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Sermones deL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Pbro. Gustavo E. PODESTÁ


Adviento

1990. Ciclo A

25º Domingo durante el año

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 20, 1-16a
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros des­ocupados en la plaza, les dijo: "Id vosotros también a mi viña y os pagaré lo que sea justo". Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo os habéis quedado todo el día aquí, sin hacer nada?" Ellos le respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Id también vosotros a mi viña". Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros". Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, pro­testaban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora , y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada" El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no había­mos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a éste que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos»

Sermón

         El método de impartir enseñanzas por medio de comparaciones, de parábolas, de cuentos, común a todos los pueblos, era normal como vehículo de enseñanza entre los rabinos. La parábola, como la fábula, era un método sugestivo, popular, que enseñaba sin aburrir. Por ello Jesús la utiliza abundantemente. Y ciertamente era un narrador maravilloso y en los evangelios se afirma que era el modo por excelencia de la enseñanza de Cristo: "Les enseñaba en parábolas y sin parábolas no decía nada".

Pero, como digo, no es un método exclusivo del Señor. Ya en el AT encontramos algunas parábolas y se sabe que los doctores de la ley también las usaban, aunque no tanto, por lo menos en la época de Jesús. Más adelante, en el siglo II, -a lo mejor imitando a nuestro Señor- los rabinos utilizaron este estilo con más profusión. Muchísimas de esas parábolas se conservan hoy en lo que se llama el Talmud, esa recopilación de comentarios, ampliaciones, leyes y enseñanzas que las escuelas rabínicas impartían para explicar el AT y que finalmente formaron este libro que los judíos tienen como tan venerable como aquel.

Pues bien, allí encontramos unas cuantas parábolas semejantes a la que hemos escuchado hoy de Jesús y que podrían servirnos para entender mejor la nuestra.

Una la pronuncia un tal Rabino Zeira ante la muerte de un muchacho joven. Y dice ¿Con qué comparar esto? Con un rey que había contratado muchos obreros. Había uno que se esforzó mucho en su trabajo. ¿Qué hizo el rey? Se lo llevó a pasear cien pasos con él. Cuando llegó la tarde, los obreros fueron a recibir su salario y el rey le pagó también un salario completo a aquel obrero que se había estado paseando. Los otros se quejaron diciendo: Nosotros nos hemos cansado durante todo el día mientras que ése sólo se cansó dos horas y él le da un salario completo como a nosotros. El rey les dijo: este se cansó en dos horas más que vosotros durante toda la jornada . Así en 28 años este muchacho se esforzó en el estudio de la Torá más que otro discípulo sagaz hubiera podido hacerlo hasta la edad de cien años".

Sin duda que la parábola es muy semejante a la nuestra, pero contrariamente a la de Jesús trata de dar una explicación razonable a la aparente injusticia del Rey: en realidad, dice, lo que importa no es la duración, sino la calidad o la intensidad del trabajo. Y eso es lo que premia el Rey.

De hecho la injusticia de la parábola de Jesús es tan patente que algún comentarista ha tratado de explicarla de manera semejante a la judía. Un tal Maldonado, jesuita del siglo pasado, cuyos comentarios a la escritura se usaban muchísimo hace un tiempo, explica así lo del denario: "... los obreros de la última hora han trabajado tanto como los de la primera; por eso les toca el mismo jornal. Es así -terminaba- que muchos pecadores convertidos a edad tardía son mejores cristianos que los que lo han sido toda la vida ". Es verdad. Nadie lo duda, pero no es lo que dice la parábola.

Hay otra parábola en el Talmud que tiene que ver algo con la nuestra. Es escrita para conformar a los judíos que piensan que Dios no es justo con ellos y que a los demás pueblos les va mejor a pesar de que es Israel el que lo sirve desde hace tanto tiempo.

"¿Con qué comparar esto?. Con un rey que contrató numerosos obreros, Pues bien, había allí un obrero que había estado trabajando en su servicio por mucho tiempo. Los obreros fueron a recibir su salario y este obrero entró con ellos. El rey le dijo: Hijo mío, luego me ocuparé de ti. Esos hombres han hecho por mi una tarea reducida: les daré un salario reducido. Pero contigo he de hacer muchos cálculos, por eso tardaré. Así ocurre con Israel: en este mundo piden su salario al Altísimo. Pero el Altísimo dice a Israel: "Hijos míos, me ocuparé de vosotros", esos pueblos del mundo han hecho por mi una tarea reducida; por eso les daré un salario reducido. Pero con vosotros tengo que hacer muchos cálculos. Por eso debéis esperar".

También aquí la semejanza es palpable con la problemática de la parábola de Jesús, pero, ven, lo mismo que en la anterior la solución siempre pasa por la justicia de una retribución proporcional al trabajo realizado.

Y menciono finalmente otra parábola brevísima del Talmud: "A los ojos de aquel-que-habla-y-el-mundo-fue , este mundo puede compararse con un dueño de casa que alquiló obreros y los vigiló para ver si hacían bien su trabajo ".

Vean qué patente la diferencia entre el mundo judeo-rabínico y la concepción cristiana. Las tres parábolas judaicas intentan rescatar a toda costa la justicia de Dios. Lo cual está de por si muy bien. Pero la contrapartida es que considerando el salario de Dios como algo que se debe en justicia al hombre, el rabino fariseo lo que al mismo tiempo está diciendo es que es él, con sus obras de la ley, quien en derecho estricto accede al premio divino. Que ni siquiera es un premio, sino algo que él compra con sus obras. Y así el fariseísmo talmúdico está en el camino a la Kabbala, la concepción que afirma que es el hombre con sus solas fuerzas, con su sola razón, con su sola voluntad, con su sola ciencia y técnica, el que se labra su destino, sin necesidad de la gracia ni de ninguna ayuda de Dios.

La parábola de Cristo tiene bien otra visión de nuestras relaciones con Dios. No hay razones de justicia estricta con nuestro Padre: sin que nada lo exigiera nos ha creado, sin que nada lo pudiera comprar hemos sido bautizados y transformados en sus hijos, sin poder adquirirlo de ninguna manera ni hacernos dignos a ello comulgamos con su cuerpo y con su sangre y participamos de su vida. Más aún: mereciendo justamente el abandono y el rechazo de Dios por nuestros pecados, agachadas y cobardías, somos una y otra vez perdonados en el sacramento del perdón.

El régimen de la justicia es suplantado por el régimen de la misericordia. La fuerza de nuestra esperanza y de nuestros sueños no descansa ya en nuestras cualidades humanas, sino en la bondad infinita de Dios. La alegría de nuestra vida ya no se apoya en lo que somos y valemos por nosotros o para los demás, sino en lo que somos y valemos por el amor que nos tiene Dios: ovejas siempre perdidas y siempre buscadas y rescatadas; hijos siempre pródigos y tarambanas y siempre esperados y recibidos y abrazados; obreros de la última hora.

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