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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1977. Ciclo C

19º Domingo durante el año
7-VII-77

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 32-48
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No temas, pequeño Rebaño, porque vuestro Padre ha querido darles el Reino. Vended vuestros bienes y dadlos como limosna. Haceos bolsas que no se desgasten y acumulad un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni la polilla destruye. Porque allí donde tengáis vuestro tesoro, tendréis también vuestro corazón. Estad preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sed como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Os aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Vosotros también estad preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada.» Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?» El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Os aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más»


Sermón

Por allí he visto, en anuncios que hacen la propaganda de Bariloche una frase que dice más o menos: “¡Visite Bariloche, el paisaje que parece una postal!” Y es verdad, porque, aparte Bariloche, lugar único en el mundo, ¿quién no admitirá que hay tantas postales, slides, afiches y películas mucho más lindas que las realidades que pretenden representar?

Claro, nadie usa la foto de su DNI para dedicarla al novio, sino la retocada. La que enfocó nuestro mejor lado, la que disimuló la chatura o la prominencia de mi nariz. Sí. ¿Quién no ha sentido la vaga desilusión del encuentro con la cruda sinceridad de lo real, cuando ha llegado allí atraído por ataviada propaganda, por el señuelo mendoso del tecnicolor?
Porque el fotógrafo ha elegido el mejor ángulo, el día más radiante, la media mañana o media tarde de sombras contrastantes, el gran angular, el filtro ultravioleta, la estación florida; y uno lo ha visto todo sentado cómodamente desde su butaca del cine o desde el sillón de casa con aire acondicionado, con el whisky en la mano, resplandecientes diapositiva tras diapositiva.
Y, en cambio, cuando fuimos nadie nos quitará, por supuesto, el placer del viaje y de movernos y de cambiar de ambiente y ser servidos en los hoteles, pero, sin embargo, la realidad resultó ser menos fascinante de lo que pensábamos. Más mezquina, porque llovía, o porque soplaba el viento, o porque estábamos cansados, o porque había mosquitos, o porque nos entraba polvareda por todas partes, o porque, de cerca, se veía todo lleno de la basura que dejan los turistas, o porque nos dolió la cabeza, o porque el fulano aquel que se nos pegó nos arruinó el día, o simplemente porque jamás pudimos encontrar el ángulo desde el cual se tomó la vista del afiche.
¡Gracias a Dios pudimos sacar unas cuantas fotos para verlas con cuatrocientos vatios cuando volvimos a estar cómodamente instalados en casa! ¿No ha dicho alguien, acaso, que lo más lindo de los viajes son los proyectos y, luego, los recuerdos?

Yo no sé por qué, pero, en nuestra época, también con la vida, la gente suele vivir de proyectos, de ilusiones, de postales. Se la pasa soñando en lo que será o tendrá, rezongando por lo que pudo haber sido, añorando lo que fue. Cualquier cosa menos aprovechar y vivir lo que es, gozar de lo que tiene, hacer rendir el hoy. Todo es un apenas soportar el presente tendiendo la vista y los deseos a las ficciones retocadas del mañana. ‘El sábado que viene’; ‘las vacaciones que vienen’, ‘el año que viene’. ‘Cuando entre a la facultad’, ¡ah, entonces sí! ‘cuando me reciba’; ‘cuando me case’; ‘cuando me asciendan; ‘cuando cambie de departamento’; ‘cuando se acaben estos problemas’, ¡entonces sí, entonces sí! Hasta que, de pronto, un día, sin darnos cuenta, nos sorprendemos mirando para atrás: ‘Me acuerdo cuando era muchacho’, ‘cuando…’ ¡entonces sí!

Lo único que despreciamos, que nos queremos sacar de encima, es el presente, el aquí y ahora real de nuestro existir, la única porción de tiempo consistente, a pesar de los mosquitos, del polvo, del cansancio, de la basura, del ángulo torcido,
Y lo trágico, señores, es que, tanto si vivimos en el futuro como en el pasado, puesto que el futuro aún no existe y pasado ya se fue, lo que hacemos es vivir de vanas quimeras, nebulosas ilusiones que, ataviadas y enjoyadas de ensueños, serán perpetuo reproche y querella a la modesta contundencia del presente, de nuestro hoy.
Pero, tristemente, a vivir de postales y de afiches, de alucinaciones y desvaríos, procrastinando, difiriendo, aplazando decisiones para mañana, nos enseña un poco este mundo moderno que, incluso a nivel político, nos señala fascinado y vociferante hacia el futuro. Ese futuro pleno de felicidad hacia el que se encamina la sociedad: el reino de utopía que se construirá a golpes de cordobazos, pinceladas de psicoanálisis, fluir de repartijas, martillazos de ciencia y remaches de técnica. ¡Poca suerte la de los pueblos que en vez de nacer allá en ese futuro promisorio fueron dados a luz en este malcarado, inelegante, injusto, pobre, hambriento, carroñoso siglo!
¿Cómo no va a estar la gente descontenta, murria, malhumorada, mirando desde su hoy real los afiches barnizados de su futuro mejor? ¿Quién será capaz de decirle que aún en el caso de que verdaderamente el futuro fuera a ser mejor, dependerá siempre de lo que ahora sepan aprovechar su hoy? Lo que sembremos, eso recogeremos.
Además que, señores, el mañana, siempre, tarde o temprano, se transforma en hoy. De adornada postal en honrada y franca realidad y lo que no hemos sabido aprovechar del despreciado instante que es ya ayer, tampoco lo sabremos extraer del futuro que se desmaquilla en hoy.

De allí la sabia pedagogía del evangelio, la urgencia con la cual Cristo llama a la conversión. El Reino, el Juicio no es futuro, no está allá al final de nuestras vidas. “El reino está muy cerca” afirma. “Éste es el día de la salvación.” Ya hay que decidirse, porque el juicio es inminente. Más aún: en cada una de nuestras acciones ya somos juzgados. La gracia se te ofrece hoy, ahora, quizá no mañana.
Pero siempre nos pasa lo mismo: ‘no’, ‘todavía no’, ‘mañana cambiaré de vida’. ‘Aun no puedo’. ‘Me falta tiempo’. ‘Entonces sí tendré gana y fuerzas’, ‘cuando pase esta circunstancia’, ‘cuando se arregle aquel problema’. ‘Entonces sí’, ‘empezaré a ser mejor’, ‘tendré tiempo para hablar con mis hijos’, ‘conversar con mi mujer’, ‘leer aquel libro’, ‘plantearme aquella pregunta, ‘entonces si comenzaré a hacer las cosas que sé que tengo que hacer’. ‘Entonces sí’. ‘Empezaré a hacerme santo mañana’. ‘No hoy que estoy ocupado, que estoy cansado, que total mañana está ahí nomás’.
Y nunca comenzamos, porque el hoy aparece siempre sin afiches y sin grandes angulares y sin retoques.
Y sin embargo, si supiéramos vivir la pequeña dimensión del hoy –como dice el evangelio “a cada día le basta su inquietud”-, si supiéramos aprovecharlo, si supiéramos gozarlo y apreciarlo en lo que tiene de bueno –a pesar de sus defectos, a pesar de sus carencias- ¡cómo seríamos capaces de cambiar y mejorar nuestras vidas!
Justamente uno de los secretos del éxito de la acción de Alcohólicos Anónimos –ese grupo de varones y mujeres que se ayuda mutuamente a vencer el alcoholismo- es no hacer grandes propósitos para largos futuros. Dejar de tomar para siempre desalienta a cualquiera. Pero sí cualquiera puede prometer hoy, solamente hoy, ‘estas 24 horas no voy a beber’. Y cuando mañana sea hoy prometeré lo mismo y podré cumplir.
No, no importa mañana: ‘hoy’ estudiaré, ‘hoy’ no fumaré, ‘hoy’ no constaré mal a mi mujer, ‘hoy’ no rezongaré, ‘hoy’ seré feliz, ‘hoy’ rezaré, ‘hoy’ seré santo.

Aprovecha, pues, cristiano, la única y concreta realidad de tu hoy. Única porción de tiempo de la que eres dueño. El Señor no te pide cuentas de tu mañana ni de tu pasado, sino del instante fugitivo que, sin provecho, se te escapa ahora de las manos. Cada momento decía San Francisco de Sales viene cargado con un mensaje, una requisitoria de Dios. Con respuesta o sin respuesta irá a fijarse para siempre en la eternidad.
Por eso, ante el Señor que está llegando a nosotros en cada instante de nuestra vida, “estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas, ¡felices servidores Vds. a quienes el Señor encuentre siempre velando a su llegada!”

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