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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1993. Ciclo A

24º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo: Se adelantó Pedro y dijo a Jesús: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?" Jesús le respondió: « No sólo siete veces, sino setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes" El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso, sino que lo hizo encarcelar hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Éste lo mandó llamar y le dijo: "¡Malvado! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti?" E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con vosotros, si no perdonáis de corazón a vuestros hermanos».

Sermón

Cuando, en el Génesis, la Biblia quiere mostrar cómo, después de Caín, la humanidad fue empeorando progresivamente, describe, como muestra de brutalidad, a un tal Lamek, en cuyos labios pone la siguiente bestial canción: " Porque me hicieron una herida maté un hombre, por un moretón maté a un muchacho. Si Caín será vengado siete veces: Lameck lo será setenta y siete ".

Son estas las cifras que están detrás de la pregunta de Pedro y la respuesta de Jesús.

Es verdad que ya el AT -como hemos escuchado en la primera lectura- recomendaba el perdón. Pero la cosa era bastante restrictiva. Los rabinos -según el Talmud- interpretaban que había que perdonar hasta ‘tres' veces. De allí que Pedro se sintiera enormemente generoso al proponer ‘siete' veces. Cristo le da vuelta los esquemas cuando con sus ‘setenta veces siete' afirma que la actitud del cristiano ha de ser la antípoda de la actitud de Lameck. Así como Lameck no pone límites a su venganza, el discípulo de Cristo no ha de poner ningún límite a su perdón.

Y esta misma desmesura es reconfirmada en la parábola ilustrativa con que ayuda a entender su afirmación. Diez mil talentos es, en la época, una cifra inimaginable. Algo así como la deuda externa argentina, frente a la cual, aún cuando cien denarios fueran más o menos el sueldo obrero de tres meses y por lo tanto, a nivel de todos los días, no tan despreciable, en comparación resultan insignificantes.

La parábola, pues, es clara. El perdón a nuestros hermanos ha de entenderse solo en relación al perdón y a la misericordia que Dios tiene para nosotros. La más mínima gracia sobrenatural -y por lo tanto inmerecida, gratuita- que Dios nos da, es muchísimo más que cualquier cosa natural, humana, que nosotros podamos dar a nuestro prójimo o éste pueda debernos. Ese es el significado etimológico de la palabra perdón. Per , en latín, es un multiplicativo, algo así como super : perdón significa pues s uper-don , hiper-regalo , donación más allá  de lo merecido. Así, de hecho, no solo es ‘perdón' la vuelta a la amistad divina una vez ésta rota por el pecado, sino simplemente el mero acceso a la gracia, aunque nunca hubiéramos pecado.

De todos modos esta parábola es un comentario a nuestra cotidiana oración: " Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden ". Y no es sino un caso particular de una más general ley de la vida cristiana que consiste en la obligación de proceder no humanamente, sino divinamente, al modo de Dios: " Sed perfectos como mi padre es perfecto ", " amaos como yo he amado ", " así como yo he hecho con vosotros, haced los unos a los otros ".

Norma terrible -se dirá-: proceder como dioses siendo solamente hombres. Pero es que, precisamente, no somos solamente hombres: por el Bautismo hemos sido elevados al estado y dignidad de ‘hijos de Dios', de ‘hermanos de Cristo'. Y nuestra ética no es simplemente el modo correcto de llevar adelante una vida humana justa, sino el código de honor caballeresco de los familiares del Señor, de los príncipes de sangre, de los miembros de la Orden de Cristo Rey.

Y nuestra máxima dignidad, nuestra dicha, nuestro parangón, será ser magnánimos como El; actuar como Él, amar como Él, perdonar como Él. Desde ese estado de grandeza a donde no llega el insulto del patán, ni se cruza el acero con alguien que no es de tu clase. Mejor, desde ese estado de sabiduría y plenitud, en donde las mezquindades de los perversos y los intentos de hacernos el mal de los torpes solo dan lástima. Porque al enemigo noble se lo combate sin odio, ya que, como dice el proverbio, si es una gracia grande el tener amigos nobles, es una segunda gracia el tener nobles enemigos. A éstos se les estima aún cuando se los combata. A los ruines, se los combate y se los desprecia y se les tiene lástima. Y se los perdona si piden perdón.

Porque cuanto más nobles seamos, cuanto más santos, más a imagen de Dios, más magníficos, más magnánimos, más capaces de mirar con altura los mayores agravios, aún los de fama y sangre.

Y tanto más ajenos e indiferentes a las pequeñas rencillas, fruto de celos, de conventillos, de habladurías, de chismes, de competencias de prestigio o de status, de envidias, de palabras ligeras, de cuestiones de plata -que a veces, insanamente, hasta rompen amistades y dividen a las familias-.

De todos modos, ¿qué significa perdonar?: ¿Que me tengo que dejar agraviar impunemente? ¿Que no he de defenderme? ¿Que he de sonreír al que me hace daño? ¿Que si un ladrón me roba y me pide perdón puede quedarse con la plata?

No: aquí se esta hablando antes que nada de una actitud interior: nadie ha de guiarse por el odio, por la revancha, por el deseo airado de venganza. El perdón en este sentido viene a ser consecuencia necesaria del " amor a los amigos y a los enemigos " que nos impone Cristo. Pero el perdón no supone la indefensión frente al agresor. No es el caso.

Aquí se trata de perdonar al que, arrepentido, reconoce su culpa y pide perdón y, de alguna manera, quiere reparar su falta, aunque no siempre exprese estas intenciones de palabra. Tampoco es el perdón obligado que debemos a aquellos a quienes nosotros creemos que nos agraviaron, pero que no lo hicieron con intención o no lo hicieron de ninguna manera y todo surge de nuestra incomprensión e hipersensibilidad.

De todos modos: ni Dios puede perdonar si no nos arrepentimos. Lo mismo nos amará, buscará nuestro bien, nuestra conversión, intentará inducirnos al arrepentimiento, pero perdonarnos, reintegrarnos a su amistad, solo puede hacerlo si nosotros nos arrepentimos. Pero allí si: ‘setenta veces siete'. Tantas veces nos arrepintamos de verdad, Dios nos dará  su perdón.

Tampoco perdonar significa no castigar. Buenos estaríamos si siempre la madre perdonara todo lo malo que haga su hijo, o que la sociedad abriera sus cárceles y echara a sus jueces y a sus policías. No, a veces, el castigo forma parte del perdón, o del camino al perdón.

Porque aún al enemigo malvado hay que amarlo, como persona, con deseo de que se convierta y cambie, pero no en su injusticia, no en su agresión, no como pecador. Como penitente, como ser humano, como oveja perdida, como redimido y amado por Dios.

Y siempre desde el redimensionamiento del agravio: nosotros ­tan rápidos a sentirnos ofendidos- esos cien denarios, que no son nada comparados con los 50.000 millones de dólares1 que nos perdona, que nos regala Dios.

1- Se decía era el monto de la deuda externa argentina en la época del sermón.

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