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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1983. Ciclo C

21º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo: Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?» El respondió: «Tratad de entrar por la puerta estrecha, porque os aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, vosotros, desde afuera, os pondréis a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos" Y él les responderá: "No sé de dónde sois" Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas" Pero él os dirá: "No sé de dónde sois; ¡apartaos de mí todos los que hacéis el mal!" Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y vosotros seáis arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos»


Sermón

Hoy se ha desmentido que el Servicio de Inteligencia del Ejército fuera autor de un estudio conteniendo apreciaciones sobre el posible resultado de los próximos comicios. Sea lo que fuere de la autenticidad o no del documento, es fácil darse cuenta de que un pronóstico parecido podría darlo cualquiera ¡cuánto más contando con métodos de sondeo de opinión y de estadística algo más sofisticados!

Como decía Laplace , si, en determinado momento de la historia del universo e incluso de los hombres, hubiera una mente lo suficientemente capaz para aprehender y comprender todos los principios, factores y circunstancias de los seres, dado que los efectos se contiene en las causas, esta mente sería perfectamente apta para predecir con absoluta exactitud los sucesos del futuro. Afirmaba que, si en un momento cualquiera, esta mente tuviera a su disposición el conocimiento del estado de movimiento de todos los átomos del orbe, sería capaz de calcular cualquier situación pasada o futura del universo.


Pierre-Simon Laplace
(Beaumont-en-Auge 1749 - París 1827)

En realidad, desde el famoso principio de la indeterminación de Heisenberg , las afirmaciones de Laplace fueron quedando poco a poco de lado. El determinismo absoluto no existe ni siquiera en el plano de la física. Y ni aún los valores medios estadísticos, las leyes de los grandes números, son excesivamente seguras desde las investigaciones de Eigen (premio Nobel de Química 1967), Sexl y Prigogine (premio Nobel de Física del 77).

Werner Heisenberg

Más aún, nosotros, los cristianos, que defendemos, para el hombre, la posibilidad de algunos actos libres, sabemos que las predicciones del futuro, en lo que atañe a la vida de las personas, son sumamente aleatorias y, tanto más aleatorias, cuanto más libre sea esa persona.

Pero podemos ciertamente conceder a Laplace y a los deterministas que, a grandes rasgos, es posible predecir el comportamiento de los hombres y, sobre todo, de los grandes números, de las mayorías.

Esto ya lo defendía Santo Tomás cuando, hablando del conocimiento del futuro que podían tener los demonios, lo atribuía no a un cualquier sobrevuelo del tiempo, sino a su gran inteligencia, que les permitía conocer un mayor número de factores y causas materiales que a nosotros y, por tanto, colegir mejor sus efectos. Pero este saber demoníaco no era infalible –afirmaba- porque a estos determinismos escapaban los actos auténticamente libres del hombre. Y ¿por qué entonces demonios y. con ellos. brujos, astrólogos, adivinos, parapsicólogos, quirománticos, echadores de cartas, psicólogos y sociólogos, aciertan tantas veces en el futuro? Y –contesta el Aquinate- porque hay pocos hombres verdaderamente libres y la mayoría se deja llevar por sus reacciones materiales, biológicas y pasionales. Reacciones todas perfectamente predecibles y controlables.

Y, para sostén de su aserción, traía a colación un pasaje del Eclesiastés (Eccle. 1, 15, versión de la Vulgata) que reza: “ El número de los estúpidos es incontable 1.

Es por eso que la curva de Gauss , ese famoso perfil de campana que, entre dos coordenadas, figura las probabilidades de los efectos a partir de las mismas causas, valga también para las masas. La mayoría estará siempre alrededor de donde cuelga el badajo. Las minorías hacia el borde de la campana: o porque muy locas y excéntricas, o porque muy inteligentes y libres.

Es evidente que cualquier campaña comercial sobre artículos de consumo general o cualquier campaña política que necesite votos habrá de dirigirse hacia esa masa central que constituye el grueso de la campana. Solo productos muy especializados podrán buscar mercado en el borde de los raros o de los libres. Por supuesto, ningún político.

Lo grave es cuando se pide a estas mayorías que decidan sobre la verdad o sobre el camino político a seguir de una Nación.

Cuando las costumbres sociales son sanas y existen fuertes tradiciones nacionales y una familia sólida y principios morales y religiosos comunes, es previsible que las mayorías se dejan llevar por buenas opciones. En esas sociedades el mecanismo electoral masivo sería, quizá, más o menos viable. Pero, en la medida en que los principios, la ética y los valores objetivos se pongan en duda o desaparezcan, en que no haya fuertes raigambres nacionales, ni virtudes, ni figuras paradigmáticas; en la media en que, a través de la propaganda, se condicione a las mayorías a pensar y desear de determinadas maneras contrarias al bien y a la verdad –como lo viene haciendo la subversión cultural gramsciana a través de los ‘mass media'-; en la medida en que el individuo corte los lazos del compromiso con la familia, con la comunidad y con la Patria y en que más se lo deje liberado –falto de censura, freno y leyes- al capricho de sus pasiones desordenadas y más se lo quiera hacer creer que es dueño de terminar el bien y el mal, la verdad y el error, más se llenará el centro de la campana de Gauss de fuerzas caóticas y ciegas que avanzarán tumultuosamente hacia el error, o serán guiados por la revolución manejando las riendas de sus determinismos biológicos y psíquicos en dirección contraria a la del verdadero bien.

En un momento, como el actual, en que liberalismo y marxismo se reparten el dominio intelectual, político, psicológico y económico del mundo, las mayorías necesariamente elegirán cada vez peor.

Y no hablo solamente de las elecciones partidarias, sino de las que nos muestran los ratings de los programas de televisión, de las películas de más taquilla, de los bestsellers, de los gustos, de las costumbre y de las modas.

No por nada la mayoría manejada por los doctores y sacerdotes eligió a Barrabás. Las grandes tiranías de la historia de la democracia han subido todas al poder por el voto popular. En Italia y en España se han inclinado masivamente por el divorcio y por el aborto Y aquí, ya sabemos lo que votó históricamente y vemos perfectamente las dos opciones, igualmente funestas, que votará.

Lo cual no quiere decir que cualquier minoría por el solo hecho de serla tiene –o tendrá en el futuro- razón. Pero, ciertamente, la mayoría no.

De pocos es ser locos, de pocos es ser perversos al extremo, pero de pocos también es ser verdaderamente libres.

Jesús se niega hoy a responder a la pregunta de si son muchos o pocos los que se salven. Pero, al contestar evasivamente, deja bien claro: “sean muchos o pocos, no se salvarán como mayorías aborregadas –las de las encuestas, las que transitan los caminos anchos, el grueso de la campana- sino los que, en el borde, no como masa sino como personas, encuentren la puerta estrecha de la libertad.

La libertad que, en la verdad y la decencia y la lucha, solo Cristo nos puede dar.

1Stultorum infinitus est numerus”. Einstein actualizará, 25 siglos después, este aserto: “Sólo dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana, y no estoy seguro de lo primero”.

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