2002. Ciclo A
11º Domingo durante el año
(GEP 16-06-02)
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 36-10, 8
En aquel tiempo: Jesús, al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rogad al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha". Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Los nombres de los doce apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. A estos doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: "No vayáis a regiones paganas ni entréis en ninguna ciudad de samaritanos. Id, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamad que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Vosotros habéis recibido gratuitamente, dad también gratuitamente".
SERMÓN
Cualquiera haya visitado Roma , judío o cristiano, no puede haber dejado de ver, frente a la Isla Tiberina , sobre el margen izquierdo del Tiber , en la desembocadura del puente Fabricio -el mejor conservado de los puentes de la Roma clásica- y colindando con el pórtico de Octavia , la austera silueta de la Sinagoga de Roma, de estilo ecléctico asirio-babilónico, inaugurada en 1904 sobre una zona del demolido viejo ghetto y en donde, no hace mucho, el Papa Juan Pablo II hizo una visita -recibida muy poco cordialmente-, al actual Gran Rabino de Roma.
Quien hubiera pasado por allí el 12 de Febrero de 1945 hubiera visto con extrañeza, colgando de todos sus ventanales, y tapizando sus muros exteriores, largos cortinones negros. La sinagoga había declarado en luto total durante un mes a toda la colectividad.
En efecto, ese mismo día de Febrero, en la bella Iglesia de Santa María de los Ángeles -diseñada cuatro siglos antes por Miguel Ángel utilizando las ruinas de las termas de Diocleciano-, Monseñor Traglia recibía en la santa Madre Iglesia, bautizándolo solemnemente, al Gran Rabino de Roma, en aquel entonces Israel Zolli , que tomó el nombre de Eugenio que el rabino había elegido por admiración y en agradecimiento a Eugenio Pacelli, Pío Papa XII, por su defensa de los judíos bajo el régimen nazi.
Por supuesto que Eugenio Zolli, excomulgado y declarado muerto por sus colegas judíos, debió dejar todos sus bienes, todas sus conexiones y ex amigos, todos sus trabajos. Poco después, bautizadas su mujer y su hija, sobrevivía dando clases de hebreo y lenguas orientales en el Pontificio Instituto Bíblico, escribiendo libros y artículos y escuchando misa todos los días en la capilla de la Universidad Gregoriana.
El ex Gran Rabino, Israel Eugenio Zolli, morirá pobre y santamente el 4 de Marzo de 1956, después de haberlo anunciado, casi un mes antes, a una monja de la Caridad que lo asistía: " moriré el próximo viernes santo, el mismo día de la muerte de mi Señor Jesús ."
Ni un judío se hizo presente para su modesto entierro. El ya había muerto para ellos el día de su bautismo.
Originaria de Polonia, la familia de Zolli había encaminado a su hijo a los estudios rabínicos. Los tomó con enorme seriedad, encantado con el Pentateuco, pero algo aburrido del Talmud y de las curiosas especulaciones cabalísticas. Fascinado siempre por el misterio de Dios, fue siempre hombre de profunda piedad e intensa oración. Ya recibido rabino y profesor prestigioso, fue llamado a ejercer el rabinato en Trieste, en donde, con el tiempo, dada su creciente fama, fue nombrado Gran Rabino de esa ciudad. Su curiosidad y cultura general le había llevado a leer la literatura y la filosofía griega, que lo fascinaron intelectualmente pero no produjeron ningún efecto en su corazón. Sí lo impactaron los escritos del Nuevo Testamento donde empezó a conocer a Jesús a quien llamaba ya -antes de nombrarlo "Jesús mi Señor"- "Jesús mi hermano". Tal como le decía ese otro gran judío que lamentablemente nunca se hizo cristiano, el filósofo Martín Buber, muerto en 1965 en medio de la disolución y confusión del catolicismo actual que, para ese entonces, ya se había instalado en la Iglesia. Pero a Zolli le había impresionado la transformación que el Nuevo Testamento había hecho del Antiguo y cómo había elevado al Dios del Sinaí y sus preceptos al Dios de amor, preceptuando amor.
Estando en Trieste y a partir de 1920 Zolli había sido infatigable en la protección de sus hermanos judíos sionistas que en ese entonces, a través del puerto triestino, se embarcaban hacia Palestina. Sin embargo nunca estuvo de acuerdo con ellos en que confundieran la restauración mesiánica del Reino con el político y terreno Estado de Israel. Ese no era el Reino de Dios que Zolli buscaba.
En 1940 la comunidad judía de Roma le ofreció el puesto vacante de Gran Rabino y Rector del Colegio Rabínico Romano. No era un puesto saludable en esa época en que el régimen nazi quería imponer a Mussolini las leyes antijudías que éste se negaba a promulgar. Pero " es vano querer huir de Dios ", contesta valientemente Zolli aceptando el cargo. Y, en realidad, Dios un día lo alcanzará.
En Roma, Zolli se entera cotidianamente de los ingentes esfuerzos de Pío XII -que ya había redactado en 1937 para Pío XI , en alemán, la encíclica de condenación del nazismo" Mit brennender sorge "- en defensa y protección de los judíos, a través de todas las nunciaturas del mundo. Lo cual valió al Papa que Hitler intensificara su desconfianza y persecución a los católicos. En esa época, muchísimos alemanes, que peleaban en los ejércitos germanos en defensa de su patria y en contra de los bolcheviques, de ninguna manera eran nazis.
Hitler se desató contra la Iglesia cuando el 26 de julio de 1942 los obispos holandeses condenaron las deportaciones en masa de judíos que ese año, precisamente en Holanda, había iniciado el régimen como "solución final". Cruel "solución final" que nunca pudo efectivizarse porque ningún país -dígase para su vergüenza- aceptó recibir a los judíos; teniéndolos que mantener el nazismo en los tristemente célebres campos de concentración.
En Septiembre de 1943 los tanques de la Wehrmacht tomaron la Ciudad Eterna.
A los pocos días Himmler ordenaba al Tte. Cnel. de las SS, en Roma, Herbert Kappler, que comenzara a despachar a los judíos hacia los campos de concentración de Polonia. Este decidió, en lugar de ello, pedir, a cambio de una primera deportación de trescientos judíos encabezados por el Gran Rabino, cincuenta kilos de oro antes de las 24 horas. No pudieron reunir más que 35. Zolli, vestido de electricista, logró entrar en el Vaticano y hacer llegar su pedido de ayuda a Pío XII. Pío XII pidió auxilio a las parroquias de Roma y logró, casi a último momento, reunir el faltante.
Cuando se enteró Himmler montó en cólera y mandó preparar una gran redada de judíos, una 'Judenaktion'. El embajador alemán, católico, advirtió secretamente a Pío XII que el régimen nazi, importándole nada de las advertencias papales, ordenaría deportar a los judíos de la Ciudad. Pío XII, entonces, mandó a todos los conventos y parroquias que los recibieran y ocultaran. Por medio de una carta dirigida a los obispos del Lacio hizo levantar, incluso, la clausura de los monasterios contemplativos para que pudieran refugiarse allí enteras familias de judíos.
Finalmente el 4 de Junio de 1944 las fuerzas angloamericanas ocupan Roma. Los judíos regresan a sus casas. Pío XII es aclamado por ellos y por todos los romanos " Defensor Civitatis ", "Defensor de la Ciudad".
En octubre de ese mismo año, el Gran Rabino, Israel Zolli, celebraba, en la Sinagoga, el Yom Kippur , el Día del Perdón. Hacia el fin de la ceremonia, tiene como una visión de Jesucristo vestido de blanco. Sus ayudantes han de terminar el servicio mientras él, conmovido, permanece en silencio. Cree sentir, en el fondo de su alma -escribirá después-, una voz que le dice " Ya estarás poco tiempo aquí. Tú me seguirás ." " Así sea, así quiero que sea, así será " responde, mudo, con profunda alegría, desde el centro de si mismo.
Cuando regresa a su casa, confundido y pensando que ha desvariado, oye a su mujer que le dice: "C uando estabas de pie frente al Arca y la Torah, me pareció ver a Jesucristo al lado tuyo. Estaba vestido de blanco y ponía su mano sobre tu cabeza ". Al rato su propia hija: " ¡Papá! Hoy soñé que Jesús vestido de blanco estaba al lado tuyo ".
Al día siguiente Zolli presenta su renuncia como Gran Rabino de Roma en la Sinagoga y se dirige a un humilde cura del barrio para que lo instruya en la fe.
Muerto en vida para los suyos, Israel, Eugenio Zolli, ha sido condenado al olvido más estricto -a no nombrarlo jamás-, por sus cofrades. En la campaña que, desde hace años, se lleva contra Pío XII nadie osa nombrarlo. Tampoco lo mencionan nuestros ecumenistas actuales, que no quieren "convertir" a nadie, sino solo -como dicen- "dialogar". También para ellos, al contrario que Buber, Zolli es una molestia.
Pero Zolli en realidad se hubiera negado a llamar a lo suyo estrictamente una 'conversión'. El siempre sostuvo que el catolicismo -solo el catolicismo, porque de ninguna manera transigió luego con los desvíos protestantes- era la continuidad lógica del verdadero judaísmo, del Antiguo Testamento. Católico, se sentía más judío que nunca y, tristemente, reconocía y lloraba la obcecación anticristiana de sus hermanos. Con ese mismo llanto que, siendo pequeño, le había despertado ver, en casa de un amigo, un crucifijo y enterarse, por boca de éste, que era la imagen de un judío crucificado por otros judíos -como decía la Escritura-.
Nadie quitará al pueblo judío el honor de haber sido la preparación histórica del advenimiento del cristianismo, y el que Dios se haya hecho hombre en un descendiente de David. Que el mismo Jesús se haya sentido orgulloso, en su naturaleza humana, de ser judío, ferviente patriota, y haber limitado su acción casi exclusivamente a la conversión de sus hermanos, a quienes, como dice el evangelio de hoy, "tenía profunda lástima, porque eran como ovejas sin pastor", es evidente. En nuestro evangelio de hoy, incluso, vemos -en un escrito como el de Mateo, ya abierto a la misión a los gentiles, a los paganos, a nosotros-, cómo Jesús ordena a sus discípulos: "No vayáis a regiones paganas ni entréis en ninguna ciudad de los samaritanos. Id en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel" Y, tal cual hemos oído, sus doce apóstoles, uno por cada tribu de Israel, son todos judíos. Nuestra traducción Simón "el cananeo" está pésima: cananeo quiere decir, en arameo, no el 'habitante de Canaán', sino el 'celoso', el 'intransigente', el 'superpiadoso'.
Son ellos, los judíos, los depositarios de la Promesa, a los cuales, antes que a nadie, Jesús quiere dirigir su mensaje del Reino. Y son miles de ellos -antes de que el fariseísmo, a fin del siglo I, después de Jamnia, los expulse de la sinagoga y los persiga como herejes y monopolice ilegítimamente el nombre de judíos- los que aceptan primeros la palabra de Jesús y comienzan a instaurar su Reino. Pero no el reino de la tierra al cual aspiraban sus hermanos fariseos.
"No", dice Zolli, "no es el poder económico el reino de los cielos, no es el Estado de Israel" El anticipo del reino en este mundo es el amor de Jesús. Es "· ese amor a Dios que quise tener siempre leyendo la escritura en la sinagoga, el que me llevó a Jesús. Es, mejor dicho, el amor que Dios me tiene el que me llamó junto a El. Nada premeditado, nada preparado. Estaban solo el Amador y el amado. Mi llegada a Cristo fue un movimiento que salió del amor, una experiencia vivida en la luz siempre templada por el amor. Todo fue consumado en el conocimiento conferido por el amor "
Es ese reino de los cielos, vivido en el amor, en las obras, el que envía a sus discípulos judíos anunciar Jesús: "curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios ".
El mundo, el hombre de hoy, el argentino, vive lamentablemente vacuo de la luz del verdadero amor, que no puede ser otro que el amor de Cristo, desviados por otros valores o antivalores, por otras ideologías, por otras bastardeadas concepciones del amor, por eso somos como ovejas sin pastor, cosecha abundante para la cual faltan trabajadores.
Escuchemos su llamado: también nosotros, como Jesús y sus apóstoles dirigiéndose antes que a nadie a su pueblo, seamos apóstoles de una nueva Argentina, de un renovado Buenos Aires, aunque tengamos, otra vez, que empezar de a poco, de a doce, asumiendo en serio nuestra condición de cristianos, con todas las renuncias, desprecios y exclusiones que ello conlleva, dejando de lado las cosas secundarias, los objetivos puramente políticos o económicos, anunciando el Reino y sabiendo que "buscando el Reino, todo lo demás se nos dará por añadidura".