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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

 

1983. Ciclo C

18º Domingo durante el año

Lectura del libro del Eclesiastés 1, 2; 2. 21-23
¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 13-21
En aquel tiempo: Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia.» Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?» Después les dijo: «Cuidaos de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.» Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha" Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida." Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?"  Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios»

Sermón

Cualquiera que haya seguido, aunque más no sea de lejos, a través de los titulares de los diarios o apariciones televisivas, el locuaz accionar de los dos o tres movedizos obispos que integran la “ Comisión episcopal de Pastoral Social ”, entre sindicalistas, políticos y gobiernos –o como quiera llamársele- podrá quizá sorprenderse frente al aparente contraste de estas temporales danzas verbales con la tajante negativa de Jesús, en el evangelio de hoy, de meterse a terciar en diferendos temporales.

Lo primero que habría que aclarar es que hablar de la mediación ‘de la Iglesia' es, por lo menos, una afirmación ambigua. La Iglesia somos todos los católicos, no solamente curas, monjas y obispos. Cuando, por ejemplo, Laguna habla con Bignone , no es que ‘la Iglesia' habla con el presidente. Bignone -y sus “ Cinco minutos de Dios 1”- forman parte de la Iglesia tanto como Laguna.

De lo que se trata en todo esto es del accionar político de algunos ciudadanos que, además son católicos y, por inescrutable permisión de Dios, también obispos que, respaldados por el prestigio de sus investiduras y fuera del área de tareas que estrictamente les competen, intentan, probablemente con buena aunque insipiente e inoportuna intención, prestar un servicio a la comunidad en este orden de cosas fuera de sus idoneidades.

El hecho de que el ámbito político de la civilidad tenga que recurrir al respeto que suscita la esfera de lo sacerdotal para encaminar tareas que les son propias es precisamente el índice de la terrible vaciedad e inoperancia de nuestra pretendida clase dirigente y de este absurdo y trágico último capítulo del así llamado ‘Proceso'.

Quede claro, pues, que, estrictamente, ni la Iglesia ni la función episcopal en cuanto tal quedan comprometidas en esta acción, frente a la cual, con el debido respeto, tanto no cristianos como católicos, conservan su liberta de opinión. Porque Favaloro o Matera se metan en política no vamos a hablar mal sobre el honesto arte de la cirugía. Ni Cámpora nos impidió ir a lo del dentista. Ni Reagan a ver películas de cowboys. Hay que juzgarlos no como médicos o actores sino simplemente como políticos. Lo mismo los obispos. En este caso, podrán hacer las cosas bien o mal, pero han de ser juzgados no como Iglesia, sino meramente al nivel político, al cual han bajado ensayando tapar desmañadamente agujeros civiles.

Es verdad, de todos modos, que el evangelio de hoy nos plantea problemas más amplios que esta anécdota circunstancial. Porque, si bien es cierto que solo en casos extremos de vacío de poder civil, parece prudente que los eclesiásticos se inmiscuyan en el quehacer de la política menuda, es también cierto que las grandes pautas de la ética y, por tanto, de los grandes lineamientos de la moral política y económica, como añadiduras de lo estrictamente sobrenatural, pertenecen también al ámbito del Magisterio de la Iglesia. Los mandamientos no solo tocan las relaciones del hombre con Dios, sino también las relaciones entre los hombres.

Y existe una doctrina política y una doctrina social, derivada de los mandamiento que, a través de su Magisterio, la Iglesia propone como tarea y objetivo a todos los católicos, cuya parte laica es la que tendrá que determinar, después, los medios y técnicas optativos para llevarlas a cabo.

Más aún, las lecturas de hoy plantean interrogantes a todo cristiano que esté metido en este mundo en donde el trabajo, la búsqueda de los bienes materiales, el ganar plata, los pleitos, son asunto cotidiano y de hasta angustiante necesidad, no solamente para cada cual, sino para aquellos que de uno dependen.

Y entonces ¿es que Cristo y san Pablo y el cristianismo en general nos instan a no preocuparnos para nada de la política, de la justicia, del progreso, de la economía, del trabajo, de la plata, de las cosas de este mundo?

Podríamos responder que sí; pero, entonces, tendríamos que distinguir entre preocupación y ocupación. ‘Preae ' es una partícula latina, un prefijo, que, aparte de su significado ‘antes', indica intensidad, demasía, exceso. Por ejemplo: una cosa es ser ‘potente' y otra ser ‘pre-potente'. Aquí también: una cosa es ‘ocuparse' y otra ‘pre-ocuparse'. Ocuparse de más.

Por otra parte nuestro Señor y los evangelistas gustan de las típicas hipérboles orientales en donde, por medio de violentas antítesis, se quiere llamar la atención sobre la prioridad de ciertos valores sobre otros. ¿Quién va entender en su sentido literal la famosa frase de Jesús: “ el que no odia a su padre y a su madre y a su mujer y a sus hijos y me sigue, no es digno de mi” ?

No. De ninguna manera el cristianismo nos impide el ocuparnos de las cosas de este mundo. Más aún los cristianos, de acuerdo a las circunstancias de cada cual, tiene la obligación de proveer al sustento propio y de los suyos, a su bienestar físico y moral, incluso tratar, si puede hacerlo honestamente y sin sacrificar otros valores, de crecer económicamente. Al fin y al cabo la riqueza bien entendida, bien administrada e invertida, es un servicio a los demás. En realidad humanamente el hombre ha de procurar crecer, en lo posible, cultural y profesionalmente y de ello lo económico suele ser condicionante. Es pues bueno y lícito ocuparse de la función pública y política y luchar por sacar adelante su país en esos niveles. Para el cristiano esta brega puede ser, incluso, signo e imperativo de la caridad.

Pero nada de esto puede transformarse en valor absoluto.



Esto es lo que nos enseña y recuerda el evangelio. El hombre está llamado a realizarse más allá de todo lo que pueda alcanzar con su esfuerzo humano. A esta meta no se llega solo con el quehacer natural del hombre. Este solo vale en la medida en que sea instrumento de amor a Dios y al prójimo.

En última instancia, todo lo que hemos construido únicamente aquí en este mundo hemos de abandonarlo. Solo habrán sido útiles o instrumentos que habrán o no servido en la medida en que nos ayudaron o no a acercarnos a Dios y a los demás, a hacernos santos.

Pero, a pesar de que ya lo sabemos, aún nosotros, cristianos, solemos ‘preocuparnos' de las cosas de este mundo y, si nos sobra tiempo, ‘ocuparnos', de vez en cuando, de las cosas de Dios.

Cristo hoy nos insta a que cambiemos la prioridades: ocupémonos de las cosas humanas, sí; pero preocupémonos de las de Dios.

1 El presidente Bignone se hizo irrisoriamente famoso al recomendar, desde su alto cargo, el libro de Alfonso Milagros. Pero, quizá, haya sido lo único bueno que hizo durante su malhadada gestión.

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