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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1977. Ciclo C

21º Domingo durante el año
21-VIII-77

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo: Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?» El respondió: «Tratad de entrar por la puerta estrecha, porque os aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, vosotros, desde afuera, os pondréis a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos" Y él les responderá: "No sé de dónde sois" Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas" Pero él os dirá: "No sé de dónde sois; ¡apartaos de mí todos los que hacéis el mal!" Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y vosotros seáis arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos»


Sermón

Un ejemplo de cómo ciertas posiciones conservadoras a ultranza dentro de la Iglesia pueden llegar al ridículo es la de algunos que, porque afirman han sido cambiadas las palabras de la consagración del cáliz, la Misa como tal es inválida, ficticia. Solo hay consagración de la hostia. Por eso se puede entrar a comulgar en el momento de la comunión, pero no asistir a Misa.
Y el origen de este disparate es que, según afirman, la fórmula original latina ha sido mal traducida al castellano: “Hic est enim calix sanguinis mei qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionem peccatorum” se ha vertido “este es el cáliz de mi sangre que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”.
¿Cómo? –Dicen- si “pro multis “quiere decir literalmente “por muchos” ¿qué es esto de traducirlo “por todos los hombres”? ¿Qué es este relajo?
Posición que, antes que nada, denota una comprensible ignorancia filológica. El “pro multis” no hace sino traducir el original griego “perí pollón’” y cualquier estudiante de griego bíblico sabe que el “polloi”, a la manera del “rabbim” hebreo, es inclusivo: como ‘todos’ suelen ser ‘muchos, para el lenguaje semita ‘muchos’ termina siendo ‘todos’ y no tienen una palabra especial para designar el todo. Cristo efectivamente, derrama su sangre por todos los hombres, sin exclusión alguna. Objetivamente el poder redentor de la Cruz de Cristo no solo alcanza para toda la humanidad sino para “setenta veces siete” humanidades.
Si el todo se transformará en el ‘muchos’ o ‘pocos’ del castellano eso se deberá a la libertad que conserva cada uno de abrir su paraguas a la lluvia de sangre, amor y gracia de Jesús y no a la mala traducción de un lego. La Redención tiene objetivamente un alcance universal, aunque subjetivamente dependa de cada uno recibirla o no.

Porque, desde la elección de Abraham, está claro que el llamado de Dios no significa solo una preferencia individual cerrada sobre al sujeto predilecto: “Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra”, dice Yahvé a Abraham. La elección es para una tarea, para un servicio para bien de todos. Esta concepción universal de la salvación, mediada por Israel, resuena vigorosa en Malaquias, en Sofoniás, en Isaías, como hemos leído en la primera lectura de hoy Isaías 66, 18-21.
Es claro que siendo esta elección al mismo tiempo que una misión un honor, era fácil que los elegidos tendieran más a sentirse orgullosos del privilegio que responsables de su cometido. Cosa sencilla de entender, por otra parte ¿no hemos acaso siempre visto a nuestro alrededor disputarse los altos puestos, los primeros lugares, no por las mayores posibilidades de servicio, hacer bien que ellos traen anejos y asumir más pesadas responsabilidades sino por sus privilegios, sueldo, poder y honores? Los dos aspectos van juntos por cierto, pero el segundo subordinado al primero y en función del primero.
Desdichadamente los judíos no siempre lo entendieron así. A pesar de los profetas y, más aún, a pesar de que la tradición deuteronomista insistía en que, no solo la elección era para una misión universal sino que ni siquiera esa elección provenía de una prudente valoración de los méritos de los candidatos –como se hace para asignar un puesto en las empresas privadas, no de los cargos estatales- antes bien, esta elección era absolutamente gratuita.
Más todavía, no solo no ha elegido a los mejores –afirma el Deuteronomio- sino que ha llamado a los peores: “el más pobre, el más pequeño, el más mezquino de los pueblos”. Y como dirá luego San Pablo a los corintios: “Dios ha escogido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; y Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte”.

El asunto es que, hacia la época de Jesús, ya era convencimiento general entre los judíos todo lo contrario: que por el solo hecho de ser judíos estarían a salvo en el mundo nuevo. La salvación estaba vinculada al pueblo como tal. La gentilidad en masa no participaba de esta elección gratuita de Dios.
Es en este contexto donde hay que entender el trozo de evangelio que hoy hemos escuchado. No bastará ser del pueblo de Israel para ser salvo “hemos comido y bebido contigo y has enseñado en nuestras plazas”. A muchos del pueblo de Israel, a los que no han querido cumplir su misión, entrar por la puerta estrecha, expulsará afuera al llanto y al rechinar de dientes.
Y, de la misma manera, no será necesario pertenecer a los primeros, al pueblo de Israel, para alcanzar la salvación, porque “vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se pondrán en la mesa del Reino de Dios.” “Los últimos que serán los primeros”.

Pero si bien es cierto que el significado primario del pasaje evangélico es la reprobación de los judíos infieles y la vocación de los gentiles, su enseñanza sigue guardando para nosotros valor permanente. Porque ¿quién no se da cuenta de que el inmenso privilegio de ser cristianos y haber sido llamados por Dios a la verdad –y más en una época como la presente mediocre y estólida- quién no se da cuenta de que este privilegio puede convertirse en motivo de orgullo por un lado y de desprecio a los demás por el otro, como lo prueba por ejemplo la necedad de los que quieren reducir el ‘todos’ en simplemente ‘muchos’ y no de instancia constante a la responsabilidad y a la misión que dicho maravilloso privilegio lleva adjunto? Responsabilidad y misión que es lucha, que es esfuerzo. “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha”, “agoniscese” dice el griego, luchad, combatid por entrar. “No vine a traer la paz, la pachorra, sino la espada”, dice en otro lugar y “El Reino de Dios sufre violencia”, es de los fogosos.
No, no se te ha dado la fe, tu yelmo empenachado, tu resplandeciente coraza, tu fendiente espada ni tu lábaro cristiano y el guante en prenda de tu dama para que desfiles a bombos y clarines festivos por las plazas. El campo de batalla, el baluarte, la frontera, la misión de peligro, humo y sangre son tus puestos de honor, soldado.

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No uniformes inmaculados y trajes de gala. “Hemos bebido y comido contigo”, “has enseñado en nuestras plazas” no serán tu santo y seña, para entrar por la puerta estrecha, sino el filo mellado de tu sable, tus heridas y el pendón hecho girones pero enhiesto de tu fe jamás arriada, manchado con tu sangre. Derramada no por tus miras egoístas, no por tu secta, sino por todos los hombres, junto a la de tu Señor.
Para eso has sido llamado al honor de ser cristiano.

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