo ‘sube a la tierra prometida', a la derecha del Padre, al Cielo. Vive.
Y ese es el sentido también de toda vida cristiana: ‘dejar' el Egipto, la esclavitud de lo puramente humano, caduco, limitado, aherrojado en tiempo y en muerte, para ser llevado, ‘subido', por la gracia, al lugar de la leche y de la miel, al cual ya ha llegado el primero de los muchos hermanos: Cristo.
Ese es el objeto de la Cuaresma. Así como la Pascua será el anticipo de la ‘subida', de la tierra prometida, de la Vida nueva, la Cuaresma es el tiempo de la ‘salida', de la huída, de la liberación.
Durante ella debemos echar una especial mirada a todo aquello que nos esclaviza en egoísmos, perezas, apegos, desórdenes, vicios, cobardías, comodidades, ambiciones, ignorancias, falsos orgullos. Todo colesterol y grasas del alma. De modo que, así, aligerados, podamos colocarnos, en la Pascua, frente a ‘Yahvé', ‘El que vive', ‘el que regala Vida', para que Él nos inunde con la alegría de Su Existir pleno y fructificante y, así, nos vaya preparando para, un día, ‘subir' triunfantes a gozar con Cristo la plenitud del Ser y de la Vida, banqueteando en la tierra que mana leche y miel.
1- En latín: “sum, es, esse, fui, (esum)”. De la familia de “esus-us” , acto de comer, alimento o comida.