1994 - Ciclo B
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
SERMÓN
''Oshi haná', 'hosanna', Jahvé da la victoria o da la salvación, es la traducción de este antiguo grito de guerra hebreo.
Como la invocación a Santiago de los españoles "¡Santiago! ¡y cierra España! ¡Hosanna! era el alarido guerrero con que, antes de la batalla, las tropas judías, a la vez que agitaban sus lanzas y estandartes, se daban valor y amedrentaban al enemigo, para luego lanzarse al ataque...
Se transformó luego en grito de victoria o de aclamación al rey o a los caudillos.
Así cuenta el libro de los Reyes, que, cuando Eliseo, ochocientos años antes de Jesús, unge a Jehú como rey de Israel, sus soldados se despojan de sus capas y mantos militares y los extienden como alfombra a su paso, enardecidos y hosanantes, agitando sus lanzas y sus escudos.
Con el tiempo, el enarbolar de lanzas y estandartes, el pueblo, poco a poco, lo fué sustituyendo simbólicamente por el agitar de palmas y de ramas.
Hoy Jesús ha entrado como rey en Jerusalén: va montado en un asno, porque así debía cabalgar el rey: "No se apartará de Judá el cetro ni el bastón de mando de entre sus pies, hasta que venga el Rey a quien obedezcan las naciones. A la vid ata él su asno; su asno de pura raza a la cepa" había profetizado hacía 18 siglos Jacob. Y Zacarías, 500 años ha, ya cantaba con júbilo: "Alégrate hija de Jerusalén. Mira que tu Rey viene hacia ti; justo, humilde y victorioso, está montado sobre un asno, sobre la cría de una asna".
El caballo solo se usaba durante los combates: el animal de transporte y ceremonial era el asno.
Pero ya le tocará al Señor montar a su carro de batalla: madera y hierro, sudor y sangre.
Porque la traición acecha: demasiado rey para tan lamentables vasallos. Ellos preferirán finalmente la bota dura del romano, o el caos anárquico del guerrillero Barrabás, o las manos perfumadas de sus banqueros saduceos, o la corrupción permisiva de sus oligarquías políticas.
Si: el rey legítimo viene a reclamar su trono y ya ha entrado en su Capital, Jerusalén. Lo rechazarán, y en el momento decisivo aún sus amigos lo abandonarán.
Pero lo mismo el Rey triunfará.
Llevaremos, pues, a nuestras casas estas palmas y ramos -lanzas y estandartes- con los cuales, aclamándolo, hemos declarado fidelidad al Rey. Que ellos nos recuerden durante al año nuestras promesas de hidalguía cristiana, y que no se manchen nunca en el pecado, ni con las negaciones de Pedro, ni con la rebeldía de Barrabás, ni la lujuria de Herodes, ni la injusticia de Pilatos, ni el oro putrefacto de Caifás.