1981 - Ciclo A
JUEVES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Lectura del santo Evangelio según san Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.
SERMÓN
"Toûto poieîte èis tèn emèn anámnesin”. “Haced esto en conmemoración mía”. Con estas palabras Jesús ha legado la Eucaristía a su Iglesia.
Pero, en castellano, la frase ha perdido parte de su fuerza. ‘Conmemoración' nos suena más bien a festejo cívico. “Se conmemora hoy la creación de la bandera”, “la muerte del libertador General San Martín”, “el día de la Independencia”, un hecho pasado de cierta relevancia histórica que vuelve a imponerse a la memoria del pueblo para alentar su espíritu patriótico.
También ‘se descubre' una placa ‘conmemorativa' , para que el bronce o el mármol perpetúen en el tiempo el recuerdo de tal persona o de tal hecho. E, inevitablemente, la placa se oxida o enmohece o la roban o, al cabo de los años, los que la miran ya no saben nada de aquel o aquello que conmemora. Pero, aun sabiendo, todo queda en el recuerdo difuso de algo que ha sucedido ya hace mucho y de lo cual el tiempo nos va separando más y más.
¿Cómo significar, entonces, que la conmemoración que celebramos en la Eucaristía no es un mero recuerdo? Los traductores se rompen la cabeza. Se habla de ‘memoria' : ‘Haced esto en memoria mía'. Pero, ‘memoria' sigue designando un hecho pretérito. Celebramos una Misa ‘en memoria' de un sujeto difunto, al cual apenas rescatamos del olvido con nuestro piadoso recuerdo. Después volvemos presurosos a la actualidad vital de nuestro presente. “Lo pasado pisado”
¿Qué hacer, si queremos utilizar un vocablo semejante que salve lo que la Eucaristía es? ¿Dejar la palabra griega tal cual -“ anámnesis ”- como hacen algunos liturgistas? ¿Utilizar la palabra ‘ memorial ' como se traduce en España? ‘Anámnesis', nadie entiende. ‘Memorial' suena al “Memorial elevado al señor Ministro para que tenga en cuenta el problema tal y cual y se sirva expedir pronta respuesta” o a un conocido cementerio.
Y, entonces, no hay más remedio que usar cualquiera de estos términos y tratar de comprenderlos en el significado que pretendió darle el mismo Cristo.
En realidad Cristo se mueve en el mundo hebreo, en donde para nombrar lo que nosotros traducimos no del todo exactamente como conmemoración se usaba el término ‘zikkaron' (1). Éste posee una connotación no puramente psicológica: no solo el recuerdo de algo. Tampoco puramente cívica: la conmemoración de una fecha histórica. En Israel nada va separado totalmente de su origen divino, sagrado. ‘ Ziccaron ' es el término que usaban los judíos para designar la ‘conmemoración-celebración religiosa' que, por medio del banquete pascual ritualizado, se hacía de la creación salvífica, por parte de Dios, de Su Pueblo. Realizada en los hechos fundacionales o fundantes relacionados con la liberación de Egipto y el paso del Mar Rojo.
El paso del Mar rojo, la entrada en la tierra prometida con la poderosa intervención de Jahvé, la destrucción del ejército del faraón, la abertura de un paso entre las aguas, el alimento de las hambrientas tribus con el maná, la entrega de la Ley a Moisés estableciendo la Alianza, son recordados como las intervenciones divinas que crearon y siguen sosteniendo a Israel, sociedad Sagrada que, a partir de la Pascua, es como creada de la nada de la esclavitud egipcia.
Especialmente la Pascua es como una irrupción de Dios en la historia. Esa historia que, hasta ahora, ha sido profana, civil, política, se abre a lo sagrado, a lo trascendente, por la intervención creadora o recreadora de Dios. Desde aquella Pascua esas tribus semitas insignificantes -pobres nómades que acampaban en tierras ajenas y extrañas- se transforman en un pueblo teofánico, en un pueblo cuya misión era manifestar la presencia de lo Sagrado en el mundo.
De allí que la Pascua fuera para los judíos la ‘fiesta' por excelencia: la conmemoración, el ‘ zikkaron ', de su fundación como pueblo portador de lo divino.
Pero esta conmemoración no era concebida por los judíos como un mero recuerdo, no se trata de una fiesta cívica. Cada vez que en la Pascua, los judíos oían recitar en el templo el relato de la creación y del Éxodo o inmolaba el cordero pascual, no solo recordaban, sino que actualizaban, de una manera velada volvían a hacer presente en la repetición gestual de diversas acciones que remedaban el antiguo relato -los alimentos, la prisa, el modo de ponerse el vestido, el discurso del padre de familia-, a hacer presente el poder creador de Dios en aquellas circunstancias primigenias.
Cada conmemoración de la Pascua, cuando todos los judíos subían a reunirse en Jerusalén para escuchar la palabra potente de Dios y ‘comulgar' el Cordero, era como si volviera a infundirse nuevo vigor sacral al pueblo profanizado por el desgaste del año.
Jerusalén en Pascua, era el lugar y el tiempo en donde lo sagrado se hacía densamente presente en la historia. La puerta de lo sagrado abierta al tiempo profano en el Éxodo volvía a henderse cada Pascua en la ciudad elegida por Dios. El mismísimo Poder que había realizado los prodigios de Egipto, del paso del Mar y del desierto, renueva su presencia en el ‘ zikkaron' , la ‘anámnesis' anual.
Salvador Dalí , Última Cena , 1955
Cuando Cristo manda a los discípulos “Haced esto en ‘anámnesis' mía, en ‘memoria' mía” , no está pidiendo solamente que lo ‘recuerden', sino que está instaurando un nuevo modo de presencia. La ‘conmemoración' aquí no es meramente un recordar el pasado, sino un hacer, un estar, presente.
Pero ¿qué es lo que se hace presente cada vez que repetimos lo que Cristo nos mandó? “ Haced esto en conmemoración mía ”, dice: “Haced esto conmemorando, haciendo ‘ziccaron', ‘anámnesis' de mi persona ”.
Mi persona. Ya no solo los hechos o el hecho eviterno de su entrega en Cruz. El que se hace presente en el memorial es el mismo Cristo. Entregado, sí; crucificado, sí; resucitado, sí, pero el mismísimo Señor, el Santo, en su realidad potente y actual.
Nosotros hoy alcanzamos a entender y aceptar lo que al respecto nos enseña la Iglesia. Pero ¡qué enorme debió esto sonar a los oídos de los judíos! ¡Qué blasfemia! Porque Jesús, el galileo, está pretendiendo reemplazar el actuar potente de Dios de la Pascua que conmemoran los judíos, en tenue actualización, con su propia persona realísimamente presente. Y entregada.
Claro, ellos todavía no comprenden que esa presencia de lo sagrado en el mundo que había empezado a actuar embrionariamente en el Éxodo y en las conmemoraciones pascuales, ahora se hace total. En la pascua de la vieja alianza se manifestaba y se reactualizaba el poder de Dios, lo sagrado rozaba lo profano. Ahora, en el tiempo final, en la Nueva y definitiva Alianza, no es lo sagrado, el actuar de Dios lo que se manifiesta y actualiza, sino que se planta entre nosotros el mismísimo Dios en la persona del Verbo, del Hijo. No el don, los favores, las gracias, los actuares, los poderes de Dios, sino Dios mismo. Él es el que se hace presente en Jesús. ‘El' sagrado, ‘el' santo, no ‘lo' sagrado, ‘lo' santo.
Y se hace presente dándose, entregándose, ofreciéndose a nosotros para que nos adueñemos de Su vida, para que intercambiemos nuestra vida por la Suya. “ Tomad y comed, este soy yo” . “Tomadme, comedme, hacedme vuestro, haceos uno conmigo, introducid mis savias divinas en vuestra sangre, respirad conmigo, latid conmigo. Yo, Dios, me entrego a vosotros, para que vosotros os llenéis de Mi y, a través del canal de mi Carne y de mi Sangre, recibáis la Vida divina.
Porque esa última Cena donde el Señor instituye la Eucaristía es ‘ ziccaron ', ‘anámnesis', memoria anticipada, de la entrega de su vida que Jesús mañana consumará en la Cruz.
Cada vez que se celebra una Misa, ‘memorial' de la Cena, se hace fundamentalmente ‘memorial' de la Cruz, hacia la cual la Cena apuntaba y anticipaba.
La Misa no es, pues, solo recuerdo, memoria conmemorativa, de un hecho pasado ya hace mucho tiempo y lejos, sino que se planta en el tiempo como renovada realidad.
Dios crea, en lo profano, lo sagrado. Durante la Misa las agujas de nuestros relojes cambian de significado. En el altar y en la liturgia corre un tiempo distinto, consagrado. Nos abrimos a una cuarta dimensión que nos hace contemporáneos de Jesús, contemporáneos de Dios. La santa Misa nos traslada en el tiempo y el espacio al exactísimo momento y lugar donde Jesús, en la historia, “bajo Poncio Pilatos”, se entrega eternamente al Padre y a nosotros.
En la Misa salimos de lo cotidiano, de lo mundano y nos sumergimos en la dimensión sagrada de la presencia eterna de Dios.
Por medio del ‘memorial' de la Cena -que es memorial de la Pasión y Muerte de Jesús- lo sagrado se hace sólidamente presente. Dios mismo se entrega a nosotros en el pan y el vino consagrados, recreados.
Ya no hay que ir al templo de Jerusalén. Ya no una vez por año para la Pascua. Cada Misa, cada altar cristiano, es Jerusalén, es Pascua, es la Cena, es el Calvario, es, también, la Resurrección. Y lo que ‘bajo Poncio Pilatos', es también ‘bajo Viola', ‘bajo Reagan', bajo todos los tiempos y lugares donde se haga esto ‘en memoria de Él'.
Eso es lo que hoy el Jueves Santo quiere recordar también psicológica, pedagógica, históricamente. La Iglesia, fundada y consagrada por Dios en el Calvario, la nueva Pascua, para volver a hacernos conscientes del misterio estupendo y tremendo que, a lo mejor, por lo cotidiano y la costumbre, ya nos parece normal, de ese regalo de Dios que es Su Presencia, entregada en muerte de Cruz, renovada cada vez que ofrecemos el vino y el pan ‘en su memoria'.
1- La raíz hebrea zkkr se refiere al acto de memorizar o recordar.