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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1991. Ciclo B

14º Domingo durante el año
(geP, 7-7-91)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6,1-6a.
Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanos no viven aquí entre nosotros?» Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa» Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe.

Sermón

            Un detalle notable del evangelio del domingo pasado, destacado expresamente por Marcos, es el de la curación de la mujer que padecía hemorragias, mientras Jesús caminaba hacia la casa de Jairo. En medio de la multitud Jesús improvisamente se detiene y pregunta "¿quien me ha tocado?". Y, con justa razón le responden sus discípulos: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quien te ha tocado?".

            Y esto tiene que ver también con el evangelio que hemos escuchado hoy. Con la diferencia que aquí en su pueblo no pudo, como dice el evangelio, hacer ni siquiera un milagro. En un caso la multitud que lo apretuja pero en realidad sin tocarlo; en el de hoy, una multitud que lo conoce pero sin reconocerlo.

             Allá gente en máxima cercanía física -como en un colectivo 60 a las siete de la tarde-; aquí gente en máximo conocimiento humano, incluso parientes, que lo saben todo de su juventud, su clase y su familia. Sin embargo quien verdaderamente toca a Jesús es una que de afuera, temerosa, se le acerca por detrás y apenas se atreve a rozar su manto. Y quienes realmente reconocerán a Jesús no son precisamente los que más lo conocen humanamente.

            Nos acercamos a lo cristiano, aún a lo eclesiástico, y hasta a lo sacramental. Quizá comulgamos todos los domingos, sin mucha preparación, sin mucha confesión, sin mucha acción de gracias. Lo hacemos de buena fe, pero no nos damos cuenta de que quizá se trata de un contacto demasiado epidérmico, un gesto falto de contenido denso, algo que se hace en la Iglesia, pero que apenas tiene que ver con mi vida de todos los días. Porque, en realidad ¿cuánto hace que no mejoro en nada? ¿cuánto que me he acostumbrado a mis defectos sin tratar de combatirlos? ¿cuánto que no me pregunto qué estoy haciendo para hacerme santo; cuánto que estoy estacionado al cordón de la vida?

            Si: ¿Porqué la mayoría de los apóstoles se hicieron santos y porqué en cambio este juicio negativo del evangelio respecto a los vecinos y parientes de Jesús que también estuvieron tan cerca de él?

            No es que tenga que asustarme, pero si de todos los que tocaban a Jesús solo la hemorroisa que se acercó con verdadera fe quedó curada; si en la historia de la Iglesia y lo que -sin juzgar el interior de nadie- vemos a nuestro alrededor: católicos que a lo mejor frecuentan los sacramentos, eclesiásticos, religiosos que tratan con las cosas sagradas todos los días, que por oficio saben teología, leen las escrituras, si allí vemos tan pocos santos, ¿no seré también yo uno de los tantos, uno del montón, uno de aquellos a los cuales a lo mejor Jesús nunca podrá curar?  ¿No seré más bien vecino y pariente que apóstol y discípulo?

            Ciertamente que la misericordia de Dios es inconmensurable y ¿quién sino aquel que mal que bien se ha acercado a los sacramentos podrá salvarse?, pero ¿no es una tristeza haber estado tan cerca y pudiendo haber realmente tocado a Jesús, pudiendo haberlo reconocido, pudiendo haber dado muchísimo más, haber dado tan poco?  ¿No será una lástima que justo con nosotros que somos los de su pueblo y su familia Jesús no pueda hacer ningún milagro?  ¿No nos arrepentiremos alguna vez de que hayamos gastado tanto tiempo en tantas cosas, menos en hacernos santos?
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