INICIO

Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1988. Ciclo b

12º Domingo durante el año
19-VI-88

Lectura del santo Evangelio según san Marcos     4, 35-41
Al atardecer de ese mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla» Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?» Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?» Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen»

SERMÓN

           En la leyenda griega Endimión es un pastor de gran belleza del cual se enamora -y es correspondida- Selene , la luna, una inmortal. Zeus , el padre de los dioses, al enterarse, monta en cólera por la osadía del mortal que se ha atrevido a enamorar a una diosa. En castigo, le manda a Hipnos , ‘el sueño', hermano gemelo de Tánatos , ‘la muerte', ambos hijos de Erebos –‘las tinieblas infernales'- y de Nix , ‘la noche'-, hijas, a su vez, del Caos . Cuando Endimión es hallado por Hipnos, acepta su sentencia, pero le pide que, al menos, lo deje dormir con los ojos abiertos, para poder así mirar constantemente los ojos de su amada. Desde entonces, duerme Endimión su sueño sin fin, eternamente joven, las pupilas fijas siempre en el reflejo plateado de su adorada.


El sueño de Endymion de Anne-Louis Girodet (1818), Musée du Louvre, Paris.

Pero ¡terribles parentescos los de Hipnos, ‘el sueño'!: hermano de ‘la muerte', descendiente de ‘las tinieblas' y del Caos.

Hoy parecen imposibles estas asociaciones: Nosotros recibimos al sueño como hada benéfica que viene a hacernos olvidar el peso de la jornada, el problema de la inflación y las caras de Caputo y de Alfonsín .

Y, en esto, es importante disipar un equívoco: se habla de entregarse a los brazos de Morfeo . Está mal dicho; en todo caso a los brazos de Hipnos. Porque Morfeo no es ‘el sueño'. Es uno de los, nada menos que mil, hijos de Hipnos y su nombre es un derivado del vocablo ‘ morfé' que, en griego, quiere decir ‘forma'. Esto indica precisamente su función. Morfeo es el encargado de adoptar la ‘forma' de seres humanos y mostrarse en sueños a las personas dormidas. Entregarse, pues, alegremente, en sus brazos es correr el peligro de tener pesadillas con las bigotudas formas de los mencionados.

El asunto es que, mal que mal, Hipnos es hoy sumamente bienvenido y cada vez más gente lo propicia con ofrendas de Tilo, Lexotanil, Trapax y barbitúricos.

En la antigüedad clásica, la alegría de vivir y de luchar y competir primaba sobre los decaídos ánimos y depresiones a los que son proclives las víctimas de nuestras aplastadas y aplastantes social-democracias. Excepto el breve descanso natural “que reanima a los hombres y a los guerreros” –como dice Homero- “y se termina al canto del gallo”, al primer despuntar del alba, para ellos, el sueño, era, en cambio, hermano de la muerte, pérdida de tiempo. Y, como afirmaban Heráclito , Platón , Epicteto , algo inútil, embarazoso, desvalorizante, propio de los animales. Agudamente, Aristóteles , en su tratado sobre “ El sueño y la vigilia ”, señala que, cuando uno vive valiosamente, con sentido, con alegría, duerme lo suficiente y bien; y se levanta con ganas, y entusiasta de comenzar un nuevo día.

La alegría del madrugón para el picnic, el viaje, el partido de futbol, el trabajo gratificante, plenificante y querido, el reanudar el experimento del cual se avizora el éxito, la tesis que ya está tomando forma. El sopor invencible, resistiendo la antipatía del despertador, previendo el fastidio y el tedio del estudio no motivado, del trabajo obligado y rutinario.

Es así que el sopor reclama a los tristes, a las vidas carentes de sentido. Y el sueño se busca como una especie de suicidio temporario de las penas y de las horas vacías. De tal manera que, para Aristóteles, el sueño es como una especie de paso fisiológico hacia la muerte. Y, aún las pesadillas, un anticipo de las penas del Hades.

También en la Biblia el sueño tiene mala prensa. “Vino Jesús y los encontró ‘dormidos'. ‘Simón ¿duermes? ¿Cómo es que estáis dormidos? ¡Levantaos, orad!” … “Y volvió otra vez y los encontró dormidos” ‘De tristeza' -apunta Lucas, que era médico-.

Como el novio tardaba, se adormilaron las diez vírgenes y se durmieron”. “Mientras su gente dormía llegó su enemigo y sembró la cizaña”. Y Pablo exhorta: “no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios, pues los que duermen, son hijos de la noche”. Y, otra vez, a los Efesios: “¡Despierta! tú que duermes, levántate de entre los muertos” –los muertos en vida, se entiende-.

Ya desde el Antiguo Testamento el no conocer la verdad, el no encontrarse con Dios, es como un sopor terrible que apaga la vida, dice Isaías: “Dios les dio un espíritu de sueño: ojos para no ver”.

Y, en cambio, “el enemigo , dice Pedro, la perdición, no duerme”.

Pero no todo es reproche, en la Biblia, al sueño del hombre. Sorprendentemente, leer los Salmos es un continuo encontrarse con las quejas de los salmistas respecto al sueño de Dios: “ Despiértate, Señor, no duermas, levántate contra el furor de mis adversarios ”, dice el salmo 7. “ ¿Por qué te ocultas? ¿duermes? Los impíos piensan ‘Dios no existe' ”; ¿ Por qué te quedas lejos Señor, ¡despierta!, levántate, no te olvides de tus pobres ”, el salmo 10. Y “ ¿Hasta cuando me tendrás olvidado Señor? ¿Hasta cuando mi enemigo prevalecerá sobre mi? Mírame ¡despiértate! respóndeme, ilumina mis ojos para que no caiga en el sueño de la muerte.” –el 13-. “ ¡Despiértate! enfréntalos, doblégalos, líbrame de los malvados con tu espada ”, el 17. O el famoso “ Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? te invoco de día y no respondes, de noche y no encuentro descanso. ” –el 22-. O el 35: “ ¡Que no canten victoria mis enemigo! ¿tu lo has visto Señor? ¿cómo es que te callas? ¡despiértate!, ¡levántate!, Dios mío, Señor mío, ¡defiende mi causa! Y, para no abundar más, el 44: “¡ Nos tratan como a ovejas que van al matadero. ¡Despierta Señor! ¡Por qué duermes? ¡Levántate de una vez, no nos rechaces más!

De estos ejemplos pueden encontrar ustedes muchos más. El sueño de Dios o, como titulaba Rafael Gambra a uno de sus libros más lúcidos, “El silencio de Dios”. Su terrible silencio. Y, hasta algunos, ya blasfemos que se atreven a hablar de “la muerte de Dios”.


Rafael Gambra (1920-2004)

Pero, en realidad, esta sensación terrible de la ausencia divina que pueblos e individuos siempre alguna vez sufren en sus vidas, en la Biblia siempre es compensada por la fe inconmovible de que, aunque se haga esperar, “ nunca duerme ” –como dice Isaías- “ el Vigía de Israel ”. Y, aún todos estos salamos de amarga queja que he citado, siempre terminan con un grito de fe, o con un canto de triunfo o de esperanza.

A veces hasta con comparaciones groseras. El salmo 78, por ejemplo, después de amargas quejas, termina: “ Pero, al final, el Señor se levantó como de un sueño, como un guerrero adormecido por el vino y revoleó su espada e infligió al enemigo la derrota

No. No duerme el Señor. A pesar de sus largos silencios y nuestras largas penas. A pesar de sus faltas de respuesta y de nuestras muchas lágrimas. Y, si parece que duerme, lo hace como Endimión, con los ojos bien abiertos, mirándonos a nosotros, sus amados.

Cuando sea el mejor momento, Él se levantará; e increpará al viento y dirá al mar “Silencio, cállate”.

Y la calma vendrá.

Pero no solo nosotros y la Patria.

La Iglesia, frágil barca de Pedro, azotada por brisas, atraída por cantos de sirenas y zarandeada por huracanes. Haciendo agua.

Desde Tertuliano , teólogo del siglo III, siempre se vio a la Iglesia en esta barca. Sí; a veces ‘parece' que Jesús duerme.

Nuestro viejo y querido hermano Mons. Lefebvre tiene razón en tantas cosas que ve, en tantos errores que señala, en tantísimos excesos que acusa. La vieja barca hace agua por todos lados. El timón afloja, las velas se desgarran, los remeros se desconciertan y sufren la tentación de cambiar de barca. Pero, aún cuando parezca dormido, la barca de Pedro es la única que lleva en ella al Señor.

Marcos, en el evangelio de hoy, habla de que, con la de Pedro, salieron a alta mar muchas otras barcas. Nunca se habla más de ellas.

De la sola que se dice que, ciertamente, llegó al puerto, es de la de Simón.

MENÚ