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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1980. Ciclo C

25º Domingo durante el año
21-IX-80

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 16, 1-13
En aquel tiempo, Jesús decía a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: "¿Que es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto." El administrador pensó entonces: "¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!" Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?" "Veinte barriles de aceite", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez." Después preguntó a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" "Cuatrocientos quintales de trigo", le respondió. El administrador le dijo: "Toma tu recibo y anota trescientos" Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz. Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero»

Sermón

El trozo de evangelio que acabamos de leer nos muestra uno de los métodos que sigue Lucas para componer su narración. Como dice en su prologo, Lucas se ha ocupado de reunir sobre Jesús todo el material que ha podido: parábolas, sentencias, hechos, milagros, discursos. Algunos ya escritos, otros que corrían oralmente. No siempre ese material venía ubicado cronológicamente en la vida de Jesús. Se sabía que palabras y hechos habían sido dichos u ocurrieron durante los tres años de la vida pública del Señor; pero no siempre en qué momento, en qué circunstancia concreta.

Lucas, entonces, a ese material desubicado cronológicamente, intenta agruparlo por unidades temáticas. Así, a esta parábola del administrador infiel, agrega, como Vds. terminan de escuchar, una serie de frases breves de Jesús dichas en diversas circunstancias, pero aunadas alrededor del tema del uso del dinero que, en realidad, está conectado secundariamente con el sentido original del cuento.

Digamos, pues, que aquí, en todo lo leído, encontramos al menos tres enseñanzas.

Empecemos por la última: “no se pude servir a dos señores (…) no podéis servir a Dios y al Dinero

Lo que nuestra traducción vierte ‘Dinero', en realidad, en el original, es un término más denso: ‘ Mammona' ; y sería mejor dejarlo así: “ no se puede servir a Dios y a Mamonna ”. Porque Mamonna es un término técnico del hebraísmo rabínico que sirve para designar a ‘la riqueza idolizada', ‘idolatrada', no simplemente la plata como tal.

En el libro del Eclesiástico se dice “Feliz el rico que fue hallado intachable, que tras Mamonna no fue” Evidentemente ‘tener dinero' como tiene aquí el rico, no es ‘ir detrás de Mamonna.

La palabra Mamonna procede la raíz hebrea ‘ aman' , ‘ser firme', de donde viene nuestro ‘ Amén' , una expresión de confianza en lo que se piensa que es firme y que me da seguridad. De allí que literalmente ‘Mamonna' significa ‘aquello en lo cual uno pone su confianza'. Y como para la Biblia solo se puede poner la confianza plena en Dios, el único verdaderamente solido, firme, que nunca nos va a fallar, decir ‘Amén' a cualquier otra cosa que no sea Dios es idolatría.

Decirle, pues, Amén al dinero, depositar toda su confianza en él, es transformar a este en ‘Mamonna'. ‘Mamonna', pues, aplicado como adjetivo a la riqueza y, finalmente, transformado en substantivo, designa, despectiva y gráficamente, lo que San Pablo luego afirmará al aseverar que “la avaricia, la codicia –e. d. ‘el deseo de tener cada vez más'- es ‘idolatría'” (Col 3, 5). Ya en la Edad Media ‘Mamonn' se tomaba como nombre de un demonio.


Adoración a Mammon
, 1909 Evelyn de Morgan

La frase se refuerza en el griego original porque la palabra ‘servir' –‘servir a Dios o a Mamonna' - corresponde a ‘ doúleuo' que significa no simplemente servir sino ‘ ser esclavo' , ‘estar esclavizado por', ‘ser totalmente sumiso a'.

¿Quién puede pedir esta plena, aunque filial, sumisión, sino Dios? Y este ‘servicio' a Dios en el fondo es el único que, a la postre no esclaviza, porque Él no nos necesita, sino que hace de nuestra posibilidad de servirlo nuestro máximo honor. En verdad, en verdad, no podemos prestarle ningún ‘servicio', porque El de nada necesita. Por eso -dice también San Pablo- “para mi ‘servir' – doulein - a Cristo es reinar”.

De allí, nuevamente, que servir al Dinero, a Mamonna, es tenerlo por ídolo y, ahora sí, estar esclavizado por él.

Pero esto es propio del dinero, de Mamonna, tender a esclavizarnos. Todo cristiano tienen que estar prevenido contra este peligro. Porque obviamente el dinero, como tal, es un medio útil y, en su medida, necesario para procurarnos aquellos bienes imprescindibles para la subsistencia. Hasta las monjas -que hacen voto de pobreza- necesitan un mínimo de dinero. También ellas tienen que pagar gas, teléfono, electricidad, remedios, ropa, comida. Hasta Jesús utilizaba dinero –si bien es verdad que el que lo llevaba y administraba era Judas-. Pero, desdichadamente, porque somos débiles y tentados, porque estamos inclinados desviadamente a la codicia, en lugar de usar de las riquezas, tendemos a transformarlas en fin.

Porque, vean, la jerarquía autentica de valores es la siguiente: se trabaja para ganar dinero y poder vivir; se vive –biológicamente- para poder desarrollarnos como hombres. Es decir, para conocer, para comunicarnos, para saber, adquirir cultura y disfrutarla y, sobre todo, para amar y ser amados. Y, finalmente, todo esto, se nos da o se nos quita, para hacernos santos, para ganarnos el Cielo, la eternidad, que es la verdadera razón de nuestra existencia aquí.

Por eso, cualquier inversión de este ciclo, de esta subordinación, es frustrar nuestra verdadera dignidad, nuestra vocación, nuestro existir de seres humanos e hijos de Dios. Es pecar, en su sentido etimológico: errar, desviar el camino.

Se ha de ganar dinero para vivir; se vive para amar; se ama para ganar la Vida eterna.

Es evidente que el que de tal manera es absorbido por su trabajo que no tiene tiempo para la amistad, para su familia, para la cultura, está desordenado, peca. ¿De qué sirve llevar a la familia un alto ingreso y bienes de consumo, si no se lleva comprensión, amor, hombría de bien, cariño y vigilancia, ejemplo. altura de miras? Ninguna de estas cosas se compran con plata.

¿De qué vale estar preocupado hasta tal punto por el trabajo y los negocios que arruinemos nuestra salud, que violentemos nuestras coronarias? Se trabaja para vivir. No se vive solo para trabajar.

Y, finalmente ¿de qué sirve hacer pingües negocios, en medio de la inquietud y la zozobra, si ellos nos hacen olvidar a Dios y si los bienes que con el dinero podemos adquirir nos distraen del único negocio importante que es el de la eterna salvación?

Lamentablemente cada vez las cosas que nos puede adquirir el dinero son más abundantes y distintas. Nunca alcanza la plata para comprar todo lo que podríamos comprar y se nos ofrece en el mercado de este siglo. Siempre habrá un vestido más lindo, una plancha más sofisticada, un televisor más moderno, un departamento más grande, un auto más potente, un viaje más largo, un invento nuevo, un puesto más importante que el que tenemos para ambicionar. ¿Dónde vamos a detenernos? Encuéntreme una sola persona, gane poco o muchísimo que esté contenta con sus ingresos y lo que tiene y no se queje de lo que le falta para estar de acuerdo con lo que desea.

Porque el deseo corre siempre al galope delante de nuestras posibilidades, por más que estas crezcan. ¿Quién nos va a parar?

Pero, si no paramos nosotros, nos parará ineluctablemente el fracaso, la desilusión, la enfermedad, la vejez o la muerte. Y, entonces, ya será tarde. Aún cuando ricos de lo que debemos dejar, seremos miserables con lo que pudimos llevar.

Padres que me escuchan. Traten de tocar lo menos posible el tema del dinero delante de sus hijos: que no alcanza, que hay aumento, que Fulanito gana tanto, que si seguís esta carrera no vas a ganar nadad. No los acostumbren desde ya a que lo importante en la vida es ‘mamonna'. Nuestros hijos tiene hoy todo lo que quiere, pero siguen deseando todo lo que no tienen. Si no los formamos en el deseo de las cosas grandes, de las riquezas interiores, de la virtud, de la belleza, de Dios, serán atrapados inevitablemente por el deseo del dinero y de todas las cosas que con él se pueden comprar ya que no dependen de ningún del hombre interior.

Por algo, como nunca están llenos de adolescentes los consultorios psiquiátricos. Y como nunca, los pueblos y ciudadanos se devoran los unos a los otros en medio de la codicia, la inmoralidad en los negocios, la competencia desleal a todos los niveles, la corrupción, la indiferencia por los demás. ¿Vamos a arrojar, así nomás, a nuestros muchachos, sin más ambiciones que las del ‘tener', a una sociedad semejante? ¿Qué futuro les espera? O depredadores o depredados.

Nuestros abuelos tenían muchísimo menos y eran más felices y más solidarios y más patriotas. ¿De qué vale ganar el mundo, si se pierde el alma? Nada de lo verdaderamente importante en esta vida y en la eterna, se puede comprar con dinero y nada de lo que se puede comprar con todo el dinero del mundo basta para hacernos felices.

Por eso, porque es difícil usar bien del dinero y los bienes, el Señor recomienda la pobreza. La pobreza asumida, se entiende, no la del que envida al rico y no tiene porque no puede; eso es, a veces, peor que ser rico.

Claro que no todos podemos ni debemos tener el valor de San Francisco de Asís que, siendo rico, renunció a sus riquezas, para seguir a Cristo y para mostrarnos que se puede ser pobre de bienes materiales y, al mismo tiempo, feliz y rico de maneras más plenas.

Pero todos estamos obligados por el evangelio a la pobreza ‘interior' y al desprendimiento.

Pero, al menos usemos con precaución e inteligencia del dinero, ‘ganen amigos con el dinero de la maldad'. Y esta es la segunda enseñanza.

Con precaución, porque el dinero siempre tienta, siempre tiende a convertirse en ‘Mamonna' y, al menos, a distraernos de las cosas importantes. Con inteligencia, porque no somos más que ‘administradores' de lo que poseemos. El dueño es Dios, porque aún de Él son los talentos que nos ha dado para ganar lo que tenemos. Con inteligencia, también, porque hemos de usar el dinero para nuestro verdadero bien y el de nuestras familias. Y para el bien de los demás, de la sociedad.

¡Cuidado con fomentar negocios inútiles, espectáculos inmorales, revistas estúpidas, lujos superfluos con nuestra inversión o nuestra compra!

¡Cuidado también de manejar correctamente nuestros intereses, ayudar a los necesitados y apoyar en los negocios a los hombres de bien y, en lo posible, cristianos. Tal como hacen los masones y los judíos entre ellos.

Los grandes negocios, los diarios, las televisiones, las editoriales, la industria del cine, las financieras, no tienen por qué estar en manos de judíos, liberales, enemigos de la Iglesia o sinvergüenzas. También pueden y deben estar en manos de los católicos honestos. Ser cristiano no es ser tonto y dejarse tragar, y que nos roben la patria fundada por España bajo la cruz de Cristo.

Y –rápidamente- la tercera y última enseñanza de este grupo de ideas pergeñado por Lucas, la de la parábola. En realidad ella no quiere sino, con una historia de rufianes –Cristo tenía mucho sentido del humor- señalar la urgencia del negocio de nuestra salvación.

Nos quiere decir: en esta vida se está jugando el negocio de la eternidad y, frente a ella, el tiempo de nuestro existir aquí es brevísimo: “Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocupará más ese puesto”, nos dice hoy Cristo. Ya, ahora, pronto, urgente, es menester comenzar a arreglar nuestro negocio eterno. Hoy mismo tenemos que empezar a hacernos santos.

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